lunes, 22 de marzo de 2010

Santiago de Cuba / 20 de marzo / sismo: UN DÍA TERRIBLE


Reinaldo Cedeño Pineda
escribanode@gmail.com

Correr con el miedo cabalgando sobre ti, correr despavorido escaleras abajo, atravesar una puerta de cristal a punto de estallar, correr dos veces en un mismo día para intentar salvar tu vida…. son experiencias que no se olvidan fácilmente.

El sábado 20 de marzo de 2010 debió ser en Santiago de Cuba, una jornada de trova o de poesía… pero se transformó en un día terrible.

De trova porque se desarrollaba en la ciudad, el Festival de la Trova Pepe Sánchez. De poesía, porque me habían invitado a una mesa redonda sobre la utilidad de la poesía, sobre el impacto de las nuevas tecnologías… pero la naturaleza tenía otros planes.

Estaba en el segundo piso de la emisora Radio Siboney-Radio Mambí, en el pequeño edificio del Reparto Sueño. Eran las 2.08 de la tarde cuando sentí que me halaban, que bajo mis plantas, el piso se hundía.


La sorpresa fue total. Y no es que no hubiera sentido temblores en otras ocasiones
―los santiagueros a estas alturas, podemos dar todo un doctorado―; sino que andaba concentrado en la impresión del artículo escrito para la conferencia, en las comas y en la perfección de las ideas.

No sé en que tiempo reaccioné, en que instante mi cerebro se reacomodó a la nueva situación. Sólo que me vi lanzarme escaleras abajo, haciendo palancas en las barandas para alcanzar el patio lo más rápido posible.

Cuando llegué al descampado, aún temblaba.

Las piernas apenas me sostenían. No sé con qué pies bajé.

El temblor duró diez segundos, afirman. Ese podrá ser el tiempo real, mas para el que está dentro del sismo, cada segundo equivale a un siglo. En diez segundos pasó un milenio.

(En ese momento estaba seguro que no era un temblor más, sino EL TERREMOTO que tantos han pronosticado para Santiago de Cuba, después de aquellos de 1932 y 1947, ambos de 6,75 grados. Por suerte… no sucedió; pero eso no quiera decir que fuese menos crispante).

La locutora bajó en un ataque de pánico, gritando por su hija, con la que hablaba por teléfono justo en ese momento. La comunicación por esa vía se perdió por unos minutos. La ansiedad se disparó sin control.

Cuando la calma pareció regresar… decidí honrar mi compromiso y, pese a todo, me encaminé hacia la Biblioteca Elvira Cape.

El edificio de la biblioteca provincial en la calle Heredia, es una imponente mole. Su acceso principal, todo de cristal, tenía sólo la mitad de la puerta abierta.

(En Cuba hay una epidemia mil veces criticado pero mil veces mantenida: “el síndrome del encierro”. Los arquitectos no se cansan de hacer puertas y accesos. Y los que dirigen los centros, no se cansan de cerrarlas)

En mitad del monólogo teatral que daba comienzo a la actividad, las ganas de ir al baño me levantaron de la butaca.

Pisaba justo el tercer escaño de la escalera que da acceso al piso superior, cuando comenzó el otro temblor.

En una sola carrera gané los metros que me separaban de la puerta y la atravesé… cuando ya los gruesos cristales cimbreaban con fuerza. En realidad, no sé como no estallaron; nunca había visto nada igual.

En la calle, en la estrecha Calle Heredia, el impulso casi me hace entrar en una casa de al frente.

Los cables eléctricos danzaban.

Todavía no me he preguntado si actué de la manera más correcta o más aconsejable. No es lo mismo un segundo piso que un décimo, claro está. Sólo cuento lo que hice y lo que pasó a mi alrededor.

Ha de haber muchas historias por contar.

Me enteré de los grados de esos movimientos telúricos avanzada la tarde-noche, mientras ayudaba a una familia amiga a acomodarse en el polígono de la Ciudad Escolar 26 de Julio. Acudieron a ese lugar (y al parque Abel Santamaría), personas llegadas sobre todo desde las edificaciones de 18 plantas próximas.

Al menos para mí fue algo inédito ver en mi ciudad a personas con jabas, maletines, mochilas… a ancianos y a recién nacidos en plazas, parques y descampados en busca de protección.

Estaba impresionado, pero a la vez comprendí que la población acataba las medidas orientadas.

El primer sismo fue de 5, 5 grados en la escala Richter y el de las 3.31 de la tarde, una réplica de 4,8. Hubo otros movimientos que yo no percibí.

Los números son para los sismólogos. Un número jamás dará la medida de lo vivido.

Se sintió con fuerza en todo el sur oriental, particularmente en Guantánamo, donde se vieron personas en las afueras del Reparto Caribe, colmado de edificios. En el reporte, el colega Singh Castillo habló de personas en el hospital por contusiones, afecciones nerviosas e hipertensión arterial.

Con estos, son 19 los sismos perceptibles en Santiago de Cuba durante el 2010. Los especialistas afirman que está relacionado con el intenso terremoto de Haití

En Santiago de Cuba se afectaron 316 viviendas y 19 edificios se agrietaron, según información televisiva.

El presidente cubano Raúl Castro recorre el territorio.

NO SE HAN REPORTADO VÍCTIMAS directas del sismo.

El sábado 20 de marzo 2010 debió ser en Santiago de Cuba, una jornada de trova o de poesía… pero se transformó en un día terrible.

Sabemos que no será el último temblor, porque vivimos en una zona sísmica; mas los santiagueros (y sus autoridades) están (estamos) muy atentos.

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3 comentarios:

Rogelio Córdova dijo...

Supongo que a estas alturas, ya se tiene previsto algún plan que no vaya a sorprender a la población. Porque... qué tal si la naturaleza no hubiera sido benévola. Nos hubiera sorprendido nefestamente. No solo habría de esperar sentado, ni tampoco ser presos de la paranoia. ¿Qué hacer?. No quisiera ser testigo de algo trizte en mi estadía por allá. No tendría sentido. Suerte hermano. Dios te bendiga.

Anónimo dijo...

Desde estos lares me enteré inmediatamente, y pude ver los grados por el servicio geológico de EEUU. Con las líneas colapsadas, no podía comunicarme con mi familia y me entró la angustia. Yo recuerdo perfectamente uno de 5,1 en 1994. Rezo porque todo esté bien. Tu amigo.

Reinier Barrios Mesa dijo...

Yo si sé de esas cosas ... En mis cinco años de estudio alla en tu ciudad Cedeño, alguna que otra vez sentí ese estremecimiento del alma del que hablas cuando la tierra se mueve toda. Recuerdo que mi edificio tenia 12 plantas y todo se movía, los cristales parecían partirse y las escaleras se balanceaban...Uno se queda asi, en vilo y un segundo puede parecer un siglo, tal como describes. Para mi, un hijo de las llanuras camagueyanas algo asi está entre las grandes aventuras de mi vida. Quiero creer que no, pero quisas la naturaleza ande desquitándosela con los humanos por sus actitudes... Suerte por alla. Abrazo camagueyano.