miércoles, 26 de diciembre de 2007

LA REVOLUCIÓN SECUESTRADA


Reinaldo Cedeño Pineda


He buscado todas las explicaciones a mi alcance: en los que alguna vez estudiaron allí, en las películas, en los habitantes de aquel enorme país que el azar me puso delante….

He buscado explicaciones en los libros y he leído más de uno… pero nunca encontré satisfacción para mis interrogantes. Nunca me convencían.

¿Cómo pudo suceder?

De la Unión Soviética nos llegaban las compotas de manzana y el petróleo, las cuchillas de afeitar y las locomotoras, los sistemas de construcción y la mantequilla, los bombillos y los aviones, las revistas de páginas en colores con que forrábamos los cuadernos escolares...

En televisores rusos vimos los impresionantes salones del PCUS con la efigie de Lenin y el Mausoleo, el Osita Misha y los gigantescos desfiles en la Plaza Roja, el despegue de sus cohetes al cosmos y los muñequitos… rusos.

Todavía recuerdo al lobo y la liebre en el eterno “Deja que yo te coja”. Y la princesa convertida en “Plumita de oro” por una maga anciana.

Ante el bloqueo norteamericano, la Unión Soviética nos había echado una mano; que digo una mano… el cuerpo entero.
¿Quién podía escamotear la admiración que la mayoría de los cubanos sentíamos por la Unión Soviética?

Octubre había tomado el cielo por asalto. En 1917, había asumido el poder el primer estado de obreros y campesinos de la historia de la humanidad; pero…

¿Cómo se pudo derrumbar todo aquello?

 
Me he encontrado un libro: Rusia del socialismo real al capitalismo real (Editorial de Ciencias Sociales, 2005, La Habana) que me ha conmovido.Sus autores son los de los investigadores y profesores cubanos Ariel Dacal Díaz (Universidad de la Habana) y Francisco Brown Infante (Instituto Superior de Relaciones Internacionales, ISRI).

He leído sus páginas con avidez. Y me he quedado justo en aquel día, cuando comentaba con mis compañeritos de aula, el vuelo del cosmonauta cubano Arnaldo Tamayo en una nave Soyuz del programa Intercosmos.

Entonces, la Unión Soviética nos parecía tan grande como el espacio….


Ahora leo lo que dice en el prólogo Alan Woods desde Londres:

“Si en la Unión Soviética había socialismo de verdad, ¿cómo es posible que de la noche a la mañana, la aplastante mayoría de los dirigentes de ese partido se pasase al capitalismo, con la misma facilidad que un hombre se traslada de un vagón de fumadores a uno de no fumadores en un tren?

“La auténtica razón nos la proporciona los autores del libro, cuando explican que le derrumbe de la Unión Soviética no fue un mero accidente, como un rayo que cae de un cielo azul. Se trataba de un largo proceso de degeneración burocrática que apartaba a la Revolución de sus auténticas tradiciones proletarias, democráticas e internacionalistas.”[i]

Estas son algunas de las ideas del libro, algunas de mis propias vivencias que quiero compartir con usted:


La burguesía roja

“La desintegración de la URSS dejó tras de sí una enorme estela de preguntas, reflexiones, análisis, reconceptualizaciones, etc […][ii]

“Para iniciar el análisis […] y comprender el conjunto de aspectos y tendencias que se generó dentro y fuera de sus fronteras, es necesario dar respuesta, o al menos intentarlo, a la pregunta ¿quiénes detentaron el poder en la Unión Soviética? […] (p.4)

“[…] el poder soviético estuvo forzado a utilizar individuos del aparato gubernamental anterior, e incorporó al personal técnico y especializado que, posterior y progresivamente, sería un ingrediente esencial de la burocracia. Esto sedimentó el desempeñó pequeñoburgués de la nueva casta que se haría del poder, la que se expandió y creció durante el período soviético, con manifestaciones y características disímiles dormitando durante décadas los sedimentos, las aspiraciones y los intereses pequeñoburgueses en las capas dirigentes soviéticas, sin que fuera reconocida su existencia […] (p. 5)

“El proceso de burocratización tuvo sus orígenes desde el inicio mismo de la Revolución, frente a lo cual Lenin y otros revolucionarios destacados hicieron reiteradas –y en ocasiones agónicas– llamadas de alerta. […] Trostki destacó que estos hombres no hubieran s ido capaces de hacer la revolución, pero han sido los mejor adaptados para explotarla.[iii] […]

“Por mucho poder que adquiriera se necesitaba de ciertas fuerzas sociales que le sirvieran de base para su posición de control político, dando el viso de consenso y legitimidad a su dominación […] La capa burocrática se encargó de distribuir […], y se permitía privilegios importantes. (p.6)

“Como materia prima para la actividad “ideológica” de quienes detentaron el poder en la URSS estaban las grandes masas de analfabetos que fueron ciertamente sacadas de la oscuridad y del mismo modo manejadas fácilmente […] Con una burguesía débil ésta asimiló sus costumbres y fue la única capa social privilegiada y dominante. En este sentido algunos autores la denominan “burguesía roja”, que […] hasta los minutos finales del socialismo europeo, ocultó su prevalencia y fingió su existencia como grupo. (p.6)

“La burocracia se privilegió del poder estatal, pues estaba fuera del poder de las masas, y era en teoría la representante de sus intereses […] pero eran los que […] dirigían la economía, extendían o restringían tal o cual rama de la producción, fijaban los precios, articulaban el reparto y utilizaban los recursos para su autoreproducción. […] (p.7)

“El mariscal, el director de una empresa, el hijo de un ministro, disfrutan del apartamento, de villa de descanso, de automóviles, escuelas para sus hijos, clínicas reservadas y otras muchas prebendas a las que no tenían acceso la sirvienta del primero, el peón del segundo y el vagabundo: Para el primer grupo, esa diferencia no era un problema. Para el segundo era lo más importante. (p.7)

Con el transcurso del tiempo, sobre todo a fines de los años setentas (Sic), se acuñó en el campo socialista el término “ellos y nosotros”, manera de concientizar esas diferencias que se fueron revelando, que tenía raíces bien profundas, señaladas tempranamente por muchos revolucionarios y que manifestaban la estratificación de la sociedad. (p.7)




(1936. Stalin y la famosa foto con la niña Gelya Markizova, que se comenta marcó fatalmente a la familia de la infante)  
La verdad infalible

“[…] la principal y única fuerza política lo fue durante décadas el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), cuyos líderes tenían el monopolio del poder en sus manos. […] (p.9)

“[…] la estructura bolchevique se verticalizó en extremo, lo que impuso un carácter mesiánico al partido, el cual justificaba el monopolio del poder cada vez más generalizado […] la dirección que hizo Lenin del partido no fue totalitaria como la de su sucesor Iósif Stalin. Hasta 1921 había fracciones y tendencias diferentes dentro de los bolcheviques, quedaban algunos partidos legales […] nunca intentó imponer la unanimidad monolítica dentro de la organización, sino un espacio de discusión permanente, en la búsqueda de soluciones de izquierda frente a la situación adversa que vivía el país […] (p.9-10)

“Lenin había preparado al Partido Bolchevique para dirigir a los obreros, no para domarlos o subyugarlos.[iv]En esas circunstancias el llamado “centralismo democrático” se fue reduciendo a la primera palabra. (p.10)

“Como elemento distintivo del modelo político soviético desde la etapa de Stalin y hasta los últimos años de existencia de la Unión Soviética, el sistema requirió de una extrema supremacía del Partido Comunista de la Unión Soviética, mediante la supresión de todas las fuerzas sociales que no estaban controladas y subordinadas a él, o al menos de sus posibilidades de acción. El partido […] se hizo del gobierno y cumplió las funciones de éste (razón por la cual se le conoce como el partido-Estado). En la práctica política soviética se impuso como regla que el Buró Político siempre tenía razón y no cabía la opinión válida en su contra […] (p.11)

“En la sociedad política y civil no hubo una instancia de carácter masivo que estuviera fuera del alcance del partido-Estado; todas eran reproductoras de los dictámenes políticos […] (p.11)

Como efecto, el individuo creó un mecanismo casi instintivo de incapacidad para dar respuestas a los problemas que se le presentaban en su radio de acción […] se les privó de la capacidad de saber qué era bueno y qué era malo en correspondencia con su propia capacidad y criterios políticos. (p.13)

“El partido practicó la omnipotencia política. En esas circunstancias era un status social de importancia suprema la de pertenecer a la dirigencia partidista, aunque no fuera una garantía de total inmunidad pues mientras más bajo fuera el nivel de poder ostentado crecían las posibilidades de “sanciones por traicionar los intereses del pueblo”, modo típico de buscar “chivos expiatorios” para justificar errores de la alta dirigencia. (p.13)

“Aunque no es menos cierto que muchos dirigentes, principalmente en las primeras décadas, tenían una creencia genuina de que aquello era el socialismo y que lo estaban defendiendo de enemigos internos y externos, en esas condiciones fueron generados aspectos nocivos como la corrupción, el abuso de poder y el nepotismo. Cada vez quedaba más lejano el carácter de vanguardia del partido, su función de aglutinar lo mejor de la sociedad en su seno, y a su vez lo convertía en un vehículo para alcanzar privilegios y lograr ciertos espacios sociales […] (p.12)

“El tema de pertenecer a la organización política no sólo era necesario a quien pretendiese hacer “carrera política”, sino a todo ciudadano que aspiraba, desde el más diverso puesto profesional a ascender y tener éxito en la rama en la que laboraba. Puestos de trabajo, cargos, reconocimientos y otras valoraciones que debieron estar sujetas a la calidad profesional, al talento, al aporte social, eran cautivos de la pertenencia la partido, de la “tenencia del carné” lo que sin duda favoreció en muchos casos las ventajas de la mediocridad y el oportunismo frente a la virtud y el talento”. (p.14) […]

“Ese estado de cosas generaba rumores, chistes, apatía y conducía al estancamiento de los temas y las ideas. No se establecían espacios públicos para el esclarecimiento de informaciones con respecto a temas nacionales e internacionales […] la propaganda capitalista […] alentaba el descrédito del socialismo, basada fundamentalmente en la incitación al consumo y la libertad, lo que lógicamente surtía efecto en una población necesitada de consumo y libertades básicas. (p.16) […]

“En los años posteriores a la muerte de Lenin la teoría fue vulgarizada en manuales rígidos […] se desnaturalizó el marxismo y se le esgrimió como una doctrina recia, invariable, justificadora más que aclaradora. Al pensamiento social se le puso una camisa de fuerza […] (p. 17)

“Como tendencia general, los estudiantes, una vez que aprobaban el examen concerniente a la filosofía marxista-leninista, olvidaban todo lo que habían aprendido, pues el conocimiento que adquirían por ese método distaba mucho de ser útil”. (p.17)

Es sobre todo en su materia autoritaria donde debe buscarse la razón de la crisis que hundió al régimen soviético. Su falta de participación real y la inexistencia de espacios de contestación y control del poder afectaron todos los niveles de la vida, desde el funcionamiento económico hasta la lucha étnica. […] Frente a tal impunidad e imposibilidad de impugnación en su contra se sucedió la autocomplacencia de las autoridades soviéticas por los logros alcanzados, lo que hizo que perdieran credibilidad y fuerza moral ante las masas. (p.17) […]

“Bajo el pretexto de ser el guía de la sociedad, el PCUS se convirtió en una maquinaria que frenó, desvirtuó y violentó los procesos del desarrollo social que significaban la creación consciente de la nueva sociedad.

“Una muestra de ese desatino catastrófico fue intentar diluir la individualidad en un colectivo cada vez más abstracto, con irrespeto marcado a lo distinto, al esquematizar un modelo de ciudadano recio, inflexible, como si el hombre soñado pudiera realizarse por decreto […]

Un tema heredado de la burguesía fue el de la libertad de pensamiento. El marxismo dogmático retrocedió asustado ante el tema. Careció de imaginación democrática, y sin ella se pierde la condición revolucionaria. [v] Este y otros temas fueron manejados con peculiar torpeza (democracia, sociedad civil, derechos humanos) […] (p.18)




La economía

Ariel Dacal y Francisco Brown destacan en un capítulo titulado “Apuntes sobre la economía soviética” un inicio difícil para su economía: “la construcción de una nueva sociedad de modo aislada y hostigada” que tenía ante sí “la tarea colosal de modernizar aquel país heterogéneo y atrasado y sacarlo del oscurantismo” (p.20)

“El viejo capitalista era capaz de comerciar con el campesino, servirle las mercancías que éste necesitaba sin detenerse a “discutir sobre comunismo”. (p. 22)

“Los autores recuerdan los análisis leninistas sobre la emulación entre la empresa capitalista y la comunista: “o pasamos esta prueba con el capital privado o fracasamos por completo (…) lo que nos falta es cultura en el sector de los comunistas que desempeñan cargos de dirección”. (p. 22)

Y agregan:

“Esa cultura jamás fue alcanzada. La idea fue ahogada. Al morir el genio de la Revolución: Vladimir Ilich Lenin (1924), se hace del poder, mediante sucias maniobras, Iósif Stalin, quien desarrolló la llamada “Edad de Hierro” en la URSS, caracterizada en lo económico por una acometida industrializadora, más parecida a una campaña militar que a una empresa económica. (p. 22)

“A partir de 1928 se sustituyó la NEP (Nueva Política Económica) por los planes quinquenales […] que tenía el objetivo de crear grandes empresas más que gestionarlas eficientemente. Era un sistema de “ordeno y mando” que funcionaba en gran medida con el esfuerzo sobrehumano de la población. […] (p. 23)

Los autores insisten en las políticas forzadas o ineficientes de colectivización: “el tema del agro fue insoluble durante la época soviética”. (p. 24)

“Con la hipercentralización económica […] la casta dirigente soviética […] manejaba hasta el más mínimo detalle los hilos de la producción frente a un andamiaje mediocre de niveles intermedios compuestos por técnicos, gerentes y especialistas; fue una verdadera plaga que era imposible desmontar a lo largo de la existencia de la URSS […]. (p.24)

“El carácter socialista de la producción estatal no se materializó, pues ésta era dominada por los elementos burocráticos-administrativos, lo que impedía a las empresas unidades productivas la autorreproducción ampliada sobre la base de factores verdaderamente económicos” (p.25) y los trabajadores “no participaron de forma activa y real en disposición, utilización, dirección y apropiación del trabajo”. (p. 25)

Con estoicismo –pero a un costo que a la larga resultó agotador–, la URSS se convirtió en la segunda economía del mundo, tras la Segunda Guerra Mundial. Es admirable que un país de origen semifeudal haya sido capaz de superar a la Alemania nazi, rearmada e industrial, en una batalla decisiva para la humanidad.

Sin embargo, los ritmos económicos fueron decayendo “el modelo de ordeno y mando, basado en la vía extensiva de desarrollo, con déficit crónico de mercancías […] agotó sus posibilidades a partir de los años setentas (sic)” y durante la etapa de Brézhnev hubo una estabilidad aparente, “gracias a las divisas que recibió el erario soviético por sus ventas de crudos” […] lo que permitió a los administradores de la URSS llenar los almacenes con productos importados desde Occidente”. (p.28)

“Llegada la última década del socialismo real en la URSS, se había acumulado una situación explosiva, derivada en lo económico por el cúmulo de errores […] para 1985, más del 50 % de sus exportaciones eran sólo de petróleo y gas” (p.28-29)

Asombra leer esto del país más grande del mundo:

“La economía se tornaba cada vez más al trueque y la bolsa negra, era un mercado tan grande como el estatal.

La URSS presentaba una estructura comercial propia de países subdesarrollados. Era exportadora de materias primas y combustibles, e importadora de productos industriales y de alta tecnología […]”. (p.29)

En resumen, se fue acumulando un atraso tecnológico, hubo una ruptura “entre el crecimiento del bienestar y la actividad laboral de los trabajadores […] desatención a los costos, el proceso productivo y a la calidad y escasa competitividad de muchos productos […] la economía fue presa de una centralización estatal férrea supeditada al dogmatismo político.

Los ochenta

La historia de la URSS, a lo largo de sus 74 años de existencia, se puede sintetizar en alternativas entre reformismos y conservadurismo, con prevalencia, las más de las veces, de este último. Comenzando por el cambio de la economía de guerra a la NEP y de ésta a los cambios quinquenales, pasando del “deshielo” encabezado por Nikita Jrushchov al estancamiento del período de Brézhnev (1964-1982), hasta llegar a la última reforma realizada por Mijaíl Gorbachov, cada momento estuvo matizado no sólo por lo económico sino por temas de “tolerancia” política.

“Por tal razón las reformas iniciadas por la dirigencia encabezada por Gorbachov, ni tan siquiera tuvieron su primera manifestación desde ese momento.” (p.30)

Los autores refieren las modificaciones de la época de Jrushchov: “una inversión civil mayor (lanzamiento del primer sputnik), una campaña de roturación de tierras vírgenes”, cierta descentralización económica y “la disminución del miedo ciudadano […] que encontró el centro en las críticas en el “culto de la personalidad” (p.31-32)

En 1964, Jrushchov fue removido de su cargo.

Leo con pasmo las causas que entonces se esquivaron: había entrado “en contradicciones con los intereses del aparato partidista, en realidad contra los intereses del sector más conservador de la burocracia que ostentaba el poder […]”. (p.32)

Mis primeros recuerdos de la URSS son de los tiempos de Brézhnev, que según Ariel Dacal y Francisco Brown, resultaron “los años de mayor estancamiento y conservadurismo”. (p.32)

Un “grupo de burócratas veteranos se consagró durante el mandato de Brézhnev” (p.35) y es “precisamente en la década de los años ochentas (Sic) cuando se extiende el término nomenclatura para calificar a la burocracia del partido, convertidos sus miembros en funcionarios incompetentes y corruptos por mantener sus ámbitos de poder y los privilegios que de esto se derivaban […] “ (p.36).

Si usted ha seguido el recorrido recordará que la venta de petróleo le dio cierta holgura económica al mandato de Brézhnev, conocido como “el período del inmovilismo y el nepotismo”. El “régimen no podía permitirse ni siquiera la más mínima concesión a los derechos democráticos” […] porque la burocracia estaba en guerra contra su propio pueblo”[vi]

A mediados de los años ochenta en la Unión Soviética “se extendieron de manera antes no vista la corrupción, el alcoholismo, la indisciplina, la actividad delictiva, el ausentismo, la caída de los niveles de sanidad e higiene públicas […] el hacinamiento en las viviendas, la mortalidad en ascenso […] todo esto trajo desencanto, hipocresía generalizada, un profundo individualismo oportunista y el resquebrajamiento de la ética cívica […]. (p.37)

“Tal como estaban las cosas, la evidencia cotidiana de unos bienes de consumo de mala calidad, unas viviendas miserables y unos servicios médicos mediocres contrastaban con las afirmaciones del régimen sobre la superioridad de su sistema”. [vii] (p.37)

¿Cómo pudo mantenerse aquel estado de cosas?

“Los detentadores del poder en la URSS establecieron mecanismos para la dominación de las masas en lugar de dotarlas de espacios reales de gobierno o la evaluación necesaria de los delegados del poder”. (p.19)

Fueron años en que se exhibieron en Cuba títulos como la inquietante Estación para dos, la premiada Moscú no cree en lágrimas (Oscar a la mejor película extranjera, 1980) y el documental ¿Es fácil ser joven?

Este último resultó muy debatido en el popular programa Tanda del Domingo, que conducía Mario Rodríguez Alemán. En él se entrevistaban a representantes de la nueva generación soviética, entre ellos miembros de la guardia del Mausoleo de Lenin que afirmaban no sentir ningún honor, sólo frío. El final mostraba a varios jóvenes con una mirada escéptica en medio del agua.

No estábamos acostumbrados a semejantes realidades.
  En publicaciones soviéticas como Novedades de Moscú y Sputnik, comenzaron a aparecer artículos con otra mirada sobre la historia soviética.

Tal vez el más célebre de estos artículos fue: “Brézhnev un líder cómodo” (Sputnik, febrero de 1989) que mostraba en su portada, cinco medallas que colgaban de una elegante butaca vacía.





La desintegración de la URSS

Recuerdo los funerales casi seguidos de Yuri Andrópov (febrero de 1984) y Konstantín Chernenko (marzo de 1985).

El primero, ex dirigente de la KGB se presentaba como una esperanza de que las cosas mejoraran por fin. Y efectivamente, hubo algunas sanciones ejemplarizantes; pero poco pudo hacer en quince meses de gobierno.

El rostro supremo de la Unión Soviética se “rejuveneció”, cuando Mijaíl Gorbachov ascendió a la máxima magistratura en 1985. No había cumplido los 60 años.

Durante mi época universitaria empecé a escuchar las frases perestroika y glásnot:, renovación, transparencia, pluralismo de opiniones.

En las pantallas internacionales (y en las cubanas) apareció una chica soviética rebelde, nada que ver con el edulcorado “realismo socialista” de antaño. Algunos quisieron ver en La pequeña Vera, el rostro de la perestroika.


 En su libro Mi verdad, Vitali Vorotnikov, uno de los altos dirigentes del PCUS, comenta el análisis de los informes para el acto solemne por el aniversario 70 de la Revolución de Octubre, y apunta los criterios de Gorbachov tras “una prolongada conversación” en agosto de 1987:

“Hay que buscar la forma más objetiva, precisa, abierta y de principio para exponer el período trágico y contradictorio que siguió a la muerte de Lenin; la época de Satlin, las represiones, la actitud con los cuadros, la colectivización […] Hay que decirle al pueblo toda la verdad, pero sin emociones, sin exageraciones.

“Después, sentado en la propia mesa principal, Gorbachov comenzó a leerme documentos de archivo […] hechos horrorosos de arrestos de personas, veredictos, encomiendas de Stalin, de los miembros del Buró Político […] no sólo respecto a personas determinadas, sino también a grupos de 40, 100, 200 personas”[viii]

¿Era posible evitar las “emociones” al remover una historia largamente disimulada?El resto está más cercano en el tiempo: una a una se sucedieron las medidas, los nuevos planes, los tratados, sin parar, casi superponiéndose.

Estas son las consideraciones de Dacal y Brown:

“Las transformaciones sucesivas y radicales del sistema político soviético introdujeron una desproporción peligrosa entre los ritmos de las reformas políticas y las económicas en detrimento de las últimas. Había dos cabezas de la reforma, ambas imprecisas e inconexas, y para este momento fuera de control” (p.51)

“La perestroika derivó hacia una reforma política y dejó el desorden indescifrable de las estructuras económicas. He aquí, a nuestro juicio donde debe situarse el principio del fin del socialismo soviético. Frente a la modificación inconclusa de las reformas productivas, donde se debieron concentrar todos los esfuerzos, se abrió el frente político” […] (p.44)

“[…] a partir de 1988 […] se pasó a un descontrol político-estatal en los medios intelectuales y periodísticos que desbordaron los proyectos iniciales de los gobernantes, tomaron la iniciativa y acabaron influyendo en los acontecimientos de un modo decisivo. En realidad, Gorbachov no dio libertad de prensa sino que las diferentes publicaciones se la fueron tomando”. (p.46)

La tragedia de la central electronuclear de Chernobil resultó un catalizador de los medios masivos de comunicación; en tanto, las confrontaciones étnicas y nacionales, antes solapadas, subieron de tono.

Por Cuba, por el Campamento de Tarará, pasaron miles de los niños afectados de Chernobil. Sus rostros encarnaban la tristeza.

Durante ese período de finales de los ochenta-principios de los noventa, se legalizó el trabajo particular, se pasó a la autogestión de muchas empresas y se hablaba en la Unión Soviética de “reforma de precios, las modificaciones profundas de la planificación […] nuevos conceptos de organización y dirección”.

A la par, los autores del citado libro apuntan como errores del convulso período, el descuido de la economía y del poderío militar… Y remarcan lo sucedido:

“[…] se procedió a derogar el artículo 6 de la Constitución, en el cual establecía que la fuerza dirigente y orientadora de la sociedad soviética y el núcleo de sus sistema político, de las organizaciones estatales y sociales es el Partido Comunista de la Unión Soviética”[ix] (p. 50)

“[…] la transferencia del centro de gravedad del poder desde el Partido hacia el Estado terminaría por remover los postulados y fundamentos constitucionales del sistema político soviético”. (p.50)

“Fue la propia dirección del partido quien renunció a ese papel histórico en el Pleno del Comité Central, celebrado en febrero de 1990 […]” (p.50).

Había comenzado el proceso de autodestrucción de PCUS, hasta que en agosto de 1991, por decreto del presidente de Rusia (Boris Eltsin) se le prohibiría sesionar en su territorio y se le confiscaban todos los bienes. Mijaíl Gorvachov había renunciado como secretario general.

En los seminarios universitarios de mis tiempos, hacíamos conjeturas, discutíamos. Los profesores también andaban turbados... mientras en Checoslovaquia se prohibía la enseñanza del marxismo-leninismo; en Rumanía, fusilaban al presidente Nicolai Ceacescu; se caía el socialismo en Bulgaria y Polonia; en 1989 se derribaba el muro de Berlín…

Todo se sucedía como una torrentera.

Todos mirábamos hacia la Unión Soviética

“La realidad era que el poder político iba alejándose cada vez más de Moscú en dirección a las repúblicas […] se pasaba no sólo del unipartidismo al pluripartidismo, con la evidencia de cambios sustanciales en el sistema político, sino que el Estado centralizado con predominio de la propiedad estatal cedía su lugar a un estado de predominio plural en la propiedad. Como resultado final de este proceso, se desdibujó la por décadas homogeneidad aparente del Estado soviético, y se sucedió un desgajamiento en quince repúblicas. (p.58)

He leído varias opiniones sobre Gorbachov. Estos autores sostienen que “sus códigos intelectuales pertenecían a la ortodoxia del sistema, por lo que no estuvo apto para enfrentar, desde el marxismo revolucionario, los retos que la URSS le deparó como dirigente máximo en aquellas circunstancias, aun cuando en su discurso inicial lo invocaba como guía de sus transformaciones” (p.43)

Muchos de estos análisis que hoy transcribo tranquilamente, entonces sólo eran un esbozo. Los cambios se vivirían con ardor en la URSS; pero llegaban a mí como referencias... casi incomprensibles.

No tenía antecedentes como los que comenta quince años después de la desaparición de la URSS, el libro Rusia del socialismo real al capitalismo real.

La Unión Soviética era una superpotencia. Y nada se sabía (o se decía) aquí del “socialismo cuartelario”, la burguesía roja o “invisible”, el déficit crónico de mercancías, la corrupción galopante y la casta burocrática que había secuestrado el poder.

El 21 de diciembre de 1991, once repúblicas firmaron en Alma-Atá la constitución de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).

Así sin consultar con nadie quedó extinta la URSS con las acciones anticonstitucionales de los líderes de las antiguas repúblicas. Esta se ejecutó desconociendo la voluntad de los pueblos del país y de esas repúblicas, lo cual se había expresado en el referéndum del 17 de marzo de 1991.”[x]

En aquella consulta sobre la conservación de la URSS había votado a favor de su preservación cerca del 74 % de la población.

El 25 de diciembre de 1991 “en el Kremlin se baja la bandera roja de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.”[xi]

Cualquier consideración aparte, la desintegración de la Unión Soviética -cuando Fidel lo advirtió naturalmente debió tener todo la información que otros no tenían -, fue un mazazo al borde de la perplejidad.

Ahora puedo comprender por qué sucedió.

“Una cosa son las fuerzas que promulgaron las reformas y otra son los actores que incidieron en el desenlace. Georgi Derluguian plantea como tesis que el colapso no vino desde abajo o desde arriba, se produjo cuando los jefes intermedios se sintieron amenazados por las vacilaciones de Gorbachov en la cúpula del sistema y presionados perentoriamente por sus subordinados[xii]. Por tanto, el estallido en pedazos del sistema emanó de “una implosión” desde dentro”. (p.37).

He leído con atención el libro Rusia del socialismo real al capitalismo real que no acaba con lo aquí comentado, sino que hace un análisis del trauma del cambio y de la primera década de la Rusia capitalista… pero ya este artículo anda bien pasado de páginas.

Todavía en mi hogar, mi madre bate sus frutas con una batidora rusa. Fea sí, pero lo ha resistido todo, cuando otras “de marca” han caducado.

Confieso que quisiera leer otras apreciaciones.

Todavía me cuesta creer que ya no exista aquel país de donde nos llegaban las compotas de manzana y el petróleo, las cuchillas de afeitar y las locomotoras, los sistemas de construcción y la mantequilla, los bombillos y los aviones, las revistas de páginas en colores con que forrábamos los cuadernos escolares...

Y aquella frase del lobo tras la liebre: “Deja que yo te coja”… aunque nunca la cogió.

  Notas

[i] Alan Woods: Prólogo al libro Rusia del socialismo real al capitalismo real, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p. XIV.

[ii] Ariel Dacal y Francisco Brown: Rusia del socialismo real al capitalismo real, Editorial Ciencias Sociales, 2005, La Habana, p. 3. Todas las notas corresponden al mismo volumen, por tanto se incorporará a la misma redacción, la página de la cita.

[iii] León Trostki: ¿Qué es y a dónde se dirige la Unión Soviética? La revolución traicionada. Editorial Pathfinder, Nueva York, 1992, apud. en Ariel Dacal y Francisco Brown: Rusia del socialismo real al capitalismo real, Editorial de Ciencias Sociales, 2005, La Habana, p.5-6.
[iv] Isaac Deutscher: La era de la Revolución Permanente. Antología de Escritos de León Trostki. Ediciones Saeta, México, 1967, p.31., apud en Ariel Dacal y Francisco Brown: Op.Cit., p.10
[v] Jorge Luis Acanda: Rosa Luxemburgo. Una rosa roja para el siglo XXI. Centro de Investigación de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana 2001, p.72
[vi] Georgi Derluguian: “Reconsiderar Rusia”. En: New Left Reviuw, N.12 Enero-Febrero, 2001, p.68, Apud Cit. (p. 32-33).
[vii] Paul Kennedy: Hacia el siglo XXI. Plaza & Janes Editores, S.A., Barcelona, 1993, p.304, apud en Ariel Dacal y Francisco Brown, Op.Cit., p. 38.
[viii] Vitali Vorotnikov: Mi verdad, Editora Abril, La Habana, 1995, p. 159.
[ix] Nueva Constitución de la URSS, Editorial Progreso, Moscú, 1980, p.274 apud en Ariel Dacal y Francisco Brown: Op. Cit., p.50.
[x] Vitali Vorotnikov: Op. Cit, p. 483.
[xi] Ibid.
[xii] Georgi Derluguian: “Reconsiderar Rusia”, Op.Cit, p. 75, apud en Ariel Dacal y Francisco Brown: Op. Cit., p.37.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante y sintetizador el artículo. ¿No crees que muchas de las cosas que pasaban en la URSS se estan repitiendo en Cuba?
Y para rematar, este libro de la PREMIO NOBEL 2015:
El fin del Homo Sovieticus
http://www.acantilado.es/catalogo/el-fin-del-homo-sovieticus-747.htm
Aquí se puede leer el principio:
http://www.acantilado.es/cont/catalogo/docsPot/El_fin_del_Homo_sovieticus_Svetlana_Aleksievich_extracto.pdf

Saludos,
Alberto

Reinaldo Cedeño Pineda (EL POLEMISTA) dijo...


Cada lugar tiene sus propias historias y características, Alberto... sus triunfos y sus excrecencias... pero no hay dudas de que analizar la historia y desentrañar sus elemntos , sobnre todo cuanso nos son crecanos, ayuda a mejorar nuestro presente. La burocracia y la mentira son siempre arrasadoras. La particiupàción y la esperanza, son siempre salvadoras.