Reinaldo Cedeño Pineda
escribanode@gmail.com
Acaba de concluir el 8. Congreso de la UPEC (Unión de Periodistas de Cuba), en el Palacio de las Convenciones de La Habana, bajo el lema “Conocer, reflexionar, informar”. [1]
Las circunstancias internas e internacionales que hoy se viven son otras, mas indefectiblemente vino a mi mente el Congreso anterior desarrollado en marzo de 1999, bajo la consigna “Mejor periodismo, más Revolución”
Si hasta ahora no había escrito sobre el tema, es porque siempre consideré que nada hice fuera de lo común como para andar señalándolo, más allá de aportar las ideas que desde mi aún breve ejercicio periodístico (en 1999, tenía cerca de ocho años en su desempeño), estimaba podían servir a otros. Detesto la fatuidad, y no iba a ser yo quien andara haciéndolo de mutus propio.
Si ahora me animo a compartir algunos apuntes es sólo porque en algún momento del cónclave recién finalizado, se hizo referencia a mis planteamientos. (Más detalladamente: lo hizo Esteban Lazo, vicepresidente del Consejo de Estado). Esa referencia no quedó en el plenario, lo vio toda Cuba a través de la pantalla televisiva.
¿Habían encontrado su cauce, las ideas que vertimos entonces, despejadas de las incomprensiones, o de las tergiversaciones que algunos le agregaron por el camino?.... Me aprieto a esa razón.
Hago un ejercicio de introspección para viajar casi una década atrás. He tenido que revisar notas, periódicos y fotos. Si el tiempo desdibuja algunos detalles, resulta también ventajoso al aportar la distancia reflexiva de los años.
A fuer de sincero, creo que expresé las ideas con la pasión de un periodista, de un periodista cubano ―pasión que siempre he admirado en mi profesión, y en la vida―. También, con la vehemencia de una persona joven, y sobre todo, con sinceridad. Y visto desde esa distancia y condición —si acaso fuese posible revisitar ese momento―, no cambiaría una palabra.
Asistí al 7. Congreso de la UPEC (1999) como invitado.
La invitación devino de la intervención durante la Asamblea Provincial de la UPEC en Santiago de Cuba que antecedió al Congreso.
Aquella reunión estuvo bajo la presidencia del entonces primer secretario del Partido en el territorio, Juan Carlos Robinson Agramonte.
La presidenta de la UPEC en Santiago, Julia Cleger Bartú, había solicitado mi participación. Y como lo tomé en serio, no quería extraviar las ideas en una improvisación y escribí unos párrafos.
Aquella intervención la titulé “El Exorcismo de los demonios”, pura manía de darle un título a todo, “título iluminado” tal como años después decidí llamar a estos tipos de enunciados en la Maestría en Comunicación Social (2004).
Con todo, el texto tenía algunas tachaduras y volados —como es mi costumbre cuando ando inmerso en un pensamiento y me asaltan nuevas ideas que necesito incorporar―. En consecuencia, al solicitármela el primer secretario para leerla, hube de enmendarle aquellas incongruencias, y la dejé en un sobre para que se la entregasen, un día después.
También me sugirieron lo enviase al semanario ENFOQUE de la UPEC, y le entregué una versión muy similar de mi intervención, con las adecuaciones requeridas para un texto escrito. Y lo vi publicado poco después, aunque habían cambiado el título inicial y habían optado por otro: “Lo nuestro: EQUILIBRIO SALVADOR”.
Gracias a ello, las ideas centrales, quedaron en blanco y negro. Justo de allí [2] tomo los fragmentos que reproduzco a continuación:
EQUILIBRIO SALVADOR
“En este informe del 7. Congreso de la UPEC, hay un nuevo apotegma: Mejor periodismo, Más Revolución. Y habrá que entenderlo y sentirlo para que no caiga en saco coyuntural o en el olvido. Ojo: dice más Revolución, no conformismo, no estancamiento, no justificaciones.
“Ojo: nos dice mejor, insiste en su calidad, en hacer ascender nuestra profesión: Más profundidad, más razonamiento, más hondura, más ir a las raíces. Y, por supuesto, me he preguntado desde el lugar que ocupo como cubano y profesional, cómo hacer más Revolución haciendo un mejor periodismo, ese “socialismo del espíritu” del que habla Saramago, donde las imágenes abren la realidad y no la transfiguran.
“Una de las condiciones para ser honrados, patriotas y honestos −valores que están hoy por hoy más que nunca en el candelero de los juicios, de la realidad y de la educación− es ser nosotros mismos cultivadores con el alma, con la pluma y con las uñas, del patriotismo, la honestidad y la honradez. El ejemplo, la verdad y el profesionalismo son nuestros aliados. Si así no lo entendemos, estaremos escribiendo en papel mojado y creando nuestra propia antinomia.
“Si no nos acercamos a nuestra realidad nos enajenan de ella, creamos una identificación dispersa, comenzamos a no ver; con el riesgo que ello contiene de que se resienta la credibilidad de quienes representamos: el gobierno, el partido y el pueblo.
“No se hace mejor periodismo optando por el silencio. El Talmud dice que la palabra es de plata y el silencio de oro. A estas alturas sé muy bien lo que es la discreción necesaria para asuntos de cierta índole estratégica; pero afincarse en ella, o aducirla, cuando es necesario a gritos la palabra, es una torpeza, una inconsecuencia y hasta una autoagresión y entonces, la sentencia talmúdica necesariamente se revierte; mucho más en estos momentos en que el mundo es una aldea global, se impone Internet y cientos de horas radiales y captables se dedican a informar sobre Cuba, desde el exterior y desde Cuba misma.
“Cuando callamos, ponemos en bandeja de plata a todas aquellas vías, que dado nuestro silencio, permitimos que lleguen primero. No se hace mejor periodismo ni más Revolución cuando se opta por el silencio. Es doloroso escuchar los truculentos ingredientes de que la radio enemiga se vale, poniéndonos a la defensa en materia informativa.
“No hay que esperar a que Fidel señale errores o situaciones que vivimos y vemos, cuando prever y desbrozar caminos ha sido siempre función del periodismo. Tenemos la capacidad, la inteligencia y el imperativo deber de hacerlo, precisamente por la Revolución.
“No se hace mejor periodismo ni más Revolución, cuando nos sentamos en comodín, y no somos capaces de aplicar creadoramente argumentos, técnica y elegancia, en cualquier tema que sea y acudimos al teque archiconocido, gastado y justificadamente rechazable.
“Cuando un lector decide abandonar la página, apaga el televisor o cambia el dial, está aplicando la recepción selectiva, una conocida característica en la teoría de la comunicación: nada nuevo, nada interesante: apago o cambio. Y así no estamos haciendo más Revolución porque estamos haciendo peor periodismo.
Convencer más que vencer
“¿Acaso desconoceremos las mediaciones, las técnicas cualitativas de investigación, la relación emisor-receptor… y tantas teorías que aprendemos en las aulas de la Universidad?
“Necesitamos artículos periodísticos que convenzan, no artículos patrioteros que venzan. En nombre de la Revolución no se nos pida cifras, cuando haga falta análisis. No hagamos apología cuando haga falta equilibrio, que no es poco [lo hecho]; pero que se junte a la verdad que nos impedirá caer en esa corriente del “realismo socialista” que tanto criticaba el Che.
“El periodismo cubano se hace desde el poder. Desde el Primer Congreso de la UPEC se nos ha llamado a hacer un periodismo crítico, militante, combativo y creador. ¿Realmente hemos militado al lado de un periodismo crítico y creador? ¿Cuáles han sido los resultantes y el apoyo? ¿Qué factores nos lo han impedido? Algunas de estas luces surgirán aquí y en el agitado devenir de nuestro ejercicio.
“Como a la persona que más se ama, se le exige especialmente, se le critica, aplaude o educa −según sea el caso−, así nosotros hemos de amar al periodismo que hacemos; que no es “ser becarios… ni dóciles asalariados… ejerciendo una libertad entre comillas”, como apuntara el Che en El Socialismo y el hombre en Cuba. Valga para aquellos que todavía, por cumplir con nuestro deber, nos miran con suspicacias.
“La independencia de nuestro país pasa hoy raigalmente por la defensa de nuestra identidad. Quien no lo haya entendido es, antes que un profesional de la palabra, un asalariado. Porque la guerra es de pensamiento, y para ganarla a pensamiento, hay que prepararse, y no basta con quererlo hacer, sino que ha de hacerse lo mejor posible para que sea efectiva, y todos los días. Con fechas y sin fechas, con ediciones especiales y sin estas. Al lado del pueblo cubano. Y hacerlo, pese a cualquier cosa, exorcizar si es preciso a los fantasmas, en esa permanente lucha cubana contra los demonios, los de antes, los de hoy y los de siempre para hacer mejor periodismo y más Revolución”.
APUNTES SOBRE EL CONGRESO
El viaje en tren fue fatigoso hasta la capital. Recuerdo el embullo de la partida, la despedida y el honor compartido por mis colegas. Algunos habían sido mis profesores en algún momento: Joel Mourlot, Bárbara Bolerí, Heriberto Cardoso y Vicente Guasch.
Uno de los participantes era Rolando Castillo Montoya. Sus reportajes históricos en el periódico Sierra Maestra habían hecho época. Con un libro suyo se inauguró en 1971 la Editorial Oriente, y aún tuve la suerte de que me dedicase uno escrito por él alrededor de la figura de Camilo Cienfuegos.
El profesor e investigador recibió en el Congreso, el Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la vida. Tal vez nunca imaginó −no pude decírselo−, cuanta sorpresa recibí cuando, al ser entrevistado a propósito del galardón, mencionó mi nombre como una de las personas que le venían a la mente en el ejercicio de su profesión.
Tantas generaciones nos separaban. Era absolutamente inmerecido el elogio, pero una misma pasión era, acaso, el puente que nos unía.
Recuerdo las jornadas extendidas, las reflexiones de Fidel sobre el Che y otros asuntos de actualidad, la entrega de algunos de sus trabajos periodísticos, el intercambio con los colegas de todo el país, la mesa, la rapidez del servicio, las bromas…
Trabajaba en el periódico Sierra Maestra.
Solicité mi palabra en el tema “política informativa” y, cuando tocó mi turno, me vi recorriendo el pasillo hasta la tribuna en una sala del Palacio de las Convenciones de La Habana. Era un largo pasillo. Era el 16 de marzo de 1999.
El fotógrafo de Granma, Ismael Francisco me regaló una fotografía de aquel instante, una fotografía en blanco y negro. Tenía el cuño del periódico, pero no se publicó. No sé la razón, y en realidad, nunca reparé en ello.
Ahora, que he ganado algunas libras y canas, observo a aquel joven con el abrigo negro (que todos los santiagueros llevábamos), asido a la tribuna, el pelo corto y con un rostro que acababa de entrar en los treinta años.
Lo observo detenidamente…
Fidel había comparado la situación internacional con “un ajedrez de quinientas piezas” y lo tomé como ejemplo de una buena metáfora, de un buen ejercicio de la lengua, porque hablé sobre la mejor manera de llevar los mensajes; la inoperancia, a veces, de grandes cintillos y llamados, tomando como base una frase martiana que ha sido siempre una divisa para mí: “Dígase la verdad que se tiene con el mayor arte con que pueda decírsele”.
Asimismo hablé de la preferencia del público por un periodismo humano y cercano a la gente, y tomé como ejemplo el mensuario “Turquino” que hacíamos, dedicado a los pobladores de las montañas santiagueras. También me referí a las carencias materiales de los periodistas, al “periodismo a pie”, con anécdotas incluidas. Hubo risas y reflexiones.
Se hablaba de política informativa. Durante mi intervención hice referencia, entre otros temas, a Tele Turquino −el canal de la televisión territorial en Santiago de Cuba− y a su cobertura informativa. Me parecía exagerada, por ejemplo, la que se daba a aquellas en las que participaba el primer secretario de la provincia Santiago de Cuba, en desmedro de otras igual de importantes (utilicé el término “caudillismo informativo”).
Todo lo dije con honestidad. [3]
En el periódico Granma (17 de marzo de 1999), órgano oficial del Partido, la periodista Sara Mas, supo ver la médula de la intervención y la comentó así:
“Sostener la pluma con la misma energía que lo hacía Martí fue divisa presente en la última jornada del VII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), en cuya sesión matutina mereció nutridos aplausos la aguda y abarcadora intervención del periodista santiaguero Reynaldo Cedeño, a propósito de cómo se lleva a la práctica la política informativa.
“Cedeño insistió en la necesidad de de que el periodismo cumpla su misión −por convencimiento y no por vencimiento. Reflexionó sobre la importancia de llamar las cosas por su nombre en vez del adorno o eufemismo, de la argumentación en vez de reiterar mecánicamente una consigna”.
“Entre los asuntos también abordados por el joven profesional estuvo la importancia que reviste la forma en que se elaboran los mensajes, particularmente el uso del lenguaje en la prensa escrita. Aludió al desgaste de algunas imágenes, así como a lo imprescindible de la belleza y atractivo en el decir para la recepción efectiva de los mensajes.”[4]
Sin embargo, hubo otras lecturas.
EL CASTIGO A POSTERIORI
Regresamos a Santiago de Cuba en una cómoda guagua (ómnibus) refrigerada. Llegué con un profundo dolor de cabeza. Era increíble, rumbo a La Habana, en el incómodo tren, por una vía interminable, no había sentido molestia alguna.
En la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, nos recibieron los colegas. Alguien indagó por… el periodista Cedeño, y se apareció un señor a quien no conocía:
―Felicidades, me dijo… y me entregó un libro de Raúl Gómez García con una bandera cubana pegada en una de sus páginas… Sin reponerme de la sorpresa, cayeron sobre mi los saludos y las anécdotas de los que veían a recibirnos.
Cuando vine a ver… el visitante se había marchado. Su nombre se me ha extraviado en la mente, pero es uno de los reconocimientos más hermosos que alguien me haya hecho nunca.
Como periodista tengo asumido que ejercer la opinión, conlleva a otras opiniones, congruentes o contrarias. Y como no siempre se lleva razón, trato de aprender cada vez a escuchar, a discernir entre la idea y la persona. Tengo cuidado en no tomar a la una por la otra.
A posteriori del 7. Congreso de la UPEC (1999), viví un período de tensiones, de muchas tensiones, de tensiones impuestas. Negarlo sería faltar a la verdad. Incluso, desde La Habana, me enviaron una comunicación retirándome la invitación a las sesiones diferidas de ese Congreso.
Ciertas miradas cayeron sobre mí, buscaron fantasmas donde no los había. En el propio lugar donde laboraba, empezaron a leer mis trabajos con lupa…. Tiempo después me designaron para atender la agricultura como fuente informativa.
No es que fuese una inconsecuencia per se en un país agrícola, pero tan sólo un año antes (1998), había obtenido el Premio Nacional de Periodismo Cultural desde mi labor en la prensa escrita, en una convocatoria conjunta de la UPEC y la UNEAC.
Muchos me preguntaban... la lógica se había salido del cauce.
Viajé por los campos santiagueros durante unos meses, lo que me permitió conocer a personas con el corazón limpio como el arroyo de la sierra.
Fue un período de aprendizaje, hermoso sin duda alguna, una verdadera sanación; pero la experiencia acumulada en materia cultural, la dura especialización que iba alcanzando poco a poco, no podía dejarla a un lado.
En el 2000, decidí hacer periodismo en otro sitio.
Desde mediados de ese año laboro en la emisora municipal Radio Siboney, especializada en música instrumental ligera e información cultural; al tiempo que colaboro con frecuencia en otros órganos digitales e impresos.
Dirijo la revista Caserón de la UNEAC en Santiago de Cuba.
El tiempo me ha hecho ver que los errores de algunos, o los excesos de otros, no son la obra colectiva (hecha con entrega, con sacrificio), sino su excrecencia. Y las sinrazones, a la larga, caen.
Vivo en el presente, profundamente inmerso. El periodismo no ha dejado de acompañarme ni un solo día: el periodismo de la pasión, el único en el que creo.
En fechas recientes mostré con orgullo a un colega de Radio Siboney, la fotografía que toda la delegación de Santiago de Cuba se tomó junto a Fidel durante una madrugada del 7. Congreso de la UNEAC.
―Fue algo inolvidable para ti… me dijo entre la afirmación y la pregunta…
—Sí, inolvidable. Esa es justamente la palabra.
NOTAS:
[1] En la clausura, Esteban Lazo Hernández, vicepresidente del Consejo de Estado y Miembro del Buró Político del Partido en Cuba, calificó el Congreso como “valiente y comprometido”, y apuntó:
“La Revolución la dirige el Partido, indicó, que tiene a la prensa como uno de sus instrumentos de lucha más importante. Compartimos el criterio que la información solo deberá restringirse cuando sirva a los intereses del enemigo y sus campañas, y consideró muy importante el ejercicio de la crítica responsable que ha ido ganando espacio en los últimos meses. Hay que saber diferenciarla, dijo, de los ataques inaceptables y oportunistas, contra la Revolución.
“Se trata de dejar atrás viejos vicios para que se abra, en mayor grado, el papel de la prensa. Por encima de las insatisfacciones, las cuales compartimos, no podemos negar que se ha hecho un periodismo revolucionario y ustedes han sido y seguirán siendo siempre soldados de primera fila. No es casualidad que los enemigos critiquen nuestra prensa. Tomemos distancia de lo que sueñan y piensan los enemigos de la Revolución, porque con nuestra ideología no habrá coqueteo. (VER http://www.radiorebelde.com.cu/noticias/nacionales/nacionales2-060708.html )
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[2] ENFOQUE, publicación bimestral de la Unión de Periodistas de Cuba, correspondiente a marzo /abril de 1999, p.10. El artículo fue publicado bajo el título: “Lo nuestro. EQUILIBRIO SALVADOR”
[3] Juan Carlos Robinson Agramonte fue sancionado en el 2006, por “un delito de Tráfico de Influencias de Carácter Continuado”, según nota del periódico Granma, del 21 de junio de 2006.
[4] Sara Mas: “Periodistas por el mundo y para el mundo”, Periódico Granma, 17 de marzo de 1999, página 5.
1 comentario:
Me gusta el blog, y esta intervención me hace sentirme orgulloso de que los años de represalias contra quienes creen ver perniciosa la verdad... van quedando atrás.
Estas fueron las palabras que yo escribí para el periódico:
Tiene la palabra la verdad
Por JOEL MAYOR LORÁN
Valiente. Franco. Memorable. Lo que se esperaba del gremio de periodistas. Así fue el Congreso de la Upec, sin medias tintas ni argumentos guardados, con intervenciones repletas de argumentos y pasión por la verdad, con la alta dirección del Partido abierta a escuchar inquietudes y propuestas.
Discutimos sobre el periodismo que requiere el socialismo cubano en el escenario mediático actual, sobre la situación material de la prensa y su impacto en la eficacia informativa, sobre la superación y formación de nuestros profesionales, entre otros temas.
Miguel Díaz-Canel, miembro del Buró Político y Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, aludió a que por falta de cultura comunicacional, en ocasiones, el Partido llega a gerenciar, en vez de desempeñar más su papel orientador y dejar que las direcciones de los medios asuman su responsabilidad.
Habló del enfoque científico y multidisciplinario que precisa la prensa para abordar los asuntos tan complejos de hoy, exhortó a indagar sobre los problemas que afectan a la población y a escribir con belleza, a fin de desatar motivaciones y sentimientos, de cautivar y comprometer.
Díaz-Canel coincidió en el criterio generalizado de cientos de colegas de que serán la calidad y la ética de nuestro periodismo las que nos ofrezcan credibilidad, para aportar a la Revolución y al Socialismo.
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