miércoles, 18 de septiembre de 2013
LUNAS DE MAYO: Mabel de la Caridad Aguilera Rodríguez // MENCIÓN Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam de Promoción de la Lectura
♣ Como impactó su vida el libro Las Impuras de Miguel de Carrión
Luna
nueva
Nací a principios del último cuarto del
siglo anterior, durante las
lluvias del mes de mayo, cuando brotan los retoños y reverdece la
primavera. Supongo que la
naturaleza me concedió el mayor
de los regalos, pues dicen que mi asomo al mundo fue a través de la policromía de una luna nueva, tal vez
como señal indubitada de los
cambios que acontecerían en mi futuro.
De la mano de mis padres crecí
como una princesa ensoñecida por
los cuentos de Andersen, pero con la curiosidad no malsana de la inocencia
infantil, que más tarde me entregó a una adolescencia inquieta y rebelde ante
los tabúes, las limitaciones, los silencios y los sin permiso de ese tiempo..
Así fue, como con doce años y mientras
buscaba otra cosa, descubrí
accidentalmente en mi casa un
libro que se encontraba bien escondido encima de un escaparate donde se suponía que “nadie” lo alcanzaría;
creo que
desde ese mismo momento, la
novela Las impuras del autor cubano
Miguel de Carrión cambió mi vida para
siempre, pues sin conocer siquiera
de qué se trataba, me dediqué
a leerla en secreto, seducida por
el misterio de lo prohibido, lejos de la vista de quien allí la había colocado.
Tal vez,
mis padres conocedores de mi gusto por la lectura, pensaron en aquel entonces que esa novela no
era apta para una chiquilla de tan poca edad, educada -como fue mi
caso- dentro de las normas más rígidas de la moral y las
costumbres, quizás por eso, la ocultaron. Me atrevo a asegurar que todavía algunas personas consideran que la
obra trata sobre temas muy fuertes y delicados
para conversar y debatir con muchachitas.
Me adentré tanto en la intimidad de los personajes
que pude entender las contradicciones y pasiones que arrasan el alma
femenina, principalmente cuando se trata de
temas tan controvertidos como el sexo y la mujer frente
a una sociedad machista. Allí estaba
Teresa Trebijo, quien pese a su rectitud
y a la fortaleza con que pretende de asumir su
emancipación, finalmente es
aplastada por la intransigencia de su hermano José Ignacio y el abandono de su amante Rogelio.
La novela
también constituye un
acercamiento al marco social e individual de la
prostitución, con un retrato que impacta por la descarnada descripción
del bajo mundo, donde se desenvuelven
personajes como Carmela la Aviadora , prostituta de
alto rango que se mueve sobre ruedas u otras de más bajo nivel representada por Carlota, quien entrega los
ingresos monetarios que percibe, al
chulo que la explota. En medio de todo ese ambiente, Teresa Trebijo trata
de luchar, pero finalmente no le queda
más remedio que sucumbir ante el mundo de la prostitución, de ahí que la sociedad
haya acuñado el término de “impuras” al calificar tanto a las prostitutas como
a las amantes de hombres casados, incluyendo todas aquellas que perdieron su virginidad sin poder legitimar un matrimonio.
Lo cierto es que la lectura de esa
novela fue para mí el despertar a una
realidad distinta a la fantasía de las hadas madrinas y los príncipes azules y supe por primera vez del sabor agrio de ciertos problemas como el
desenfreno del sexo sin
alma, la mentira y la doble moral que
mancharon a la Cuba
mediatizada de 1919. Además, me hizo
comprender, aún con mi escaso discernimiento, el alcance de aquella sucia
reminiscencia que sigue pretendiendo traspolarse a
estos días, enmascarándose ahora
con tintes y matices diferentes, a
pesar de tantos años, tantos
cambios, tanta vida…
.
Luna de cuarto
creciente
Me casé temprano y con veintiún
años ya me estaba divorciando de
mi esposo para marcharme de su casa, en
la cual me había convertido en un mueble más. Luego de cargar con
mi bebita de diez meses en los
brazos, una maleta llena de pañales y
los estudios superiores sin concluir; supe que era conveniente y
necesario empezar a crecer.
Tenía mucha juventud y energía para
lograrlo, aunque en medio de un verdadero
“período especial”, donde la situación económica era deprimente para
todos, no existían muchas opciones para encarrilar mis aspiraciones. De igual
manera, debía asumir la gran responsabilidad de la crianza de mi hija y no
podía fallarle. Por eso, empecé a trabajar de mesera en el restaurante de
un hotel, dedicado al turismo
internacional y durante los fines de semana estudiaba la carrera de
Derecho que había reiniciado en la Universidad. Fue
así, como conocí a Mario y a Kendra, quienes marcarían mi camino posterior.
Mario era
abogado, todo un galán de telenovelas: inteligente, bien parecido, con
experiencia en el arte de conquistar y convencer, siempre triunfador. Se acercó
con el pretexto de mostrarme algunos formularios jurídicos y enseñarme
mecanografía, pronto nos entendimos muy bien y me enamoré de él. Todo lucía
perfecto, excepto el hecho de que estaba
casado y yo era su querida, lo que
atrajo el consiguiente rechazo de mis padres y de muchas personas cercanas ¿Me considerarían otra
impura por amar y entregarme a un hombre casado? De ser cierto, nunca me importó. Como tampoco me importaron
los comentarios, pues si de algo estaba segura era de que al fin y al cabo, yo
no sería otra Teresa Trebijo a merced de ningún
vividor sinvergüenza como Rogelio.
No obstante, las férreas cadenas de los
prejuicios sociales se mantenían atadas como un lastre a un entorno social que
estaba cambiando, donde pugnaban las
nuevas ideas sobre la liberación
económica y sexual de la mujer contra los residuos de un puritanismo
falso. No, decididamente ya no estábamos en la época de Teresa Trebijo.
Kendra, por su parte, fue mi compañera de trabajo y yo su
confidente más cercana, a pesar de nuestras diferentes formas de pensar y
actuar. Ella también había atravesado momentos difíciles en su vida que la
inclinaron a buscar la escapada más fácil en los turistas del hotel, para lo
que llamaba “hacer el pan “. No quería ser una jinetera de poca monta -me decía-. Soñaba con volar muy alto y tener
dinero en el bolsillo para darse a todos los placeres, sin embargo, sólo
lograba caer en el abismo de su propio desaliento para significar una imagen desdibujada de Carmela la Aviadora. Ahora
lamento mucho no haber tenido la madurez necesaria para ayudarla y ser simplemente su consejera en aquel
momento. Únicamente la experiencia y la preparación que alcancé años después me
harían comprenderlo.
Luna
llena
El plenilunio de una mujer se obtiene cuando logra vencer sus metas personales,
familiares y profesionales y el mío se produjo con grandes sacrificios de por
medio.
Hace mucho tiempo que me separé de Mario,
luego de cansarme de arrastrar una
relación sin perspectiva, que me hizo descubrir al Rogelio en que se
había convertido mi amante. Mi
etapa como mesera en el hotel también quedaría atrás, pues tan pronto hube de graduarme comencé a ejercer
mi profesión de jurista.
El clímax
llegó cuando tuve que enfrentarme
a Kendra. Después de muchos años sin
vernos, ahora nos encontrábamos
en un Tribunal de justicia penal que la juzgaría por los delitos de prostitución y
proxenetismo. Aquella Kendra que
estaba ante mí, a quien en otros tiempos me unió un vínculo de
amistad, se había transformado
en otra persona distinta y
ajena. Así lo expresaban sus tatuajes y
ademanes, que hablaban por sí
mismos de la corrupción moral de su
espíritu. Kendra, la cazadora -de esa manera la
llamaban en el mercado del sexo- llegó a la mediana edad con
largas noches de alcohol e insomnio,
que hicieron esfumarse poco a
poco su belleza y frescura, dedicándose
a buscar
clientes extranjeros para las
prostitutas que estaban bajo su mando.
Me
habló en voz baja y con la mirada
caída, pidiéndome ayuda para que
intercediera por ella y no le aplicaran una sanción muy severa. En ese momento pasaron por mi mente aquella etapa
de nuestra juventud lejana. Frente a mí, también estaban las
muchachas que utilizaba Kendra en su oficio de proxeneta,
todas eran casi niñas; me hicieron pensar
en mi hija.
Reflexioné
profundamente sobre las consecuencias
éticas y legales del problema de la prostitución y la necesidad de luchar definitivamente contra ese mal desde mi posición de jurista. Aquella situación ameritaba una decisión de mi parte,
donde no hubiese lugar a las
dudas. Tampoco ahora podía equivocarme.
Luna
de cuarto menguante
Hoy me he sentado un rato a descansar en el sillón que está junto a
la ventana. Miro hacia la calle y la
gente camina con prisa, tratando de llegar a alguna parte o como si el tiempo
resultara corto. Ya he visto envejecer más de cuarenta almanaques, que me han
servido para aprender un poco acerca de la importancia de los valores humanos,
los cuales empezaron a cimentarse en mí a partir de una lectura que cambió mi
vida.
Bebo despacio un sorbo de café,
observando en silencio la sentencia
que consigna la sanción impuesta
a Kendra por el Tribunal: se trata de trabajo correccional con
internamiento. Creo que es justa y merecida; ahora es el momento de
acercarle mi mano otra vez.
Luego converso con mi hija, capullo recién abierto a un porvenir que
tiende a ser mejor. Le explico que el mundo no vale nada sin amor y que el amor no vale nada
cuando se da por dinero; que la virtud de una mujer no está en la integridad de
su himen, sino de su carácter y que no
tardará en llegar el ocaso de los vicios
como la prostitución, porque es
un fenómeno social que está menguando.
Ella hojea atentamente algunas páginas
de Las impuras, el libro que le regalé con mucho
cariño cuando cumplió doce años y me
dice que tal vez, esta noche la luna no
brille con todo su esplendor, pero
mañana, sin falta, saldrá otra vez la
luna nueva.
(El trabajo ganó además los premios otorgados
por la Federación
de Mujeres Cubanas (FMC) y la emisora Radio Siboney)
MABEL DE LA CARIDAD AGUILERA
RODRÍGUEZ (Santiago
de Cuba, 1967). Licenciada en Derecho (1995)
Especialista en Asesoría Jurídica (2007)
y Master en Ciencias (2009). Se desempeña como jurista e imparte docencia. Ha participado como delegada en varios eventos y congresos
nacionales e internacionales. Es autora
de ensayos, artículos y otras obras publicadas a través de la
Unión Nacional de Juristas de Cuba y del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales de Madrid,
España. Ha recibido varios premios y reconocimientos También
escribe cuentos y relatos breves sobre temas contemporáneos. Actualmente labora en la Empresa de Equipos
Industriales en Santiago de Cuba.
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