Liliana Casanella
junto a una estatua del afamado compositor Tite Curet en San Juan, Puerto Rico
Reinaldo Cedeño Pineda
La mulata Celestina / le ha cogido miedo al mar
/ porque una vez fue a nadar / y la mordió una guabina… (guaracha
anónima, siglo XVIII) Es carne de masa sola
/que el carnicero sujeta/ con ella forma una bola / y con un hilo la aprieta (guaracha anónima,
Siglo XIX) Las que no sean de talle
gracioso/ de andar salamero con gracia especial/ esas no son cubanas (Ignacio Piñeiro, son, 1920)
Salí de casa una noche aventurera / buscando
ambiente de placer y de alegría… / En Catalina me encontré lo no pensado / La
voz de aquel que pregonaba así / Échale
salsita (Ignacio Piñeiro, son, 1920) Mamá, yo quiero saber/ de dónde son los cantantes/ que
lo' encuentro muy galantes / y los quiero conocer (Miguel Matamoros, son, 1920) Valga que hablé que si no…/ Valga que hablé que si no.. /
Me coge el gallo Rufina. / Eso lo dijo el perico / cuando un gallo equivocado /
lo confundió con gallina. (Ñico Saquito,
guaracha, 1930)

Pero que bonito y sabroso / bailan el mambo los mexicanos
/ mueven la cintura y los hombros / igualito que los cubanos (Benny Moré,
mambo, 1950) No quiero codazos / Ni tampoco
cabezazos / Lo que yo quiero es una pelea / limpia como no hay dos (chachachá,
Rafael Lay, 1950) Cuando llego yo a la
fiesta / las nenas se me alborotan / dicen que yo soy candela / dicen que yo
soy el diablo / y no es verdad / Cojan turno, tengan calma (Enrique Jorrín, chachachá, 1950) Esa cosa que me hiciste mami / me gustó…/ me gustó
(Lilí Martínez, son, 1950) Le he dicho a María Caracoles / que no baile más
mozambique / y por mucho que se lo digo / María Caracoles, tú siempre sigues
(Pello El Afrokán, mozambique, 1960)
Ay, si el niño no quiere naranja / Bríndale limón (merengue haitiano, 1980, Los Karachi) Y dicen que, / que a esa muchacha no hay / quien le ponga el freno que / que que de qué / Qué facilidad / ¡Mírala! / ¡Mírala! /Sandunguera / que tú te vas por encima del nivel (Juan Formell, songo, 1980) Puede ser muy linda, / linda por fuera / y tú no sabes si por dentro / es una escoba barrendera (Rodolfo Vaillant, guaracha–son, Estrellas Cubanas, 1980)
Ay, si el niño no quiere naranja / Bríndale limón (merengue haitiano, 1980, Los Karachi) Y dicen que, / que a esa muchacha no hay / quien le ponga el freno que / que que de qué / Qué facilidad / ¡Mírala! / ¡Mírala! /Sandunguera / que tú te vas por encima del nivel (Juan Formell, songo, 1980) Puede ser muy linda, / linda por fuera / y tú no sabes si por dentro / es una escoba barrendera (Rodolfo Vaillant, guaracha–son, Estrellas Cubanas, 1980)
La negra
no quiere / que le monten la guagua por detrás (Adalberto Álvarez, son,
1950) La vida es un circo/ todos somos
payasos / escasean los magos/ todo me da asco…/ Tú cambiaste mi amor por
diversiones baratas… / Tú eres una bruja, / una bruja sin sentimiento / tú eres
una bruja (José Luis Cortés, timba, 1990)
Búscate un temba que te mantenga / Pa´ que tu goce,
pa' que tu tenga (David Calzado 1990)
Apenas
una gota de nuestro océano musical. ¿Quién? ¿Quién se atreve a ignorar que la
música popular bailable es parte de esa síntesis asumida de una comunidad, el
sello espiritual que deviene de choques, refundiciones y refundaciones. Es
decir, nuestra identidad.
¿Acaso
hubiésemos existido, hubiésemos resistido sin la picardía, sin el doble
sentido, sin ese gracejo criollo que encarna por excelencia la música popular
bailable?
(La escritora Liliana Casanella y el presentador Reinaldo Cedeño en el Callejón del Carmen. Festival MatamoroSon Santiago de Cuba, 2014)
Liliana Casanella Cué (Santiago de Cuba, 1965) se sumergió en esas
aguas, buceó, halló luces en el mismo sustrato y emergió con este libro: Música popular bailable cubana. Letras y juicios de valor
(Siglo XVIII-XX) Ediciones CIDMUD 2013,
entiéndase Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana , con
la edición y corrección de Charo Guerra.

El
volumen llega avalado nada menos que por
una mención en el Premio de Musicología Casa de las Américas 2012 y por el
Premio Caturo de la Fundación Fernando
Ortiz 2014, otorgado al libro de mayor aporte al estudio científico de la
cultura. Después de semejantes lauros, ya imaginará el lector la recia
investigación contenida en estas 342 páginas. Casi no hay que decir más, pero
he decidido arriesgarme, más bien solazarme
Citemos en primer lugar a la propia autora, es pertinente: “La creación
musical popular, como constructo activo del acontecer social y con una visión
de divertimento bailable y de crónica
muy definida, no puede existir al margen
de la evolución sociolingüística. Tratándose de textos concebidos para la comunicación oral (cantar,
escuchar) se explica que sus principales recursos respondan esencialmente a los principios de
sonoridad, ritmo y eufonía. Desde el punto de vista estructural, el autor recure más
a elementos reiterar imágenes fácilmente decodificables, de notable
expresividad y plasticidad que difícilmente encontrarían validez en la poesía
escrita”.
Así dicho, con semejante claridad, desde una mirada escrutadora, se acerca Liliana Casanella Cué a la música popular bailable cubana desde los mil setecientos hasta el siglo veinte. No debe olvidarse, advierte que “el material sonoro, en este caso las letras en
Su capacidad para traspasar la mera relación de textos
musicales en orden cronológico y
situarnos continuamente en los contextos sociales; su demostración de que los acercamientos a la
música popular, devienen desde “códigos clasistas, raciales y éticos”; sus
revelaciones sobre los monopolios mediáticos en la producción crítica y su
observación sobre los juicios meramente literarios que obvian funcionalidades
discursivas y destinatarios o sobre la lenta asimilación de la dinámica
creativa de esta vertiente musical y sus
transgresiones de los estilos acuñados. Ahí radican puntos nodales del libro, aportes nada
despreciables.
Música popular bailable cubana. Letras y juicios de valor (Siglo XVIII-XX) recorre los juicios de valor establecidos, primero desde los moldes europeos y la llamada música culta, sus códigos e imaginarios, los artículos y reseñas de épocas idas y épocas recientes, hasta los acercamientos y las críticas impresionistas que al acercarse a la filosofía popular contenida en los temas —mirándolas siempre desde arriba o desde al lado―, las acuñan como música de la gentualla, música obscena o indecente, música viciosa, música bárbara, música inmoral, música chabacana, música populachera, música de negros y mulatos, como aquellas de los caleseros que a “golpe de palos sobre la tabla trasera del carruaje los rayos de al ruedas entonan cántico infernal medio africano y medio bárbaro”.
Para integrar en un solo corpus sus presupuestos, la autora nos asoma a un amplio abanico
que deviene lo mismo de las páginas de El
Regañón de La Habana ,
que de lejanos, desconocidos, viajeros, famosos de la música, la
investigación, el periodismo, la
musicología… que escribieron sobre el tema. Abeja laboriosa que obtiene miel de
toda flor. Cítense algunos nombres como los del bibliógrafo Antonio Bachiller y
Morales Francisco Calcagno, Walter Goodman, Luis Casas Romero, Fernando Ortiz,
María Teresa Linares, Argeliers León, Rosendo Ruiz, Helio Orovio, Leonardo
Acosta, Danilo Orozco, Alejo Carpentier,
Zoila Lapique, Roberto Zurbano.
Estoy seguro que os asombraréis cuando lean algunos de
estos párrafos.
Música popular bailable cubana. Letras y
juicios de valor (Siglo XVIII-XX), no es la narrativa de
esas valoraciones, no es la unidad de la dispersión; en todo caso, no es solo
eso. Dicho en una frase:
el libro no es un compendio, es una
exégesis. Su inmersión es de tal profundidad
que, de manera natural, arroja nuevos juicios valorativos, deja establecida la
necesidad de un norte (otro) en las aproximaciones al tema; despeja exclusiones
y elitismos, para develar su trascendencia
y pone en su justo contexto, el
marcador socio-estético de nuestra música popular bailable, proa de la cultura cubana.
Empero,
no os asustéis. El libro es capaz de seducir a críticos y al más humilde de los
mortales, al bailador, al curioso. Y por si fuera poco, incluye una selección
de clásicos de la música popular.
Liliana Casanella Cué, filóloga por
Pablo
Villa advierte que “la música popular no solo expresa sentido a través del
sonido, las letras y las interpretaciones sino también a través de lo que se
dice de ella”. Pero tengo que decirlo, Liliana Casanella Cué me ha condenado.
Aunque lo bailable no es mi fuerte —natura no me dotó particularmente con esa
gracia―, cuando me arriesgue a echar un paso,
cuando escuche las descargas, cuando ose escribir, estaré abriendo mentalmente
las páginas de su autoría.
Polémico, cuestionador, múltiple y serio. A la cultura
cubana le hacía falta un libro como este. Claro,
todo esto hubiera podido decirse en siete palabras: “Ese libro que escribiste,
mami, me gustó”.
Al lado de la estatua de Don Miguel
Matamoros.
Santiago de Cuba, 17 de octubre de de 2014.

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