domingo, 15 de septiembre de 2013
EVA
Eva Griñán en la Casa de la Trova de Santiago de Cuba junto
a su guitarrista acompañante Gabino Jardines)
Reinaldo Cedeño Pineda
Hay días
que son una mordida. Hay días de correr hasta el fin. Hay días que no
deberían ser. Al pasar por la casa de al Trova, vivía uno de esos, cuando una
voz rasgó la oscuridad…
Tengo en el pecho una llaga
que me la abrió tu desdén
Algún día, Dios lo haga
la sentirás tú también
todo en la vida se paga
¿Quién
leía mis pasos? ¿Quién acentuaba la
frase, la desgranaba, la hacía flamear? ¿Quién se atrevía a tocar la tierra?
.Eva,
como la primera mujer; Eva, con la sencillez conmovedora del rincón, del pequeño escenario, chocando la
madera de las claves, con una flor en la cabeza, rodeada de los viejos
maestros, rítmica, rotunda, poderosa. Eva, demostrando que la tristeza tiene su
música, que hay días que son una canción.
Eva se
apareció en mi vida una noche del teatro Oriente. Hoy anda cayéndose a pedazos,
pero entonces era luces. Cuarteto Proposición Cuatro. Me removí en el asiento. La esperé a la
salida. No sé si estoy trastocando
recuerdos, uniendo evocaciones, mas la curiosidad del periodista, ya iba
conmigo.
Cada
entrevista es beber de un suspiro el aliento de una vida La primera con Eva fue una descarga. Me contó
de Karina mi noviembre azu y Daniel
Vázquez, del Benny Moré y del Festival Lira de Oro; pero es una anécdota, una
gema, la que guardo, la que no puedo olvidar. La escucho ahora mismo:
La gira del Orfeón Santiago por Europa del
Este, en el último año de los setenta, fue comentada en muchas publicaciones. José Armando Garzón y Eva Griñán eran los solistas.
Dos robles.
A
diapasón limpio, derritieron la nieve. En uno de esos conciertos, se acercó una
señora que conocía muy de cerca el ámbito coral. La emoción no la dejó. Subió unas
manos temblorosas a la altura de la cabeza, se quitó los pendientes y se los
extendió a Eva, con una reverencia.
Hay instantes
que valen una vida
No hay
que decir cuantas veces me la encontré, cantándole a la virgen, a la patria, a
su padre. Cuanto le profecé mi admiración, en una nota, en la reseña discográfica,
en la crítica de un concierto. Cuanto se lo dije personalmente.
No hay
que escatimar amor, la vida es un suspiro.
Escribir
de los grandes, de los fieles es un honor.
Pero
no sé que hago aquí, cuando debería estar aplaudiéndole. Su voz rueda por el
barro, rebota en las montañas, surge de los adoquines ¿Estaréis sordos?
No
hablaré de septiembre, de días que son
una mordida, de días que no deberían ser. Eva me demostró una tarde, que la
tristeza tiene su música, que hay días que son una canción.
(Escrito para la Peña de José Aquiles,
Santiago de Cuba, 14 de septiembre de 2013)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario