viernes, 2 de octubre de 2015
¿DUEÑOS DEL AIRE? / Música y ruido en CUBA
¿Quién
permite?, ¿quién permite?/ Pregúntale a quien
permite… (Buena Fe)
REINALDO CEDEÑO PINEDA
¿Cómo quieres que se divierta la juventud? ¿Por qué no te mudas?,
me respondió aquel funcionario cuando me quejé de la música a todo dar en el
establecimiento de la esquina. Eran las tres de la mañana.
En toda aseveración hay
su parte de verdad. Lugares hermosos para divertirse existen, ahí, ahí mismo, puedo
mencionarlos; pero no están al alcance de los menguados bolsillos de los jóvenes. Y de los no tan jóvenes. Lo remarco,
porque vivimos en una sociedad donde pronto el ¡20 por ciento! será de adultos mayores, que necesitan ser
tenidos en cuenta, que necesitan ser respetados. Por supuesto, en nombre de
ninguna edad, de ninguna condición, se ha de pisotear el derecho de los otros.
La fórmula de la válvula
de escape, de la constante improvisación, suele ser un camino mal empedrado.
Hay soluciones aparentes que acaban en el cuello de su creador y se convierten,
a la larga, en motor de marginalidades.
Para algunos, cualquier
momento es bueno para la música. Se saca un bafle, una bocina y… se forma. Hay
toda una cultura al respecto que se ha tolerado
durante años, que se ha desbordado. Si se adereza con cerveza, mejor. Una
parece presuponer a la otra, hasta que han formado la mancuerna perfecta.
Si el lugar tiene
condiciones o no, si el nivel de la música es rayano en el ruido, si hay
vecinos cerca, (hospitales incluso); si es demasiado tarde… eso pasa a ser un tema secundario. Muchos
se comportan como si fuesen “dueños del aire”, y. en tal caso, hablar de contaminación acústica, de control, de
negociación, es pedir demasiado. Diversión primero y respeto después, es la filosofía
imperante.
Llueven las quejas en los
medios de prensa. Cartas van y llamadas vienen. Bien lo sé. Se hacen campañas
publicitarias en radio y televisión. Incluso, las máximas autoridades del país
hablan de las indisciplinas sociales; pero la práctica no es congruente con la
prédica.
Ciertos establecimientos nocturnos estatales, sitios de expendio de
bebidas, festejos particulares… aparentan no tener “horario ni fecha en el
calendario”, como diría un tema popular. Pueden encontrarse ejemplos en más de
un barrio santiaguero malos ejemplos,
claro está, pero también en la capital, en el centro de la Isla. Es una
epidemia made in Cuba. Lo que en otras geografías sería impensable, aquí es pan común.
Por esos caminos, se
puede llegar a cualquier despropósito. Todavía recuerdo como, mientras una diva
internacional de la talla de Bárbara Hendricks cantaba a Gershwin, en un memorable concierto;
las paredes de la sala Dolores retumbaban con la música que les llegaba justo
de enfrente. Arias de la ópera Porgy and
Bess en en absurda competencia con una descarga a altos decibeles emitida
desde la Plaza Aguilera. Sentí vergüenza.
Hace poco asistí a un
pequeño local por cuenta propia donde el dependiente no escuchaba. No podía.
Una bocina de mi tamaño aparecía embutida en escasos metros cuadrados. Le hice
señas: “Esto me atrae clientes”, logré entenderle entre gritos. Es un macabro
juego de espejos. También hay servicios ambulantes de música en tu oído, en tus
huesos: guaguas-discotecas, almendrones-discotecas, camionetas-discotecas…
He sido testigo de
verdaderos calvarios ante la descarga sostenida de ruido, de insomnios
impuestos, de peloteos indolentes. Estoy pensando en gente que conozco de
cerca. Ante la pereza de las autoridades o su desentendimiento, ante la
inoperancia y obsolescencia de los “mecanismos establecidos”, ante la
inutilidad de las gestiones, muchos se han agotado. La gente resiste, resiste
estoicamente los embates, resiste como puede el bom bom bom.
Los fines de semana, todo vale. Durante los carnavales, hay áreas diseñadas y enquistadas en medio de
la vecindad. Conozco a personas que, ante el ciclón acústico, se autoevacuan de
sus propias casas durante esos períodos.
Les presento a un país que,
bajo esas circunstancias, parece enajenado
de sus propias disposiciones.
A Cuba la han bautizado
como La Isla de la Música y creo que no falta razón. Gozo el privilegio de la
amistad de grandes músicos, y no tengo a menos echar un pasillo ni festejar.
Soy cubano por los cuatro costados; pero ese no es el asunto. Hablo aquí de los excesos aupados, de los ignorados. De esos
momentos en que la música te persigue, te agrede, te taladra. De la búsqueda de
espacios y programaciones adecuadas. Del pasmoso dejar hacer.
A mi modo de ver, el tema
no forma parte de la agenda de prioridades de quienes podrían influir en hallar una solución estable
y definitiva. Se aborda como algo circunstancial, no como un problema. Por eso,
unas veces se resuelve aquí, y emerge allá. ¿Nadie le pone el cascabel al gato,
o nadie quiere ponérselo?. ¿Por qué?
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4 comentarios:
Me place poder leerte querido amigo, hermano poeta. Contestatario es tu texto y muy realista, lo he leído una, dos, no sé cuántas veces y me siento muy identificada con todo lo que expresas porque tuve la impresión de asistir a la anti-cultura, la forma desmedida que marca el camino a la lujuria para echar a un lado "otras cuestiones que están latentes, duelen y forman parte de una realidad que no puede taparse con un dedo (...)"Diversión primero y respeto después, es la filosofía imperante". Viví la agonía de muchos ancianos y enfermos en los altos edificios, donde la música en vez de deleitar, se convertía cada fin de semana en un estruendo...Soy también amante de la música, pero en los momentos y lugares precisos, en las horas adecuadas, siempre pensando en "los otros" Demasiado ruido y bastante de olvido en cuestiones medulares que afectan a la población. Cometemos un pésimo error si no ponemos nuestra potencialidad cultural en una verdadera balanza, la crítica ha de valernos para rectificar, sin ofensas, sin altanería, con optimismo, con mucho humanismo, con ética y mucha estética, con más esmero, con más riqueza popular y menos consumo foráneo. Gracias, hoy me explayo para que no me mastique la sombra al no haber señalado con objetividad y a tiempo cuestiones que pueden salvarse desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí, y particularizo en "nuestro Santiago" donde viví y sentí
("quizás con buenas intenciones de distracción) pasamos a una cultural chabacana. Considero que hay que reprogramar y tomar con más seriedad la animación y programación cultural convocando a aquellos intelectuales que saben del tema...Hay mucha tela para cortar, no creo que el cambio generacional tenga que ver con ello, son decisiones de agenda pública y responsabilidad del funcionario público.
(:::) "En la cultura se expresan los sentimientos y las ideas de cada época concreta, de cada pueblo y esa diversidad cultural proporciona un caudal de conocimientos para la supervivencia humana, como portador de las experiencias que ofrece la realidad; teniendo en cuenta el criterio de que (...) “ella engloba, además las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias” (UNESCO, 1994, 6)
NO PUDE AGUANTAR LA TENTACIÓN...
Soy uno de los que no puede dormir, ni descansar. Ahora que vivo en la ¿ciudad?, añoro un trozo de monte, pero monte, dende el silencio este como testigo todo el tiempo. Antes me podía dar el lujo de descansar los domingos. Que mis tristes Oidos disfrutarán del sonido del viento, pero AHORRRRAaaaaaaa, Bienvenido Regeton, y todo sus variantes...con el Osmany Garcia salaoooo ese que ni "quiere dormir"...
Cerca del teatro Heredia, la RUIDO es 24 hora, 7 días. No entiendo como pueden trabajar. La falta de consideración es tan grande que ni escribir es necesario. La prensa y las quejas, ademassss de la Mesa, dijo Sobre la Mesa, ya es un chiste. Adonde acudir cuando todos celebramos los ALTOS DECIBELES. Solo nos queda ADAPTARNOS al NUEVO MUNDO, donde me imagino que con la evolución tendremos Juatacas mas pequeñas, orificio auditivos disminutos. Ahhh y la comunicación si aun existe será a lo sumo a Gritos o quizas con señas.
Mira eso es de p... y muy señor mío. Sencillamente a nadie le importa, EStamos para otras cosas, para cuales? NO para hacer una ciuda mas bella ni mas disciplinada. ESo no, eso es un lema de última generación.
Prepárate para este fin de año.....
UN lector casi sin oídos
Genial: directos, al duro, profundo. Así deben ser las cosas: deben decirse porque duelen para que duelan. De otra forma, sin sacudimiento, la inercia nos come y nos anula.
Mirta
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