La identidad es una síntesis de factores históricos, regionales, sociales, sicosociales y otros.
Esa verdad, con serlo de Perogrullo, no parece haber calado en el espíritu de nuestros medios de difusión que se resisten a ser precisamente lo que se suponen que son: la imagen de una nación.
Persiste mucha falta de coherencia.
Mientras en nuestros canales de recepción nacional (fíjense que no digo de cobertura nacional) podemos ver un filme de Bhután o una cantante de Mali −un abanico justamente amplio que merece nuestro elogio−; es difícil saber que hacen nuestros artistas y realizadores más allá de La Rampa, de La Habana; o en todo caso, las citas esporádicas y brevísimas de un noticiero son apenas un pálido reflejo de esas realidades.
Mientras persista el diálogo del centro y la periferia como política entre la capital y la provincia en nuestros medios, seguiremos hurtando a la mayoría de nuestro pueblo, la Imagen Cuba, la riqueza plural de Cuba adentro.
De esa forma, seguiremos legitimando, como se ha dicho aquí, la mirada discriminatoria sobre una parte de la nación, tal como dice el documento de la comisión Cultura y Sociedad: "las crecientes manifestaciones despectivas hacia las personas de la región oriuental del país".
Todo es resultante de un sedimento que actúa sobre la ignorancia, madre del diablo, y que se ha arraigado por los largos años de omisión, o por la creación de desagradables arquetipos.
Lo que no se conoce, no se respeta, ni se puede querer.
Muchos de nuestros artistas que han echado el alma y la raíz en su pedazo de patria, pagan cara esa devoción.
En el mejor de los casos se les reserva el conocimiento local, o son "descubiertos" por el país, cuando los programas de recepción nacional −a modo de colonizadores y con todo su equipo− se llegan a las provincias una vez al año, de festival en festival −como si la vida en esos lugares fuera de festival en festival−, y no una entrega fértil y cotidiana, a contrapelo de todas las carencias.
Así se reservan a los “artistas de provincia” tres minutos de imagen o voz para la nación, y luego la noche del olvido se cierne sobre ellos… hasta la próxima vez.
Esa no es, ni puede ser la vía.
Hay que estudiar la posibilidad de convertir uno de los canales de recepción nacional en una vía planificada de acceso a la realidad cultural de las provincias, desde las provincias, a partir de la selección de espacios creados o por crear.
Asimismo debe estudiarse la posibilidad de establecer emisoras de radio de alcance nacional desde alguna o algunas provincias lo que democratizaría el abanico de transmisión y los imprescindibles referentes no capitalinos de la vida cubana.
La televisión y la radio cubana les deben a los cubanos, la verdadera imagen de su país.
La imagen cubana ha sido secuestrada por relaciones demasiado verticales, racismos culturales y prejuicios alentados y sostenidos, acaso por decisiones personales… y que hoy, en muchos casos, no pueden hallar asideros, no pueden respaldarse con incapacidad profesional ni dificultades técnicas, porque mucho se ha trabajado en las provincias y hasta en los municipios en los últimos años, en la superación profesional y en la dotación de equipos para emisoras y telecentros.
Sueño un día con ver al colectivo de Danza Espiral… desde el teatro Sauto de Matanzas, o una función desde el Mejunje de Villa Clara, o una descarga del creador del sucu sucu desde Nueva Gerona, al Lírico de Holguín desde el teatro Suñol, o el programa Arabescos de Guantánamo…
Si se afirma que La Habana es la capital de todos los cubanos, quiero decir que Santiago de Cuba, Bayamo, Baracoa, Nueva Gerona o Las Tunas, también son, deben ser, pueden ser y tienen que ser de todos los cubanos.
Política cultural y medios masivos
(Durante la comisión “Política cultural y medios masivos”, en la sala ocho del Palacio de las Convenciones, mi intervención versó sobre aspectos similares, y abarcó otros relacionados específicamente con la radio).
Son estos:
“Si en el caso de la televisión, se han alcanzado tímidos avances, la radio parece haber caído en un hueco negro de donde no sale la luz.
“El Festival de la Radio, sigue apostando a la radio como arte, aunque a veces se confunde con una competencia de cien metros planos, por la insistencia en la obtención de premios −mil y uno, por cierto−, sin que estos devengan de la programación diaria; sino del laboratorio ad hoc, creado al efecto, en una especie de cantata propia orquestada por sus mismos intérpretes.
“De esta manera, esos programas avalados, que debían ser referenciales, se convierten en fiesta de un día y olvido del otro, porque NO se ha establecido una política que permita su transmisión para que todo el país aprecie sus cualidades.
“La reticencia para abrir espacio a estos programas, demuestra una irresponsabilidad directiva que es hora de corregir. Es hora de sustituir el talle con los amigos y los favores, para establecer una vía coherente en tal sentido.
“Insisto, hay una falta de coherencia, porque 91 emisoras radiales se extienden a lo largo y ancho de todo el país, en campos y ciudades.
“Si para algo debiera servir el Festival de la Radio es para salvar la memoria de tantos que tributan y han tributado, que sueñan y trabajan en la radio... y que se han perdido, que seguirán perdiéndose sino se comprende que arte sin memoria está condenada al ostracismo, al eterno papel sucedáneo, a la muerte.
“Y por último, un disparate sonado: la forma de pago a esa figura llamado asesor.
“Se trata de la persona a la que se ha confiado una misión importante: la aprobación de los guiones sobre los cuales se sostiene la programación; a la cual se le ha asignado un papel de columna vertebral, y que son a veces, túnel de acceso de la mediocridad.
“Su pago está vinculado a la cantidad de guiones aprobados por lo que se ubican como juez y parte del fenómeno.
“Mientras más aceptan, más ganan. No hay que decir, que en un número significativo de casos, la calidad queda sacrificada a la fórmula: tanto aceptas, tanto ganas.
“La preparación de los asesores y la revisión urgente de su disparatado sistema de pago son urgentes en nuestros medios, porque el actual prohija la permisibilidad, el facilismo, el acomodamiento y hasta la corrupción.
Mis propuestas al Congreso
En nombre de la delegación santiaguera en la comisión “Política cultural y medios masivos”, participamos, Gilberto del Río León, locutor y realizador de Tele Turquino; Gerardo Houdayer, vicepresidente de la UNEAC en Santiago de Cuba y prestigioso locutor, y Reinaldo Cedeño, todos delegados.
A solicitud de Omar Valiño, coordinador de la comisión, le entregué resumidamente mis propuestas:
1. Resulta imprescindible una estrategia para la radio y la televisión que abra el espectro de la imagen y la sonoridad Cuba desde las provincias a todo el país, democratizando los referentes nacionales y las sedes de las transmisiones, no de una manera esporádica y eventual, sino planificada y cotidiana.
2. Diseñar una estrategia que permita que los programas ganadores de los Festivales Nacionales de la Radio sean transmitidos a lo largo del país; así como el rescate de nuestra memoria radial a partir del propio resultado de esos festivales y de proyectos investigativos alentados de diversas maneras.
3. Revisar exhaustivamante la preparación, evaluación y formas de pago a los asesores por el papel que se les ha asignado en el desarrollo de la programación y la planificación de estrategias.
Todos tuvimos el honor de que, de una u otra forma, se incluyeran tales propuestas en el dictamen final de la comisión, leído en plenario, ante todos los delegados.
Al Congreso asistieron 387 delegados del país y un número apreciable de invitados, entre los que se incluyeron personalidades de referencia en el pensamiento y en casi todas las manifestaciones artísticas en Cuba.
2 comentarios:
Reinaldo, mi enhorabuena otra vez por tu participación, y, siendo sincero, te diré que me ha encantado lo que dijiste. Ojalá las inquietudes de la mayoría sean como las tuyas.
Un abrazo cordial.
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