“Mientras
exista, a consecuencia de las leyes y las costumbres, una condenación social
que crea artificialmente infiernos en plena civilización y complica con una
fatalidad humana el destino (…) mientras
en ciertas regiones sea posible la asfixia social, en otros términos y bajo un
punto de vita más dilatado aún, mientras haya ignorancia y miseria sobre la
tierra, lo libro de igual naturaleza que el presente podrán no ser inútiles”. LOS
MISERABLES, Víctor Hugo
Brian Pablo González Lleonart
(Estudiante de Periodismo)
Sobre mi cómoda descansa el texto anterior, el cual leo antes de dormir.
Es un libro que habla acerca de la condición humana. Hace una radiografía
magistral del espíritu del hombre, párrafos desbordantes de verdaderos
sentimientos que descomponen al corazón, porque a pesar de que han pasado 152
años de su publicación, ahora más que nunca es actual. Si algo he comprendido
con su lectura es que la evolución del hombre ha sido científica, pero en el
plano subjetivo ha estado siempre condicionada por las mismas temáticas, siglo
tras siglo: avaricia, envida, engaños y miseria.
Soy un miserable, gritó Jean Valjean a cientos de kilómetros de la civilización,
hundido en la profundidad de un bosque. Solo él se pudo escuchar a sí mismo. Lo
era por haberle arrebatado una moneda al pequeño Petit, pero esto sucede al
principio de la novela. Al concluir la lectura, me di cuenta de que el
verdadero miserable no es el individuo sino el hombre en su conjunto: la
sociedad.
Leer esta monumental obra de Víctor Hugo, me ha permitido conocer mejor el mundo y como se
desarrolla, me ha dicho verdades que
están, pero se callan. Es un libro que se lee con el corazón en la mano, con un
dolor en el pecho porque es leerte a ti mismo y a los demás. Es tan triste la
novela como la realidad misma.
Es un libro que deja huellas y te incentiva a volver a sus páginas
cuando al caminar por las calles, escucho a un hombre ofender al otro; cuando
observo cómo hay hombres que por lograr sus objetivos son capaces de venderse o
vender a sus semejantes… me doy cuenta que el hombre es el único ser vivo que
piensa; pero que lamentablemente no siempre razona.
Al entrar a la universidad y convivir con mis compañeros, que proceden
de distintos lugares, pude comprender cómo la sociedad deforma, y el joven aún
adolescente, es víctima de ese juego social de ascensión y supervivencia
característica ya del mundo postmoderno, y como se puede apreciar en la novela
siempre ha estado presente ―algo que aborda el también francés Honoré de Balzac
en Papá Goriot)―, la gran diferencia
entre el campo y ciudad: “Las ciudades hacen hombres feroces porque son hombres
corrompidos. La montaña, el mar, el bosque hacen hombres salvajes, Desarrollan
el lado feroz, pero a menudo lo hacen sin perder el lado humano”.
Viví entre sus páginas años de gloriosa historia universal, de las
batallas de Napoleón y como en aquel entonces las guerras eran un peligro y
ahora lo son más aún. El hombre que no comprende, extermina el fruto de sus
trabajos, destruye el medio en que vive y se desarrolla, porque no piensa
aunque se diga a sí mismo que lo hace.
Los miserables me acompañan cada día. Acudo a sus páginas marcada con la tinta
que ha propósito he trazado sobre sus letras, a buscar el consejo de este amigo
que me ayuda a comprender mejor el mundo en que vivo.
“Dios nos da el aire y la ley se encarga de
cobrárnoslo”
La cierto es, que es una lección de
humanidad, un privilegio leérselo, no una sino varias veces. Quienes lo hagan
serán mejores personas, ayudarán a otros, sabrán dar amor y defenderán los
valores en los que cree.
Esta es una obra Revolucionaria.
Su autor nos permite creer firmemente en un cambio integral del mundo, en el
resto del hombre, aunque cuando se trata de narrar la miseria, su búsqueda
consiste en lograr un efecto contrario, no ser mejores, porque si la sociedad
es un producto de nuestra existencia, no nos queda más remedio que
sencillamente ser lo que nunca se ha sido.
Jean, abrió los párpados de mi cuerpo que desde mi nacimiento yacían
cerrados. Comprendí por qué el hombre roba y hasta qué punto puede degradarse y
hasta donde ya el hombre como especie, se ha degradado.
Solo puedo condenar a Javert, corazón
de hierro; a Thenardier, a los aprovechadores que abundan en mi ciudad… porque
no somos santos, porque mentir está en nuestra naturaleza; pero más vale una
mentira que una verdad tan cruda. Y es por eso que a veces necesitamos sonar,
soñar con ese mundo mejor del que tanto se habla y parece imposible alcanzar,
construir… aunque no lo es, no está tan lejos.
Al leer Los miserables, comprenderás que está en
nuestro interior, no hay por qué buscar la felicidad del ser humano, está ahí
esperando a ser descubierta; pero se niega a salir por el temor a ser
colonizada. Debemos despojarnos de ese tabú en el que necesitamos descubrirnos
y no temer, además, quienes somos; porque todos somos iguales, todos somos
miserables, somos víctimas no de un sistema, sino de nosotros mismos.
Víctor Hugo enseña a amar la patria y no falsas ideologías que abusan de
la necedad de la mayoría para impartir esas palabras que se llaman orden y
justicia.
Cada noche acudo a él como un religioso acude a sus salmos. Vivo, desde
que leí
Los miserables con el corazón en la mano. Libro que abre lo ojo
que te estremece y despierta diciéndote:
¡hey, mira como es el mundo de verdad! Libro que en mi ha dejado una
huella imperecedera, el libro en el que, de manera permanente, creo.
Libro que, si se comprende a fondo,
borrará las fronteras geográficas, incluso culturales y humanas, permitiéndome
estrecharle la mano a cualquier persona, lo mismo a un norteamericano que a un
español o a un uruguayo, a cualquier otro componente de la sociedad, con el que
no hablaría en término de raza, sino de esencia, palabra Universal, única,
insustituible: hombre.
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