jueves, 1 de enero de 2015

El día que chiflé… a MIREYA LUIS



Reinaldo Cedeño Pineda
 
—¡Mamita! ¡Mamita!!!

   Grité. Grité estentóreamente. Ateneo Deportivo Armando Mestre, Santiago de Cuba, 1983. Volví a la carga. Las gradas se revolvieron ante el reclamo, me secundaron en un coro:

   —¡Que salga Mamita!!!

   Un llamado a la leyenda: Mercedes Mamita Pérez, integrante del equipo campeón del mundo en 1978. El tope de voleibol femenino Cuba-Estados Unidos se inclinaba a la excelencia de las visitantes. Hacía falta su magia, con urgencia.

   El sexteto norteño contaba en sus filas con la gigante Flora Hyman, la pequeña Rita Crocker, la eficiente Debbie Green… La pasadora dibujaba en el aire la esférica y el tabloncillo temblaba, pelota abajo. El año anterior, en el Mundial de Perú, habían ganado el bronce; pero su ascenso no se había detenido. Cuba tenía delante, tal vez, al mejor equipo del orbe.

   Eugenio George anunció un cambio. Ahora sí viene Mamita, me adelanté… pero en vez de Mercedes Pérez, ocupó el tabloncillo una chiquilla inexperta de dieciséis años, ni siquiera muy alta, con un nombre desconocido: Mireya Luis.

   Embebido en el juego que se desarrollaba ante mis ojos, nada en ella me impresionó. No supe ver la estrategia, ni el renuevo generacional. Y la chiflé, casi con saña.

   Del Ateneo santiaguero salí convencido de que una medalla en los Juegos Panamericanos de Caracas —en agosto de ese propio año— sería difícil. Además de las norteamericanas, las chicas peruanas iban con todo, con  la zurda Cecilia Tait al frente.

   La capital venezolana fue una batalla. Todavía la veterana Imilsis Téllez mantenía sus manos prodigiosas en el pase. Mireya hacía su debut a lo grande. Las criollas se las arreglaron para llegar a la discusión del oro. La victoria  3-2 sobre el formidable combinado de Estados Unidos, sobrevino fuera de todo pronóstico. Todavía recuerdo los abrazos, los saltos.

   Cuba no asistió a la Olimpiada de Los Ángeles 1984 —siguiendo a la mayoría de los países del entonces campo socialista—; pero en la siguiente cita universal de Checoslovaquia  en 1986, probaría su adelanto.

   Mireya fue noticia. Unas semanas atrás, se había convertido en madre y su participación no era segura. ¿Podría alcanzar aquel su despegue fabuloso? ¿Conservaría su remate? Las preguntas flotaban en el aire, pero ella misma se encargó de despejarlas. No podía creerlo cuando la vi salir del banco. Grité tanto frente a la pantalla que tiene que haberse escuchado en el mismísimo centro de Europa.

   La  Mayor de las Antillas se ausentó de los Juegos Olímpicos. Otra vez. La Copa del Mundo del 1989 fue el desquite para las chicas que no se pudieron probar en Seúl. Subieron a lo más alto. Mireya fue escogida como la mejor rematadora e integró la selección ideal. Esa condición la repitió en los más exigentes eventos.

   La historia del voleibol cubano es conocida. Historia gloriosa. El equipo femenino fue bautizado como Las Espectaculares Morenas del Caribe y se acreditaron tres campeonatos olímpicos consecutivos: Barcelona 92, Atlanta 96 y Sydney 2000.

   Fuera de esos predios recuerdo particularmente el Campeonato Mundial de Brasil en 1994. Las cubanas ganaron todos los partidos sin perder un solo set; incluida la final con las anfitrionas. Los partidos entre ellas eran choques de trenes; pero el juego de las antillanas silenció una barra auriverde, cerrada y en contra.

   Un experto declaró que la selección de Cuba se había convertido en una “máquina” de jugar voli. Mireya era la locomotora.

     
 En China, “Luis” se convirtió en reina. Su nombre abría todas las puertas. Cada punto suyo era coreado. Disfrutaba su juego y contagiaba al resto. Cuando el equipo se resentía, ponía carácter. Una “cucharada” de Mireya, solía ser el remedio perfecto. Y nadie se atrevía a escamotearle algún premio individual, para no correr el riesgo de que el público chino —normalmente calmado―, se lanzara a la cancha.

   Mireya Luis es una de las deportistas de mayor palmarés en la historia del deporte latinoamericano y una leyenda viva del voleibol universal. Carismática y respetada, integró después de su retiro, la Comisión de Atletas del Comité Olímpico Internacional y actualmente es protagonista en el desarrollo del voleibol de playa en Cuba.

   Ahora que hay remates caribeños en muchos equipos del mundo, que otras chicas del voleibol cubano consiguieron un disputado bronce en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz, mi mente se inundó con recuerdos de hace treinta años.

   A Mireya le debo una disculpa. Una disculpa con rigor. Todos los días no se asiste al nacimiento de una estrella.

Artículo en inglés:

The day I booed… Mireya Luis

http://laislaylaespina.blogspot.com/2015/01/the-day-i-booed-mireya-luis.html


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