Mildred Victoria Pérez
Andreu
La Vida nos va dejando innumerables
marcas en el cuerpo y en el alma generadas por fenómenos naturales, sociales,
familiares, personales y hasta por historias
contadas. Nos va marcando determinado comportamiento a la sombra de una
amalgama de sentimientos y
razones, sobre todo si en una de esas historias encontramos coincidencias, o si
elegimos seguir un modelo trazándonos metas
y retos a veces de manera
inconsciente.
Desde siempre, mis padres se encargaron
de cultivar en mí el hábito de la
lectura. A una muy temprana edad ya
habían pasado por mis manos, mis ojos y mi conciencia, no me atrevo a decir cuantos ejemplares de libros ,desde los clásicos de la
literatura infantil. Los Hermanos Grimm, Flor de Leyendas , La Edad de Oro,
Oros Viejos, Cuentos Juveniles de América, Aventuras de Tom Sawyer, Los
Conquistadores de Fuego… y de ahí saltando con los intereses de la edad a El principito , Corazón, Mujercitas,
Hombrecitos , El Tábano, El país de las
Sombras Largas, Zoia y Zhura; así como las fascinantes historias de Julio Verne,
Emilio Salgari y Jack London, entre muchos otros que me dejaban complicadas
interrogantes para las cuales a mi corta edad aun no encontraba respuestas.
Así, un buen día del año 1986, alguien
puso en mis manos El amor en los tiempos del cólera. Llegó llegó acompañando
el tránsito biológico de la adolescencia y con la huella que había dejado en mi
corazón cuando era una niña de 11 años, la traumática separación del amigo que
más había querido.
Tabúes familiares, reminiscencias de un
pasado racista, sobreprotección y desconfianza fueron los jinetes de mi apocalipsis e inclinaron la balanza para que mis
padres se convirtieran en duros inquisidores, condenándome a la cruel
separación del niño mulato y gracioso que me acompañaba en cada deber escolar,
en cada travesura, que me llenaba el alma de alegría y los ojos de ilusión;
pero que había cometido una falta grave:
sentirse atraído por una escuálida y
rubia niña de su aula y había intentado en lo que para nosotros significaba el
paraíso mismo, un campamento de pioneros,
regalarme una flor silvestre.
Me sentía traicionada y confundida.
Esos que tanto se habían preocupado por
mi formación y me habían dado la posibilidad de leer: “pero nunca es un niño mas bello que cuando trae en sus manecitas de hombre
fuerte una flor para su amiga”, o
“dígase hombre y se habrán dicho todas las razas , hombre es más que blanco, más
que negro , mas que mulato”; que me
habían motivado a aprender y recitar
versos como “ y prefiere en los recreos
cuando juegan a las casas, jugar con
Luisa la única niña negra de su aula” de
Romance de la niña mala… ahora me cercenaban la felicidad.
Entonces descubrí a Fermina Daza y a
Florentino Ariza. Viví con ellos cada cuartilla, como si estuviera
viviendo mi propia vida. Juré a ellos en silencio y a mí misma, que el
tiempo tampoco iba a doblegar mis sentimientos
aunque nuestras familias después de aquel incidente se mostraran como
los clásicos herederos de Montescos y Capuleto.
Desde ese instante convertí ese libro en
bandera y esa historia en objetivo.
Nos hicimos jóvenes, mis amigas se
convirtieron en fieles sacerdotisas guardianas de mi amor secreto y de mi
juramento. Nos hicimos adultos, las
vueltas de la vida nos arrojaron a construir el futuro por caminos diferentes;
pero siempre Fermina y Florentino, más
Florentino que Fermina, fueron mis héroes y en cada escenario ellos y su
historia estuvieron tan presentes que
llegaron a rayar casi en la obsesión.
Así transcurrieron casi 38 años: continuidad
de estudios, profesiones, responsabilidades, misiones internacionalistas, mucho
tiempo andando por la vida… hasta que llegó el 2012 y con el primer brote de cólera
a mi pueblo, llegó también la señal para un reencuentro provocado y que
siempre desde el fondo de mi
subconsciente sabía que llegaría. No serian los 51 años con 9 meses y 4 días que
esperó Florentino para reiterar su amor a Fermina; los nuestros fueron . 37 años con 1 mes y
12 días. Fue un reencuentro marcado por situaciones delicadas. Mi Florentino no llegaría,
como el del Gabo, a sostener
622 pequeños amoríos; pero tampoco me olvidó a pesar de tantas cuestiones sagradas,
amistades, amores en diferentes etapas
de la vida,convivencia conyugal, familias creadas y muchas canas. No hubo en aquel encuentro melodías de violín
ni Diosa Arrodillada, hubo solo Amor.
Yo había devorado cada página y cada suceso recreado a lo largo
de la novela colombiana de finales del siglo XIX y principios de XX con
intensidad. De algún modo ese libro, esa
historia, marcaron mi vida porque la fui
reeditando a mi manera a finales del
siglo XX y principios de XXI, en otros escenarios. No fue el entorno del
caudaloso Magdalena, para nosotros era
solo el rio Bayamo, otras costumbres,
otros protagonistas y otros hechos transcendentales incluido uno con el
que realmente nunca soñé: la aparición
del Cólera en Cuba , flagelo al que me
enfrenté como Juvenal Urbino por cuestiones de profesión y en el que también
Florentino y Fermina se vieron
involucrados .
En el transcurso de todos estos años, la lista de libros creció. Llegaron otros
temas y desfilaron frente a mi tantos protagonistas de épocas diferentes: emperadores
romanos, héroes y espías de la Segunda Guerra Mundial, estadistas , artistas , conquistadores ,
iniciados en el esoterismo o simplemente
historias de personas sencillas y de cada uno de ellos me quedó un grato recuerdo…
Malcom X, la dinámica Jo de Mujercitas, Jean Eire, el
Jean Valjean de Victor Hugo; el Heninrich Von Goldring de “A solas con el enemigo” y hasta
patriotas nuestros desconocidos
por generaciones enteras de cubanos
como Pancho Estrada Céspedes y
que personas como la camagüeyana devenida hija adoptiva de Santiago Olga
Portuondo se encargaron de sacar a luz
pública;, pero fue Gabriel Garcia Márquez quien me regaló la posibilidad de disfrutar cada palabra,
cada frase en El amor en los tiempos del cólera, marcando de una manera muy
especial mi vida.
Han transcurrido casi cuatro años de nuestro reencuentro . Mi Florentino y yo transitamos físicamente casi medio siglo de
vida en silencio, por rumbos diferentes.
Aún así, hoy hemos decidido compartir
juntos los años que nos queden por vivir, los hijos, los
nietos y los misteriosos encantos de la tercera edad con la misma
intensidad y placer que hubiésemos
sentido a los 20.
Felizmente Montescos y Capuletos
hicimos las paces, nuestros mayores,
los que son testigos de esta historia
asumieron sus errores casi con gracia infantil y algunas lágrimas. Convivimos en
una apacible armonía, a veces una
que otra noche nos sorprende el amanecer haciendo planes para el futuro y
contando historias que no vivimos; pero
que nos resultan tan cotidianas como si realmente hubiesen sido nuestras,
mientras tanto el ejemplar del Gabo en nuestra cabecera se mantiene como
relicario y se rejuvenece de manera
misteriosa en cada mañana.
♣ Este trabajo mereció
además el Premio del Centro Cultural y de Información-Biblioteca Monseñor Pedreo
Claro Meurice Estíu
Mildred Victoria Pérez Andreu: Licenciada en Farmacia.Directora
Técnica Empresa Provincial de. Farmacias y Ópticas. Bayamo, provincia Granma.
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