Celia
Miriam Serrano Maldonado
Mi vida realmente comenzó cuando me acerqué a los libros, esas
misteriosas puertas a la imaginación, que nos sirven a la vez de veneno y
antídoto.
Es cierto que mucho antes
de aprender a leer, mi madre nos narraba cuentos y me enseñaba a recitar. También
pinté con mucho entusiasmo los personajes de estas narraciones, a todos les
gustaban aquellos dibujos, sobre todo porque tenían mucho colorido; eso sí, la
mayoría de las veces, las nubes eran verdes, los soles azules y la gente se
veía feliz persiguiendo mariposas, porque en mi infancia realmente tuve una
verdadera obsesión con las mariposas policromáticas.
Cuando asistía a la
escuela primaria, tuve algunos problemas de locomoción, no podía correr, porque
mis piernas fallaban y me operaron enseguida. Ésta fue una etapa muy importante
en mi vida, porque yo de niña inquieta, había pasado a ser casi una estatua,
una muñeca de trapo sobre una cama, me encontraba impedida de ambas piernas y
como pasaba la mayor parte del tiempo sola, leía desaforadamente.
En cierta ocasión, una
amiga de mi mamá le dijo: te traigo un libro muy especial para Celia, debes
dárselo, porque el personaje se parece mucho a ella, le hará bien. Así fue como
fue a parar a mis manos el libro Pipa Mediaslargas de la autora sueca Astrid Lindgrem,
la cual, no por gusto obtuvo el prestigioso Premio Literario Hans Christian
Andersen.
Aunque al principio no
quería leer el libro, dado que me lo había entregado mamá y no lo había escogido
yo personalmente, enseguida me agradó la nueva amiga pelirroja, tan picara y
valiente, una cabezona, como lo simplificaría mi abuela, pero lo más fascinante
es que se trataba de: “la niña más fuerte del mundo”.
Hay libros, juegos y
personas que jamás se olvidan y Pipa Mediaslargas estaba predestinada a quedarse
en mi corazón para toda la eternidad. Por ella comencé a jugar a “Los
Encuentracosas”, un oficio extremadamente útil y lucrativo, que todavía me
gusta practicar, sobre todo, con mis amigos artistas del Proyecto Sociocultural
Rexistencia, los que se pasan la vida cazando sueños.
Por supuesto, lo que más me gustó siempre de Pipa fue que vivía
bajo sus propias reglas, no tenía miedo de nada, hasta tenía un mono y un
caballo, que más que animales eran espíritus afectuosos. Yo jamás pude de niña
tener mascotas. En el patio de mi casa, sólo había gallinas, gallos y patos y
yo tengo el criterio de que los bichos comestibles, no podemos ser amigos. A
veces, aparecía de casualidad cerca de las jaulas, de las gallinas blancas y
jabadas, una gata vieja y mañosa a la que daba de comer, de lejos, porque no se
dejaba acariciar, más que amor, le tenía algo de miedo a la gata tuerta
aquella.
No sé a partir de cuál
momento, Pipa se convirtió en mi mejor “amiga invisible”, pero lo cierto es que
utilizando mis habilidades en el dibujo la comencé a insertar en mis pinturas e
imaginaba que vivíamos emocionantes aventuras las dos juntas, así fue como
nació “Cely, la Niña Pirata”, un personaje que le di vida luego, mientras
escribía dramatizaciones radiales para el programa Hola Amiguitos de Radio
Nuevitas.
En realidad, Cely era algo
así como la hermana menor de Pipa y aunque no era pelirroja, ni sueca, sino
bien cubana, también gustaba de subir a los tejados y salvar a las personas en
apuros. Lo único malo es que debía asistir a la escuela y que su mamá siempre
le daba órdenes, todo el tiempo y para colmo, un día se cayó de cabeza del
techo, igual que Juan Metienesincuidado.
Debido a esto, la Niña
Pirata siempre le tuvo algo de envidia a Pipa Mediaslargas. Claro que cuando la
envidia es buena y todavía no se ha podrido y puesto verde, se acerca mucho a
la admiración, sentimiento que además es uno de los más sublimes valores
humanos.
Por suerte, puede volver a
caminar e incluso correr, pero no perdí el vicio de leer. Ahora leo todos los
días y además escribo mis cuartillas a veces gordas y otras flacas. Por lo
tanto, sé que si Pipa fuera real estaría orgullosa de mí y como esto no es
posible, termino siendo yo, la que está sumamente satisfecha de ella.
Ahora, pensándolo mejor,
sería bueno que todos los niños y niñas leyeran el libro, no importa si su
algún familiar lo deja aparentemente olvidado cerca de su alcance, del mismo
modo, las personas mayores tendrían que leerlo una y otra vez, para que
comprendan mejor esa filosofía tan hermosa de los infantes de que: “lo
imposible, puede llegar a ser posible”.
DE LA AUTORA:
CELIA MIRIAM SERRANO MALDONADO: Escritora, investigadora sociocultural, guionista de radio y
televisión y miembro del Proyecto Cultural “Rexistencia”. Trabajadora de la Biblioteca Municipal Ricardo Cabrero, en
Nuevitas, provincia Camagüey. Galardonada en varios concursos de poesía y
narrativa.
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