♣ Crónica homenaje a la
periodista Bárbara Bolerí Izquierdo en la Peña “Letras Compartidas”. Biblioteca Elvira
Cape, 19 de octubre de 2012. Santiago de Cuba
TEXTO: Reinaldo Cedeño Pineda
FOTOS: Patricia Aportela Gilling
1.
Tal vez, profesora Bárbara,
no recuerde a aquel joven díscolo, aspirante a
periodista que la miraba detenidamente, con cierto aire de provocación,
quizá de impertinencia, la impertinencia de los años mozos.
Tal vez no recuerde, profesora Bárbara
aquel diálogo inusitado en una de las aulas de la Universidad de Oriente,
a finales de los ochenta:
―Alumno, ¿usted no copia?
―No, profesora, yo atiendo.
Me parece estar allí, ahora
mismo. Miro por sobre el hombro, en un lento paneo a mis compañeros, a los más cercanos, a los que no veré nunca más.
¿Qué impresión le causaría
aquel estudiante, profesora Bárbara? Nunca lo supe. Es posible que sea un
pasaje perdido, pero lo entrego ahora como exorcismo a la memoria: si de algo valiese
una disculpa veinte años después, aquí se la dejo, en público.
(Peña Letras Compartidas. Invitada y anfitrión: Bárbara Bolerí y Reinaldo Cedeño)
La profesora bajó del estrado.
El alumno guardó sus apuntes, pero nunca dejó de atenderla.
Mi madre la admiraba. Más de
una vez escuchamos juntos el programa Concierto
Informativo. Ella se quedaba absorta.
Las noticias también pueden tener su concierto. CMKC lo demostró.
Yo escuchaba el programa por los
ojos de mi madre, mientras Bárbara, profesora desde un aula mayor, tocaba a los
entuertos por su nombre, como “un látigo con cascabeles en la punta”.
Concierto informativo, el de aquel entonces, es un capítulo de oro en el
periodismo santiaguero, y más allá. Un espejo donde mirarse en tiempos
procelosos. Ella está ligada a esas páginas para siempre.
Bárbara Bolerí
Izquierdo tiene el don. El don esquivo, inatrapable de la comunicación.
Su nombre es un sello. Su voz no es un arrullo,
es un torrente. Ella convence desde la primera vez.
No hablo de perfección, hablo
de carácter.
Mario Benedetti escribió en
un poema antológico: “el coraje tan dócil / la bravura tan
chirle / la intrepidez tan lenta / no me sirve (…) / el grito tan exacto / si
el tiempo lo permite / alarido tan pulcro / no me sirve”
Cuando lo leí por primera vez,
pensé en Bárbara. Será porque ella va desgranado la vida con la energía de cada
momento. Ella va reinventándosela al paso, la va descubriendo, regalándola a
los demás con generosidad.
El periódico es
un pase a la eternidad. La televisión es el asombro. La radio es la
esencialidad. No vale si eres más o menos hermosa, más o menos joven. Allí sólo
vale la voz, sólo vale la idea.
Esa ha sido su academia. Su
reino.
Desde su apartamento en las
alturas, en la Avenida,
Santiago de Cuba se asoma como una cinta de plata, como un anfiteatro. Suelen
conversar en las mañanas. Ella y su ciudad.
Estoy allí mientras escribo
estas palabras.
Por eso nunca me he permitido
otra irreverencia. Se lo he dicho de muchas maneras: ella nunca ha dejado de
ser mi profesora.
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