miércoles, 25 de septiembre de 2013
ALFREDO VELÁZQUEZ / Hay aplausos que nunca terminan
(La muerte de Alfredo Velázquez ha conmocionado a su natal Guantánamo y al mundo de la cultura en Cuba)
Reinaldo
Cedeño Pineda
Hay días que son una mordida. Hay días que
no deberían ser.
La
última vez que lo vi, me iba al extremo de Cuba, a atravesar la niebla. Alfredo
se iba a atravesar el Océano. Pinar del Río y Londres. Los libros y la danza.
El destino era el mismo: la pasión. Nos fuimos hablando hasta la casa de 19 y E
en el Vedado. Solo unas cuadras para ponernos al día. Frente al busto de Dulce
María Loynaz nos despedimos con un abrazo.
Un
abrazo vale más que un discurso.
Cuando
en 1998, muere Elfriede Mahler, fundadora de Danza Libre, Alfredo asumió la
dirección de la Compañía.
Su doble línea contemporánea y folclórica fue un reto extraordinario.
Era joven, muy joven. Y debió subir la cresta de la ola.
Me
invitó a una de sus temporadas. Asistí a uno de los encuentros de maestros de
danza que propiciaba su compañía. Halló inspiración en el Big Ben, en El Tíbet;
en un poema de Boti, en La Loma
del Chivo. Disfruté obras suyas en todo el archipiélago: Lorca, yoruba,
intimidad, todo mezclado.
Llegaron
los premios y los viajes: El Guamo, el Lorna Burdsall, la Distinción por la Cultura Nacional.
El Reino Unido, el continente americano, la Isla. Guantánamo
en el músculo, en el aire. Cuba con él. Y Alfredo siguió igualito, bailando con
sus ojos y sus alumnos, orgulloso de tocar su tierra.
Era
un hombre de sueños y los supo defender. Danza Libre fue su flama.
Hay días que son una
mordida. Hay días que no deberían ser. Hay aplausos que nunca terminan.
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4 comentarios:
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Tengo una colección de crónicas: Ser periodista, Los locos y las puertas y esta de Alfredo, que les leo a estudiantes de grado 12 que harán las pruebas de aptitud de Periodismo, para que conozcan el género y a sus mejores exponentes, y hacerles crecer el bichito de este hermoso oficio. También se las leo a los periodistas de mi semanario. Este año competí en el Concurso de Cienfuegos, pero sé que estaba en medio de profesionales a quienes les corre la crónica en las venas. ¡Felicidades!
Te debía este comentario, a ti por haber escrito esta preciosa crónica a nuestro amigo común, Alfredo Velázquez, y a él por haber sido la gran persona que fue.
Me encanta tu blog y tu manera de decir.
Un abrazo desde Guantánamo
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