jueves, 1 de enero de 2015
El año en que nos comimos los muebles
Reinaldo Cedeño Pineda
Un día ya no había con qué cocinar, ni dónde buscar leña. María
Cureaux se revolvió en su apartamento. Se revolvieron sus ancestros mambises,
sus ancestros francohaitianos. La tabla de planchar se le apareció como tabla
de salvación. A la mañana siguiente, miró con picardía una silla que estaba
floja. La madera parecía buena…
En aquella cocina
improvisada con dos ladrillos y en el pequeño balcón del tercer piso, ardió
todo el juego de comedor, una cama, y hasta se vació el librero. El
Decamerón y La dama de las camelias sirvieron para ablandar los
chícharos.
Dos laticas de arroz,
el doble de agua y el efecto del vapor conseguían el milagro de llenar la olla.
Aquel procedimiento de emergencia se conocía como arroz microjet.
María Cureaux Savigne lo dice con una sonrisa desbordada. Ahora puede, pero a
principios de los noventa; con cuatro hijos a su cuidado y un esposo que
trabajaba lejos, no tenía ánimos para hilaridad alguna.
El llamado “período
especial” sobrevino en esa época tras la caída del campo socialista y la
desintegración de la
Unión Soviética. La economía tocó fondo. El ingenio del
cubano se disparó.
María Cureaux se volvió
experta. Cuando ya no hubo zapatos, se procuró unos pedazos de cámaras de
neumáticos que cortaba y calaba a la medida. Al regresar de su guardia
nocturna, se lavaba el rostro y a dar pedal en su máquina Singer. Fiel
e invicta. De allí salieron calzados para la familia… y para la calle.
Había que aprovechar la
luz solar. El único bombillo de la casa iba de la cocina a la sala, de la sala
al cuarto: un viaje de ida y vuelta. Se transformó en poco menos que un objeto
de culto. Era de admirar, el primor con que se quitaba y se volvía a enroscar;
mas todo empezó a tornarse inútil ante los largos apagones.
La alergia de los hijos
lo complicaba todo, pero María Cureaux no conocía la rendición. Se ahorró la
larga cola del queroseno, y tuvo que arreglárselas con unas velas fabricadas de
panal, con unos mecheros alimentados de aceite comestible, aceite de ricino,
brillantina para el pelo, lo que apareciera.
Como tantos otros,
redescubrió al maguey. La planta salió de la humildad al estrellato. Sus
hojas carnosas y su sustancia blanquecina sustituyeron al jabón… hasta una
tarde en que las manos de María salieron inflamadas.
Todavía hay tiempo para
explicar cómo aderezaba el picadillo de cáscara de plátano, como convirtió las
cortinas en vestidos, como…
María Cureaux vive en
el Reparto Rajayoga en Santiago de Cuba y ha visto crecer a sus hijos con
orgullo. Intenta explicarlo todo con indulgencia, casi con ternura. Y mientras
mece sus libras, hay un destello que no descifro, un ardor en su mirada que no
alcanzo.
Artículo en inglés
The YEAR we ate the furniture
http://laislaylaespina.blogspot.com/2015/01/the-year-we-ate-furniture.html
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