Reinaldo Cedeño Pineda
Era hacendado, poeta, maestro, ajedrecista, políglota… pero ante todo, cubano. Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo (1819-1874), se vistió de paño impecable e hizo tocar la campana de su ingenio La Demajagua, en el Oriente de la Isla.
La larga etapa de conspiraciones de mesa había llegado a su fin.
10 de octubre de 1868: Grito de Yara. Campanazo a la conciencia nacional. Más de cuatro siglos de yugo español se conmovieron.
Ante una dotación de negros asombrada, dio la oportunidad de dejar de ser esclavos y pasar a ser cubanos.
Dejó sus riquezas y se abrazó a una causa. La historia le ha llamado “El Padre de la Patria”.
20 DE OCTUBRE DE 1868: LA NACIONALIDAD ENTRÓ CANTANDO
Las acciones militares se sucedieron tras la proclama de libertad, y los patriotas poco a poco, se unieron. El 18 de octubre estaban ya a las puertas de la ciudad de Bayamo y la guarnición española, capituló dos días después.
El pueblo de esa ciudad estalló en vivas y el himno “La Bayamesa” dejó escuchar sus compases… pero faltaba la letra.
Frente a la Plaza de la Iglesia Mayor, un espacio que hoy se denomina Plaza del Himno Nacional, el clamor unánime exige a Pedro Figueredo Cisneros (1819-1870), más conocido por Perucho, que ponga la letra a la marcha que él mismo había compuesto.
Cuenta la tradición popular que montado en su caballo y bajo un rapto de inspiración, escribió aquellos versos (octavas reales), inicialmente con seis estrofas; aunque luego se escogieran sólo las dos primeras como Himno Nacional.
Algunos historiadores afirman que ya aquellas estrofas las tenía en la mente su autor, y que sólo esperaba la ocasión ideal para darlas a conocer… y ¿cuándo mejor que ahora?
Allí mismo, con unas pocas copias y desbordados de ardor, se entonaron en público por primera vez sus notas:
Himno Nacional de Cuba
Al combate corred bayameses
que la patria os contempla orgullosa;
no temáis una muerte gloriosa
que morir por la patria es vivir.
En cadenas, vivir es vivir
en afrenta y oprobio sumido.
Del clarín escuchad el sonido,
¡A las armas, valientes, corred!
Ese día, 20 de octubre de 1868, fue escogido como Día de la Cultura Nacional, una conmemoración con carácter oficial desde 1980.
Se habían unido excepcionalmente en una sola jornada, la poesía y la música a la decisión de libertad de todo un pueblo.
El momento resultaba un crisol, o al modo de decir de la doctora Graziela Pogolotti, fue: el día en que la nacionalidad entró cantando”.
Algunos olvidan que en la Asamblea de Guáimaro, en 1869, donde nace la República en Armas, también se levanta la voz de la mujer, firme y adelantada:
“Ciudadanos: La mujer cubana en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora sublime, en que una Revolución justa rompe el yugo y le desata las alas.
''Todo era esclavo en Cuba, la cuna, el color, el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir si es necesario. La esclavitud del color no existe ya.
''Cuando llegue el momento de libertar a la mujer, el cubano, que ha echado abajo la esclavitud del color, consagrará también su alma generosa a la conquista de los derechos de la que es hoy en la guerra su hermana de caridad, abnegada, que mañana será, como fue ayer, su compañera ejemplar."
La mujer también se había lanzado a conquistar su Patria.
JOSÉ MARTÍ: PATRIA ES HUMANIDAD
José Martí (1853-1895), apenas sale de la adolescencia cuando los sucesos de Yara, pero estos no pasarían inadvertidos él. Solo unos meses después, en febrero de 1869 publica en el periódico manuscrito El Siboney su soneto ¡10 de octubre!
No es un sueño es verdad, grito de guerra
Lanza el cubano pueblo, enfurecido;
El pueblo que tres siglos ha sufrido
Cuanto de negro la opresión encierra.
………………………………………
Gracias a Dios que ¡Al fin con enteraza
Rompe Cuba el dogal que la oprimía
Y altiva y libre yergue su cabeza!
Pronto, Martí debió soportar el trabajo forzado en presidio y luego el destierro, a raíz de haber enviado una carta a un joven cubano enrolado en la odiosa fila de los voluntarios españoles. Él y su amigo Fermín Valdés Domínguez, lo habían calificado de apóstata.
Martí había bebido la savia de uno de esos profesores que marcaron con su ejecutoria la cultura cubana: el patriota y poeta Rafael María Mendive (1821-1886), alumno por demás de José de la Luz y Caballero.
Una vez en el mismo corazón de la metrópoli, en la mismísima Madrid, publica El presidio político en Cuba, denuncia contra el atroz sistema carcelario impuesto en Cuba. En Zaragoza completará su formación académica (Licenciado en Derecho Civil y Canónico, y en Filosofía y Letras).
Su pensamiento y su actividad van in crescendo y al llegar a los Estados Unidos (por primera vez en 1880), su actividad como orador, periodista y organizador en pro de la independencia de Cuba, se perfilan.
Tras diez años de beligerancia contra España (1868 al 1878) en Cuba, transcurre un período que se ha dado en llamar “tregua fecunda o reposo turbulento”.
Martí, corresponsal consumado de varios periódicos de América (La Opinión Nacional de Caracas, El Partido Liberal de México y La Nación de Buenos Aires…). Anda escribiendo con urgencia
En su ensayo Nuestra América, escribe para todos los tiempos:
“Trincheras de ideas, valen más que trincheras de piedras. […] Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de Los Andes […]
“Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses […] ¿Ni en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América? […]
“La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia […] El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país […] Gobernante en un pueblo nuevo, quiere decir creador.
“Conocer el país, y gobernarlo acorde al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. […] Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.[i]
La condición americana de Martí, no deviene de una pertenencia geográfica, sino de una pertenencia afectiva, de una aceptación conciente, de una elección. Y así lo dejaó escrito: “los americanos somos uno en el origen, en el peligro y en la esperanza”.
Para él no hay más dudas:
Patria es “algo más que pedazos de terrenos sin libertad y sin vida, algo más que derechos de posesión a la fuerza. Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas”.[ii]
Martí es el fundador del Partido Revolucionario Cubano (1892), el primer partido independentista de América, aquel que organizará la guerra de 1895, en la que participarán patriotas enteros como el dominicano-cubano Máximo Gómez, Ignacio Agramonte y Antonio Maceo, El Titán de Bronce..
Valga decirlo, de Maceo también estamos hechos los cubanos. Y de su madre, Mariana Grajales. Estamos hechos de su veintena de heridas contra España; de su Protesta bajo los mangos de Baraguá cuando España le ofrecía una paz sin libertad (el Pacto del Zanjón); de su intransigencia.
Martí dijo de él que tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo. Y así lo demuestra aquel pensamiento maceísta:
“Quien intente apropiarse a Cuba sólo recogerá le polvo de su suelo anegado en sangre si no perece en la lucha”.
Las ideas acompañaron siempre a la acción, y así apareció el periódico Patria (Nueva York, 1892-1898) como órgano escrito del Partido Revolucionario Cubano:
“[…] para contribuir, sin premura y sin descanso, a la organización de los hombres libres de Cuba y de Puerto Rico […] que persistan en el sacrificio de la emancipación”, tal como deja escrito en su primer número, el 14 de octubre.
La patria martiana queda delineada claramente en su pensamiento, y pasa en primerísimo lugar, por su carácter humano:
“Patria es humanidad. Es aquella porción de humanidad que vemos más de cerca y en la que nos tocó vivir”.[iii]
La Patria que quiere construir Martí era una patria independiente y plural de pensamiento:
“[…] alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito de trabajo sabremos mantenerla […] Y pongamos alrededor de la estrella en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos y para el bien de todos”. [iv]
Emociona ver como, desde su pensamiento, Martí delineo una república profundamente democrática:
“[…] yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”[v]
En la patria martiana cabrían todas las razas, que “Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro”. [vi]
La patria martiana era inclusiva, ecuménica, si se me permite tal vocablo en la ocasión. Nos asomamos a un documento que es la base de la guerra (El manifiesto de Montecristi), mas está libre de rencores, pleno de ética, cuando declara:
“[…] su limpieza de todo odio, –su indulgencia fraternal para con los cubanos tímidos y equivocados,– su radical respeto al decoro del hombre, nervio del combate y cimiento de la república […] y su terminante voluntad de respetar, y hacer que se respete, al español neutral y honrado, en la guerra y después de ella […]”.[vii]
José Martí fue un seguidor de las ideas de Varela, y llevó los conceptos de patria y patriotismo a su máximo esplendor.
Martí, en su célebre Vindicación de Cuba, había contestado la crítica injuriosa que sobre el ser cubano había publicado el diario The Manufacturer:
“No somos los cubanos ese pueblo de vagabundos míseros o pigmeos inmorales que a The Manufacturer le place describir; ni el país de inútiles verbosos, incapaces de acción, enemigos del trabajo recio […] Hemos sufrido impacientes bajo la tiranía: hemos peleado como hombres, y algunas veces como gigantes, para ser libres. […] Esos jóvenes de ciudad y mestizos de poco cuerpo supieron levantarse en un día contra un gobierno cruel […] obedecer como soldados, dormir en el fango, comer raíces, pelear diez años sin paga […]”.[viii]
“Sólo con la vida cesará entre nosotros la batalla por la libertad”.[ix]
Murió en los campos de Cuba, atravesado por balas españolas; mas su futuridad le había hecho mirar hacia el Norte:
“[…] ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber
–puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo– de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy y haré es para eso […] Viví en el monstruo y le conozco las entrañas”.[x]
El investigador martiano Pedro Pablo Rodríguez, apuntó sobre el concepto identidad:
“Martí no manejó el término, pero habla del asunto con su lenguaje, de lo que hoy conocemos por identidad. En su tiempo hablaba del alma de los pueblos, el espíritu de los pueblos, de su autoctonía.”[xi]
Al caer en 1895, se cierra un ciclo. La nacionalidad cubana y su cultura daban ya, como el firmamento, no estrellas aisladas; sino toda una constelación.
Se había transitado de la defensa de la élite económica nacional (Francisco de Arango y Parreño), el antianexionismo con reservas raciales (José Antonio Saco), las ideas reformistas y autonómicas (José Agustín Caballero)… a las ideas precursoras de la independencia (Félix Varela) y a la clarinada de Martí.
Con José Martí llega a la cima el pensamiento cubano.
TIEMPO DE FUNDACIONES
En la cultura cubana, el período de las últimas cuatro décadas del siglo diecinueve, es también de fundaciones.
En el teatro Villanueva, se habían dado gritos a la tierra que produce la caña (1869), con la consiguiente masacre española contra los patriotas cubanos; aunque antes, gracias a Francisco Covarrubias (1775-1850) y su compañía de caricatos se habló “en cubano” en el teatro de la Isla.
Los trovadores –algunos de los cuales se hicieron a la manigua redentora–, sobrepasan las cancioncillas, definen el bolero cubano y la canción trovadoresca con Pepe Sánchez, Sindo Garay y una pléyade de cultores de la guitarra y la bohemia.
Ignacio Cervantes (1847-1905), alumno del famoso pianista Nicolás Ruiz Espadero, inicia desde la contradanza, el nacionalismo musical que empieza a dejar atrás los moldes europeos para asumir un nuevo espíritu.
Miguel Faílde creaba el primer danzón (Las alturas de Simpson) en 1879, convertido luego en nuestro baile nacional.
El propio Martí abría el modernismo con Ismaelillo (1882) y había entregado a la literatura continental, La Edad de Oro (1889), revista para los niños de América, y sus Versos Sencillos (1891).
Un intento inútil y desesperado esfuerzo resultó el gobierno autonómico implantado por España en la Isla en 1898. Desde su comienzo estaba destinado a desaparecer; mucha sangre se había derramado ya en Cuba por la independencia.
El temor martiano (y el maceísta) se hizo realidad: sobrevino la intervención norteamericana, tras la misteriosa explosión del acorazado norteño Maine, surto en la bahía habanera.
Los norteamericanos pelearon bien cómodos, visto el desgaste de la política hispana de “hasta el último hombre y la última peseta” frente al Ejército Libertador cubano, la caducidad tecnológica de sus adversarios, la asesoría de aquellos que conocían el terreno y la retaguardia segura, custodiada por los insurrectos.
Y como preveían maquiavélicamente, recogieron “la fruta madura”.
En julio de 1898 se desarrolló la Batalla Naval entre la “Armada Invencible” de Su Majestad y las modernas tropas yanquis. Aquello resultó un tiro al blanco: mientras salían una a una las embarcaciones españolas de la bahía de Santiago de Cuba, todo el poderío de fuego norteamericano les caía encima.
Aún la proa del acorazado Almirante Oquendo y su cañón herrumbroso puede verse en la playa Juan González, en la costa oriental de la Mayor de las Antillas.
Hasta hace poco seguía en pie la ceiba conocida como El Árbol de la Paz, a cuya sombra se negoció la capitulación española y la entrada norteamericana a la ciudad de Santiago de Cuba.
El 10 de diciembre de 1898 se firma el tratado leonino de París, por el cual España reconoce la derrota y cede a los Estados Unidos, no sólo Cuba, sino además Puerto Rico, la isla Guam y Filipinas.
En la capital francesa, los cubanos fueron ignorados. En la propia Cuba sucedió lo mismo, cuando no se autorizó a Calixto García –al frente del Ejército Libertador–, a entrar a Santiago y “festejar” la victoria.
Fue una decisión ominosa de las tropas yanquis encabezadas por el general William Shafter… apenas un adelanto de lo que vendría.
Máximo Gómez, el Generalísimo, señalaba entonces que Cuba no era libre ni independiente todavía, después de treinta años de un heroico batallar.
“Aunque el Ejército Libertador fuese totalmente marginado, los hombres y mujeres de Cuba se aprestaban a defender su derecho a la existencia como país independiente, costase lo que costase”.[xii]
Y es que cuando el siglo veinte tocaba a las puertas, las raíces de la identidad y la cultura cubana ya se habían afincado con firmeza.
2. Reformistas, maestros y filósofos (http://laislaylaespina.blogspot.com/2007/12/cultura-e-identidad-cubana-ii.html )
3. Félix Varela: el precursor (http://laislaylaespina.blogspot.com/2007/12/cultura-e-identidad-cubana-iii-flix.html)
Posteriores
5. ¡Que república era aquella! http://laislaylaespina.blogspot.com/2008/01/cultura-e-identidad-cubana-v-que.html
Notas
[i] José Martí: Nuestra América, en Jose Marti: Obras Completas tomo 6, Editorial de Ciencias Sociales, La habana, 1975, p.15- 23 (Publicado el 30 de enero de 1891 en el Partido Liberal de México).
[ii] José Martí: “La República Española ante la Revolución Cubana” (Madrid 1873), en Obras Escogidas en tres tomos, T.I., Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992, p. 73.
[iii] José Martí: “En casa” (Nueva York, 26 de enero de 1895), Obras Completas… T.5, p.426.
[iv] José Martí: “Con todos y para el bien de todos” (Discurso pronunciado en el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891), en Obras Escogidas… p. 17.
[v] José Martí: “Discurso en el Liceo Cubano”, Tampa, 26 de noviembre de 1891.
[vi]José Martí: mi raza (Patria, 16 de abril de 1893) Obras Escogidas en Tres Tomos, Tomo III, p.206.
[vii] Manifiesto de Montecristi (firmado por Gómez y Martí, 25 de marzo de 1895) Obras Escogidas… T. III, p. 512.
[viii] José Martí: “Vindicación de Cuba” (The Evening Post , Nueva York, 25 de marzo de 1889), en Obras Escogidas, p-264-265.
[ix] José Martí: Ibid., p. 267.
[x] José Martí: “Carta inconclusa a su amigo mexicano Manuel Mercado”, en Obras Escogidas… Tomo III, p. 604.
[xi] Entrevista con el autor del presente trabajo, sostenida en la Feria Internacional del Libro, 25 de febrero de 2003.
[xii] Oscar Loyola: Historia de Cuba, 1492.1898, Editorial Pueblo y Educación 2001, p.397.
Imagen: Tomada de http://www.bnjm.cu/
No hay comentarios:
Publicar un comentario