domingo, 26 de octubre de 2014
CUANDO EL CORDERO AÚLLA…
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(Momento de entrega del Premio Alejo Carpentier
al joven narrador cubano J.R. Fragela por su novela El cordero aúlla, En la imagen junto a uno de los jurados, Alberto
Ajón)
Reinaldo CEDEÑO Pineda
A Javier Rabeiro Fragela, quien esquiva su
nombre completo o acaso se cobija con sus iniciales al estilo anglosajón
―Herbert George Wells: H.G.Wells, o tal vez mas cercano aún, John Ronell Reuel
Tolkien: J. R. Tolkien— lo conocí, no a través de las letras, sino desde la
imagen: VISUALEER, la singular propuesta
de Internet que asegura que existe otra
forma de leer desde el audiovisual.
Desde entonces, me propuse conocer quien estaba detrás de
aquello. Ahora tengo en mis manos su libro El
cordero aúlla (Editorial Letras Cubanas
2014). Primero, reparé en el título y este me hizo recordar mis estudios
universitarios, especialmente la figura del oximoron: dos conceptos de signos opuestos en una misma expresión.
Los corderos, naturalmente balan; no aúllan; pero es mejor no apresurarse antes
de leer estas páginas.
Un
muchacho de 16 años, con cáncer de pulmón, enfrenta la vida que se le escapa en
cualquier momento. Esta marcado por muertes anteriores, incluida la de su padre
en un accidente. La muerte cabalga sobre él. La violencia le asoma por los
poros.
Lo único seguro es que nunca había
matado a nadie, pero las pulsaciones, las imágenes, el cosquilleo y la ansiedad
lo perseguían. Era una sensación burbujeante, que le obligaba a cerrar los ojos
y abrirlos de nuevo en el momento que su padre salió al patio para matar a una
gallina (…).
El padre la tomó por el cuello y la hizo
girar varias veces. La gallina, ya sin cabeza, saltó de un lado a otro con las
alas separadas y el cuerpo sin albedrío. De momento parecía borracha, o
pérdida. Un ser animado sin dirección lógica.
El destino había escapado de ella y
ahora solo le quedaba esperar.
Aquello era todo (…)
Un final grande y pequeño a la vez.
Quizás por eso su padre reía.
Contemplaba la muerte de la gallina y reía.
El muchacho deseó ese poder. Lo
ambicionó. Adueñarse del momento en que la vida se transforma en muerte.
Poseerlo.
Desde una ventana, agazapado en la penumbra, el muchacho observa
a una mujer haciendo el amor, o mejor despeguémonos del eufemismo: haciendo el
sexo. A la larga, será un juego donde uno querrá quemarse, y el otro, escapar;
porque este es un libro sobre la vida y la muerte, sobre el odio y el amor,
sobre la supervivencia y la obsesión.
Y como es un libro
sobre la vida, repito, es irremediablemente también un libro sobre el sexo.
Sexo solitario, compartido y múltiple; sin guiños, sin gratuidades a la
obscenidad. El lenguaje arrastra con sus párrafos breves, sostenidos, férreos;
a contrapelo de los conceptos y frases hechas, filosófico, con asociaciones de
una trabajada originalidad, con giros inusitados que te vuelcan.
El marinero estuvo casado con una
muchacha que encontró en la bahía. El entretenimiento de la muchacha había
consistido en ver llegar y partir a los barcos. Le gustaba ver flotar tantas
toneladas en el agua como si se tratase de un acto de magia. El sonido de las anclas contra la marea. Las banderas intranquilas,
en una promesa de libertad.
Ella misma parecía un barco. Zarpaba al
pararse en la bahía. Acodada en el muro tenía la forma de un barco. Su cabeza
era la cabina del capitán, sus pechos la proa (…)
Se casó con la muchacha sin pensar
demasiado.
Luego tomó aire. Decidió lanzarse a
fondo. Nadar hacia sitos inexplorados, con peces ciegos y monstruos sin forma.
Bajar y bajar hasta descubrir lo que deseaba.
Pero en el fondo de la muchacha no
existía nada para él.
Los diálogos son gotas; mejor, extractos. Nada sobra. Las
descripciones han sido dejadas en el espinazo; pero tal vez la cota máxima se encuentre en el trazado de
las atmósferas Permítaseme decirlo con un préstamo de las artes plásticas:
sobre el papel se adivina la espátula
más que el pincel; de ahí la sensación táctil de las letras, el relieve de los
párrafos.
En el caso de
J.R.Fragela ―nacido en un poblado con nombre literario, Sabanilla del
Encomendador, 1978— no es difícil ejercer de oráculo. Galardonado en los
Premios Farraluque de Literatura Erótica (2006), Ernest Hemingway (2007) y Luis
Rogelio Nogueras de novela (2011), el autor entra con este libro por la puerta
grande de la narrativa cubana actual, con una marca propia, minimalista,
sacudidora.
No sé cuales serían las
otras propuestas para el Premio Alejo Carpentier de novela que mereció este
libro; pero el jurado que integraron Aida Bahr Valcárcel, Alberto Ajón León y
Michel Encinosa Fú, acertó. Voy a todo riesgo.
Una historia sencilla
―si es que hay sencillez en la brevedad de un grito—, contada desde una intensa
voz interior, desde la sajadura. Una novela conmovedora sin estridencia; cruel o cínica a las veces; cinematográfica siempre; lírica y descarnada. Todo en la
justa dosis, como un mosaico.
No
contaré el final. No cometeré semejante sacrilegio, mas valga la advertencia:
Los corderos también pueden aullar.
Sábado del Libro, Santiago de Cuba. Librería Amado Ramón
Sánchez. Enramadas. 25 de octubre de 2014.
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