jueves, 26 de septiembre de 2013
“La hoja del poeta” cayó sobre mis pies: DORIS ERA AMELIA GONZÁLEZ / FINALISTA Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam de Promoción de la Lectura
♣ Como marcó su vida un libro de Samuel Feijóo
“La Hoja
del Poeta”, libro publicado por el escritor cubano Samuel Feijóo, me dejó
huellas tan profundas que cambiaron mi visión del escritor, me permitieron descubrir su poética y
nacieron en mí nuevas interpretaciones sobre ella.
Descubrí la lectura
desde pequeña, a los cuatro años, y en brazos de mi madre. Una tarde en “La Moderna Poesía ” de La Habana ella había adquirido
el libro argentino ¡UPA! y comenzó a
enseñarme las primeras letras.
Después llegaron las
lecturas de forma más organizada: los libros de cuentos infantiles: “El patito
feo” con el que me identificaba, “Cenicienta”, “Caperucita roja”, “Blanca
Nieves y los siete enanitos”, “La bella durmiente del bosque”, “La edad de
oro”, entre otros, y el libro Cuarto de Lectura que mamá utilizó de niña en el
colegio ” Los Amigos” de Holguín. Allí descubrí también la poesía que comencé a
recitar.
En mi vida de
adolescente y joven era una lectora que devoraba páginas y páginas de novelas,
cuentos, libros de viajes y aventuras, poesía, y cuanto texto caía en mis
manos, hasta que decidí estudiar la carrera de Letras en la Universidad. Me
encontré con la maravillosa creación de la literatura universal, la
hispanoamericana, la cubana, Fueron
tantos los libros que me marcaron en las diferentes etapas de mi vida que sería
imposible enumerarlos.
Pero un libro me ha
dejado una huella indeleble que ha permanecido a través del tiempo Estudiaba el
tercer año de la carrera en la Universidad Central
de Villa Clara. En uno de los recesos alguien entró al aula y corrió la voz que
el Departamento de Folklore lo habían
cerrado y estaban regalando los libros de Samuel Feijóo a los estudiantes.
Samuel,
mi vecino y amigo desde la niñez, ¿qué le habría ocurrido?, me preguntaba. El dirigía ese
departamento desde años atrás y tenía una obra monumental. Después lo supe:
como casi siempre, incomprensiones. Sin pérdida de tiempo corrí al lugar
indicado. Los estudiantes cargaban con los libros entre sus brazos. Algunos los
habían echado en jabas y yo, que parece había llegado demasiado tarde, sólo
alcancé un ejemplar bastante deteriorado por el tiempo de un texto del escritor
publicado en 1957 titulado “La hoja del poeta”.
Me sentí afligida. Samuel era casi de la familia. Era amigo de mis padres, lo
conocía desde niña y hace años éramos vecinos en Cienfuegos.
Admiraba a ese
hombre enigmático. Sabía de sus investigaciones folklóricas, de su narrativa,
de la famosa novela “Juan Quinquín en Pueblo Mocho”, y sobre todo era muy
conocido en Cienfuegos por sus ocurrencias hilarantes que todos comentaban. Era
un personaje popular.
En su trato conmigo
y mi familia era amable, cercano y abierto. Descubría sus sentimientos y
sufrimientos ante mis padres. Les pedía consejos para la educación de su hija
por el fallecimiento temprano de su esposa Isabel y su responsabilidad con la
pequeña.
Pero lamentablemente
desconocía, como le sucede a muchos, que era uno de los mejores poetas cubanos
del siglo XX. El poeta de la naturaleza por excelencia.
. En cuanto llegué a casa revisé el tesoro encontrado.
Empiezo a hojear el libro y parece que “las hojas del poeta” cayeron sobre mí
en una lluvia infinita. Cada línea me hacía meditar porque como el escritor
afirmaba eran sus “asientos espirituales”. Desnudaba su alma ante el lector.
Empecé a conocer mejor a aquel hombre tan eminente que como “caminante montés”
andaba y desandaba los campos cienfuegueros cada día, acompañado de su raído
sombrero guajiro, un jabuco pobretón con unos cuantos platanitos y miel de
abejas, pero su alma cargada de luces.
Descubrí que “la
hoja” era más que una página en blanco, era también la hoja olorosa de la
campiña donde muchas veces escribía sobre ella nuestro vecino, mientras aspiraba
la clorofila que expelía a borbotes.
Me deslumbré con
aquel poeta gigante que seguí estudiando. Busqué sus otros libros de poesía y
descubrí que su sistema poético creativo estaba descrito entre las líneas
quizás un poco desordenadas de ese libro de madurez que tenía entre mis manos.
Entre las páginas
amarillentas del libro fui entresacando sus ideas filosóficas, ontológicas, estéticas y estilísticas, sus
principios éticos, su manera muy a lo “Samuel” de sentir y apreciar la
religión, su poesía “tanática” y cósmica, la presencia del amor en su obra y en
su vida.
Ese libro me llevó a
crear un nuevo libro sobre la poética de mi querido vecino. Lo concluí un día y
pude saber entonces que aquel texto que había llegado a mis manos casi por
casualidad, había sido un regalo, una bendición, para hacerme crecer como
lectora y escritora.
Un libro es mucho más
que un medio para aprender, adquirir cultura o disfrutar de ese placer
como entretenimiento. Un libro puede ser
una fuente de creación, la chispa que encienda la hoguera creativa del lector
para crecerse.
“La hoja del poeta”
cayó sobre mí. Y como “hoja”, al fin, llevaba una simiente escondida que creció
en raíces y ramas. Nació el árbol que floreció. Ojalá que pueda con su sombra
hacer brotar la inspiración en otros.
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