¿HABANEROS VERSUS ORIENTALES?
miércoles, 30 de octubre de 2019
ZULEICA ROMAY: "“En las frases despectivas hacia los orientales, se combinan la arrogancia cultural y la ignorancia”
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Entrevista a la investigadora y escritora, Zuleica Romay Guerra
Reinaldo
Cedeño Pineda
Su mirada escrutadora, sus conexiones entre la historia y la actualidad, su
capacidad de análisis y su horizonte, la sitúan en la vanguardia del
pensamiento emancipador cubano. Desde su propio tiempo ha construido una
atalaya para poder divisar con claridad, para dar un paso más.
Nacida en el municipio habanero del Cerro, Zuleica Romay
Guerra fue presidenta del Instituto Cubano del Libro. Su labor intelectual ha
dejado textos como Elogio de la altea o
las paradojas de la racialidad (Premio
Extraordinario de Estudios sobre la presencia negra en las Américas y el Caribe
contemporáneos, Premio
Literario Casa de las Américas, 2012), Cepos
de la memoria (Ediciones Matanzas, 2015) y ¿Avispas o Leones? Avatares identitarios de los orientales
en La Habana” (Premio de Ensayo, Temas, 2018).
La discriminación es un tósigo,
cualquiera sea el resquicio (más o menos velado, más o menos explícito) por donde
se infiltra. Por eso, acudimos a una voz autorizada para tocar algunos
estereotipos al uso sobre los orientales en el imaginario socio-sicológico y
mediático cubano, para calibrar sus consecuencias.
El origen territorial va al centro de la exégesis.
La imprescindible apuesta por la unidad de la
nación, los factores educativos y sociales que deja entrever, y los
múltiples desafíos a enfrentar, aconsejan el abordaje del asunto de manera
inexcusable. Son razones para esta conversación.
(Zuleika Romay y Reinaldo Cedeño en la sede de la UNEAC santiaguera. Un diálogo intenso y franco)
¿HABANEROS VERSUS ORIENTALES?
¿HABANEROS VERSUS ORIENTALES?
“A mí como habanera ―precisa Zuleica―, siempre me ha
llamado la atención las tensiones y los diálogos, a veces crispados,
que se producen entre orientales y habaneros, y la manera en que nos vemos
mutuamente. Hay una contradicción flagrante entre el papel que ha tenido la
región oriental del país en la historia de Cuba y en la construcción de la
cultura nacional, y la manera en que los habitantes de ese territorio son
percibidos por muchos capitalinos.
“Está mucho más alto el listón de las reales contribuciones de
Oriente a la cultura y a la historia cubanas, que la percepción que se tiene de
esta región. A mí hace tiempo me interesaba investigar esta aparente
incongruencia. Me pregunto cómo han sido construidas estas representaciones que
datan de muchos años, y sobre todo, para qué. Una representación social se
mantiene solo si demuestra ser funcional: uno se interroga sobre qué
efectividad tuvieron en el siglo XIX y qué efectividad tienen ahora
mismo, en el siglo XXI.
“Esas representaciones, muchas veces negativas, se
construyen sobre todo en La Habana, que no es el Occidente. Es menester
decirlo, porque hay una especie de imagen difusa cuando se dice Oriente y
Occidente. En nuestro léxico, cuando decimos Occidente frecuentemente aludimos
a la capital, no a Pinar del Río y Matanzas, o a Mayabeque y Artemisa,
provincias jóvenes que fueron parte de La Habana durante cientos de años. En
esa alusión presuntamente cartográfica, pero que resulta sobre todo cultural,
el resto de los territorios de Occidente son prácticamente anulados”.
En algunos espacios de nuestra sociedad,
pese a todas las transformaciones que han tenido lugar, subsisten imágenes preconcebidas
y extravíos a la hora de asumir los “modos de ser cubano” de una manera plural,
sin recetas dominantes. ¿Hasta dónde sus investigaciones le acercan o alejan de
estas ideas?
“A mí me parece que hay dos agentes que se están quedando
muy cortos en esto. Una, es la escuela y otro, son los medios. El discurso de
la escuela es demasiado plano. Se habla de la historia política del oriente del
país, de la contribución de esa región a la independencia, a la creación de la
República... pero, ¿y dónde queda la historia cultural que es tan
rica y tan fundamental para entender a Cuba? ¿Dónde queda la historia social
que tanto ha aportado a la manera de entendernos hoy?
“Recuerdo una conversación con el historiador,
profesor y diplomático colombiano Alfonso Múnera. Me hizo una historia muy
jocosa de un lugar en Centro Habana donde se sentó a jugar dominó, se quitó la
camisa y la gente pensó que era oriental. Hay momento de la conversación donde
yo noto que él se ufana de conocer Cuba y me dice que ha estado en La Habana
diecisiete veces. Y yo le dije: ‘Alfonso… ¿y en Santiago de Cuba,
cuántas veces has estado?’… ‘No, nunca’, me dijo… Ah, le respondí: ‘entonces no
me digas que conoces Cuba’…
“Por eso, cuando en la escuela solo te hablan de los orientales
que combatieron, de los orientales que fueron extraordinarios soldados,
vanguardia y prestigiosa oficialidad del Ejército Libertador… y no
te hablan de que hoy las variantes del son que bailamos y cantamos en Cuba
vienen de esta parte; cuando no te hablan de todo el aporte cultural que hizo y
hace el oriente a la literatura, las artes plásticas, las artes escénicas, la
radio y la televisión, las artes culinarias y muchas cosas más, no entiendes el
papel de Oriente en la cultura cubana. Me parece que la escuela
tiene que ampliar su espectro”.
ESTEREOTIPOS
“Los medios no están contribuyendo lo
suficiente a derruir los estereotipos, sino a
fomentarlos. Hay un tipo de persona con unos determinados hábitos,
con una determinada forma de hablar, con unas determinadas expectativas
sociales…que los habaneros identificamos como ‘el
oriental’. Por ejemplo, la variante lingüística más común en la zona
sur de oriente es objeto de caricaturizaciones perversas porque ni todos los
santiagueros y guantanameros hablan así, y mucho menos todos los orientales.
Uno de los últimos ‘chistes’ de este tipo, lo vi en un capítulo de
la gustada seria Tras la huella, que transmitieron durante el
verano.
“También nos pasa que hay dos generaciones de cubanos que
arribaron a la edad laboral en los años noventa, o nacieron a partir de esa
fecha, y que han tenido pocas posibilidades de recorrer el país. Tengo la
impresión de que muchos habaneros desconocemos cómo es y cómo funciona el resto
del país porque no hemos podido estar allí.
“Sí de algo me siento feliz, es de haber tenido unos empleos,
unas responsabilidades, que me han permitido recorrer Cuba completa y conocerla
bien. Por ejemplo, algunos habaneros conocen a una persona de la región oriental
y le dicen: ‘¿y qué, vas para el campo?’ Esa pregunta (que
puede ser incluso cariñosa, no peyorativa), desconoce que en la región
oriental, el 77 por ciento de la población vive en ciudades, que tienen el
mismo estilo de vida, los mismos hábitos y la misma manera de relacionarnos con
el medio que los habaneros porque son habitantes de una ciudad. La cultura
citadina es una, independientemente del lugar en que se ejercite.
“No tenemos conciencia de que la región más diversa
de Cuba es el oriente. Diversa desde su topografía, sus recursos naturales, sus
actividades económicas, sus prácticas culturales, la fisonomía de
sus habitantes… Es una diversidad mayúscula cuando tú la comparas con el resto
de Cuba”.
¿Entonces, es hora de asumir que existe acaso
una cuota de ignorancia a la hora de la representación de “lo oriental”?
“Hay dos elementos constitutivos que son muy fuertes: uno
es la ignorancia y otro, la arrogancia cultural del capitalino que cree que el
país es la capital; si bien, eso no sucede solo en Cuba, sucede en casi todas
partes. Ahí tenemos las rivalidades históricas entre Quito y Guayaquil, entre
Managua y Granada, o entre Madrid y Barcelona… pero cuando esas peculiaridades
se codifican en frases despectivas y epítetos humillantes, es porque se
combinan la arrogancia cultural y la ignorancia. Y esa
forma de referirse al compatriota nacido a cientos de kilómetros de la capital
del país, sigue reforzando los estereotipos, va construyendo (y
legitimando), representaciones inferiorizantes y peyorativas sobre
los orientales”.
Una investigación no se acaba nunca, sino que se deja;
pero a estas alturas, ¿tiene alguna recomendación sobre cómo atajar esas
representaciones que hacen algunos cubanos sobre otros cubanos?
“Te confieso que yo soy una habanera que entendió lo que
significa ser cubana después que conoció al país y no solo a la capital. Ahora
yo entiendo lo qué significa ser cubana. Pero, creo que hay que trabajar mucho
en las políticas públicas. Creo que a nosotros nos ha perjudicado, en un
sentido, la convicción de que somos una sola etnia, una sola nación.
Es cierto, lo somos, estamos orgullosos de serlo; pero eso no es óbice para que
desconozcamos y les pasemos por arriba a las diferencias culturales
entre los territorios.
“Las políticas públicas tienen que incorporar más el
elemento territorial. Eso queda claro cuando se habla de políticas económicas,
de políticas de desarrollo económico social. Pero, cuando caemos en el campo de
las políticas educativas y culturales, o en el ámbito de la comunicación
social, el elemento territorial no está lo suficientemente incorporado. No
puede confundirse con el regionalismo que nos llevó al Zajón, naturalmente. En
años recientes se ha insistido más sobre ese tema, pero hasta ahora la historia
ha sido contada de manera muy general y las particularidades regionales se han
quedado atrás”.
Su ensayo “¿Avispas o Leones? Avatares
identitarios de los orientales en La Habana”
propone una mirada sobre el tema a partir de nuestro deporte nacional.
¿Cuáles son los elementos troncales de ese acercamiento? ¿Cómo dialogar con los
presupuestos vertidos?
“A mí me pareció que las rivalidades beisboleras, que
pueden ser muy fuertes, algo violentas incluso, me podían servir como metáfora
para exponer este problema sin generar demasiadas susceptibilidades. Porque a
esos que en el Latino se les grita ‘palestinos’, se les aplaude y se les venera
cuando ponen en alto el nombre de Cuba en una competencia internacional.
“Traté de analizar lo ocurrido después de 1607, en que
mediante Cédula Real se divide la Isla en dos departamentos y se designa a La
Habana como ciudad capital. Las ventajas derivadas de la ubicación geográfica
de La Habana, de su condición de sede del poder colonial, la puso en ventaja,
desde el principio, respecto al resto del país y luego las administraciones
coloniales y neocoloniales que sufrimos hasta mediados del siglo XX no hicieron
más que entronizar la asimetría de desarrollo y de poder que caracteriza a las
sociedades latinoamericanas.
“Traer esta historia hasta el siglo XXI, 60 años después de una
Revolución victoriosa, y analizar los significados de las confrontaciones que
tienen lugar en un estadio de pelota, permite justipreciar todo lo que han
logrado la unidad, el respeto mutuo y la sana emulación de los cubanos. Las
ofensas y las tensiones que tienen lugar en un estadio de pelota no son el
problema más grave, aunque, por supuesto, es necesario imponer disciplina. Hay
otros asuntos, de larga data y largo alcance que también merecen ser
atendidos”.
(Tomado de Radio Siboney
digital)
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