miércoles, 21 de enero de 2015

MOTIVOS DE ELOGIO (A Roberto Tremble in Memoriam)



Al centro, de azul, cargado de energías, Roberto Tremble



POR Rodolfo Tamayo Castellanos

La primera vez que intercambiamos palabras arreglamos el mundo en unos 45 minutos. Nos habíamos visto otras veces, pero nunca nos detuvimos a hablar. Sin embargo aquella vez, en el rectorado orquestamos planes “demoledores” para avivar la vida cultural universitaria. Yo andaba por el largo camino del papeleo, pues tenía la intención de comenzar a trabajar en la Dirección de Extensión Universitaria, específicamente en el área de Literatura. Recuerdo que conversamos como si nos hubiéramos conocido de toda la vida. Él tuvo algunas palabras de elogio hacia mi trabajo -de alguna manera lo conocía-; habló de trabajar en conjunto, crear peñas, espacios de promoción y debate, hacer un frente común, pues las artes no debían estar desligadas. Mientras lo escuchaba me decía: Este tipo tiene el entusiasmo de un loco, de esos que andan por ahí iluminados, como yo tenía mi cable suelto le tomé varias veces la palabra y me monté en el carrito de la cultura.

Hicimos muchas actividades en conjunto durante el tiempo que trabajamos en la Universidad de Oriente. Nos metimos en unas cuantas camisas de fuerza. No importaba que dijeran: No se puede; ahí íbamos y hacíamos las cosas con verdaderos actos de magia, varios infartos, recursos propios, una cantidad enorme de amigos y gente de buena fe. Demostramos –en un buen número de los casos-  que las barreras eran más subjetivas que objetivas. Aunque no siempre nos dio la luz y, en ocasiones nos ganó el desaliento, pero al poco tiempo volvíamos con algo bajo la manga. La verdad es que unos cuantos proyectos no pasaron de simple sueños.

Otro recuerdo es su constante sentido del humor. Teníamos una especie de venganzas mutuas a maneras de retos. Primero me retó a que presentara un libro de Historia, frente al gremio de historiadores, de ahí surgió la idea de crear un espacio (La universidad y sus autores) en el que se presentaran textos publicados por profesores. Como venganza lo reté a que presentara mi libro de poemas Bajo asedio, frente al gremio de estudiantes y profesores de Letras –de lo cual salió bastante bien airoso-.   Así nos mantuvimos hasta llegar a la peña Guitarra Luz, en la cual me enredó en una sección (nuevamente de Historia) que dejaban, casi siempre para el final, en una peña nocturna de más de dos horas. Varias veces le manifesté, en broma, la intención de renunciar, pues pedía cada tema que había que ir a Fondos raros y valiosos a investigar. Debo aclarar que realizar ese espacio fue un placer y un reto cada vez, también me ayudó a crecer.

Disculpen si he hablado mucho de mí. Resulta que quiero dar una visión de alguien a quien tuve muy cerca. Fue compañero, amigo y uno de los mejores bateadores emergentes, de los de confianza, que cuando el juego estaba apretado lo llamabas y daba el batazo. Sabía que podía contar con él; era un cómplice habitual para lo que fuera labor creativa, promover el arte y complicarse la vida con los sueños de una universidad mejor. Estoy seguro que ese sentimiento de saber que estaba ahí, que de necesitarlo estaba al alcance de la mano –como se dice en buen cubano: sin miedo-, puede ser atestiguado por muchas personas. Y no cometo el delito de colocarlo en un pedestal; estaba lejos de ser una persona perfecta, sin embargo las virtudes que presencié bien valen estas palabras de elogio.

Nunca dejaré de agradecerle la ayuda que me prestó durante mis primeros meses de trabajo, se empeño en varios de mis proyectos sin tener por qué hacerlo, sin protestar, como si fueran los suyos propios. Con él vi tomar nuevas fuerzas a nuestra Coral Universitaria, trabajamos en ideas macondianas como la de hacer un parque ecológico a partir de los destrozos que había dejado Sandy, sufrimos la burocracia y celebramos las victorias del colectivo de trabajadores de Extensión Universitaria.

Realmente son insuficientes estas palabras para hablarles de la persona que fue: historiador, investigador, músico; un escritor que pudo dar más en el terreno de la crítica y un promotor nato, por citar algunas cosas. La última vez que lo vi le dije: Algo me decía que nos iríamos de la universidad al mismo tiempo, parece que nos pusimos de acuerdo. Él rió y asintió con la cabeza. Hablamos con rapidez en la entrada  de la UNEAC. Quedamos en vernos durante algunos de los viajes que tuviera que hacer a La Habana, ya que él partía hacia esa ciudad. Nos encontraríamos en el escaso tiempo que me dejaran mis asuntos literarios y sus asuntos de la música.

Lo comprometí a que la primera vez él pagaba las cervezas, casi lo obligué –en broma- por todos las ácaros que había respirado en Fondos raros y valiosos. Ahora sé que ese encuentro no será posible, y se diluye como una fina niebla en ese enorme gavetero de los recuerdos inventados de lo que no fue y ya no será. Esa última vez que lo vi, yo andaba en la pretensión de comenzar un nuevo trabajo, y me extenuaba en el largo camino del papeleo oficial. Él tuvo, una vez más, algunas palabras de elogio para mi, enderezamos el mundo en unos 25 minutos, y hablamos de nuestros proyectos como si fuéramos a vivir toda la vida.   

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