domingo, 14 de octubre de 2012
Sobre los OFICIOS de la ALABANZA
JOSÉ MARTÍ
La generosidad congrega a los
hombres, y la aspereza los aparta. El elogio oportuno fomenta el mérito; y la
falta del elogio oportuno lo desanima. Sólo el corazón heroico puede prescindir
de la aprobación humana; y la falta de aprobación mina el mismo corazón
heroico. El velero de mejor maderamen cubre más millas cuando lleva el viento
con las velas que cuando lo lleva contra las velas. Fue suave el yugo de Jesús,
que juntó a los hombres. La adulación es vil, y es necesaria la alabanza.
La alabanza justa regocija al
hombre bueno, y molesta al envidioso. La alabanza injusta daña a quien la
recibe: daña más a quien la hace. La alabanza excesiva repugna con razón al
ánimo viril. Los que desean toda la alabanza para sí, se enojan de ver
repartida la alabanza entre los demás. El vicio tiene tantos cómplices en el
mundo, que es necesario que tenga algunos cómplices la virtud. Se puede ser, y
se debe ser cómplice de la virtud. Al corazón se le han de poner ala, no
anclas. Una manera de arrogancia es la falsa modestia, a la que pasa como a los
sátiros cansados, que siempre están hablando de las ninfas. Desconfíese de
quien tiene la modestia en los labios, porque ése tiene la soberbia en el
corazón.
La alabanza al poderoso puede
ser mesurada, aun cuando el mérito del poderoso justifique el elogio extremo,
porque la justicia no venga a parecer solicitud. A quien todo el mundo alaba,
se puede dejar de alabar: que de turiferarios está lleno el mundo, y no hay
como tener autoridad o riqueza para que la tierra en torno se cubra de
rodillas. Pero es cobarde quien ve el mérito humilde, y no lo alaba. Y se ha de
ser abundante, por la ley de equilibrio, en aquello en que los demás son
escasos. A puerta sorda hay que dar martillazo mayor, y en el mundo hay aún
puertas sordas. Cesen los soberbios, y cesará la necesidad de levantar a los
humildes.
Tiene el poder del mundo, aun
cuando no es más que sombra del poder pasado o del que viene, el estímulo
constante del reconocimiento de cuantos temen la soledad, o gustan de la alta
compañía, o se sienten el ánimo segundón, o van buscando arrimo. El que en el
silencio del mundo ve encendidas a solas la luz de su corazón, o la apaga
colérico, y se queda el mundo a oscuras, o abre sus puertas a quien le conoce
la claridad, y sigue con él camino.
El corazón se agria cuando no
se le reconoce a tiempo la virtud. El corazón virtuoso se enciende con el
reconocimiento, y se apaga sin él. O muda o muere. Y a los corazones virtuosos,
ni hay que hacerlos mudar, ni que dejarlos morir. El mundo es torre, y hay que
irle poniendo piedras: otros, los hombres negativos, prefieren echarlas abajo.
Es loable la censura de la alabanza interesada. Cuando consuela a los tristes,
cuando proclama el mérito desconocido, cuando levanta el ejemplo ante los
flojos y los descorazonados, cuando sujeta a los hombres en la vida de la
virtud, lo loable es la alabanza.
Y cuando a un pueblo se le
niegan las condiciones de carácter que necesita para la conquista y el mantenimiento
de la libertad, es obra de política y de justicia la alabanza por donde se
revelan, donde más se las niega, o donde menos se las sospecha, sus condiciones
de carácter.
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