Reinaldo Cedeño Pineda
“Creo en el milagro de las paradojas, en la eficacia de la incertidumbre, en las quimeras que merman descalabros, en la virtud de la misericordia, en la gracia del caos y en ti”, escribe Juana García Abás en su Epílogo en el limbo.
Y así lo hace cuando han pasado ya trescientas y tres páginas de una aventura, que eso es Circunloquio. Una aventura signada por la angustia, por la búsqueda del meandro imposible, por el acrisolamiento desmedido, por un perfeccionismo cuasi patológico. Es un limbo, o en sus propias palabras: “Un colibrí en la Antártica”.
Que Juana es nombre de reina y de heroína, de reina hundida en los laberintos del pensamiento, de santa tras el muro, de virgen triste y de poeta de América… lo sabemos. A esta Juana de La Habana Vieja, del Cerro le ha dado por nombrar las cosas. Y se halla, brizna extraña, en el mundo de Ciberia: el universo según la Abás, el mundo de solitarios interconectados por la red. La vemos parpadear al fondo de una naturaleza muerta, con su carne de nácar y Casal.
Por el entresijo, le adivinamos la heredad de todas las Juanas precedentes, de corona y de claustro, de virginales asombros y de zarpazos terrenales. Uno de estos últimos tocó su volumen El milagro de las paradojas que durante una década -la década de las tinieblas- no pasó del colchón editorial ni de las pruebas de galera de la mismísima Ediciones Unión, hasta que de mano propia decidió retirarlo. Y fue remisa a publicar nada más... durante otros años, acaso los mismos.
Circunloquio no es pues, un libro, son varios libros, son cuatro décadas urdidas, son miles de poemas filtrados y recompuestos. Es un tono inusitado en la poesía cubana. Es el goteo tras la sajadura y la espera. Y como las siete maravillas o los siete pecados capitales, siete son las partes de este mega-poemario donde hay menguantes y canisteles, arqueologías profanas y sagradas, don de resina arbórea, décimas tercas y hasta leviatanes.
Juana García Abás ha merecido importantes galardones en el universo de las artes plásticas, la traducción, el teatro y la crítica. Y en su poesía se insinúan esos ecos: los trazos y los préstamos, el gesto y la reflexión como quien descubre un antiguo caleidoscopio, un prisma tirado por un niño a orillas del mar.
De ascendencia sefardí y canaria, Juana García Abás es una encrucijada. Fue palomera y lectora de tabaquería, amiga de Roque Dalton, secuestradora de libros de Baudelaite y Goethe, Fina y Rimbaud, alfabetizadora emergida de la soledad que descubrió a Marx -a Carlos no a Groucho- en los libros clandestinos de su padre; alumna de ese otro misterio, Antonia Eiriz, y todavía de Víctor Manuel y Servando Cabrera; representante del movimiento humanitario de izquierda Poetas del mundo…
Juana García Abás, es una interrogante sostenida en el aire.
El azar concurrente -o llámele destino-, quiso ponerla en las mismas calles de José Lezama Lima. Menudos pasadizos encontraría el más hermético creador de la poesía cubana, al asomarse a la poética de la Abás, aquel que definía el instante supremo del amor como un tigre recién nacido que mordía la cola de un caballo, cuando le dijo:
Circunloquio mereció el Premio de Poesía Nicolás Guillén 2006 y está dedicado a su hijo, el pintor José Luis Fariñas, quien ilustra el poemario.
He comenzado a desconfiar de los prólogos y de las notas de solapa que dicen esclarecer y tantas veces prejuzgan, que magnifican a discreción, que incluso pretenden competir con la obra misma.
Mas, valga la excepción de este Vitier, de Cintio en su proemio mínimo: “¿Se trata de un libro de Juana García Abás o de una llamada telefónica de José Lezama Lima…?” Suerte en el acertijo…Y si siente un zumbido, está avisado, hay un colibrí en la Antártica.
(Presentación en la 16. Feria Internacional del Libro. En la muy noble y muy leal villa de Santiago de Cuba, este viernes, 9 de marzo de 2007).
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