miércoles, 27 de octubre de 2010

Periodismo cultural es CRITERIO


(El pintor Lawrence Zúñiga entrevistado por Reinaldo Cedeño)

Conferencia impartida por Reinaldo Cedeño Pineda en la Universidad de Oriente /Estudiantes de Periodismo, 5. año / 26 de octubre de 2010.

“El periodismo es hacer el amor con las palabras”, respondí una vez a un colega, y casi veinte años después de haber comenzado mi trabajo, le respondería lo mismo. Y no es que el acto de amor, como el de escribir, sea siempre perfecto: unas veces se alcanza el orgasmo, otras la decepción, pero uno nunca deja de intentarlo, una y otra vez. Que se marque al que no ame para que la pena lo convierta, como dijo El Maestro.

Desventurado quien no sea capaz de agregar cada vez algún color, en el amor y en la escritura. Las palabras tienen colores y tiene olores, como la piel. Y no hay malas ni buenas, sólo aquellas que se necesitan en el justo momento. La diferencia entre una palabra exacta y una buena es la misma que entre una luciérnaga y un relámpago.

Ante un martillazo sobrevendrá una palabra muy distinta a la de un abrazo. ¡Cuidado!, una sola palabra, puede salvarte la vida.

Las palabras te buscan: sólo hay que tener el oído dispuesto para escuchar el “callado estruendo” del que hablara Lezama.

Respondería lo mismo a ese colega que me interrogó sobre la esencia del periodismo… pero ahora pienso más en término de periodista que de periodismo. Las singularidades son el único camino de las generalidades. Cada quien es su propio diamante y ha de tallarse a sí mismo, de ahí dependerá la luz… apropiándonos de la metáfora de Regino Boti.

Permítaseme aún la recurrencia a una figura deportiva: así como cada árbitro de béisbol tiene su propia zona de strike, cada periodista tiene “su periodismo”, es decir sus propias formulaciones para aprehender un hecho o un diálogo, codificarlo y transmitirlo a los públicos, sean estos mayoritarios o especializados.

Sabido es que unos conectan jonrón y otros… se ponchan

Por eso no vengo aquí a dar consejos los consejos son flechas tiradas al aire, vengo a hablar de experiencias.

Pocas veces he visto escrito lo que a estas alturas sostengo. El periodista no es un “cargo técnico” como se empeñan en considerar algunos calificadores, no es un componedor de palabras ni una rueda dentada de tal o cual institución.

El periodista es por antonomasia un artista. Su materia no es el escenario, el pentagrama, ni el gesto, sino las letras, las ideas y la opinión. Y aún con la disciplina de un obrero, el periodista nunca deja de ser un artista.

Nadie puede comer “fruta”, escribió el autor de Dialéctica de la naturaleza (Federico Engels). Lo que a primera vista pudiera parecer un desaguisado se convierte en una certeza cuando damos paso a la explicación… porque mirándolo bien, “la fruta” no existe. Lo que existe es la manzana, la uva, o la guayaba; “fruta” es apenas un concepto, un constructo elaborado a partir de un pensamiento y la síntesis de determinados atributos.

Un periodista ha de tener muy claro sus conceptos, aquellos que les sirve la academia y los que perfila en su práctica… para no probar cualquier “fruta”. Por el camino, los conceptos se refunden y refundan. Algunos se ratifican y otros se corrigen, amplían, modernizan o derogan; pero han de estar ahí, como escudos.

APUNTES Y DEFINICIONES

Periodismo cultural es un término que traza el puente entre dos conceptos. Tomemos por ejemplo el del periodista e investigador argentino Jorge Rivera:

“Periodismo cultural es una zona compleja y heterogénea de medios, géneros y productos que abordan con propósitos creativos, críticos, reproductivos o divulgatorios los terrenos de las "bellas artes", "las bellas letras", las corrientes del pensamiento, las ciencias sociales y humanas, la llamada cultura popular y muchos otros aspectos que tienen que ver con la producción, circulación y consumo de bienes simbólicos, sin importar su origen o destinación estamental". (1)

Resulta un concepto tan abarcador como un elástico e incluye términos como “bella artes” y “bellas letras” que darían para un largo debate…

Sería una perogrullada hablar aquí de conceptos de periodismo; pero creo menester un apunte sobre el término cultura tal cual se emplea en esta relación. Aunque suele admitirse modernamente que cultura “es todo” toda la herencia material y espiritual creada; al menos en nuestro país, el término cultural se refiere esencialmente a la creación artística: artes, espectáculos y afines.

Así pues, si hablamos en materia periodística, cultura más que “un sector”, es una palabra escogida para designar varios sectores, un universo multiforme, que al tener como objeto la producción espiritual trabaja constantemente con las subjetividades de la creación.

El periodismo como todo acto de creación él mismo, está cargado de subjetividades: desde el ojo que mira y capta un fragmento de la realidad hasta la estructura gramatical y sintáctica escogida; y por supuesto las mediaciones culturales, ideológicas, familiares… y de otras índoles. (La edición de una entrevista, por ejemplo, es un puro acto subjetivo donde se decantan unas frases y se ponderan otras)

Así, en esa compleja red de subjetividades trabaja el periodismo cultural, lo cual constituye en verdad un reto formidable.

Iván Tubau en su Teoría y práctica del periodismo cultural define que: “Periodismo cultural es la forma de conocer y difundir los productos culturales de una sociedad a través de los medios masivos de comunicación”. (2)

A nuestro entender, continúa siendo un concepto poco específico.

Entendemos por periodismo cultural, no la cobertura efímera de un evento o la breve declaración tomada al paso aún cuando se trate de un suceso artístico o de las palabras de una personalidad de ese ámbito.

El periodismo cultural alcanza su expresión definitiva cuando la aproximación a la figura o el hecho artístico parte del examen y como resultante es capaz de generar una obra sustentable en sí misma. No es aquello que se mueve alrededor del hecho, sino su exégesis. No es la letra sino la llama.

El periodismo cultural trabaja, no sobre datos elementales y el reflejo instantáneo, sino sobre la investigación, la resonancia y la reflexión del hecho.

Cuando se toman como ejemplos paradigmáticos del periodismo cultural cubano a José Martí, José Antonio Fernández de Castro, Guy Pérez Cisneros, José María Chacón y Calvo, Alejo Carpentier y Luis Suardíaz, por ejemplo; es fácil darse cuenta que el grueso de su obra (cuando no toda ella) se desarrollo en publicaciones impresas y revista especializadas.

Sin que pretenda ni pueda rebajar en modo alguno el valor de la palabra escrita, el sustrato del periodismo cultural no radica en el soporte ni su rasero en la extensión. Bien cabría imaginarse al autor de La Edad de Oro ante un micrófono dando su juicio sobre una exposición de pintura o la lectura de un libro ¿Había rebajado por ello la calidad de sus ideas?

El oralista Adolfo Colombres afirmó que la palabra escrita subió al carro de la palabra hablada mucho después. Todo signo de puntuación es una convención. Un signo de admiración o unos puntos suspensivos son acercamientos muy relativos a lo que se dijo en una conversación, a sus matices y modismos.

Toca al periodista interpretar cada uno de ellos, pues, no pocas veces se enfrentará al traslado de la oralidad a la escrituridad. Y deberá sostener el espíritu de esa conversación. O de la escrituridad a la oralidad, cuando deba poner en antena las ideas que ha vestido al papel.

No importa en que medio se trabaje. El periodista se enfrenta cotidianamente a ese rejuego, a ese trasbase de escrituridad-oralidad y viceversa.

El periodismo cultural se mueve en dos ámbitos esenciales: periódicos, noticieros televisivos y espacios radiales (a cargo mayormente de periodistas); y revistas culturales a las que se suman críticos, ensayistas e investigadores; sin que unos excluyan a los otros.

La revista cultural acaba nucleando entrega tras entrega la opinión de intelectuales y artistas que le dotan de una opinión coral y autorizada. Para algunos, ese revistero es el gran legitimador la crítica artística en Cuba, por sus posibilidades de extensión y por la gran tradición que se remonta al temprano siglo diecinueve… pero en los tiempos que corren, sería absurdo restar importancia a la visualidad y la electrónica.

No soy de los que creen en la etiquetas ni en los espacios vedados, lo importante no es dónde, sino cómo se labra el espacio para la opinión.

Si se procuran los elementos medulares y se afina el juicio, en cualquier espacio puede ejercerse una crítica artística, sino óptima, al menos responsable.

El “espacio cultural” en los medios siempre existe. Cuando en otras esferas la crítica es aún un largo déficit en el periodismo cubano, en el medio cultural resulta un reclamo.

Puede que algunos evaluadores o decisores, que algunos mecanismos conspiren contra un periodismo más interpretativo, pero que la opinión aparezca constreñida o sacrificada depende también del desaprovechamiento, la falta de autoridad y la servidumbre más al eventismo que a la profundidad.

Y lamentablemente responde igualmente a la falta de estrategias personales e institucionales para adquirir herramientas que permitan ejercer una crítica más especializada.

LOS MEDIOS, LOS MITOS y LAS ENTREVISTAS

Se afirma una y otra vez que un medio no eclipsa al otro sino que todos se complementan…. Tal vez eso sea más cierto que nunca en el mundo interconectado de hoy, donde los lenguajes se han integrado… Pero bien, no hay que negar las especificidades y posibilidades de cada medio.

Escojamos a la televisión, por ejemplo. La bondad de la imagen es innegable, pero la exigencia de la síntesis deja fuera, en no pocas ocasiones, elementos valorativos de importancia para acercarnos a la obra de arte. Aquella frase de que “una imagen vale más que mil palabras” suele ser un comodín tras el que se escudan la falta de iniciativa, el facilismo y el desconocimiento. Tal vez habría que retocar la frase: "una imagen evoca más de mil palabras".

Aquel que sucumbe ante el imperio de la visualidad, que entrega sus argumentos a la idea de que acaso basta con lo que entra por el ojo, suele mostrarnos un paisaje al que le falta el aire; enseña, pero no toca; roza, pero no estremece.

La radio es inmediata y ubicua, pero exige el manejo intenso y adecuado de sus recursos específicos para “hacer ver” una escena cinematográfica o un paso de ballet. La música, las intenciones, las declaraciones de apoyo, las inflexiones y los argumentos han de convertirse en un haz único.

Muchas veces la inmediatez se toma como pretexto y tras ellas se esconde la falta de elementos de apreciación estética para asumir un juicio crítico que trascienda lo meramente informativo.

El periódico se somete al quebradero de cabeza de su distribución espacial. A mi modo de ver, lo que impide la valoración de una pieza o un espectáculo, o una entrevista de profundidad, más que el espacio físico es la falta de jerarquización del hecho cultural, que transforma las páginas en verdaderas carteleras. Otra vez, por supuesto, estamos hablando de conceptos.

Los periódicos se transforman en material de archivo. Podrán consultarse a posteriori... mas arrastrarán consigo todas sus carencias.

Uno de los géneros más difíciles, hermosos y recurrentes; más explotados, maltratados, y hasta
a violados es la entrevista.


(Sonia Franco y Reinaldo Cedeño entrevistan al actor Sergio Corrieri)

Primero están las palabras que no pasan de ser breves declaraciones y que “se venden” como entrevistas. Luego el extravío de los conceptos: la entrevista es un intercambio de saberes, no uno que pregunta y uno que responde. A la entrevista no se va a enterarse de lo que hizo la persona, sino a compartirlo. Una entrevista nunca parte del desconocimiento total, sino que busca la precisión y la ampliación de esos aspectos. Un micrófono no es una pasarela.

Si en el ámbito de todo el periodismo estos son pilares a observar, en el periodismo cultural se convierte en un factor sine qua non.

El periodista se enfrenta a diario con creadores consagrados o noveles de diferentes manifestaciones y ha de rehuir de las preguntas decantadas que merecerían ya una larga jubilación.

Un entrevistador debe enrumbarse hacia interrogantes que exploren nuevos caminos, que expresen más que detalles descriptivos de un hecho, la esencia misma de su creación; más que las significaciones de un galardón, la habilidad o el esfuerzo que encarnan; más que la repetida biografía de una personalidad, su espíritu.


(Francis Castillo y Reinaldo Cedeño entrevistan al escritor Carlos Esquivel)

Una entrevista no es una meta a cumplir, ni los minutos a llenar para un reporte noticioso de un programa. Una entrevista es un toma y daca. No vale la pena aquella entrevista que no toque al entrevistado… hasta que se derrame.

UN RETO FORMIDABLE

No conozco fórmulas para transformar la descarga de una obra musical, un estilo, un trazo de pincel, o el movimiento del cuerpo en palabras… Tal vez ese proceso de la emoción al razonamiento es lo que el célebre coreógrafo ruso Mijaíl Fokin sintetizara con pocas palabras: “Un arte inflama al otro”

Así, un periodista “inflamado” al contacto con una exposición o la intensidad de un pasacalle, deberá auxiliarse no sólo de lo que vio o creyó ver, sino del estudio previo o posterior como sustrato inexcusable y del laboreo infinito de la palabra.

A ese factor dual pudiéramos llamarle voluntad de apreciación y voluntad de estilo. La primera dota de argumentos, juicios, referencias, elementos técnicos y herramientas de apreciación por todas las vías posibles (bien la lectura de textos especializados y generales, bien la entrevista o la misma experiencia como espectador).

La voluntad de estilo es una forja que singularizará la reseña, la entrevista o el artículo a partir del repertorio lingüístico e imaginativo escogido.

El terror a la metáfora o al juicio no caben en el periodismo cultural. Los tropos no son un recurso literario, sino un recurso de la lengua, tan lícitos como cualquier otro. La metáfora bien empleada lejos de ser un mero adorno o una zona oscura, agrega, redondea, eleva, ilumina.

La opinión en materia de periodismo cultural es piedra de toque. El periodista ha de asumir que cada opinión es un riesgo. Cada criterio emitido llevará asimismo a la emisión de otros criterios, que podrán ser congruentes o discrepantes. La polémica es un intercambio no un duelo a sablazos. No vale la pena cuando se esgrime contra la persona y no contra sus ideas.

El eterno dilema entre la opinión pública y la opinión publicada sólo halla cauce cuando la pluralidad de criterios es vista como un elemento natural, fértil e insustituible.

La opinión alcanzará altura si los juicios parten no de la epidermis ni del capricho, sino desde el conocimiento y la argumentación.

La opinión especializada, por su parte, exige trazar un discurso paralelo, analizar cada parte detenidamente, explorar los caminos del creador y sus antecedentes, sintetizar, y al fin, entregar una valoración propia sin el beneficio esclarecedor de la distancia, muchas veces con la obra recién salida del horno, por así decirlo.

Se trata de una deconstrución analítica y de una nueva construcción, del análisis y la síntesis, de lo que dijera Martí: “ni aprobación bondadosa ni ira insultante…examen y consejo”.

Alfredo Guevara en su libro Revolución es lucidez, ha escrito que: “El trabajo artístico supone una larga, paciente y compleja elaboración y un proceso de asimilación y sedimentación […] (3)

“[…] la crítica la encarnan hombres y mujeres a quienes reclamo lo mismo que a los realizadores, cultura rigurosa y profunda, verdadera información y autonomía de pensamiento […] (4)

“[…] por eso se hace necesario […] rechazar la sospecha como método y evitar las descripciones facilistas y caricaturescas, las excomuniones”. (5)

Un periodista emite su criterio; más no es juez ni inquisidor. No se trata de vencer sino de convencer.

CIERTAS CONSTANTES

Prometí no dar consejos y a eso me abrazo. Sólo para esta ocasión, me atrevo a remarcar algunos aspectos que me han sido útiles en el camino de la valoración, sin que eso constituya decálogo alguno.

Escribir es responsabilidad y la responsabilidad parte del conocimiento. Es una terna muy efectiva a la hora de ejercer cualquier criterio.

EL POR QUÉ. Pregunta clásica del periodismo. Una de las más útiles. Hay que preguntarse detenidamente, ¿Por qué me detengo en esta obra? ¿Por qué entrevisto a esta persona? De esa respuesta dependerán las estrategias subsiguientes.

El título del artículo no es un simple encabezamiento. Es la vitrina, la sustancia, la esencia y el latido del artículo. En el mundo de los titulares de prensa, suelen ser muy efectivos aquellos que inmediatamente evocan una imagen, que pueden verse.

En mis estudios sobre el tema he tomado algunos de la prensa iberoamericana y europea. Por ejemplo:

--Oh Pushkin, el pato Donald camina por Moscú (A propósito de la caída de la Unión Soviética y de la “invasión” de productos norteamericanos a ese territorio)

--El Día que a Dios le partieron las piernas (La descalificación de Diego Armando Maradona en el Mundial de Fútbol por consumo de droga)

---La mujer más triste del mundo (la crónica del paso de una enana y artista por la Cuba decimonónica)

---Mi romance con la última divina (entrevista a Alicia Alonso)

---París se derrite (la formulación de este título salva de la rutina un tema climático que se refriere a “altas temperaturas” en París, de algo más de treinta grados)

--Siete puñales en el corazón de América ( Fidel sobre la decisión de Colombia de abrir sus bases militares a Estados Unidos)

¿Por qué el título de un artículo o una entrevista ha de ser menos que el de una ópera o un filme? Resulta que nuestra ópera y nuestra cinta, es el artículo.

La apreciación de toda obra artística requiere EQUILIBRIO, en los juicios y en los términos, ni pedestres ni galácticos. Pasión es intensidad no desborde.

Un crítico, un periodista, aún cuando utilice un mínimo de códigos estéticos propios de la obra que trate, nunca puede enajenarse de los públicos ni mostrar un falsa erudición que lo incomunique.

Hay que desentrañar y atrapar las marcas esenciales de la obra, aquella sin las cuales no se podría ejercer la opinión.

El periodista cultural debe buscar que historia humana hay detrás de la obra.

Aquel que valora una pieza artística ha de procurar los rasgos estilísticos del autor y sus antecedentes; así como la corriente, la época y la cultura en que se inscriben el autor y su obra. Esa aproximación aportará elementos nada despreciables ala hora de emitir el criterio.

Ese sustrato permitirá alcanzar una densidad a la hora de valorar. (Sitúese, por ejemplo ante una pieza del cine del chino Zhang Yimou o una del cine de Francis Ford Coppola).

El detalle resulta siempre muy importante como rasgo de apoyo. No sólo singulariza la propuesta textual, sino que es fiel reflejo de la capacidad de observación y análisis, además de agregar al corpus valorativo un grado de sutileza que un lector atento no dejará de notar.

Los premios no han de ignorarse, pero no debemos obnubilarnos ante ellos. La opinión deslumbrada ante un galardón pierde la brújula.

Se puede valorar con una palabra, una línea, un párrafo o todo un ensayo. Todo depende del conocimiento, la intencionalidad y el interés.

El final ha de ser como un disparo. Su resonancia quedará, tanto si hablamos de un texto escrito como de un texto hablado. Una frase epifonemática y sintética redondeará el artículo, será "la golndrina en la cúpula de la Torre Effiel".

Sólo apuntes, repito.

EL PERIODISMO ES PARTE DEL HECHO CULTURAL

El acercamiento a una obra artística debe hacerse no desde criterios jurídicos, políticos ni económicos; sino, en primer lugar, desde criterios estéticos.

Una obra de arte puede tener más o menos contacto con la realidad (no está sustentada en el aire); pero es siempre una realidad recreada, nunca la realidad misma. Su “artisticidad” no se acrecienta o se diluye a medida que se acerque o se aleje de esa realidad reflejada, sino en los valores artísticos que encarne.

La “realidad a secas” no existe. La realidad es inabarcable y múltiple. Como un fotógrafo selecciona un encuadre y escoge una toma dentro de un paisaje, el escritor selecciona una parte de esa realidad. Así es más propio afirmar que el periodista y el artista, ambos trabajan sobre “realidades seleccionadas” o “realidades construidas”.

Parecerían obviedades estas apreciaciones, si aún no se leyeran o escucharan ejemplos como el del artículo “Aquí no estamos” sobre la última telenovela cubana en pantalla, aparecido en el periódico Granma del 21 de septiembre de 2010. // CLIC EN: http://laislaylaespina.blogspot.com/2010/09/la-experimentada-alina-rodriguez-y-la.html)

En su libro Como apreciar la música, el escritor norteamericano Aaron Copland, destaca tres niveles de apreciación: el gusto (el más primario, pero tantas veces decisivo), la expresividad (la exploración de aquellas ideas que pretende transmitir la obra) y el conocimiento técnico (el nivel más especializado y complejo). En esos caminos se desliza el periodismo cultural.

No es posible pedir a un periodista que sea especialista en todas y cada una de las manifestaciones artísticas... pero sí ha de exigírsele un conocimiento suficiente de los rasgos decisivos de la materia artística en cuestión y de las singularidades de la obra artística a tratar.

Sin esas condiciones el juicio expresado será endeble, anémico e infértil, y entonces de ninguna manera podrá hablarse de periodismo cultural, sino de su sombra.

EL HECHO CULTURAL NO ES la presentación de una obra, sino un PROCESO de CONSTRUCCIÓN CREATIVA al que se integran de manera natural, artistas, críticos y espectadores como un trinomio que se presupone una y otra vez.

El periodismo cultural se convierte no en un elemento sucedáneo o ajeno; sino en componente esencial de dicho proceso. Sin él, la obra artística queda en los elegidos que la vieron, se consume en sí misma.

El periodismo cultural es esa resonancia. Periodismo cultural es criterio.

NOTAS

(1) RIVERA, Jorge B.: El periodismo cultural. Paidós Estudios de Comunicación. Buenos Aires. 1995.

/2) TUBAU, Iván: Teoría y práctica del periodismo cultural. Editorial ATE Textos de Periodismo. Barcelona, España, 1982.

(3) Alfredo Guevara: Revolución es lucidez, Ediciones ICAIC, La Habana 1998, p. 173.

(4) Ibíd., p. 130.

(5) Ibíd., p. 168.

viernes, 22 de octubre de 2010

ESTAMPILLAS DE CORREO

Jesús García Clavijo

Cuando niño pasaba horas mirando las estampillas de correo de los sobres que un tío de mi mamá dejaba en la casa de otra tía, donde me crié toda mi infancia. Después coleccioné estampillas -uno siempre colecciona algo en su vida-, pero dejé de hacerlo al ingresar en los estudios secundarios que exigían tiempo y las estampillas pasaron a un cajón que se perdió, luego de acompañarme durante largos años.

Muchas cosas terminan perdidas sin darnos cuenta, a pesar del tiempo y su importancia.

Una mañana fui al correo a comprar estampillas para mi padre -que las usaba en su trabajo- y recordaba aquellas de mi infancia.

Hay recuerdos difíciles de saltar.

Allí -esa mañana- pensando en estampillas conocí a Maura, que estaba en las mismas gestiones y sola como yo.

Maura se convirtió en algo importante para mí, siempre alegre, complaciente y puntual, con su cara de virgen y su cuerpo menudo como su vida.

Las mañanas con Maura eran fiestas, terminábamos mirando por la ventana un árbol que intentaba ser de limón y nunca supimos finalmente de qué era, porque solo nos interesaba todo el amor que sentíamos, hablando de cosas importantes -como identificar los insectos que subían irremediablemente por el tronco de la planta- o el silencio de mirar el techo largo rato, siguiendo la luz y sus horarios.

A veces, saltaba de la cama, reía, actuaba como en un gran teatro, abría las sombrillas, los abanicos, pintaba mariposas en las paredes, palomas en el aire, dejaba besos en el espejo con las notas de “Amor eterno” y “Soy feliz”, que al final borraba para que nadie lo supiera y nos envidiara la vida.

Se ponía mis camisas –el azul le quedaba mejor con su piel morena y su pelo revuelto y oloroso a mar o yerbas sagradas- después entraba en calma, se sentaba en mis rodillas y me decía: Hablemos de nosotros como si fuéramos a ser lo que quisiéramos y no lo que podemos como siempre pasa. Me miraba entonces largamente, tratando de hacer cada momento, eterno.

Nuestro tiempo -todo el tiempo- vivió en ese cuarto, ninguno quiso otra cosa más que transcurrir en esas paredes donde decía mis textos -mirándola desnuda como si escuchara con la piel- y ella, con los ojos de quien descubre algo nuevo o tiene un sentimiento de ahora y después, o siente cosas como nunca antes.

Es difícil conocer los misterios de una mujer, cuando escucha más allá de los oídos.

Pasaron muchos años de amor -porque cuando nos volvimos a ver - pareció que era ayer que nos habíamos despedido, la última vez, arrancándole una rama al limonero de la ventana y un pedazo a la montaña que se podía sentir - cuando me sorprendía con una caricia indiscutiblemente de ella- y sus ojos y su voz eran únicos en la tierra.

Si uno se encuentra con el amor, el tiempo toma otras dimensiones.

Imaginé como sería la vida, si se abrieran todas las sombrillas de la tierra y el cielo se llenara de mariposas con su risa.

Ahora -cuando la tecnología nos aleja de las estampillas de correo- añoro aquellos años de mi infancia -donde el tío de mi madre dejaba los sobres- y yo las coleccionaba, o quizás me preparaba para coleccionar recuerdos.

Uno nunca sabe, y algunos se pegan en la vida y no se borran, ni van para un cajón olvidados por el tiempo.

Hay mujeres tremendas -que se quedan en nosotros- como estampillas de correos.

Septiembre 2010

La vida sigue igual


Jesús García Clavijo

irenec@medired.scu.sld.cu

El 23 de enero de 1911 quedó abierto definitivamente el puente del parque Almendares, por la avenida 23 del Vedado (según un artículo del periódico Juventud Rebelde, domingo 11 de abril del 2010, página 9). Antes de llegar a la punta del mismo, existió el BRAC (Buró de Represión Anticomunista), donde fueron torturados y asesinados muchos jóvenes revolucionarios antes de 1959.

Ahora, en ese lugar hay un parque y en el centro crece un flamboyán.

En un concurso 26 de julio, Manuel Cofiño López fue premio con un libro que se llama Tiempo de cambio, casi me lo supe de memoria como todos sus cuentos y novelas. Uno de los cuentos del libro se llama “Donde ahora crece un flamboyán” y fue por donde supe la historia de ese parque.

Conocí a Manuel Cofiño López, perseguía la presentación de sus libros y tenía curiosidad por saber quien escribía tan lindo. Gordito, no muy alto, medio calvo, joven, sonriente y buena gente. Cofiño era mi autor preferido de esos años de amores con Ramona.

Murió joven -no pudo defenderse de un artículo que apareció en una revista-, donde aseguraban que plagió un cuento. Es una lástima que no hayan reeditado sus obras, son pura poesía. Todo muy sencillo como deben ser las cosas imprescindibles.

En ese mismo parque -debajo del mismo flamboyán-, en el banco que da de espaldas a la calle 23, Ramona me dio el si -en esa época se usaba eso todavía-. Hoy se acortan las gestiones y los trámites sexuales.

Ramona trabajaba cerca del parque, pero vivía en un reparto muy lejos. Realmente vivía más lejos, era de Guantánamo -la provincia más oriental de Cuba-, pero ya estaba parando con una tía en la capital de todos los cubanos, de la cual no ha vuelto más.

En esos primeros años de Revolución, se hizo un plan de hacer escuelas para mujeres campesinas en La Habana y prepararlas en diferentes esferas de la vida. Toda la Quinta Avenida se llenó de campesinas muy jóvenes y lindas que usaban uniformes de acuerdo a lo que estudiaban y era hermoso recorrer sus calles en las tardes, cuando salían de clases.

Entonces los nombres eran normales: Marta, Carmen, Rosa… no como ahora tan difíciles, tanto que uno nunca llega a entenderlos ni a recordarlos: Yuniesqui, Yaumara, Yurisnelquis… en fin, eso no importa, pero sí sé que todos le decían Cebolla a Ramona y así también le decía yo. Nunca le pregunté por qué ese sobrenombre… pero Cebolla era una mujer muy hermosa y tenía medio batallón tras ella.

Lo que me costaba ir a verla al reparto donde vivía (pero Cebolla… era Cebolla y a esa edad uno no mira las distancias) no importaba, y yo era el hombre más feliz del mundo con mi Cebolla por La Rampa, paseando por malecón o metidos en un cine -luego, fuimos a otros lugares más adecuados para otros menesteres-… pero los inicios fueron así.

Por ella tenía un fuerte rival, Pedro -compañero de la carrera- de muchas posibilidades económicas por su familia pequeñoburguesa y además era de La Habana, aspectos que me ponían en franca desventaja -automóvil incluido-, donde el padre lo recogía religiosamente a la salida de la escuela.

Ramona se quedó conmigo y me creí el “duro” de la carrera y eso afianzó mi confianza en el amor y en los poemas que dedicaba junto a mis tertulias literarias que creía le gustaban a mi compañera. No duró mucho.

La historia de Cebolla vino porque me puse a oír música y salió Julio Iglesias con una canción que se llama La vida sigue igual -esa fue una película de aquellos años de Cebolla que rompió taquillas, luego la vi y no me pareció tan buena… la película-; pero en aquellos días cebollinos me venía bien el melodrama y las canciones de Julio Iglesias.

Entonces mientras reescucho La vida sigue igual, con Cebolla al lado, regresé a La Habana y a esos años lindos de la juventud.

Esos años, esas canciones y esos recuerdos, quise compartirlos con ustedes, porque quizás a alguno también le guste la canción y la recuerden.

Supe de Ramona por diferentes vías, pues manteníamos la misma especialidad laboral y eran frecuentes los encuentros hasta que perdimos el contacto y muchos años después volví a verla en su casa, por mediación de un amigo común…

Aclaramos cosas del pasado y recordamos esos tiempos de la escuela, del parque y los libros de Cofiño que dejaron gran influencia en mí -lo aclaro, no sea que me digan que plagié también uno de sus cuentos.

Quedamos de vernos en la noche después que ella saliera del trabajo. Me defraudo cuando encuentro a los amigos de entonces… además del último parte de los muertos, veo el tiempo que no siento pasar.

Uno regresa a una ciudad y se da cuenta que nunca se fue. Como muchas veces regresa a una mujer que no se ha ido todavía.

Cuando hablé por teléfono con ella fue distinto, su voz pareció juvenil como en aquellos días, alegre, cómplice y curiosa.

El tiempo, sus formas no serían las mismas –pensaba-, ni sus senos aquellos que dibujaba imaginando. Tampoco debo ser lo mismo.

Me confundieron sus conceptos mucho tiempo -la vida para ella tenía tonalidades distintas- y no me importaban mucho con tal de sentir la confianza y la paz que ella me daba y sentía. Los recuerdos son gigantes que nos superan muchas veces.

Su sonrisa de primer año o su cuerpo de tercero, o su despedida de graduados, su cuerpo… ¿Por qué uno siempre anda pensando en el cuerpo?

Realmente no ha cambiado tanto -la pensaba desgastada, pero es la misma-, los mismos ojos y los mismos senos punzantes de las clases de inglés.

____

-Vivo sola, -me dijo- no te extrañes, a veces las mujeres lindas, como decías, somos las más desgraciadas. No tuve suerte y ya vez, trabajo y más trabajo, y ese reloj, para decirme que 24 horas pueden ser muchas, o ninguna. Llamaste con el mismo tono jodedor de la universidad.

-Te equivocas, allí era el más serio, recuerda que nunca tuve suerte con las novias…

-¿Y yo? Nunca supe qué fui para ti.

-No importa, vine a verte después de tantos años y no para reproches. Cuéntame de tu vida.

-Antes no te gustaban los "cuéntame tu vida", lo recuerdo bien.

-Mañana regreso a mi ciudad y La Habana se queda lo mismo que antes, casi vacía, casi fría, casi sola.

-Como yo. Conservo tus almanaques todavía. Miro tu letra y recuerdo la mano debajo de las mesas en la biblioteca. Pedro me jodió la vida, además de joderte a ti.

_____

Ramona me dejó una noche de sábado por Pedro, se casó con él y tuvieron una hija -se llama como ella- y vive con el padre fuera de la Isla. No le guardo rencor, fue su elección aunque no le fuera bien. Nadie predice el futuro.

Toda su vida se le complicó en un silencio enorme y un aislamiento del mundo, hasta esa noche que la volví a ver y se desahogó en confesiones que reanudaron una amistad que no debió terminar nunca.

El mundo es pequeño cuando el amor descubre.

Ramona -la más linda del aula, la más inteligente de la clase, la muchacha de los senos dibujables, la penosa de las colas- que escondía la cara cuando pedían el último; la de los tres años de espera y dos extraordinarios en inglés; estaba como antes, rodeada de misterios, con las ideas en los jueves de pase -sus piernas abiertas, con la miel rodando entre sus muslos- mordisqueándose el dorso de una mano y la otra rozando lentamente, mi mente y sus rodillas.

Menos mal que el 23 de enero de 1911 quedó abierto definitivamente el puente del parque Almendares, por la avenida 23 del Vedado, porque si no, ¿dónde me hubiera sentado con Ramona a guardar tantos recuerdos?

Mayo 2010


lunes, 18 de octubre de 2010

Santiago de Cuba: Una cicatriz en la Avenida

Reinaldo Cedeño Pineda

Una enorme cicatriz atraviesa en estos días la Avenida Victoriano Garzón, una de las arterias principales de la ciudad de Santiago de Cuba.


Estas son imágenes tomadas al paso, a propósito del trabajo de remodelación integral del acueducto en la ciudad.


Lugareños y visitantes ven trabajar sin horas a hombres y maquinarias llegados de varias partes del país, en pos de garantizar el abasto del vital líquido deficitario e los últimos años en varias zonas de la urbe oriental.




La magnitud de la tarea puede aquilatarse con el nombre con que se conoce: La obra del siglo en Santiago de Cuba.

Excavaciones de hasta tres o cuatro metros de profundidad, montañas de tierra pueden verse en la Avenida... al lado de los enormes tubos de “plástico duro”, mejor dicho PAD (polietileno de alta densidad)


El desvío de los ómnibus, el polvo y el ruido son una realidad en el corazón mismo de la ciudad. Todos sus habitantes esperamos que los inconvenientes de ahora , valgan la pena.


El esfuerzo ha sido colosal.

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Santiago de Cuba: una enorme herida

http://laislaylaespina.blogspot.com/2008/05/santiago-de-cuba-una-enorme-herida.html

viernes, 15 de octubre de 2010

Aquiles Jorge: un artista de élite… espiritual


Enrique Pérez Fumero

(Estudiante de Periodismo)

Sumario:

Amor por la música. Intercambio misterioso con el público. Élite de sensibilidad y pensamiento es la que a mí me interesa.

¿Quién al caminar por las calles de Santiago de Cuba no se ha encontrado alguna vez con el guitarrista concertista Aquiles Jorge? Simulara un señorón con aire en la solapa y nariz respingada; pero no. Habla claro, espontáneamente. Se sienta a compartir con cualquiera sin importar lugares ni horarios. Hombre, artista y amigo se dan la mano…

¿Cómo se fusionan en ti vocación y acordes de guitarra?

La vocación siempre estuvo, como le pasa a todo el mundo que ha estudiado arte; en mi caso fue un poco sui géneris, porque inicialmente me incliné por el ballet. ¡Primera vez que digo esto! Eso fue en los años 70… imagínate el tabú que existía con la familia y un hombre en el ballet. Después estudié Artes Plásticas y por último me decidí por la música y alcancé a estudiar la guitarra de concierto, labor que desempeño en la actualidad.

¿De qué forma un guitarrista concertista como tú, se hace camino en una ciudad donde bullen tantas expresiones artísticas y musicales al mismo tiempo?

Estudiando, luchando, sufriendo y manteniéndose… Es muy difícil en realidad, pero por encima de todo está el amor que tú tengas por la música y la confianza en ti mismo. Yo he trabajado y he sufrido muchísimo, pero te repito, la única forma es trabajar, trabajar y trabajar. Cuando el resto de los artistas se presentan una vez al mes, yo me puedo presentar hasta cuatro veces al día y eso indudablemente te va creando una correspondencia con el público. ¡Y no me refiero a un público en específico! Porque me puedo presentar tanto en la Universidad de Oriente como en una fábrica. En consecuencia, soy uno de los músicos más solicitados en la dirección de la Sala de Conciertos Dolores. No es que yo sea “bueno”, porque no tiene sentido que te lo diga, pero he aceptado tantas presentaciones en busca de difundir mi arte, mi cultura —la que yo pienso que es genuina, tanto cubana como internacional, y la mía propia— al punto de tener un público que me sigue y por eso todos los conciertos se llenan.

En tus conciertos sucede una especie de sinergia entre tú el público. Incluso una vez presencié en la Sala Dolores que tiraste el instrumento al piso y con el pie rasgabas las cuerdas de tu guitarra y más allá del ruido estridente que producía, la gente aplaudía. ¿Cómo se puede lograr esto? ¿En qué medida Aguiles Jorge compromete su canción con lo que dice o lo que siente?

Te confieso que a veces me asombro de lo que he logrado en el público, porque a partir de la guitarra clásica o la música instrumental, no se esperan tantas reacciones en las personas. La guitarra clásica es más solemne, intimista. Te puedo hablar de techos, rejas, vitrales, epílogos… que son piezas muy líricas y cuando recibo la ovación del auditorio me quedo perplejo…

— ¿Qué he hecho? No merezco esto.

Yo más que músico o guitarrista, me considero un artista. Pienso que tengo mucho que aprender, a pesar de ir en camino a la madurez, pero en realidad me considero un artista. Cuando yo me paro en un escenario es para complacerme a mí mismo y también al público. Es cierto, hay un intercambio entre las personas y yo que en realidad es un misterio. A veces, he estado un mes sin tocar el instrumento, sin estudiar para nada; he llegado frío al escenario y al interpretar una pieza quedo insatisfecho.

— Dios mío, este público se ha molestado en venir a verme y yo no estoy tocando con la calidad que ellos esperan.

Sin embargo, es un misterio para mí. Tal vez, la respuesta esté en el intercambio de espiritualidad. ¡Por supuesto, tiene que ser con un público especial, un público de élite! Yo me refiero a una élite de espíritu, no de dinero o de posición social; es decir, una élite de sensibilidad y pensamiento que es la que a mí me interesa. Hace un tiempo contacté con unos psicólogos y con el departamento de Biofísica de la Universidad de Oriente a través del doctor Eloy Álvarez, para hacer un proyecto entre ambas instituciones. Es tanto lo que siento cuando toco el instrumento y la reacción visible en el público que quise que me conectaran electrodos en la cabeza y en los brazos, para proyectar toda la energía eléctrica del cerebro y los brazos en un programa computarizado que ellos diseñaron y de ahí poder mezclarlo con imágenes artísticas…

A la hora de tocar el instrumento, más que la técnica, es la emoción y el sentimiento. Muchas veces improviso en la medida de lo que voy sintiendo.

¿Cómo a partir de tu música honras la memoria de Vilma Espín Gillois?

Con la sencillez, el lirismo y la honradez. Es una música transparente, como mismo yo la vi a ella hace unos años; nos conocimos aquí mismo, en el lugar donde hoy está enclavado el Memorial Vilma Espín Gillois, y según como la vi, así es la música que trato de hacerle. Por eso hice la propuesta artística de este evento que se celebrará la semana que viene. Evento que incluye el lanzamiento del libro Vilma Espín, la flor más universal de la Revolución cubana de la escritora Ligia Trujillo. Será en tres lugares diferentes. En la Universidad de Oriente, el día 6 a las 8 de la mañana; en el parque Frank País a las cinco de la tarde y el último en el Memorial a las tres de la tarde.

¿Lo clásico de Esteban Salas, el son de Matamoros, la trova de Compay Segundo o la música experimental que tú puedes hacer?

Estos artistas son mis ídolos, porque nosotros somos el resultado del trabajo que ellos hicieron. Ellos son los padres de la cultura cubana. Yo he estado en lugares europeos, el llamado Primer Mundo, y parte de lo que se conoce de la cultura cubana son los compositores santiagueros: Eliades Ochoa, Compay Segundo, La Familia Valera Miranda, ellos son el espejo donde yo me miro.

¿Si alguien te dice que tú no tocas música tradicional cubana porque prefieres inmiscuirte en tus propias temas… qué le contestarías?

Tiene toda la razón… es cierto. Aunque puedo hacerlo porque estuve trabajando durante varios años para la Universidad de California en unos cursos de verano que se hacían a través del Ministerio de Cultura y de hecho tuve que enseñar música tradicional santiaguera. Ahí, por obligación, tuve que introducirme en los misterios de esa música santiaguera que es muy compleja y rica.


Como llega una mujer



Jesús García Clavijo


Cuba es extraordinaria, uno se da cuenta cuando va llegando y desde el aire los colores son distintos a otros colores de otros lugares que antes fueron.

Cuando se llega a España el color predominante es el de las espigas de trigo -recuerdan al Pequeño Príncipe por su cabello color oro-, Moscú todo blanco y rojo desde arriba y las cosas rectas, bien ordenadas. Guatemala tiene un verde del Caribe pero un verde distinto al de Cuba -más fuerte- menos acogedor.

Así cada país desde el aire, se ve diferente en los colores que lo definen.

Pero los colores que distinguen a Cuba no comienzan en Cuba. Uno sabe que falta poco para llegar y mira el mar -un mar distinto y lindo- azul, en todos sus tonos hasta que de momento -como de sorpresa- llega el color verde claro de las islitas que forman el archipiélago y se confunden con el azul del mar.

El azul del mar de Cuba, también es distinto.

Ya dentro -no importa donde se nació-, cada tramo que uno anda descubre algo nuevo y a mi -desde niño- me gusta Cuba.

Mis padres -los recuerdo con amor y una ternura inmensa- desde muy pequeños a mi hermano y a mi, nos daban una vuelta a Cuba cada año, en el auto de la casa, que muchas veces fue también nuestro dormitorio.

De ese modo conocí mi país y a su gente, sus regiones y sus costumbres. Eso me facilitó, una vez graduado, andarla toda y conocer mucha gente.

Conocer mucha gente da muchas sorpresas.

Uno hace amigos en esos viajes -y como los países- distingue las regiones por sus colores y sus olores, siente cuando se acerca a un central por el olor a caña, o siente que llega a La Habana por el olor a capital, o que se acerca a otro lugar por el olor a una mujer que gentilmente brinda su amistad y hace menos largo el camino.

En un lugar, tuve una amiga -una buena amiga- o les diré mucho de ella para que se enteren en el relato que escribí y le regalé cuando nos despedimos por última vez. Ninguno lo sabíamos, pero fue así porque no la he vuelto a ver ni a saber de ella -a estas alturas de tantos años- quizás ni mi escrito exista entre sus cosas o tal vez sí.

Antes se acostumbraba a pedir autógrafos y esos libritos eran guardados con mucho cariño por años -así que guardaré la esperanza- que tenga aun mi regalo de despedida.

Mi amiga era muy linda - pero llena de complejos que no limitaban su ejemplaridad en la vida- ni en el cuidado de su hijo de casi dos años.

Muchas noches -luego de trabajar- pasaba por su casa y sacábamos al niño a tomar helados o dar un paseo por el parque cercano y bien concurrido -de paso- hablábamos de las cosas de su vida y las miserias del destino, del accidente cuando comenzaba su adolescencia y la dejó como el día que la conocí entrando a la oficina donde terminaba mi informe para irme al otro día.

¿Qué será el destino?

De cualquier forma había sido un cabrón con ella y yo no quería ser otro. Por eso realmente fue mi amiga -mi buena amiga- de la cual estuve enamorado muchos años de mis viajes por su provincia sin atreverme a dañarla por satisfacciones individuales.

Una noche -casi cerca de las doce- me enseñó su librito de autógrafos y firmas de enamorados y sus fotos de los primeros años que acomodé lo mejor que pude dentro del álbum, en el mismo sobre -amarillo y desgarrado- donde guardaba los autógrafos y entonces me pidió que le escribiera uno como si fuéramos adolescentes. Le prometí mejor, una historia de nosotros, un cuento de una historia distinta a la que hasta ese día habíamos tenido y así quedamos -no sin antes decirme las mismas palabras de siempre-, te vas y dejas tu perfume en cada tramo de mi cuarto.

Mi amiga decía cosas difíciles de olvidar.

Al regreso le traje un relato parecido al que les dejo abajo, pero con un final distinto.

El final de este que leerán surgió dos años después cuando volví y la vi de brazos con su novio. Entonces me senté en el mismo parque donde jugábamos con el niño -casi en el mismo banco-, a pensar en el destino, como ella decía y en el vacío del banco al lado mío.

Las cosas son importantes no como comienzan si no como terminan. Ella y yo, no hemos terminado de ser amigos todavía.

Así como cada país desde el aire, se ve diferente en los colores que lo definen. Cada mujer también tiene sus rasgos, sus olores, sus aspiraciones, sus detalles, sus complejos y virtudes. Señales de que estamos llegando, o está donde nosotros.

Una mujer llega antes de llegar, pero uno presiente que se acerca.

Los colores que definen a Cuba -no comienzan en Cuba-. Uno sabe que falta poco para llegar y mira el mar, un mar distinto hasta que de sorpresa, llega el color de las islitas que forman el archipiélago.

De sorpresa, como llega y se va una mujer de nuestro destino.

¿Qué será el destino?

¿Qué será?


ADRIANA


- Adelante.

- Permiso, vine a ver…

- Siéntese por favor, espere a la secretaria, no trabajo aquí.Por el cristal de la computadora se veía el reflejo de su cuerpo. Sus piernas más arriba de las rodillas, su pelo suelto.

-Si quieres puedes acercarte y ver lo que estoy haciendo, siéntate aquí al lado. Tienes unos ojos muy lindos, muy azules, no había visto otros así, te quedan bien con tu pelo.

-¿Sabes computación?

El tiempo vuela. Pienso en esa tarde y hace más de un año. Ahora que la vuelvo a ver regresan los días del cuarto con un solo bombillo, manchado y sucio. Sus muslos anchos y fuertes, sus ojos tan azules, su pelo rubio, su andar seguro.

-¿Por qué estás conmigo?

El ventilador con su ruido interminable y el radio para aislar la soledad. Aquel cuarto semioscuro, las cosas en un desorden armónico que tenía de mágico y misterioso.

- Porque te quiero, mejor, porque me gustas y me siento bien contigo, eso de que te quiero me lo vas a ripostar.

- Claro, sé que no me quieres, te puedo gustar, pero sé que no me quieres. Anoche cuando no viniste pensé que hasta estabas conmigo por otra cosa.

- Estás siendo injusta, sobre todo contigo misma, cualquier hombre se enamora de ti y te quiere, sólo traté de ser sincero.

-Es verdad, puedo hacer todas las cosas como puedes ver, mañana no trabajo, es domingo, nunca vienes los domingos.

-Domingos. Hoy es domingo pero ya hace un año, es otro domingo pero un año más de aquellas noches.

- Me gustas. Hueles a limpio y tu perfume se queda en el aire mucho tiempo, debe ser en mi memoria, ¿qué haces?

- Te miro. Te miro muchas veces.

- Apaga la luz.

Su cuerpo, el ventilador interminable, el bombillo casi sin poder alumbrar, las cosas de aquel cuarto, la ventana llena de cartones y ella siempre allí, en una espera comprometida, fiel, leal, sola, como un llamado en todas partes.

Ahora que la vuelvo a ver, parece feliz, el muchacho que la lleva le habla, me da celos. Besa sus ojos azules, parece que me viera, como si sintiera mi perfume y lo supiera.

Parece que me viera -como si nunca se hubiera quedado sin retina- como si el ciego fuera yo sin ella, sin bastón ni compañía.

Abril 2010

Making of de “Como llega una mujer"

Jesús García Clavijo

No creí que una historia de hace tantos años -casi olvidada en los archivos- trajera varias solicitudes de que publique la verdad completa -algo imposible-, esa no existe.

Quien más ha solicitado esto es Agustín Pérez -desde Neuquén, Argentina (asiduo lector del blog, buen poeta, amigo muy culto y quien parace en la foto con su nieta Abril) al que no le puedo decir que no, por varios motivos -el primera es por el respeto que le tengo y el aprecio que se ha ganado en estos años de amistad- así que allá va, complaciendo también a los demás (para evitar celos) lo que se puede contar de Como llega una mujer.

Omitiré su nombre, pero ella sabrá que nada malo podrá existir en que diga lo posible sin herir a nadie, menos a ella -que quizás, si lee estas líneas, solo le traigan buenos recuerdos- o recuerdos al menos de ese tiempo y de esa relación limpia que tuvimos.

La amiga de la historia existe y vive, no importa donde -la conocí de ese modo como dice el relato y creo en sus mejores años-. La he vuelto a ver pocas veces después de esos tiempos.

A ella la cuidaba una hermana cuando la conocí -con la que vivía y la tenía muy linda siempre- aunque ella era capaz de hacerlo sola, como pude comprobar después. Se quedaba en el cuarto para que yo fuera, antes (lo supe luego), dormía en la casa de la hermana y de su mamá. Reallmente fue una lástima que se quedara ciega por un golpe en la cabeza, muy joven y que perdiera la retina de ambos ojos.

La conocí con 25 años -recién el estado le había dado un cuarto para ella y su hijo-. Ell cuarto estaba así mismo como dice la historia, casi todo es fiel a lo real.

Tenía muchos enamorados detrás de ella según me dijo y comprobé luego. Nunca me preguntó como era yo por fuera… ella aplicaba lo del principito.

Mantuve esa relación amorosa como un año y medio hasta que me di cuenta que la estaba haciendo perder el tiempo -y ella se estaba enamorando de mí- ¿o yo de ella? (nunca supe) el caso es que fiel a lo pactado, fui sincero y un día le dije que no volvería más.

Sufrió mucho -según me dijeron los amigos comunes- pero era mejor así, ella no merecía fuera el descanso de mis salidas cada noche, se fue enamorando poco a poco y yo no me daba cuenta, cuando me percaté ya era tarde para que no sufriera.

Descubrí con su relación los valores del amor que tantas otras han perdido a lo largo del camino.

Me jode estar con alguien por lástima y no es justo. No lástima porque era invidente, sino porque yo tenía otro compromiso anterior y ambos no podían resistir más el tiempo.

Una tarde -casi de noche, como otras veces- salimos con su hijo a un parque cercano y puso su brazo entre el mío como novios (antes de que yo reclamara me dijo bajito): no te preocupes que nadie podrá creer que engañas a tu esposa con una ciega.

Nunca antes, ni después, mencioné esa palabra. Ella no lo era, ella veía con lo que se tiene que ver y muchos olvidan.

Su cuarto queda casi al final de una calle muy transitada y al lado de una biblioteca especializada -donde se hacen tertulias de varias especialidades técnicas- y yo concurría frecuentemente antes de conocerla.

Una noche, casi tres años después de haber terminado con mi amor invidente yo entraba a la biblioteca –siempre lleno de recuerdos de los años con los becados en ese lugar- y ella pasaba con el hijo de manos (su hijo es ahora su bastón y su guía) de momento siento que dicen mi nombre.. miro y era ella. No respondí el saludo y entré preguntándome cómo me supo allí, sin ver. Eso lo recuerdo bien siempre.

Hay recuerdos nuevos, que le dan una pausa a los otros de antes.

Las personas desarrollamos otros sentidos que suplen los que faltan -con ella lo comprobé definitivamente esa noche - lástima que otras no desarrollen ninguno.

Como dice la historia sentí celos cuando la vi con su actual esposo pasando una calle de brazos con él mucho tiempo después, linda como siempre.

Los hombres tenemos la mala manía de pensar que las mujeres en nuestras vidas son como objetos que nos pertenecen eternamente. Eso hace daño.

Los diálogos de la historia fueron reales, casi exactos a esas noches cuando iba a su cuarto que era así mismo como dice el relato. Faltaron algunos que resultarían interesantes pues ella era muy inteligente y me hacía muchas preguntas importantes

-además me demostraba que sabía hacer de todo en una casa- y hasta nos reíamos porque, como no le hacía falta luz, solo tenía un bombillo para todas las áreas del cuarto que casi no alumbraba y ella lo andaba completo sin tropezar y yo que veía, siempre me daba golpes con algo en el camino.

Fue lindo ese amor -así lo recuerdo- y ojalá así lo recuerde ella.

Pocas mujeres la superaron en el arte de dar amor y entregarse -de decir ternura con las manos y hacer que uno la sienta y se lo crea- con eso hay que nacer y nada tiene que ver con los sentidos.

Grosso modo tienen la historia verdadera, espero haberlos complacido. Gracias por hacerme recordar cosas agradables.

¿No es verdad que el destino fue un cabrón con ella?

Octubre 2010