viernes, 20 de septiembre de 2013

HOGUERAS, la lectura que marcó mi vida: Eugenia Valdés Martínez // Finalista del Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam de Promoción de la Lectura




Quien me iba a decir que tan solo con 19 años de edad iba a cumplirse el sueño de mi corta vida: estar parada en el centro de la Plaza Roja de Moscú, casi cayendo la tarde del día 14 de agosto de 1982, de frente al Mausoleo de Vladimir Ilich Lenin.

Tenía tan solo 10 años de edad cuando me llevaron a la Librería que se encontraba en los bajos del Hotel Habana Libre, en La Habana y, sin saber como, a mis manos llegó el libro HOGUERAS, lo hojeé y vi muchas ilustraciones, todas, acerca de la vida de Volodia (como lo llamaban de niño)  y Lenin (como lo conoció el mundo entero). Esto atrajo mi atención, en esa misma Librería, había un libro de una obra de Lenin, cuyo nombre no recuerdo y un diccionario español-ruso de bolsillo. Yo no sabía nada de ruso, mi madre y mi hermana, más pequeña que yo, tampoco, pero los compré.

Al tener el libro Hogueras ya en mis manos, lo leía con intensidad tremenda y  cada ilustración la imaginaba como si estuviera recorriendo esos lugares.

Hubo un lugar con el que soñé esa noche y muchas otras: el Mausoleo de Lenin en la Plaza Roja. Me veía allí, en esa inmensa calle adoquinada y me sentía la niña más feliz del mundo. Ese era mi sueño más preciado, pero no había forma de que un día se hiciera realidad. Recuerdo que en la pizarra del aula escribía con letras rusas mi nombre y que prestaba mucha atención a las clases de idioma ruso que se impartían en la televisión. Era casi una obsesión.

Estando en el Instituto preuniversitario, ya en el último año, llegaron carreras para cursar estudios superiores en la URSS. Se debían solicitar tres opciones y eso hice, pero sin esperanzas de que alguna me fuera otorgada, a pesar de que tenía muy buen promedio. Y cual fue mi sorpresa cuando, pasados unos días, me comunican que se me había otorgado la carrera que había  solicitado en primera opción, ¡no lo podía creer!, ¿sería que mi sueño se haría realidad? Desde ese día me esforcé mucho, aprendí lo mejor que pude el idioma ruso, acariciaba mi pequeño diccionario y no me cansaba de repasar una y otra vez la fotografía de los pioneros ante el Mausoleo de Vladimir Ilich Lenin en la Plaza Roja de Moscú.

Mis estudios en la Facultad Preparatoria de la Universidad de La Habana concluyeron de forma sobresaliente y el 11 de agosto de 1982 salía, por primera vez, de Cuba, rumbo a la Capital de la URSS, Moscú.

Fueron varias las escalas que hicimos durante el viaje y, finalmente, en horas de la tarde del día 14 de agosto de 1982, llegamos a Moscú. Allí nos esperaba un grupo de compañeros y me acerqué a uno, le pedí, casi le imploré, que me llevara a la Plaza Roja para ver de cerca el Mausoleo de Lenin, que era lo único que quería. Me respondió que cuando dejáramos el equipaje, sin falta, me llevaría. No quería comer, nada quería tampoco, solo ir allí, al lugar venerado en mis sueños infantiles, a hacer realidad estos sueños.

Y así fue como, en aquella tarde gris, me vi, por primera vez y con solo 19 años, en la Plaza Roja, frente al Mausoleo que guardaba al inmortal Lenin y lloré, lloré como una niña pequeña y con una emoción infinita, estaba en el mismo lugar donde aquellos pioneros soviéticos juramentaban su lealtad a la Gran Revolución Socialista y al Partido Comunista, allí estaba, solo unos pocos metros me separaban del gran Lenin, guía del pueblo ruso, soviético y fundador del primer estado socialista del mundo, solo unos pocos metros, pero me conformaba con estar allí y admirar la grandiosidad de ese lugar histórico, legendario. Me tendría que conformar tan solo con ver el cambio de guardia de los soldados que custodiaban el Mausoleo, ¡impresionante!

Pasaron cerca de cinco meses y volví allí, pues la ciudad donde me toco estudiar se encontraba distante, esta vez sí pude entrar y, ¡por fin!, ver a Lenin en su delicado y profundo descanso, pero imponente, parecía decir:¨les dejé un legado, ¡acátenlo, continúenlo!¨. Me sentía grande, con mucha fuerza y valor. A partir de ese día supe de verdad lo que quería hacer  con mi vida.


Cinco años más tarde concluía mi carrera, graduada con Diploma Rojo y con honores en la carrera de Jurisprudencia y, además, con Título de Profesora de Idioma Ruso.

¡Quien me lo iba a decir!, un libro, compendio de autores todos de la vida y obra de Lenin, cuya lectura marcaría mi vida para siempre.

Ya han pasado más de treinta años, soy profesional del Derecho, hija, esposa y madre orgullosa, pues el legado que dejó Lenin, en lo que me tocó, lo acaté, lo continué. Ese libro, hoy es de mi hijo, de mi pequeño, que se acaba de graduar de Ingeniería Automática en la CUJAE y quisiera que él lo trasmitiera a sus futuros hijos, mis nietos.

Y si, en esta parte del mundo, en mi Cuba, existe una persona a la que la lectura de la vida de Lenin marcó su vida y la de su descendencia. Estoy orgullosa.

 EUGENIA HAYDEE VALDÉS MARTÍNEZ

(Licenciatura en Derecho, Universidad  Estatal  Ivanovo, URSS. Profesora idioma ruso en la misma universidad. Master en Derecho Mercantil y Financiero, Universidad de Barcelona, España. Abogada del Bufete Colectivo de Guanabacoa, La Habana

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