jueves, 1 de octubre de 2015

EL AMOR DE FERMINA Y FLORENTINO: Mildred Victoria Pérez Andreu / Finalista del IV Concurso Caridad Pineda In Memoriam



Mildred Victoria Pérez Andreu

La Vida nos va dejando innumerables marcas en el cuerpo y en el alma generadas por fenómenos naturales, sociales, familiares, personales y hasta por historias  contadas. Nos va marcando determinado comportamiento a la sombra  de una  amalgama de  sentimientos y razones, sobre todo si en una de esas historias encontramos coincidencias, o si elegimos seguir un modelo trazándonos metas  y retos  a veces de manera inconsciente.

Desde siempre, mis padres se encargaron de cultivar en mí  el hábito de la lectura. A una  muy temprana edad ya habían pasado por mis manos, mis ojos y mi conciencia,  no me atrevo a  decir cuantos ejemplares  de libros ,desde los clásicos de la literatura infantil. Los Hermanos Grimm, Flor de Leyendas , La Edad de Oro, Oros Viejos, Cuentos Juveniles de América, Aventuras de Tom Sawyer, Los Conquistadores de Fuego… y de ahí saltando con los intereses de la edad  a El principito , Corazón, Mujercitas, Hombrecitos , El Tábano,  El país de las Sombras Largas, Zoia y Zhura; así como  las fascinantes historias de Julio Verne, Emilio Salgari y Jack London, entre muchos otros que me dejaban complicadas interrogantes para las  cuales  a mi corta edad aun no encontraba respuestas.

  Así, un buen día del año 1986, alguien puso en  mis manos  El amor en los tiempos del cólera. Llegó llegó acompañando el  tránsito biológico  de la adolescencia  y con la huella que había dejado en mi corazón cuando era una niña de 11 años, la traumática separación del amigo que más había querido.

Tabúes familiares, reminiscencias de un pasado racista, sobreprotección y desconfianza fueron los jinetes de mi  apocalipsis e inclinaron  la balanza para que  mis  padres se convirtieran en duros inquisidores, condenándome a la cruel separación del niño mulato y gracioso que me acompañaba en cada deber escolar, en cada travesura, que me llenaba el alma de alegría y los ojos de ilusión; pero que había cometido una falta  grave: sentirse  atraído por una escuálida y rubia niña de su aula y había intentado en lo que para nosotros significaba el paraíso mismo, un campamento de pioneros,  regalarme una flor silvestre.

Me sentía traicionada y confundida. Esos que tanto se habían preocupado  por mi formación y me habían dado la posibilidad de leer:  “pero nunca es un niño mas bello  que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte  una flor para su amiga”, o “dígase hombre y se habrán dicho todas las razas , hombre es más que blanco, más que negro , mas que mulato”;  que me habían motivado a aprender y  recitar versos como  “ y prefiere en los recreos cuando juegan a las casas,  jugar con Luisa la única niña negra de su aula”  de Romance de la niña mala…  ahora me cercenaban la felicidad.

Entonces descubrí a Fermina Daza y a Florentino Ariza. Viví con ellos cada cuartilla, como si estuviera viviendo  mi propia vida. Juré  a ellos en silencio y a mí misma, que el tiempo tampoco iba a doblegar mis sentimientos  aunque nuestras familias después de aquel incidente se mostraran como los clásicos herederos de Montescos y Capuleto.  Desde ese instante convertí ese libro en  bandera y esa historia en objetivo.

Nos hicimos jóvenes, mis amigas se convirtieron en fieles sacerdotisas guardianas de mi amor secreto y de mi juramento. Nos hicimos adultos,  las vueltas de la vida  nos arrojaron  a construir el futuro por caminos diferentes; pero siempre Fermina y Florentino,  más Florentino que Fermina, fueron mis héroes y en cada escenario ellos y su historia  estuvieron tan presentes que llegaron a rayar casi en la obsesión.

Así transcurrieron casi 38 años: continuidad de estudios, profesiones, responsabilidades, misiones internacionalistas, mucho tiempo andando por la vida… hasta que llegó el 2012 y con el primer brote de cólera a mi pueblo,  llegó también la señal  para un reencuentro provocado y que siempre  desde el fondo de mi subconsciente  sabía  que llegaría. No  serian los 51 años con 9 meses y 4 días que esperó Florentino para reiterar su amor a Fermina;  los nuestros fueron . 37 años con 1  mes y  12 días. Fue un reencuentro marcado por situaciones delicadas. Mi Florentino  no llegaría,  como el del Gabo, a  sostener 622  pequeños  amoríos; pero tampoco me olvidó  a pesar de tantas cuestiones sagradas, amistades,  amores en diferentes etapas de la vida,convivencia conyugal, familias creadas y muchas canas. No  hubo en aquel encuentro melodías de violín ni  Diosa Arrodillada, hubo solo  Amor.

Yo había devorado  cada página y cada suceso recreado a lo largo de la novela colombiana de finales del siglo XIX y principios de XX con intensidad.  De algún modo ese libro, esa historia, marcaron  mi vida porque la fui reeditando a mi manera  a finales del siglo XX y principios de XXI, en otros escenarios. No fue el entorno del caudaloso  Magdalena, para nosotros era solo el rio Bayamo,  otras costumbres, otros protagonistas  y otros  hechos transcendentales incluido uno con el que realmente nunca soñé: la  aparición del Cólera  en Cuba , flagelo al que me enfrenté como Juvenal Urbino por cuestiones de profesión y en el que también Florentino y Fermina se vieron  involucrados .

 En el transcurso de  todos estos años,  la lista de libros creció. Llegaron otros temas y desfilaron frente a mi tantos protagonistas de épocas diferentes: emperadores romanos, héroes  y espías  de la Segunda Guerra Mundial,  estadistas , artistas , conquistadores , iniciados en el esoterismo o simplemente  historias de personas sencillas y de cada uno de ellos  me quedó un grato recuerdo…

Malcom X,  la dinámica Jo de Mujercitas, Jean Eire, el Jean Valjean  de Victor Hugo;  el Heninrich Von Goldring de  “A solas con el enemigo” y hasta patriotas  nuestros  desconocidos  por generaciones enteras de cubanos  como Pancho  Estrada Céspedes y que personas como la camagüeyana devenida hija adoptiva de Santiago Olga Portuondo se encargaron de sacar a luz  pública;, pero fue Gabriel Garcia Márquez quien me regaló  la posibilidad de disfrutar cada palabra, cada frase en El amor en los tiempos del cólera, marcando de una manera muy especial mi vida. 

Han transcurrido  casi cuatro años de nuestro  reencuentro . Mi Florentino y yo  transitamos físicamente casi medio siglo de vida  en silencio, por rumbos diferentes. Aún así, hoy hemos decidido  compartir juntos   los años que  nos queden por vivir, los  hijos, los  nietos y los misteriosos encantos de la tercera edad con la misma intensidad y  placer que hubiésemos sentido a los 20.

Felizmente Montescos y Capuletos hicimos   las paces, nuestros mayores, los que son testigos de esta historia   asumieron sus errores casi con gracia infantil  y algunas lágrimas. Convivimos  en  una  apacible armonía, a veces una que otra noche nos sorprende el amanecer haciendo planes para el futuro y contando historias  que no vivimos; pero que nos resultan tan cotidianas como si realmente hubiesen sido nuestras, mientras  tanto el ejemplar  del Gabo en nuestra cabecera se mantiene como relicario y se rejuvenece  de manera misteriosa en  cada  mañana.



Este trabajo mereció además el Premio del Centro Cultural y de Información-Biblioteca Monseñor Pedreo Claro Meurice Estíu

DE LA AUTORA


Mildred Victoria Pérez Andreu: Licenciada en Farmacia.Directora Técnica Empresa Provincial de. Farmacias y Ópticas. Bayamo, provincia Granma.

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