martes, 22 de septiembre de 2015

LO MISERABLE QUE SOMOS: Brian Pablo González Lleonart / MENCIÓN en el IV Concurso Caridad Pineda in Memoriam. Santiago de Cuba, 2015



“Mientras exista, a consecuencia de las leyes y las costumbres, una condenación social que crea artificialmente infiernos en plena civilización y complica con una fatalidad humana el destino (…)  mientras en ciertas regiones sea posible la asfixia social, en otros términos y bajo un punto de vita más dilatado aún, mientras haya ignorancia y miseria sobre la tierra, lo libro de igual naturaleza que el presente podrán no ser inútiles”.  LOS MISERABLES, Víctor Hugo 


Brian Pablo González Lleonart
(Estudiante de Periodismo)



   Sobre mi cómoda descansa el texto anterior, el cual leo antes de dormir. Es un libro que habla acerca de la condición humana. Hace una radiografía magistral del espíritu del hombre, párrafos desbordantes de verdaderos sentimientos que descomponen al corazón, porque a pesar de que han pasado 152 años de su publicación, ahora más que nunca es actual. Si algo he comprendido con su lectura es que la evolución del hombre ha sido científica, pero en el plano subjetivo ha estado siempre condicionada por las mismas temáticas, siglo tras siglo: avaricia, envida, engaños y miseria.

    Soy un miserable, gritó Jean Valjean a cientos de kilómetros de la civilización, hundido en la profundidad de un bosque. Solo él se pudo escuchar a sí mismo. Lo era por haberle arrebatado una moneda al pequeño Petit, pero esto sucede al principio de la novela. Al concluir la lectura, me di cuenta de que el verdadero miserable no es el individuo sino el hombre en su conjunto: la sociedad.

   Leer esta monumental obra de Víctor Hugo, me  ha permitido conocer mejor el mundo y como se desarrolla, me ha dicho  verdades que están, pero se callan. Es un libro que se lee con el corazón en la mano, con un dolor en el pecho porque es leerte a ti mismo y a los demás. Es tan triste la novela como la realidad misma.

   Es un libro que deja huellas y te incentiva a volver a sus páginas cuando al caminar por las calles, escucho a un hombre ofender al otro; cuando observo cómo hay hombres que por lograr sus objetivos son capaces de venderse o vender a sus semejantes… me doy cuenta que el hombre es el único ser vivo que piensa; pero que lamentablemente no siempre razona.

   Al entrar a la universidad y convivir con mis compañeros, que proceden de distintos lugares, pude comprender cómo la sociedad deforma, y el joven aún adolescente, es víctima de ese juego social de ascensión y supervivencia característica ya del mundo postmoderno, y como se puede apreciar en la novela siempre ha estado presente ―algo que aborda el también francés Honoré de Balzac en Papá Goriot)―, la gran diferencia entre el campo y ciudad: “Las ciudades hacen hombres feroces porque son hombres corrompidos. La montaña, el mar, el bosque hacen hombres salvajes, Desarrollan el lado feroz, pero a menudo lo hacen sin perder el lado humano”.

  Viví entre sus páginas años de gloriosa historia universal, de las batallas de Napoleón y como en aquel entonces las guerras eran un peligro y ahora lo son más aún. El hombre que no comprende, extermina el fruto de sus trabajos, destruye el medio en que vive y se desarrolla, porque no piensa aunque se diga a sí mismo que lo hace. 

   Los miserables me acompañan cada día. Acudo a sus páginas marcada con la tinta que ha propósito he trazado sobre sus letras, a buscar el consejo de este amigo que me ayuda a comprender mejor el mundo en que vivo.

   “Dios nos da el aire y la ley se encarga de cobrárnoslo”

La cierto es, que es una lección de humanidad, un privilegio leérselo, no una sino varias veces. Quienes lo hagan serán mejores personas, ayudarán a otros, sabrán dar amor y defenderán los valores en los que cree. 

  Esta es una obra Revolucionaria. Su autor nos permite creer firmemente en un cambio integral del mundo, en el resto del hombre, aunque cuando se trata de narrar la miseria, su búsqueda consiste en lograr un efecto contrario, no ser mejores, porque si la sociedad es un producto de nuestra existencia, no nos queda más remedio que sencillamente ser lo que nunca se ha sido.

  Jean, abrió los párpados de mi cuerpo que desde mi nacimiento yacían cerrados. Comprendí por qué el hombre roba y hasta qué punto puede degradarse y hasta donde ya el hombre como especie, se ha degradado.

Solo puedo condenar a Javert, corazón de hierro; a Thenardier, a los aprovechadores que abundan en mi ciudad… porque no somos santos, porque mentir está en nuestra naturaleza; pero más vale una mentira que una verdad tan cruda. Y es por eso que a veces necesitamos sonar, soñar con ese mundo mejor del que tanto se habla y parece imposible alcanzar, construir… aunque no lo es, no está tan lejos.

  Al leer Los miserables, comprenderás que está en nuestro interior, no hay por qué buscar la felicidad del ser humano, está ahí esperando a ser descubierta; pero se niega a salir por el temor a ser colonizada. Debemos despojarnos de ese tabú en el que necesitamos descubrirnos y no temer, además, quienes somos; porque todos somos iguales, todos somos miserables, somos víctimas no de un sistema, sino de nosotros mismos.

  Víctor Hugo enseña a amar la patria y no falsas ideologías que abusan de la necedad de la mayoría para impartir esas palabras que se llaman orden y justicia.

   Cada noche acudo a él como un religioso acude a sus salmos. Vivo, desde que leí Los miserables con el corazón en la mano. Libro que abre lo ojo que te estremece y despierta diciéndote:  ¡hey, mira como es el mundo de verdad! Libro que en mi ha dejado una huella imperecedera, el libro en el que, de manera permanente, creo.

Libro que, si se comprende a fondo, borrará las fronteras geográficas, incluso culturales y humanas, permitiéndome estrecharle la mano a cualquier persona, lo mismo a un norteamericano que a un español o a un uruguayo, a cualquier otro componente de la sociedad, con el que no hablaría en término de raza, sino de esencia, palabra Universal, única, insustituible: hombre.   



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