sábado, 28 de septiembre de 2013
El libro del náufrago: ARGELIO SANTIESTEBAN / Participante Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam de Promoción de la Lectura
♣ El libro de su vida: La
Biblia
El escritor español Eduardo Mendoza declaró
alguna una vez: “Si tuviera que llevarme un solo libro a una
isla desierta, preferiría ahogarme en el naufragio”.
Alguien dijo que ante tan catastrófica tribulación le interesaría contar
con “Agua dulce y un libro que
diga… ¡cómo sobrevivir en una isla
desierta!”, con lo cual evidenció alma de chivador cubano.
Yo
pertenezco a la sandunguera tropa cubiche, pero –aunque pierda por ello
esa divertidísima militancia-- no me
duelen prendas a la hora de admitir que sí he hecho una elección para mi
estancia en la isla desolada.
El
seleccionado es un texto venerable, nacido en el fondo del Mediterráneo entre
las doce tribus de un pueblo entonces insignificante, y en cuya plasmación invirtieron milenio y medio las manos de
veintenas de autores, aunque según los creyentes sólo fueron simples escribanos,
intérpretes de la divina voluntad.
Y en
las páginas de ése, el libro por excelencia, está sencillamente… todo.
Aunque
se halle en una isla desierta, ¿le interesa a usted conocer cómo se pone en
marcha un servicio de inteligencia? Pues siga los pasos a Josué y a la ramera
Rahab, previos a la toma de la amurallada Jericó.
¿Qué
criterios tener en cuenta para llevar una vida higiénica? A lo largo de los
cinco textos mosaicos se nos instruye para conservarnos en salud.
¿Pretende enseñorearse de la oratoria, para el día en que finalmente lo
rescaten y tenga público oyente? Diríjase a los Evangelios --etimológicamente “las buenas nuevas”-- para aprender de El Ungido altos vuelos del
lenguaje verbal.
¿Pedía
usted normas a seguir, direcciones que enrumbar para no moverse desnortado en este tránsito por la aperreada
vida? Pues ahí está el rey-sabio, con sus sensatos proverbios. Él nos pone en
guardia contra la mujer peleona, pues resulta mejor vivir en el desierto que en
lujosa mansión junto a tan ingrata compañía. Nos advierte que la envidia es
carcoma de los huesos. Observa que el hombre cuerdo encubre su saber, mas el
necio publica su tontería. Profetiza que caerá el pueblo donde no haya una
dirección sabia. Anota que el indolente ni siquiera asará lo que ha cazado, y
que la diligencia es haber precioso en el hombre. Maldice al que se alegra de
la calamidad, quien no quedará sin castigo. Prescribe que el corazón alegre es
la mejor de las medicinas. Proclama que el hombre que tiene amigos ha de ser
amigo, pues amigo hay más unido que un hermano. Expresa que comer mucha miel no
es bueno, ni el buscar la propia gloria es gloria. Denuncia a los que no
duermen si no han hecho el mal, ésos que comen pan de maldad y beben vino de
rapiña. Y, por último, Salomón nos recuerda que el sabio descansa confiado,
como un león.
Mientras se espera la aparición de la nave que haga posible el rescate,
¿no sería provechoso invertir las horas muertas en la búsqueda de un paradigma
que seguir, un arquetipo digno de ser imitado, el modelo ideal que inspire
acciones elevadas? Pues ahí tenemos al pastorcillo –tremenda lección de
democracia-- que se convierte en rey.
Sí, David: guerrero, poeta, músico, bailarín, actor. El personaje por cuyo
atractivo a Michelangelo Buonarroti no le quedó
más remedio que sacar un portento de un tosco bloque de mármol.
Pero,
¿acaso en los días de aislamiento isleño suspira uno por la lectura de buena
poesía amatoria? Pues al alcance de la mano la tenemos: el mismísimo autor que
citábamos tiene allí el poema insuperado en el género, el cantar entre todos
los cantares: “Cuán hermosos son tus pies en las sandalias, oh, hija de
príncipe…”. Sí, la esposa que tiene leche y miel debajo de su lengua, esa amada
para la cual él es un manojito de mirra que reposa entre sus pechos, su
compañía en un lecho de flores, la hembra colosal que le parece imponente como
ejércitos en orden.
Por
todo esto –y por otras razones que me callo--
a la arrinconada ínsula, tras el naufragio, quiero llevarme la Biblia , el
libro que marcó mi vida.
Post scriptum: Mis
cofrades acaban de comunicarme que no debo andar temeroso en cuanto a perder el
carné de chivador cubiche, pues ellos
también son fans del libro colosal
DEL AUTOR
/ Argelio Santiesteban ( Banes, 1945) Escritor y periodista Autor del célebre volumen
El habla popular cubana de hoy y de Picardía cubiche , Anécdotas de Cuba y Cuando el pueblo jugó a ser Papá Dios. Bojeo a la
toponimia cubana.
TODOS Los premios, menciones y finalistas
GRAN PREMIO Memorias de Noé de José Orpí
PREMIO TERCERA EDAD Siempre corazón de Raúl Simón
Lauzán
Premio AUTOR NOVEL Somos una nación o no somos nada
de Anays Almenares Ávila
MENCIÓN ESPECIAL: Rezo a los maestros labradores de
libros de Rosaida Savigne
MENCIÓN Escaleras a un cielo demasiado lejos de
Rodolfo Tamayo Castellanos
MENCIÓN Neruda a flor de piel de Noel Pérez García
Finalista Yo También Volteé la cara de Jesús
Arencibia Lorenzo
Participante: El libro brújula de Myriam Rodríguez
Betancourt
Participante: el libro que marcó mi vida, venga
pues, Don Quijote de Víctor J. Ortega
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