sábado, 28 de enero de 2012

Los 60 de ELVIRA OROZCO



Reinaldo Cedeño Pineda

Cuando llegué al periodismo, ella estaba. Hoy que he andado camino, reverencio su fe, su persistencia.

Cuatro décadas haciendo la novela de la vida, día por día, la cinta y el papel, el pensamiento rápido, la voz…

Mi colega Elvira Orozco celebra 60 años. Y Micaela baila. “Es una edad que se cumple solo una vez”, me dice Virginia, la otra hermana. Nunca había reparado en tal aserto, será que aún estoy lejos, aunque el tiempo cabalga…

Mi colega Elvira Orozco cumple 60 años. Su segundo apellido es Vital. Le ha hecho honor largamente, aunque ya se resienta la rodilla.

Llego a su casa humilde a compartir un pedazo de dulce, a poner mi mano en su hombro.

Ana María Rodríguez, la otra colega de la radio, toca a la puerta. Sigue tan loca como siempre, con su locura de vivir. Se ha jubilado. “No es fácil pasar de intelectual a doméstica”, me dice. Puedo imaginarla frente a la cocina, sin muchas ganas de reír.

El diálogo, el recuento, la sonrisa, las fotos de ocasión. Yo pido un poco más en el platillo. Es malcriadez de hijo.

¿Cuántas veces no habré comido en esta casa, en el corre-corre detrás de una información, de una entrevista?

¿Cuántos apuros salvados? ¿Cuántas tertulias sobre temas terribles, hermosos?

¿Cuántas veces no habremos coincidido, debatido, compartido frente al micrófono, y zanjado al final, con una palabra, las diferencias?

En su computadora, en su sitio de Facebook veo un saludo de su hija Sady desde Venezuela. Yo le envío un abrazo que saltará las aguas, de Santiago a Barinas. Ella es médica y el mejor reportaje de mi colega Elvira.

Desde de su balcón en Enramadas veo a una ciudad subir y bajar, soñando y esperando tiempos mejores, sin detenerse. En un instante se inunda el pensamiento. Y vuelvo adentro, cuento mi anécdota:

–Fue retador asumir su trabajo por unos meses en la cobertura cultural de la ciudad. La llamé más de una vez al curso que pasaba. La redacción de la emisora CMKC me tironeaba. Elvira, la infatigable, la ubicua, la espontánea… no era fácil de sustituir.

Mi colega Elvira Orozco cumplió 60 años este 25 de enero. Yo estoy aquí, por los que faltan.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Eterno agradecimiento!

Acabo de reconocer a Reinaldo Cedeño Pineda vía telefónica. Ramón, también compañero de labores de ambos, me atiende presto y busca al querido amigo y colega que no tarda en llegar.
Justamente hoy, sábado 28 de enero, a las 3.25 de la tarde, dejaba su sitio frente a la página web, donde actualiza su blog de Oro: …la isla y LA ESPINA; y como pan caliente, acabado de salir del horno, leo su crónica anunciada que dedica a esta sexagenaria mujer.

Hemos reído juntos, como tantas otras veces, solo que en esta ocasión a mi risa de agradecimiento, le acompañaron las lágrimas de felicidad.
Es que, si algún médico que me ha asistido en una de esas crisis de asma, lee estas letras, sabe que llevo razón en lo que digo. Varias veces me han salvado de la muerte. La vida, llegar hasta aquí, con esa enfermedad no ha sido fácil. Reinaldo en varios ingresos ha estado junto a mí, dándome aliento y fuerzas. Dudo que lo haya olvidado, solo que, no quiso hablar de ese detalle.

Quería poner una foto donde estés mejor… más bonita… Nunca fui bella y hay que acostumbrarse a que ya los años nos ponen peor… Busqué algunas imágenes en mi PC. No llegaron a tiempo. Tanto mejor. Nadie puede luchar contra el tiempo y aceptar la edad.
Siento mucho cariño por él, lo admiro desde lo más hondo de mi corazón, y aseguro que de las felicitaciones, saludos, mensajes y celebraciones recibidos en estos 60 años, este en particular, goza de un halo muy especial: el don de la originalidad y la sinceridad que van implícito. Porque en lo que escribe hay tanta verdad que algún día trascenderá en el tiempo.

Cuando Reinaldo nació, el 13 de junio de 1968, yo transitaba mis once años de vida. El se anticipaba al día en que vinieron al mundo, dos grandes hombres: Maceo y Che. Y tenerlo entre mis amigos ha sido lo mejor que me ha podido pasar. Acudió a mi llamado en la tarde de mi onomástico, a compartir el dulce y la tertulia entre mis seres queridos y gente sencilla que ha sabido calar hondo en mi interior, en lo verdaderamente humano que hay en mi.

Nace la víspera del 14 de junio, bajo la luminosidad de la fecha y al mismo tiempo en una época distinta, pero igual de grande ha sido su profusa obra literaria. Caridad Pineda, su madre, quizás ignora aún que al traer al mundo a este varón, con el nombre de Reinaldo, venía ceñida a su tierna frente, una corona de luz que ha sabido llevar con honor.
No exagero: “La verdad es para decirla y no callarla”, dijo José Martí, el más universal de los cubanos. Reinaldo es un hombre puro, desprovisto de complejos. Es de “esos humanos que te critica de frente y te elogia a tus espaldas”, palabras que le escuche al destacado intelectual uruguayo Eduardo Galeano, en la apertura del Premio Casa de las Américas en su edición 53. Por lo tanto, ha sabido ganarse un lugar en mi corazón y un espacio en este mundo con mucho sacrificio, dedicación, y tenacidad, y hoy traspasa esa pared o muro que siempre acompaña a los chismes, las murmuraciones, los egoísmos, las envidias y todas esas imperfecciones humanas que hayan podido enturbiar una amistad sincera, para regalarme estas sencillas pero profundas palabras. No sé como agradecerte tanto, Rey. Gente noble, virtuosa como tú, no abundan mucho.

Una vez más, gracias por existir.
Elvira Orozco Vital