martes, 22 de septiembre de 2015

EL LIBRO QUE DERRIBÓ A ARTHUR CONAN DOYLE: Maydelín Aurora Remón Ramón / MENCIÓN en el IV Concurso Caridad Pineda In Memoriam. Santiago de Cuba, 2015




Maydelín Aurora Remón Ramón

   La caída de un icono no es un asunto que se verifica todos los días. Pero un libro logró que se derrumbara el autor de uno de los héroes que colorearon mi existencia desde casi el mismo amanecer. La documentada investigación Informe Policial: La verdadera identidad de Jack El Destripador, del grafólogo catalán Jesús Delgado Lorenzo, ofrece demasiadas evidencias contra Arthur Conan Doyle. Y un ídolo nace para ser casi un mirlo blanco en la admiración de la gente, sin la menor sombra de dudas. Y entre bruma y sospecha, el creador de Sherlock Holmes se me desplomó.

   Lástima me inspira el detective más famoso del mundo. En carta a su madre, Conan Doyle acusó a Holmes de gastarle la mente, y sencillamente lo mató. En el relato La aventura del problema final, el detective muere junto a su encarnizado enemigo, el profesor Moriaty, en una trágica caída en las cataratas de Reichenbach. Fueron entonces tantas las muestras de dolor de los lectores, que no le quedó más remedio que regresarlo de ultratumba en la narración La casa vacía. Pero luego, no volvió a dar otra pista del buen Sherlock. Para el policía Delgado Lorenzo, en Conan Doyle habitaba el temor de que el detective delatara su verdadera personalidad.

   En el Informe Policial podrá hallarse desde luego un ejercicio sobre la Grafología, una especie de análisis de la escritura autógrafa en busca de la naturaleza de quien traza signos, letras y palabras. Desde ese procedimiento legal, el forense catalán elaboró un cuadro psicológico del asesino, por cierto, muy parecido al que los profesionales británicos concibieron desde el principio, y que todavía hoy se mantiene en pie: una persona de entre 25 y 35 años, con traumas desde la infancia, de doble personalidad, de carácter violento, de alta instrucción, de buena conducta social, con evidentes conocimientos de la cirugía, y rasgos bastante acentuados de egolatría.

   Resultan fascinantes en este libro los viajes en el tiempo, como si al autor le animara el fantasma de H. G. Wells. Constituye una prioridad para él significar los sucesos con una percepción de 1888. Por supuesto que estuvo en Whitechapel, donde se cometieron los horribles crímenes, y aunque a lo mejor no fuera su intención, el narrador expone ese aliento de pobreza que parece detenido en el tiempo en el tristemente célebre barrio londinense. El propio policía catalán admite que la investigación llegó a caer en un punto muerto. La salida de ese impasse habría sido casi accidental: cierta vez, viendo un documental, advirtió coincidencias sorprendentes entre el perfil de Jack El Destripador y Arthur Conan Doyle.

   El grafólogo catalán apeló inmediatamente a sus herramientas. Y ahí encontramos que la letra del creador de Sherlock Holmes coincide con la del asesino. El libro denota el asunto con extremo cuidado, porque a Jack El Destripador se le atribuyen muchas cartas. (En el momento de los crímenes, la policía británica recibió una innumerable cantidad de ellas, que por el camino de las pesquisas iba decantando por falta de autenticidad.) Pero existe una, la famosa From Hell (Desde el Infierno), que todo el mundo asume escrita por el verdadero culpable. Iba acompañada del medio riñón que arrancó a su última víctima, Mary Jane Kelly. No estaba firmada como Jack El Destripador. Donde debió consignarlo, escribió: “Atrápeme cuando pueda, señor Lusk”. (Estaba dirigida a George Lusk, presidente del comité de vigilancia de Whitechapel.) El asesino se regodeaba en alusiones macabras. Entre otras cosas, afirmaba haberse comido frita la otra parte del riñón, y que estaba muy buena.
   ¿Cómo fue posible que, de ser ciertamente el asesino, un hombre tan inteligente como Arthur Conan Doyle cometiera semejante desliz? Un cambio de letra sería elemental. La respuesta estaría en ese ir y venir en el tiempo dentro de este Informe Policial. La Grafología no existía entonces como disciplina. En 1888 nadie tomaría demasiadas previsiones en torno a algo desconocido. El forense catalán fue al Museo del Crimen de la Policía de Londres, corroboró las pruebas, pero –eso sí—se cuidó muchísimo de decirles en ese momento a sus colegas británicos quién era su sospechoso. 

   Él mismo aseguró después, y es lógico suponerlo, que habría enfrentado entuertos en sus búsquedas. Arthur Conan Doyle no solamente se inscribe en lo más representativo de las letras británicas de todos los tiempos. En su país es considerado un héroe nacional. Tomó parte en la Guerra Bóer como médico militar, y escribió ensayos sobre el tema. En 1902 recibió el título de Sir. Se alistaban los cañones de La Entente y de la Triple Alianza en 1914, y el mismísimo Sherlock Holmes aparecía en un proyecto de la inteligencia británica. En aquella guerra que se cobraría aproximadamente diez millones de vidas, murió el hijo mayor de Conan Doyle. No, no constituye tarea simple ir al Reino Unido a decirle a su gente que aquel hombre del canon literario del país, patriota de pruebas bélicas, que con ardor fervoroso llevó el dolor de perder algo demasiado querible, era al mismo tiempo un asesino de la más repulsiva ralea. 

   La letra autógrafa de Arthur Conan Doyle ocupa un sitio ejemplar en el Informe Policial: La verdadera identidad de Jack El Destripador, de Jesús Delgado Lorenzo, pero en el libro se integran otras cuestiones no menos importantes. Quien sería el famoso escritor, venía de una familia muy lejos de ser funcional. El padre era alcohólico, y la madre, apremiada por las coyunturas económicas, se vio obligada a prostituirse. Y las cinco mujeres asesinadas por Jack eran prostitutas. (En este caso, los autores siempre aluden los cinco crímenes canónicos –es decir, con características más o menos parecidas—aunque posiblemente fueran más.) Tenía Conan Doyle 29 años en 1888, o sea, en el rango de edad históricamente establecido. Pero, ¿qué papel asumió este hombre, defensor del método deductivo ante aquellos hechos que aún no dejan de conmover? Pues sí, participó entonces en las investigaciones, de alguna manera las dirigió, y siempre dijo que Jack no era un hombre, sino una mujer.

   Esa teoría de Doyle caló profundamente en las percepciones sobre Jack El Destripador. Nunca dejó de ser popular la historia de la experta en abortos, denunciada por una de sus clientas, y que en venganza decidió matar a las prostitutas de Londres. Esto se conectó con la saga de Mary Pearcy, aquella mujer que por despecho degolló a la esposa y al hijo de su amante, y que fue ejecutada en la horca en 1890. En este libro conmovedor, el grafólogo catalán vuelve a su oficio para demostrar que Arthur se apropió de la novela El Perro de los Baskerville, y que la plagió. En este caso, el trabajo de Jesús Delgado Lorenzo se interrelaciona –conscientemente o no—con el libro La casa de los Baskerville, de Garrick Steele, donde se afirma que el autor verdadero fue Bertram Fletcher Robinson, periodista de 36 años, amigo de Doyle. Este hombre falleció en un tiempo en que Arthur residía en su casa. Él mismo firmó el certificado de defunción. La esposa de Robinson sería la amante de Doyle, y sobre ambos pesa la sospecha de asesinato.

   El forense catalán dedica una atención especial a la condición de médico de Arthur Conan Doyle. Como se sabe, el asesino cortaba previamente la garganta de sus víctimas siempre de izquierda a derecha. (O sea, era diestro.) Solía abrir el abdomen, y sacar las vísceras con una precisión ciertamente asombrosa. En las listas de sospechosos estuvo John Druitt, hijo de un cirujano, y hasta William Withey Gull, médico personal de la Reina Victoria de Inglaterra. La policía buscó e interrogó a carniceros. En su carta From Hell, el asesino prometió al ya mencionado George Lusk enviarle el cuchillo ensangrentado con que extrajo el riñón de Mary Jane Kelly, “si se espera usted un poco”. La pericia probable del doctor Doyle encajaría perfectamente en ese modus operandi.

   En el libro Informe Policial: La verdadera identidad de Jack El Destripador, se significan otras circunstancias en el orden psicológico. Según el autor, los enemigos de Sherlock Holmes son siniestros. Esencialmente, actúan como en semejantes condiciones obraría Jack El Destripador. Pero Arthur Conan Doyle habría cometido aquellos crímenes no solamente por su naturaleza retorcida y bipolar. Aquí el policía forense catalán extiende una teoría, de la que en verdad no existirían pruebas documentales, aunque todo parezca claro y expedito: los crímenes de Jack El Destripador, contribuyeron al auge de la novela negra, que catapultó definitivamente a la fama al escritor británico.

   El desmoronamiento del ícono hace daño porque pasa por el corazón. Quizá otro libro pudiera levantarlo, pero –en mi caso muy personal—Arthur Conan Doyle se me ocurre ya devastación. Nadie mejor para emprender semejante empresa que los famosos policías del Reino Unido, pero ante el ruido inevitable del libro del grafólogo catalán, Scotland Yard guarda un doloroso silencio.


DE LA AUTORA

Maydelín Aurora Remón Ramón (Manzanillo, 1975)
Licenciada en Literatura y Español. Reportera y redactora de la emisora Radio Camoa, en la ciudad de San José de las Lajas, capital de la provincia de Mayabeque. Es guionista, directora y conductora de programas radiales, y también colaboradora del canal televisivo Telemayabeque. Narradora y poetisa. Poemas suyos aparecen en publicaciones cubanas y de otros países. Sus cuentos son generalmente de temas históricos. Ha recibido numerosos premios en festivales de la radio y de la televisión.

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