domingo, 7 de octubre de 2018

“Hasta que no dejemos de creernos que es nuestra tarea cambiar a la gente para que quepan entre nosotros (…) estamos perdidos (…)”



  SERMÓN pronunciado por el pastor Eduardo González Hernández, el 16 de septiembre de 2018 en la Iglesia Bautista "Enmanuel", Ciego de Ávila. Él es además Secretario General de la Coordinación Obrero Estudiantil Bautista de Cuba)


En estos días en que  se discute el Proyecto de Reforma Constitucional en nuestro país donde hay un punto que favorece el matrimonio entre personas del mismo sexo ha suscitado la incomodidad de muchas personas cuyos prejuicios le hacen difícil entender tal cosa, y muchos basan su inconformidad aludiendo el tratamiento que la Biblia hace del tema. Por tal motivo este viernes nuestra iglesia convocó a un estudio de aquellos pasajes que en nuestro Libro Sagrado hace del asunto, estudio que no pretendo repetir en esta reflexión.


   Muchas veces hablamos y promovemos una iglesia “por todos y para todos” pero la mayoría de las veces que esto hacemos, estoy convencido que no tenemos ni idea, de la magnitud y alcance, de nuestros planteamientos y casi siempre el “traje” de nuestro discurso se queda mucho mas pequeño que el “cuerpo”, que con el, pretendemos cubrir.


La inclusión o inclusividad es uno de esos temas de los que nuestras palabras dicen mas, lo que queremos que otros crean que somos que  lo que realmente sentimos o pensamos en lo más profundo de nuestro ser. 


El espíritu conquistador y excluyente que movió a los cristianos  a aquellas sangrientas Cruzadas, con la excusa de “convertir” a otros al cristianismo, todavía vive en lo más profundo de nuestro ser, donde no concebimos a nada, o a nadie que sea, piense o actúe diferente a nosotros.


En honor a la verdad también debo decir que me siento orgulloso de ser parte de esta familia donde hemos aprendido bastante a aceptar la diversidad de los seres humanos, pero no obstante todavía hay mucho que en ese campo tenemos que lograr y es con ese ambicioso espíritu, que trataré con mi reflexión  hoy, de empujarlos un poquito mas hacia donde creo que Dios quiere que vallamos, en lo que podamos alcanzar como familia de fe, que a otros y otras respecta, aunque en esto también seamos minoría.
Según los especialistas en la materia, la orientación sexual es, después de la esclavitud, el tema que más ha dividido a  la iglesia universal. Mejor dicho, no es el tema lo que divide las iglesias, sino, la manera tan diversa también, en que todos, tratamos de  entenderlo  y asumirlo.


Así como para la iglesia neotestamentaria, quienes estaban convencidos que los gentiles solo podían ser Cristianos, si primero se convertían  al Judaísmo (y que conste, que este proceso costo bastante sufrimiento), hay una parte de la iglesia hoy, quienes piensan, que si nosotros agrandamos el techo de nuestra “cabaña” para incluir  a las personas “gay” todo en nuestro alrededor se vendrá abajo. Según ellos debemos “evangelizarlos” es decir: transformarlos a “nuestra imagen” antes de que entren, porque si no, el techo de la “cabaña” no aguantará.


La historia de Felipe y el Eunuco Etiope, un texto del que siempre hemos oído utilizado para la “evangelización”, o “la conversión del Eunuco” como se le conoce.


Siempre se me ha dicho que este texto es la prueba Bíblica de que debemos hablar de Jesús a todo el que encontremos en nuestro camino, porque haciendo esto los “salvamos”, tenemos que “convertir” a la gente, “debemos cambiarlos para que sean como nosotros”.


Pero hoy en día, les confieso que no estoy seguro que sea esto lo que Dios quiera que hagamos, porque si el Eunuco estaba leyendo Isaías cuando regresaba de Jerusalén, donde había ido  a adorar a Dios, entonces, sí conocía Isaías, también conocía Deuteronomio 23:1 “Noentrará en la congregación de Dios el que tenga magullado los testículos o amputado su miembro viril...”


Esta ley, estrictamente, prohibía a un Eunuco entrar a la Sinagoga para adorar al Señor, Su “trasgresión” de género, el hecho de  ser Eunuco, quienes eran hombres que habían sido castrados, o en buen cubano: que les habían cortado sus testículos , los privaba de estar en la “categoría” correcta, los hacia inmundos por naturaleza, ellos no cabían en “la cabaña” , pero a pesar de eso, sin importarle esto, aquel Eunuco había ido a Jerusalén, a adorar a aquel Dios,  Dios para el cual, según, aquella ley y los religiosos de la época, él, no le era una persona grata, precisamente porque le faltaban sus órganos sexuales ,pero dando muestras, de que a pesar de no tenerlos ya en su sitio, aun le sobraban…….las agallas, El Eunuco buscaba y adoraba al  verdadero Dios, por encima de todo y a todo riesgo, como debiéramos hacer todos los que nos decimos cristianos, aunque eso nos cueste el desprecio, la incomprensión y rechazo de otros que apuntan con ser mayoría.


Quiero invitarlos a que miremos el pasaje pensando que cuando el Espíritu guió a Felipe a ese camino en el desierto, lo estaba guiando a su propia conversión, cuando el se acercaba al carro debió haber estado pensando:  “ah ahora le meteré las Escrituras por la cabeza hasta que se convierta como yo”, pero cuando Felipe se unió a esta persona que buscaba de Dios por sobre todas las cosas, a pesar de lo difícil que esto le resultaba muchas veces, cuando no era admitido en la sinagoga, quizás fue Felipe quien se convirtió a la verdadera fe de Cristo,


Quizás, ¿quién sabe?, fue una conversión mutua, a lo mejor en la soledad y el calor del desierto se hicieron mil preguntas como nos las hemos estados haciendo nosotros durante estas semanas, en que hemos estado oyendo diferentes comentarios de temas punzantes para nuestra fe.


Pero valga decir que el único imperativo en esta historia, viene del Espíritu, porque Felipe y el Eunuco solo se hicieron preguntas, el único mandato u orden, vino de Dios y fue: “acércate y júntate” , ve y júntate al otro o la otra, no sabemos si el Espíritu también le dijo al Eunuco que se juntara con Felipe , que se juntara con aquel Judío que era un representante de aquella ley y de los que no  le dejan entrar en la casa de Dios. Invítalo a sentarse a tu lado, Ve…júntate con el……estudia las Escrituras… Hazle preguntas, enséñale que tú también eres un ser humano hecho a imagen y semejanza de Dios.


Tal vez  Felipe en este encuentro con este extranjero, sexualmente extraño, aprendió lo que realmente era buscar de Dios, en persona que tenía que vencer obstáculos.


Este viernes en el Estudio Bíblico, cuando ya estábamos al finalizar un joven de nuestra congregación alzó la mano y pidió la palabra, lo hizo para contarnos como en su búsqueda de un lugar donde cultivar su fe, donde aprender de ese Dios que es amor llegó aquí con temor y temblor, con la esperanza que alguien le infundiera de que éramos una iglesia diferente de las que él conocía y donde las personas como el, de orientación sexual diferente a la de la mayoría no tenían cabida. Entre lágrimas y sollozos tuvimos la bendición de escuchar como para él, su experiencia de aceptación y amor, en esta iglesia había representado una experiencia de conversión al Dios del amor que no hace distinción de personas, de cómo el amor y la aceptación de esta iglesia lo habían ayudado a ser mejor persona y sobre todo a entenderse y aceptarse, aun, cuando hay integrantes de su familia biológica que ni lo entienden ni lo aceptan.


A cuantos de ustedes, u otras personas que ustedes conocen, alguien, alguna vez, no les han dicho que tienen que cambiar para ser parte de alguna institución, o de una iglesia, porque de lo contrario no puedes entrar en la “cabaña”. “Cambia tu orientación sexual”, “cambia tu…..... Amaneramiento”, tu personalidad, tu inseguridad, “deja tus vicios”, “cambia tu historia”, “tu fragilidad”, y si no puedes, al menos esfuérzate delante de la gentes”, pero sin embargo, a pesar de esta actitud excluyente, aquí o allí hay todavía, `personas como estas, convirtiéndonos con su persistencia y constancia en la búsqueda de Dios una vez más a esta fe del Dios que es amor.


¿Qué mejor manera de aprender de seguir a  Cristo de alguien que ha vencido todo tipo de obstáculo para hacerlo?


Es por eso  que creo que tenemos una deuda con esos hermanos y hermanas, no solo en iglesias, sino también en escuelas, centros de trabajo donde han tenido que oír de sus semejantes: “no te queremos aquí, al menos que cambies en lo que nosotros pensamos o creemos que debes ser”, y no me refiero solo a personas homosexuales, sino también a aquellas que tienen algún trastorno de personalidad, o tienen alguna discapacidad física o mental o una orientación política diferente, que les imposibilita tener un espacio en  determinada “ cabaña”.


Quizás cuando pensamos en inclusividad, creemos que es a otros, los que Dios quiere que alcancemos pero quizás sea que Dios quiere que aprendamos de otros y otras que es seguirle y amarle. La realidad es que necesitamos nuestros “eunucos etíopes”  para que nos ayuden a entender: que es la fe.


Hermanos y hermanas continuamente necesitamos al extraño, al foráneo, al “otro” o la “otra” para que nos enseñen donde esta “el agua” en “el desierto” de nuestras vidas.
Necesitamos oír “aquí hay agua, que me  impide a mi, que soy eunuco, ser bautizado”, o a mí que soy homosexual, bisexual o  travesti, o a mi que soy analfabeto, o a mi que no creo como tu crees,


Pero hasta que no nos encontremos con la dificultad de esa interrogante y como Felipe, no encontremos ninguna respuesta, hasta que no dejemos de mirar la “cabaña” como un espacio limitado.


Hasta que no dejemos de creernos que es nuestra tarea cambiar a la gente para que quepan entre nosotros o aumentar “el techo de la cabaña” para que otros quepan, estamos perdidos, porque no es nuestra “cabaña”, no es nuestro techo, ¡es la cabaña de Dios!.


La diversidad y la amplitud de la “cabaña” solo debe importarnos por el mero hecho que ilustra la gracia y el amor de Dios, que es para todos y todas, sin distinción, ese gran techo donde todos y todas somos bienvenidos, como hijos e hijas .


Lo amplio y diverso en la “cabaña” solo debe tenerse en cuenta para ver la gran misericordia de ese Dios, que fue capaz de hacerse “carne” para entrar en nuestro mundo.


Porque hemos entendido la grandeza de Dios en esta iglesia es que somos una comunidad abierta a todo ser humano, aquí estamos para amar y ser esa comunidad donde Dios añade “cada día los que han de ser salvo”. No estamos aquí para salvar o cambiar a nadie, estamos aquí para amar, abrazar y recibir, solo Dios es quien salva y cambia lo que entiende deba ser cambiado en nosotros.


Es Dios, quien ha rasgado el velo en el templo, para que no seamos mas, ni judíos, ni gentiles;” ni esclavos, ni libres; ni hombre, ni mujer”; ni homosexual ni heterosexual; ni liberal ni conservador, sino uno solo en Cristo.


Quizás sea en esta historia de conversión de Felipe y el Eunuco, donde encontremos hoy, una nueva esperanza para la iglesia y porque no, también para nuestro país en estos controversiales tiempos.


Hermanos y hermanas:


Que en la inmensa cabaña de Dios, -podamos hacer preguntas difíciles, aunque no encontremos respuestas, o no estamos de acuerdo  -que podamos  invitar a otros y otras a que se sienten a nuestro lado, -que podamos leer juntos las Escrituras, para ser convertidos una vez mas, por lo extraño o los extraños.-que en el desierto de nuestras vidas, podamos ver donde hay agua y entrar completamente en la aguas del inclusivo amor de Dios, junto a aquellos que nos son “raros” o “que no son” como nosotros. Y que podamos así, también, después, seguir nuestro camino, con el gozo de habernos convertido los unos a los otros,  a esta maravillosa, peligrosa y explosiva fe. Son mis oraciones. AMÉN

(NOTA  Publicado con la autorización expresa de su autor. Agradecimiento al periodista José Aurelio Paz)

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