sábado, 28 de septiembre de 2013
El libro bújula: JUSTA MYRIAM RODRÍGUEZ BETANCOURT / Participante Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam
♣ Martí, el apóstol de Jorge Mañach, marcó su vida
Los libros —quién no lo sabe—, pueden divertir, entretener, conmover, aliviar, persuadir, hacer
pensar, enseñar…Son múltiples, y todas útiles, sus funciones, pero, para mí, la más importante se cumple cuando
un libro te ayuda a descubrir.
A los quince o dieciséis años, cayó en mis
manos el texto que abrió mi
conocimiento, y también mis sentimientos, a un mundo nuevo, el de la
propia raíz y sentido de la existencia,
más allá del lugar donde nacemos.
Se contaba en él una extraordinaria aventura: la de la
lucha por la dignidad humana, la que no da ni pide tregua, por la
que viven y, si es preciso, mueren, los imprescindibles.
Hablaba de una breve vida que alcanzó, sin embargo, para convencer a
escépticos, mover ánimos, soportar todas las calamidades, recobrarse de los
desencantos, combatir y sembrar ideas.
La narración de aquella existencia luminosa me reveló el
significado de la palabra sacrificio en
su dimensión auténtica, basada en el
amor a la justicia y la libertad.
Cada acción del personaje
contada por el autor, me iba mostrando los caminos que aquel debió recorrer en un mundo regido por
la opresión que lejos de amargarlo, aguzó su sensibilidad y moldeó su carácter.
Cada acto suyo, cada pensamiento, me servían de lección en un
aprendizaje que desde entonces, intuí, sería para siempre.
Comprendí que aquella lectura me señalaba dónde estaba el
horizonte.
A partir de
ella, comencé a buscar las palabras escritas por el protagonista de la
historia, que era mi propia historia y la de mis contemporáneos.
Mientras más me adentraba en su obra, menos me parecía su autor
distante ni remoto. Todo lo contrario;
leyéndolo, creía escucharlo para entablar con él un diálogo cercano, familiar,
lo mismo en los inflamados discursos que
en las cartas íntimas, llenas de desolación y delicadeza.
Advertí que
en su trayectoria vital, desde la adolescencia a la madurez, en la gigantesca
tarea a la que entregó familia, placeres, descanso, amores, vibró siempre el ansia de la patria. Como
diría Lino Novás Calvo: “De lo que quiera que hable, adonde quiera que dirige su
fantasía, lo sentimos urgido por un fervor de patria inlograda que presta
presión heroica y herida a toda su prosa y a todo su verso”.
Sentí en la obra que empezaba a desentrañar, el hálito del genio
anticipador. El genio de un pensamiento que proviene de una actitud crítica,
creadora, dialéctica, ante la realidad y su relación con los otros, capaz de
propiciar las claves para entender, desde el pasado, el presente.
En el ya continuo recorrido de sus escritos, me acerqué a los
diarios, confesión de sus zozobras, pero testimonio también de sus certidumbres
más plenas. Leí su revista para los
niños, en la que los adultos aprenden; sus escritos periodísticos donde se
siente el latido de lo trascendente; memoricé sus versos, salidos del corazón
en los crudos inviernos neoyorquinos…
Admiré su visión
profética que, afincada en el estudio y la observación constantes, le permitió
ser uno de los primeros en advertir el peligro mayor, y en indicarnos que
contra él sólo sería posible luchar y vencer con la unidad de nuestros pueblos
y con el concurso de todas las fuerzas sociales.
Más de una
vez, me preguntaba: ¿qué hombre era éste que podía asegurar a su madre, con
absoluta convicción en un texto perfecto, que jamás saldría de su corazón “obra sin piedad y sin limpieza”?
Al cabo de los años, las lecturas de su obra y las
interpretaciones que de ella y de su vida hacían insignes estudiosos, fueron
ayudando a mi comprensión del héroe y su mensaje, pero siempre agradeceré a
aquel texto, de modesta edición, el haberme guiado hacia un paisaje literario y
humano que aún no concluyo de explorar. Por
eso, por ayudarme a ir descubriendo ese misterio que nos acompaña, al
decir del poeta, no dudaría en afirmar que Martí, el Apóstol, de
Jorge Mañach, ha sido, entre tantos maravillosos libros leídos, el que marcó mi
vida: un libro puente, un libro brújula.
DE LA AUTORA / Justa Myriam Rodríguez Betancourt.
Periodista,
profesora e investigadora,
Premio Nacional
de Periodismo José Martí (2010)
TODOS Los premios, menciones y finalistas
GRAN PREMIO Memorias de Noé de José Orpí
PREMIO TERCERA EDAD Siempre corazón de Raúl Simón
Lauzán
Premio AUTOR NOVEL Somos una nación o no somos nada
de Anays Almenares Ávila
MENCIÓN ESPECIAL: Rezo a los maestros labradores de
libros de Rosaida Savigne
MENCIÓN Escaleras a un cielo demasiado lejos de
Rodolfo Tamayo Castellanos
MENCIÓN Neruda a flor de piel de Noel Pérez García
Finalista Yo También Volteé la cara de Jesús
Arencibia Lorenzo
Participante: el libro que marcó mi vida, venga
pues, Don Quijote de Víctor J. Ortega
Participante: El libro del náufrago de Argelio
Santiesteban
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