sábado, 6 de octubre de 2012
Reflexiones sobre LA AMISTAD
Teresita de Jesús Madlum
Payás
En una reunión de amigos
amantes de las letras, leí una poesía que impactó a todos, y muy especialmente
a Reinaldo. Su nombre: Amigos.
El 28 de enero se cumplió un
aniversario del nacimiento de aquel genial amigo, que sufrió el dolor de los
grilletes en las canteras de San Lázaro, José Martí: ¡Qué prueba de amistad a
edad tan temprana! Es por eso que quiero plasmar aquí sus palabras acerca de la
amistad: “si me preguntan cuál es la palabra más bellas diré patria, y si me
preguntan por otra casi tan bella, diré que es la amistad”.
La presencia de un amigo
fortalece en los amargos momentos. Demostrado está que la amistad duplica las
alegrías tanto como divide las angustias, los dolores y las penas al tener con
quien compartirlas.
Son muchas las personalidades
que en el mundo han conceptualizado la amistad. George Washigton, por ejemplo,
expresó: “La amistad es una planta de lento desarrollo que debe enfrentar y
resistir los embates de la adversidad para merecer esa denominación”.
De los diferentes conceptos,
que acerca de la amistad conozco, es este el que considero más completo en sí
mismo, y desde que lo leí ―hace ya muchos años—, lo grabé en mi memoria.
Cierto es, que hay personas que
durante años Ud. ha considerado como amigo, ha sido frecuente visita de su casa
y de pronto no se les ha visto más, no se les ha oído, y surgen entonces
aquellas interrogantes: ¿Dónde están? ¿Qué pasó? Si éramos como familia, sí
éramos como hermanos…
Pero luego, al pasar el
tiempo, Ud. comprende cuál es la razón y vuelve los ojos a ese sobresaliente
hombre, a Rabindranath Tagore: “la verdadera amistad es como la fosforescencia,
resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido”. Sabias palabras del hindú,
pues cierto es que precisamente en la adversidad conocemos a nuestros amigos, y
qué dulce es sentir una mano en tu hombro, o sólo su presencia en los difíciles
momentos.
No soy poeta, pero hay
momentos en que también desgrano versos, como los que escribí hace más de un
año. Dicen así:
Una oda a la amistad
hay que escribirle poeta,
a la amistad verdadera,
sagrada, aunque no perfecta.
El amigo verdadero es aquel
que aunque se ausente
en los momentos difíciles
en los más duros momentos
aparece como un rayo:
Su presencia se hace luz
su silencio es elocuente,
qué bellas palabras dice:
¡aquí estoy, estoy presente!
Ser amigo es socorrer a la
persona en un momento adverso de cualquier índole, aunque sólo sea apoyándola
espiritualmente: eso sólo basta, es un paliativo para el alma.
Alguien dijo: “Los buenos
amigos son como las estrellas, no siempre se ven, pero sabes que están ahí”.
También sé de los buenos
amigos, por ejemplo “el abuelo”, personaje de nuestra historia, cuyo hermoso
gesto siempre llevaré en lo íntimo de mi corazón y mi conciencia, pues me dio
una gran prueba de amistad, de compañerismo al atender el llamado de un amigo
que no estaba en buenos momentos.
Dicho y hecho: “Dígale a
César que si me necesita, sólo tiene que venir donde yo estoy”. Eso, después
de, a modo de disculpa, explicar las serias razones que le impidieron llamar
antes. ¡Qué abuelo ese, verdadero compañero!
No por gusto dijo Martí: “¿[…]
el sangrar juntos de una misma herida no ha de hacer a los hombres sinceros
amigos?”.
Junio 2012
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1 comentario:
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