lunes, 26 de noviembre de 2007

EL SÍNDROME DE LAS PUERTAS CERRADAS

Reinaldo Cedeño Pineda

Parece una simpleza, pero en lo absoluto. Es una forma de pensar entronizada en Cuba: la de las puertas cerradas.

Se ha escrito más de un artículo sobre lo que ya se ha convertido en una epidemia… pero nada, nadie parece hacerles caso.

Pronto sobrarán los arquitectos, al menos para planificar los vanos de las edificaciones.

Será suficiente con que incluyan una abertura más o menos, una pequeña abertura y no un abertura colosal; una pequeña abertura por donde se pueda pasar… parodiando a Nicolás Guillén.

Puertas de iglú.

Sabidas son las dificultades del transporte en Cuba. No basta con camionetas o “camellos”, en los que se llega al trabajo o se retoma el camino a casa, en un solo ladrillito… como si fueras a bailar danzón.

No basta. La estrechez y el apretujamiento siguen…. Y eso que un colega ha dado en llamar con indulgencia “duendes de la irritación”.

Puedes encontrarlos en una tienda, en una terminal, o un cafetería; en una actividad festiva o en un ómnibus...

En una terminal con paquetes… ese es uno de los pasajes favoritos.

Serían dignos de custodiar las puertas del infierno.

No importa que en el lugar se hayan diseñado seis, cuatro, o dos puertas. La dirección de los lugares decide abrir no una puerta completa; sino media hoja. El vigilante casi roza contigo.

Pobres puertas que no se realizan, que no tienen un día de amplitud, que se aherrojan en sus goznes.

Tendrás que formar una fila india, o un tumulto. Y seguir el ritual.

Si fuera una vez, en un sitio… el comentario se desinflaría por si mismo; pero esas puertas clausuradas, abiertas a medias que usted puede encontrarse en casi cualquier sitio… son capaces de desesperar al más equilibrado.

Es el control, amigo, me han dicho. Cierto, la verdad es que mucha falta hace; pero… ¿por qué no ensayar otras vías? ¿hay que cerrar la dichosa puerta?

¿Quién controla a los clausuradores y cerradores de puertas?

Las puertas pueden estar clausuradas por un largo, largo tiempo. Las puertas de los baños son las candidatas favoritas.

Clausurar antes que arreglar.

Recientemente viajé de Santiago de Cuba a Sancti Spíritus; luego de esa villa a La Habana. En los flamantes ómnibus chinos Yutong que tanto han mejorado el transporte entre las provincias…

Flamantes pero sus baños tenían las puertas cerradas, en ambas ocasiones.

Es el mismo pensamiento, ahora sobre ruedas: Clausurar antes que limpiar.

Las puertas en tierra pueden estar cerradas porque el responsable está merendando. O porque ha faltado justo ese día. O porque hay mercancías bloqueándolas y no hay donde ponerlas. O porque es una medida provisional…

Provisional se ha vuelto una palabra maldita.

O porque hay problemas constructivos o hidráulicos. O porque la otra puerta está muy lejos. Porque hay que controlar…

Es un repertorio inacabable…

Abundan los ejemplos, tanto que sería injusto mencionar a unos y dejar fuera a otros. Injusto singularizar.

Tantas veces he tenido que entrar y salir por la misma media puerta abierta….

Los "peloteos" en las gestiones, ese ir angustiado de un lugar a otro, son también portazos tirados en el rostro... casi pedradas.

Puertas cerradas a la cortesía, puertas cerradas a la comodidad, puertas cerradas a la lógica, puertas cerradas a la sensibilidad.

Puertas abiertas al facilismo, puertas abiertas a la irritación.

Nuestras puertas de cada día.

El cliente nunca tiene la razón.

Puertas mentales que han sido clausuradas para siempre.

1 comentario:

Unknown dijo...

con lo que gastamos en construir huecos, marcos y puertas que no se abren podría terminarse la autopista nacional,o la insulina que necesitan los diabeticos, o el material escolar de todo un curso, o...