sábado, 28 de septiembre de 2013

El libro del náufrago: ARGELIO SANTIESTEBAN / Participante Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam de Promoción de la Lectura



 
♣ El libro de su vida:  La Biblia

El escritor español Eduardo Mendoza declaró alguna una vez: “Si tuviera que llevarme un solo libro a una isla desierta, preferiría ahogarme en el naufragio”.
   Alguien dijo que ante tan catastrófica tribulación le interesaría contar con “Agua dulce y un libro que diga… ¡cómo sobrevivir en una isla desierta!”, con lo cual evidenció alma de chivador cubano.

   Yo pertenezco a la sandunguera  tropa cubiche, pero –aunque pierda por ello esa divertidísima militancia--  no me duelen prendas a la hora de admitir que sí he hecho una elección para mi estancia en la isla desolada.

   El seleccionado es un texto venerable, nacido en el fondo del Mediterráneo entre las doce tribus de un pueblo entonces insignificante, y en cuya plasmación  invirtieron milenio y medio las manos de veintenas de autores, aunque según los creyentes sólo fueron simples escribanos, intérpretes de la divina voluntad.

   Y en las páginas de ése, el libro por excelencia, está sencillamente… todo.

   Aunque se halle en una isla desierta, ¿le interesa a usted conocer cómo se pone en marcha un servicio de inteligencia? Pues siga los pasos a Josué y a la ramera Rahab, previos a la toma de la amurallada Jericó.

   ¿Qué criterios tener en cuenta para llevar una vida higiénica? A lo largo de los cinco textos mosaicos se nos instruye para conservarnos en salud.

   ¿Pretende enseñorearse de la oratoria, para el día en que finalmente lo rescaten y tenga público oyente? Diríjase a los Evangelios  --etimológicamente “las buenas nuevas”--   para aprender de El Ungido altos vuelos del lenguaje verbal.

   ¿Pedía usted normas a seguir, direcciones que enrumbar para no moverse  desnortado en este tránsito por la aperreada vida? Pues ahí está el rey-sabio, con sus sensatos proverbios. Él nos pone en guardia contra la mujer peleona, pues resulta mejor vivir en el desierto que en lujosa mansión junto a tan ingrata compañía. Nos advierte que la envidia es carcoma de los huesos. Observa que el hombre cuerdo encubre su saber, mas el necio publica su tontería. Profetiza que caerá el pueblo donde no haya una dirección sabia. Anota que el indolente ni siquiera asará lo que ha cazado, y que la diligencia es haber precioso en el hombre. Maldice al que se alegra de la calamidad, quien no quedará sin castigo. Prescribe que el corazón alegre es la mejor de las medicinas. Proclama que el hombre que tiene amigos ha de ser amigo, pues amigo hay más unido que un hermano. Expresa que comer mucha miel no es bueno, ni el buscar la propia gloria es gloria. Denuncia a los que no duermen si no han hecho el mal, ésos que comen pan de maldad y beben vino de rapiña. Y, por último, Salomón nos recuerda que el sabio descansa confiado, como un león.

   Mientras se espera la aparición de la nave que haga posible el rescate, ¿no sería provechoso invertir las horas muertas en la búsqueda de un paradigma que seguir, un arquetipo digno de ser imitado, el modelo ideal que inspire acciones elevadas? Pues ahí tenemos al pastorcillo –tremenda lección de democracia--  que se convierte en rey. Sí, David: guerrero, poeta, músico, bailarín, actor. El personaje por cuyo atractivo a Michelangelo Buonarroti no le quedó más remedio que sacar un portento de un tosco bloque de mármol.

   Pero, ¿acaso en los días de aislamiento isleño suspira uno por la lectura de buena poesía amatoria? Pues al alcance de la mano la tenemos: el mismísimo autor que citábamos tiene allí el poema insuperado en el género, el cantar entre todos los cantares: “Cuán hermosos son tus pies en las sandalias, oh, hija de príncipe…”. Sí, la esposa que tiene leche y miel debajo de su lengua, esa amada para la cual él es un manojito de mirra que reposa entre sus pechos, su compañía en un lecho de flores, la hembra colosal que le parece imponente como ejércitos en orden.

   Por todo esto –y por otras razones que me callo--  a la arrinconada ínsula, tras el naufragio, quiero llevarme la Biblia, el libro que marcó mi vida.

Post scriptum: Mis cofrades acaban de comunicarme que no debo andar temeroso en cuanto a perder el carné de chivador cubiche, pues ellos también son fans del libro colosal



DEL AUTOR / Argelio Santiesteban  ( Banes, 1945)  Escritor y periodista  Autor del célebre volumen El habla popular cubana de hoy y de Picardía cubiche , Anécdotas de Cuba y Cuando el pueblo jugó a ser Papá Dios. Bojeo a la toponimia cubana.
 
TODOS Los premios, menciones y finalistas
GRAN PREMIO Memorias de Noé de José Orpí
PREMIO TERCERA EDAD Siempre corazón de Raúl Simón Lauzán
Premio AUTOR NOVEL Somos una nación o no somos nada de Anays Almenares Ávila
MENCIÓN ESPECIAL: Rezo a los maestros labradores de libros de Rosaida Savigne
MENCIÓN Escaleras a un cielo demasiado lejos de Rodolfo Tamayo Castellanos
MENCIÓN Neruda a flor de piel de Noel Pérez García
Finalista Yo También Volteé la cara de Jesús Arencibia Lorenzo
Participante: El libro brújula de Myriam Rodríguez Betancourt
Participante: el libro que marcó mi vida, venga pues, Don Quijote de Víctor J. Ortega
 

Una lectura marcó mi vida: venga, pues, Don Quijote: VÍCTOR JOAQUÍN ORTEGA / Participante Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam de Promoción de la Lectura

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Recién divorciado de mamá, mi padre no vive con nosotros y deja gran parte de sus libros en la casa. Como mi progenitora ha intentado derrotar el dolor en una entrega aún más intensa a su hijo, me enseña a  leer y escribir: lo consigue cuando estoy a pocos meses de cumplir cinco años. Con su voz, me rodea de narraciones sobre el descubrimiento de Cuba, el asesinato de Hatuey, las cargas de Antonio Maceo… ¡Dios, me imagino sobre un caballo, machete en mano, al ataque! Sustraigo cuatro obras del estante de papá: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, una selección de poemas de Omar Al-Khayam, Los crímenes del padre Amaro de Eca de Queiros, y El amor y sus aberraciones. Al agregar un diccionario: palabra que no comprendo la busco ahí. A veces me enredo, es cierto, mientras aprendo y gozo.

 La novela de Cervantes me marca. A medida que pasan los años, la releo y entiendo mucho mejor a Alonso Quijano, Sancho, Dulcinea… Residen en mi alma. En la madurez, la sacuden en momentos decisivos o, al menos, apasionados, en especial, el ilustre manchego. Esa lectura me ayuda a ingresar, a mediados de los años 60, en la Escuela de Periodismo de la Universidad de La Habana que comenzaría a existir con quienes aprobáramos.

  Hay que vencer varios exámenes: lo logro. Después, la entrevista con tres profesores de la Facultad de Humanidades, a la que perteneceríamos. Me toca un trío presidido por Mirta Aguirre; en su béisbol, tan sabrosa como Vinent lanzando. Primero, una pregunta- envío, curva en territorio bueno. ¿Cuáles son las noticias más importantes de hoy? Luego, dos rectas que se mueven pegadas, en zona de strike y a más de 90 millas sobre la historia y la literatura. Si el suin  de usted no hace contacto, se poncha; si es débil, batea un palomón. En ambos casos, no es aceptado.

 Estoy al día: le doy al curvón. .Rectazo: ¿Qué opina sobre las contradicciones entre Céspedes y Agramonte? Sin todavía poseer los suficientes conocimientos sobre esos asuntos, yo no ignoraba el problema: sin quitar méritos al mambí camagüeyano, aplaudía  las posiciones del Padre de la Patria como me enseñó Martí en sus escritos acerca de estos héroes y la Guerra de los Diez Años. Tenían sus razones Carlos Manuel y gran parte del Gobierno en Armas; pero había más razón en la posición del oriental. Las leyes no podían estar de espaldas a lo principal: la guerra para alcanzar la libertad.

El tercer envío- interrogación se relaciona con el significado de Dulcinea. Manifiesto toda la poesía que vislumbro en ese personaje, el amor por el amor del caballero andante proyectado así para vivir. En la época actual, seguimos inventando querencias de manera parecida. ¿Acaso no agregamos cualidades a la pareja que tenemos o intentamos conquistar o no nos importan sus fealdades morales y físicas para quererla, cegados de tanto apasionamiento? Puedo conectar. Sin jonronear, consigo embasarme: entro en la carrera.

      Dejo atrás el presente histórico No niego que, a veces, el Quijote me ha embarcado, lo digo a lo cubano. Vale la pena, lo digo a lo Calviño. Lo esencial: he defendido mis ideas y lo que pienso justo con todas mis fuerzas, venciendo cualquier temor y pase lo que pase. En ocasiones, ha pasado… Nunca me arrepentiré de ser así, de haberlo hecho. Me he buscado problemas, persecuciones, el cartel de conflictivo en el mejor de los casos; algún tonto ha visto desviaciones ideológicas en mis acciones, mis opiniones por escrito o planteadas en  reuniones diversas. Ante provocaciones no siempre he podido evitar que mi patria chica, Cayo Hueso, Centro Habana (orgullo sano por haber nacido allí), se me suba a la cabeza, hasta los puños y las piernas (el judo y el kárate te enseñan a usarlas) y aun alguna sanción me ha tocado.

Esa ética con tanto del Quijote, se fortaleció a partir del cristianismo verdadero de mi familia materna, y, más adelante, con  el alimento nuevo y más real que aportó el fidelismo,  rescatador de Martí, Maceo, Gómez…, de los nuevos mambises del 30, al traer el bosque, la montaña rebeldes a las ciudades, a todo el país, y enlazar el pensamiento del Apóstol con las ideas socialistas.

      Me atrapó el quijotismo. Si de niño defendí a amigos y conocidos de adversarios muy superiores en edad y físico e intercambié  golpes con el abusador, aunque  me sacara años y fortaleza también, con el tiempo no perdí la costumbre de tratar de resolver entuertos y batirme contra las injusticias y las falacias. Choqué con parte de la familia que se oponía al proceso y escogí mi camino: fiel a la patria, traidor a mi clase. He mantenido esa actitud contra lo mal hecho venga de donde venga.  Muchos, incluso gente que me admira, me criticaron o hicieron observaciones acerca del asunto. Varios invocaron la cordura y llegaron a decir palabras con el mismo significado más o menos:
 
“Deja de enfrentarte a los molinos de viento, compadre…”

      Sin negar bondades y pensamientos valiosos en el personaje y fallas  en el caballero de la triste figura, ¡cuánto de lo peor de Sancho (especie de superpragmatismo) en estas personas! Allá el que perciba en las quijotadas únicamente locura, necedad, desequilibrio  y no encuentre el vínculo con el amor por los demás y la justicia, el  desprendimiento, la bondad, la generosidad, el altruismo…Don Quijote estaba junto a Céspedes y Fidel cuando aseguran que los hombres y las armas que les quedan bastan para hacer la revolución, y siguen adelante después de sangrientos fracasos; con el  Apóstol y el Comandante en Jefe al convertir el revés en victoria, sean la Fernandina o el golpe traidor en tierra azteca, aunque deban nadar contra corrientes tremendas. Distingan su delgado cuerpo al lado del Titán de Bronce en la Protesta de Baraguá; y de Mariana, cuando la madre de todos los cubanos manda al más pequeño de sus hijos a montar el corcel de la libertad cual respuesta a una herida grave sufrida por Antonio.  

En los combates siempre me acompañaron y me acompañan patriotas e internacionalistas- estos, por tanto, dobles patriotas- con mi ídolo al frente a quien no por gusto, en la propia familia y los más allegados, calificaban de Quijote: Pablo de la Torriente Brau. Vibraba y vibra en mi pecho Che Guevara, quien no escapaba de la quijotería. Al despedirse, para situar sus esfuerzos por América y un mundo mejores, llevaba la adarga en brazos dijo; Alonso Quijano cabalgaba junto a él. Pablo y Che eran aventureros que enfrentaron el gran agravio: el de los explotadores contra los pueblos .y se jugaron el pellejo por sus ideas hasta dar sus vidas. No soslayaron sonar a los dogmáticos.

       Intenté e intento seguir los pasos de estos seres. En oportunidades muchos de los compañeros que me debían apoyar  me han dejado solo en ese andar, por temor a enfrentarse a potencias poderosas hasta estando ellos en contra de la injusticia o la mordida del dogmatismo... Martí lo escribió:”Es necesario contar siempre que los intereses rigen principalmente a los hombres, y que rara vez están las virtudes del lado de los intereses” 

Recuerdo aquella vez que un dirigente del Instituto Nacional de Deporte, Educación Física y Recreación (INDER) afirmó en una conferencia de prensa que Cuba había avanzado en fútbol. Le corté el paso al plantear un pensar opuesto; para mí, el propio conjunto nacional estaba formado, en general, por pesistas o boxeadores que pateaban el balón de vez en cuando. Se armó la discusión y únicamente tuve el apoyo de Reinoso, portero de la selección del país y periodista. Ambos triunfamos y el funcionario debió retractarse. Al término de aquella reunión, hubo quien me felicitó en el pasillo, mirando para los lados; ante la censura por no situarse de mi lado públicamente replicó: “Yo trabajo en el INDER y tengo que ganarme los frijoles de la familia…”  Algunos meses pasaron y Reinoso fue separado del equipo nacional para  permitir el arribo del relevo. ¿Casualidad o caradureza?

       Ahora, un nuevo libro me estremece desde verdades muy bien expresadas, fustigadoras de quienes no quieren ver y hasta condenan tocar el tema porque divide, según ellos, que parten  de posiciones equivocadas, en el mejor de los casos, o debido a que el racismo los agarra de alguna forma. Hacia falta un ensayo tan enjundioso y, a la vez, con dominio del idioma y del género, una base investigativa y el reflejo y la interpretación de hechos vividos en la propia piel, sin rencor alguno ni canto al afrocentrismo.

 

Me refiero a Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad, de Zuleica Romay Guerra, ganador del Premio Extraordinario de estudios sobre la presencia negra en la América y el Caribe contemporáneos en 2012(Casa de las Américas). ¡Cuánta potencia proporciona para quien quiera ser soldado de la batalla contra este mal que todavía nos corroe! Hay que seguir contendiendo en nuestra tierra, negros, blancos y a la mitad, para derrotar cualquier tipo de discriminación sea por el color de la piel o contra creyentes, homosexuales, guajiros o la mujer.

 El racismo asoma el rostro;  en muchas ocasiones, el cuerpo entero marcha a trancos, mientras destruye al favorecer a quien no lo vale en detrimento del merecedor, a pesar de los logros y el  esfuerzo de la Revolución, con Fidel a la vanguardia,  en la contienda contra este rezago ideológico antihumano. Hiere  en lo económico. Hay”… estudios que, con mayor énfasis a partir de los años 90, reconocen  a negros y mestizos  entre los grupos  poblacionales  más golpeados  por una crisis económica  que aún no ha sido rebasada dos décadas después de su desate”.Zuleica, tu texto apuntala la marca de la novela cervantina en mi espíritu, me sitúa en la caballería para arremeter contra estas injusticias  que todavía nos laceran.. Don Quijote de la Mancha cabalga sobre Rocinante cerca de nosotros. ¡Qué refuerzo, hermana!

 
DEL AUTOR / Víctor Joaquín Ortega. Periodista, narrador y poeta (La Habana, 1942). Multilaureado. Entre sus libros: Rodolfo Trompá: una historia apasionante; El Rusito, Las Olimpiadas de Atenas a Moscú y coautor junto a Elio Menéndez de Kid Chocolate.   

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Finalista Yo También Volteé la cara de Jesús Arencibia Lorenzo
Participante: El libro brújula de Myriam Rodríguez Betancourt
Participante: el libro que marcó mi vida, venga pues, Don Quijote de Víctor J. Ortega


El libro bújula: JUSTA MYRIAM RODRÍGUEZ BETANCOURT / Participante Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam

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 Martí, el apóstol de Jorge Mañach, marcó su vida

Los libros —quién no lo sabe—, pueden divertir, entretener, conmover, aliviar, persuadir, hacer pensar, enseñar…Son múltiples, y todas útiles, sus funciones, pero,  para mí, la más importante se cumple cuando un libro te ayuda a descubrir.

 A los quince o dieciséis años, cayó en mis manos el texto que abrió mi  conocimiento, y también mis sentimientos, a un mundo nuevo, el de la propia raíz y sentido de  la existencia, más allá del lugar  donde nacemos. 

Se contaba en él una extraordinaria aventura: la de la lucha  por la dignidad  humana, la que no da ni pide tregua, por la que viven y, si es preciso, mueren, los imprescindibles.

Hablaba  de una breve vida  que alcanzó, sin embargo, para convencer a escépticos, mover ánimos, soportar todas las calamidades, recobrarse de los desencantos, combatir y sembrar  ideas.

La narración de aquella existencia luminosa me reveló el significado de  la palabra sacrificio en su dimensión auténtica,  basada en el amor a la justicia  y la  libertad.

Cada acción del personaje  contada por el autor, me iba mostrando los caminos que  aquel debió recorrer en un mundo regido por la opresión que lejos de amargarlo, aguzó su sensibilidad y moldeó su carácter. Cada acto suyo, cada pensamiento, me servían de lección  en un  aprendizaje que desde entonces, intuí, sería para  siempre.

Comprendí que aquella lectura me señalaba dónde estaba el horizonte.
A partir de ella, comencé a buscar las palabras escritas por el protagonista de la historia, que era mi propia historia y la de mis contemporáneos.

Mientras más me adentraba en su obra, menos me parecía su autor distante ni remoto.  Todo lo contrario; leyéndolo, creía escucharlo para entablar con él un diálogo cercano, familiar, lo mismo  en los inflamados discursos que en las cartas íntimas, llenas de desolación y delicadeza. 

Advertí que en su trayectoria vital, desde la adolescencia a la madurez, en la gigantesca tarea a la que entregó familia, placeres, descanso, amores,  vibró siempre el ansia de la patria. Como diría Lino Novás Calvo: “De lo que quiera que hable, adonde quiera que dirige su fantasía, lo sentimos urgido por un fervor de patria inlograda que presta presión heroica y herida a toda su prosa y a todo su verso”.

Sentí en la obra que empezaba a desentrañar, el hálito del genio anticipador. El genio de un pensamiento que proviene de una actitud crítica, creadora, dialéctica, ante la realidad y su relación con los otros, capaz de propiciar las claves para entender, desde el pasado, el presente.

En el ya continuo recorrido de sus escritos, me acerqué a los diarios, confesión de sus zozobras, pero testimonio también de sus certidumbres más plenas.  Leí su revista para los niños, en la que los adultos aprenden; sus escritos periodísticos donde se siente el latido de lo trascendente; memoricé sus versos, salidos del corazón en los crudos  inviernos neoyorquinos…

Admiré su visión profética que, afincada en el estudio y la observación constantes, le permitió ser uno de los primeros en advertir el peligro mayor, y en indicarnos que contra él sólo sería posible luchar y vencer con la unidad de nuestros pueblos y con el concurso de todas las fuerzas sociales.

Más de una vez, me preguntaba: ¿qué hombre era éste que podía asegurar a su madre, con absoluta convicción en un texto perfecto, que jamás saldría de su corazón  “obra sin piedad y sin limpieza”?

Al cabo de los años, las lecturas de su obra y las interpretaciones que de ella y de su vida hacían insignes estudiosos, fueron ayudando a mi comprensión del héroe y su mensaje, pero siempre agradeceré a aquel texto, de modesta edición, el haberme guiado hacia un paisaje literario y humano que aún no concluyo de explorar. Por  eso, por ayudarme a ir descubriendo ese misterio que nos acompaña, al decir del poeta, no dudaría en afirmar que Martí, el Apóstol, de Jorge Mañach, ha sido, entre tantos maravillosos libros leídos, el que marcó mi vida: un libro puente, un libro brújula.


 


DE LA AUTORA /  Justa Myriam Rodríguez Betancourt.

Periodista, profesora e investigadora,
Premio Nacional de Periodismo José Martí (2010)



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viernes, 27 de septiembre de 2013

COMO QUISO QUE FUÉSEMOS : Daniel Liens Fariñas / Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam de Promoción de la Lectura



El presente trabajo versa sobre La Edad de Oro, texto capital de José Martí y mereció el Premio de la Sociedad Cultural José Martí, institución invitada al Concurso

Quiso el Apóstol que los niños de América fueran felices y para ellos escribió, desde EE.UU., una revista, que llamó La Edad de Oro. Y no era el político que conocemos quien la escribía, quien apuntaba fabulosos cuentos y graciosas y ligeras poesías, e historias de mucho interés como la de la cuchara y el tenedor o la del Hombre contada por sus casas, o recomendaba edificantes lecturas, cuadros preciosos y vidas de ilustres figuras, sino el hombre de La Edad de Oro, el amigo de los niños.

La mayoría de las veces ocurría que, de largo escribir, apenas le alcanzaban las páginas para publicar lo que había prometido y se quedaba en deuda para el próximo número. En La última página de cada número daba buenos consejos y explicaba verdades del alma. Y en A los niños que leen La Edad de Oro, que es como el prólogo o editorial y, a la vez, dedicatoria, del primer número, expuso con transparencia su propósito:

conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres […] de modo que lo entiendan bien, con palabras claras y con láminas finas. (1)

Sólo cuatro números (correspondientes a los meses de julio a octubre de 1889) logró publicar, y nos dice Mirta Aguirre que fue porque se negó a ceder a las exigencias de propaganda religiosa del editor financiero de la revista. Martí prefirió –y así le escribió a su querido Mercado-, antes que “propagar de propósito un credo exclusivo”, abandonar su noble y útil empresa.

Como bases innatas o apriorísticas del carácter del Apóstol, Cintio Vitier, uno de los mayores estudiosos de su vida y obra, destaca: el sentido absoluto de la eticidad, la pasión por la belleza y la vocación redentora. A partir de estos principios Martí asimiló y encauzó los datos de la realidad. 

Por su parte, la Aguirre señala tres ideas fundamentales desarrolladas en cada uno de los números de La Edad de Oro, que son: la libertad y la dignidad del ser humano, la libertad y la dignidad de los pueblos, y la libertad y la dignidad del pensamiento. Ejemplos claros pueden hallarse en Tres héroes, Las ruinas indias, El Padre las Casas y Un paseo por la tierra de los anamitas. Aparejada a estas, se encuentra la visión del ‘hombre nuevo’.

Martí enfoca su concepción hacia dos públicos: el infanto-juvenil y el adulto. Cuando se dirige a los más pequeños, los visualiza como los ‘caballeros y madres de mañana’. Los incita (o pone a algún personaje de sus historias como ejemplo) a ejecutar buenas acciones, como un deber; o, por el contrario, les dice que no deben incurrir en malos hábitos, ni pensar, ni hacer daño a sus semejantes. En A los niños que leen… a manera de consejo expresa: “[…] el niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso […] (2)

Pero con los adultos es diferente. Él sabía que, en edades tempranas, eran los padres, abuelos o tíos quienes leerían a los infantes y, pensando en esto, dejó mensajes para los adultos. Los hombres nuevos también son los que hoy obran mal; pero mañana pueden obrar bien. Un llamado de conciencia a aquellos sin rumbo. ¿Su arma secreta más poderosa? La conmoción. Los persigue sin pausa, aguijonea y avergüenza en la dignidad, donde las fibras son más sensibles, los ataca con verdades irrefutables y ejemplos tiernos, y cuando los logra tener donde quiere, que es, preguntándose ¿qué puedo hacer?, entonces como un padre cariñoso abre grande los brazos y les muestra la solución: siendo buenos, siendo virtuosos.

Nuevo debe ser el hombre y nuevos sus hábitos, psicología, maneras de sentir y actuar, para la sociedad nueva que, también –y este era el sueño del Héroe Nacional-, debe erigirse. El ‘hombre nuevo’, ante todo, debe desligarse –lo que no significa olvidarse- del pasado y del presente que lo oprimen. Martí lo reflejó no solo en La Edad de Oro, sino en numerosos escritos.

Va uno formándose criterios: amor a la libertad, identidad nacional y sensibilidad artística, porque en La Edad de Oro Martí también se refiere a la labor del ‘poeta de ahora’, o sea, del ‘artista nuevo’, cuál es su misión, cuáles son sus desafíos en los tiempos modernos:

Lo que ha de hacer el poeta de ahora es aconsejar a los hombres que se quieran bien, y pintar todo lo hermoso del mundo de manera que se vea en los versos como si estuviera pintado con colores, y castigar con la poesía, como con un látigo, a los que quieran quitar a los hombres su libertad, o roben con leyes pícaras el dinero de los pueblos, o quieran que los hombres de su país les obedezcan como ovejas y les laman la mano como perros. Los versos no se han de hacer para decir que se está contento o se está triste, sino para ser útil al mundo. (3)

El ‘hombre nuevo’ defiende, según Aguirre, sus propias costumbres y tradiciones (modos de ser), su lengua madre, su espíritu patrio (la independencia y soberanía de su nación) y su cultura. Pero el ‘hombre nuevo’ también tiene una cultura general integral y un sistema de valores, y en esta dirección van dirigidas nuestras reflexiones finales.

En al menos un escrito de cada número, el hombre de La Edad de Oro dejó sus consideraciones sobre el modo de pensar y proceder del ‘hombre nuevo’, ‘hombre del mañana’ u ‘hombre ideal’, que cada ser humano lleva intrínsecamente, que aquí resumiremos a fin de caracterizarlo: curioso (en el mejor sentido de la palabra), porque desea aprender e investigarlo todo; hábil, o sea, capaz y dispuesto a cualquier tarea o ejercicio, voluntarioso; valiente, esforzado en su quehacer; competente, diestro; inteligente, sensible, comprensivo; imaginativo, impetuoso; benévolo, solidario; útil, práctico; honrado, respetuoso; amable, bondadoso; talentoso; paciente; justo; decidido, osado; independiente, autónomo; desinteresado, modesto; responsable; creador y revolucionario.

De tales cualidades se desprende el sistema de valores martiano: honestidad (amor a la verdad y la justicia), humanismo (amor al ser humano), dignidad (valor inherente al ser humano en cuanto ser racional, dotado de libertad y poder creador; autonomía), honradez (fidelidad a la moral y a la ley), altruismo (voluntad desinteresada hacia otras personas), patriotismo (amor a la patria, orgullo nacional), responsabilidad (sentido del deber), laboriosidad (amor al trabajo), solidaridad (colaboración mutua entre las personas), antimperialismo (radicalización frente a las posiciones expansionistas de algunos países y reconocimiento de la necesidad unitaria de América Latina) y modestia (reconocimiento de los defectos y errores e inhibición de las virtudes y logros propios).

En cuanto a las enseñanzas que rezuman las composiciones de La Edad de Oro, vale destacar los resúmenes de historia de la humanidad que hace en La historia del Hombre contada por sus casas y La Exposición de París, y particularmente de nuestros aborígenes americanos en Las ruinas indias, y del pueblo de Anam (actual Viet Nam) en Un paseo por la tierra de los anamitas; las lecciones morales de Meñique, Cada uno a su oficio, Bebé y el señor Don Pomposo, Nené traviesa, El camarón encantado, Los zapaticos de rosa, La muñeca negra y Los dos ruiseñores; las explicaciones filosóficas y religiosas dadas en La Ilíada de Homero y en Un juego nuevo y otros viejos; las consideraciones acerca del arte que ofrece en Músicos, poetas y pintores; entre otras, que de abordarlas en detalle harían crecer estas páginas.

Parafraseando a Vitier: con sus cuentos, versos, semblanzas y evocaciones, La Edad de Oro quería ser, nada menos, una narración pedagógica del mundo y una invitación a mejorarlo. El entrelazamiento de ternura, ética, historia, imaginación y ciencia en que consiste su argumento, con ser tan precioso, no sería el milagro que es si no fuera por la gracia de la forma, a la vez conversacional y escrita de modo indeleble. Desde el primer escrito hasta el último, el universo se abre para el niño y el adolescente como la granada de la sabiduría.

Un análisis mucho más profundo merecen las enseñanzas filosóficas, históricas, morales, de toda índole, así como el sistema de valores, plasmados en cada uno de los cuentos, poemas y artículos de La Edad de Oro. Ello, con seguridad, constituirá objeto de estudio para futuros ensayos que vendrán de mano de interesados más avezados en el tema. No obstante, sirva el presente como una aproximación más a la obra martiana, tan necesario como el resto de los que se han hecho, por cuanto la búsqueda del ‘hombre nuevo’ es aún un asunto pendiente para los que creemos en un futuro mejor.

NOTAS
1  José Martí: La Edad de Oro, pp. 5-6.
2. Ídem, p. 5
3. Ídem, pp. 73-74

 
DEL AUTOR /Daniel Liens Fariñas

 (Santiago de Cuba, 1989)  Ha obtenido el premio Luisa Pérez de Zambrana en el 2007 y los premios colaterales del Centro Provincial del Libro y la Literatura "José Soler Puig" y de la Asociación Hermanos Saíz en la XII Edición de los Juegos Florales. En el 2008 le fue otorgado el Gran Premio de este certamen. Textos suyos aparecen publicados en la revista Sic y en varios boletines. Miembro del taller literario "Aula de Poesía" y de la AHS.

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