viernes, 17 de octubre de 2014

Liliana Casanella Cué: MÚSICA, EXÉGESIS Y RIESGO





Liliana Casanella presenta la revista Clave 




Liliana Casanella junto a una estatua del afamado compositor Tite Curet en San Juan, Puerto Rico

Reinaldo Cedeño Pineda

La mulata Celestina / le ha cogido miedo al mar / porque una vez fue a nadar / y la mordió una guabina… (guaracha anónima, siglo XVIII) Es carne de masa sola /que el carnicero sujeta/ con ella forma una bola / y con un hilo la aprieta  (guaracha anónima, Siglo XIX) Las que no sean de talle gracioso/ de andar salamero con gracia especial/ esas no son cubanas (Ignacio Piñeiro, son, 1920)
 
    Salí de casa una noche aventurera / buscando ambiente de placer y de alegría… / En Catalina me encontré lo no pensado / La voz  de aquel que pregonaba así / Échale salsita (Ignacio Piñeiro, son, 1920) Mamá, yo quiero saber/ de dónde son los cantantes/ que lo' encuentro muy galantes / y los quiero conocer (Miguel Matamoros, son, 1920) Valga que hablé que si no…/ Valga que hablé que si no.. / Me coge el gallo Rufina. / Eso lo dijo el perico / cuando un gallo equivocado / lo confundió con gallina. (Ñico Saquito, guaracha, 1930) 

 

   Pero que bonito y sabroso / bailan el mambo los mexicanos / mueven la cintura y los hombros / igualito que los cubanos  (Benny Moré, mambo, 1950) No quiero codazos / Ni tampoco cabezazos / Lo que yo quiero es una pelea / limpia como no hay dos  (chachachá, Rafael Lay, 1950) Cuando llego yo a la fiesta / las nenas se me alborotan / dicen que yo soy candela / dicen que yo soy el diablo / y no es verdad / Cojan turno, tengan calma (Enrique Jorrín, chachachá, 1950) Esa cosa que me hiciste mami / me gustó…/ me gustó (Lilí Martínez, son, 1950) Le he dicho a María Caracoles / que no baile más mozambique / y por mucho que se lo digo / María Caracoles, tú siempre sigues (Pello El Afrokán, mozambique, 1960)

   Ay, si el niño no quiere naranja / Bríndale limón (merengue haitiano, 1980, Los Karachi) Y dicen que, / que a esa muchacha no hay / quien le ponga el freno que / que que de qué / Qué facilidad / ¡Mírala! / ¡Mírala! /Sandunguera / que tú te vas por encima del nivel (Juan Formell, songo, 1980) Puede ser muy linda, / linda por fuera / y tú no sabes si por dentro / es una escoba barrendera (Rodolfo Vaillant, guaracha–son, Estrellas Cubanas, 1980) 

    La negra no quiere / que le monten la guagua por detrás (Adalberto Álvarez, son, 1950) La vida es un circo/ todos somos payasos / escasean los magos/ todo me da asco…/ Tú cambiaste mi amor por diversiones baratas… / Tú eres una bruja, / una bruja sin sentimiento / tú eres una bruja (José Luis Cortés, timba, 1990) Búscate un temba que te mantenga / Pa´ que tu goce, pa' que tu tenga (David Calzado 1990)
   Apenas una gota de nuestro océano musical. ¿Quién? ¿Quién se atreve a ignorar que la música popular bailable es parte de esa síntesis asumida de una comunidad, el sello espiritual que deviene de choques, refundiciones y refundaciones. Es decir, nuestra identidad. 

   ¿Acaso hubiésemos existido, hubiésemos resistido sin la picardía, sin el doble sentido, sin ese gracejo criollo que encarna por excelencia la música popular bailable?


(La escritora Liliana Casanella y el presentador Reinaldo Cedeño en el Callejón del Carmen. Festival MatamoroSon Santiago de Cuba, 2014)

    Liliana Casanella Cué (Santiago de Cuba, 1965) se sumergió en esas aguas, buceó, halló luces en el mismo sustrato y emergió con este libro: Música popular bailable cubana. Letras y juicios de valor (Siglo XVIII-XX) Ediciones CIDMUD 2013, entiéndase Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana, con la edición y corrección de Charo Guerra. 


   El volumen llega avalado nada menos que  por una mención en el Premio de Musicología Casa de las Américas 2012 y por el Premio Caturo de la Fundación Fernando Ortiz 2014, otorgado al libro de mayor aporte al estudio científico de la cultura. Después de semejantes lauros, ya imaginará el lector la recia investigación contenida en estas 342 páginas. Casi no hay que decir más, pero he decidido arriesgarme, más bien solazarme



   Citemos en primer lugar a la propia autora, es pertinente: “La creación musical popular, como constructo activo del acontecer social y con una visión de divertimento bailable y de crónica muy definida, no puede existir al margen de la evolución sociolingüística. Tratándose de textos  concebidos para la comunicación oral (cantar, escuchar) se explica que sus principales recursos  respondan esencialmente a los principios de sonoridad, ritmo y eufonía. Desde el punto de vista estructural, el autor recure más a elementos reiterar imágenes fácilmente decodificables, de notable expresividad y plasticidad que difícilmente encontrarían validez en la poesía escrita”.


Así dicho, con semejante claridad, desde una mirada escrutadora, se acerca Liliana Casanella Cué a la música popular bailable cubana desde los mil setecientos hasta el siglo veinte. No debe olvidarse, advierte que “el material sonoro, en este caso las letras en la Música Popular Bailable Cubana, se articula sincrónicamente con representaciones sociales que adquieren relevancia en períodos concretos y crean sedimentos de significados según la escucha y el consumo”.

   Su capacidad para traspasar la mera relación de textos musicales en orden cronológico y  situarnos continuamente en los contextos sociales;  su demostración de que los acercamientos a la música popular, devienen desde “códigos clasistas, raciales y éticos”; sus revelaciones sobre los monopolios mediáticos en la producción crítica y su observación sobre los juicios meramente literarios que obvian funcionalidades discursivas y destinatarios o sobre la lenta asimilación de la dinámica creativa de esta vertiente musical  y sus transgresiones de los estilos acuñados. Ahí radican puntos  nodales del libro, aportes nada despreciables.   
   
 Música popular bailable cubana. Letras y juicios de valor (Siglo XVIII-XX) recorre los juicios de valor establecidos, primero desde los moldes europeos y la llamada música culta, sus códigos e imaginarios, los artículos y reseñas de épocas idas y épocas recientes, hasta los acercamientos y las críticas impresionistas que al acercarse a la filosofía popular contenida en los temas —mirándolas siempre desde arriba  o desde al lado―, las acuñan como música de la gentualla, música obscena o indecente, música viciosa, música bárbara, música inmoral, música chabacana, música populachera, música de negros y mulatos, como aquellas de los caleseros que a “golpe de palos sobre la tabla trasera del carruaje  los rayos de al ruedas entonan cántico infernal medio africano y medio bárbaro”.

  Para integrar en un solo corpus sus presupuestos, la autora nos asoma a un amplio abanico que deviene lo mismo de las páginas de El Regañón de La Habana, que de lejanos, desconocidos, viajeros, famosos de la música, la investigación,  el periodismo, la musicología… que escribieron sobre el tema. Abeja laboriosa que obtiene miel de toda flor. Cítense algunos nombres como los del bibliógrafo Antonio Bachiller y Morales Francisco Calcagno, Walter Goodman, Luis Casas Romero, Fernando Ortiz, María Teresa Linares, Argeliers León, Rosendo Ruiz, Helio Orovio, Leonardo Acosta, Danilo Orozco,  Alejo Carpentier, Zoila Lapique, Roberto Zurbano. 

   Estoy seguro que os asombraréis cuando lean algunos de estos párrafos. 

  Música popular bailable cubana. Letras y juicios de valor (Siglo XVIII-XX), no es la narrativa de esas valoraciones, no es la unidad de la dispersión; en todo caso, no es solo eso.  Dicho en una frase: el libro no es un  compendio, es una exégesis. Su inmersión es de tal profundidad que, de manera natural, arroja nuevos juicios valorativos, deja establecida la necesidad de un norte (otro) en las aproximaciones al tema; despeja exclusiones y elitismos, para develar su trascendencia  y pone en su justo contexto, el marcador socio-estético de nuestra música popular bailable, proa de la cultura cubana. 

  Empero, no os asustéis. El libro es capaz de seducir a críticos y al más humilde de los mortales, al bailador, al curioso. Y por si fuera poco, incluye una selección de clásicos de la música popular. 


 
-->(Liliana Casanella, agasajada en el Festival MatamoroSon por música en vivo. En la imagen junto a su sobrina Julieta y al bibliotecario Eduardo Delgado)

Liliana Casanella Cué, filóloga por la Universidad de Oriente, Máster en Música, mención Musicología en el Instituto Superior de Arte, autora de En defensa del texto que también tuve el honor de presentary miembro de la UNEAC y de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales, posee un verbo medular y  una literatura transparente. Nos introduce en la cópula de la música popular bailable en los salones de los cuarenta-cincuenta, en la timba y el son, en los cambios e ideologías de los sesenta-ochenta,  con la misma facilidad que refiere los cánones musicológicos.


  Pablo Villa advierte que “la música popular no solo expresa sentido a través del sonido, las letras y las interpretaciones sino también a través de lo que se dice de ella”. Pero tengo que decirlo, Liliana Casanella Cué me ha condenado. Aunque lo bailable no es mi fuerte —natura no me dotó particularmente con esa gracia―, cuando me arriesgue a echar un paso,   cuando escuche las descargas, cuando ose escribir, estaré abriendo mentalmente las páginas de su autoría.  
  Polémico, cuestionador, múltiple y serio. A la cultura cubana le hacía falta un libro como este. Claro, todo esto hubiera podido decirse en siete palabras: “Ese libro que escribiste, mami, me gustó”.

  Al lado de la estatua de Don Miguel Matamoros.
Santiago de Cuba,  17 de octubre de de 2014. 


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