martes, 21 de septiembre de 2010
Del ballet al bembé... no hay más que un paso
Jesús García Clavijo
irenec@medired.scu.sld.cu
En enero, nos visitaron dos hermanos argentinos, Andrea Dibella y Oscar Polzonetti. Sin sacudirse el polvo del camino, dimos un recorrido por la Habana Vieja que incluyó pasar por el Gran Teatro Nacional, y me acordé de mis tantas visitas a las sesiones de danzas en el mismo y al ballet, donde conocí personalmente a Alicia Alonso, y otras grandes del género en Cuba y el mundo, para gloria de todos los cubanos.
Realmente mis estudios en la preparatoria en Ciudad Habana, eran para ingeniero y esa es una carrera de “machos”, algo que luego (como profesor universitario traté de cambiar en mis alumnos) y los llevé al teatro y leíamos poemas en el aula en tiempo de clases, lo que me facilitaba luego entrar al mundo de los números, cálculos y circuitos.
Mis alumnos no sufrieron el machismo de la carrera. Yo sí. Por eso mis visitas al teatro y al ballet (sábados y domingos) tenían cierto carácter clandestino en la beca, ya que esos dos días los pasaba en una casa de becadas de la escuela de arte y allí conocí a una amiga que estudiaba ballet y aprendí con ella (que eso de apreciar el arte), es otra cosa.
Voy al teatro y entiendo de teatro, voy al ballet y no sé nada de pasos, saltos ni nada; pero me gustan los colores, la técnica, la música y hasta ver a las personas de atrás que se paran y gritan bravo.
Mi amiga era becada y tenía su cuarto, pero yo dormía en el balcón que da para la Calle H en el Vedado y no me iba muy bien entre los balances y colchonetas en el piso (más en invierno), por lo que decidí, estrechar mi amistad con ella y para eso, debía saber de ballet (ella era muy culta y buena en su materia) y solo quería además de amor ir al ballet…. Por eso aprendí algo de pasos, gestos, del género. Etc. También era muy buena en otras posiciones….
En sus tiempos estudió, ballet, pero luego pasó para danza (por su cuerpo no tan delgado y su figura de española). Me ponía a ver las danzas con gusto (pues ella estaba allí), y el ballet (porque ella me invitaba casi obligado a ir)…. como los delfines, si hacen bien el ejercicio le dan sus raciones de pescado...
Ahora que analizo, yo era un delfín en esos años y no me daba cuenta...
Como ella sabía de eso, del ballet, cuando los del fondo gritaban braaaaavo yo le preguntaba si estaban bien o mal orientados, ella me respondía con mucha seriedad y sin inmutarse... No, esos son sus amigos. Entonces yo no aplaudía.
Volvían a gritar braaaaavo y yo volvía a preguntarle si era algo genial lo que habían realizado y ella me respondía... Si, son los mismos amigos, pero ahora tienen razón.
Así mis bravos siempre llevaban segundos de diferencia a los de los asistentes del fondo y a los que sabían del arte.
Como la novia era muy culta (pero además con sus cosas de mujer fuerte) decidí no preguntar tanto y me pasaba con el rabillo de un ojo mirándola y con el otro ojo miraba el baile (si veía que ella aplaudía y gritaba yo lo hacía también) aunque era por solidaridad con ella y no por saber del género. Los gritos estimulan a los artistas (y a los que no también) cuando son por buenas actuaciones.
Una noche de esas (a la salida del teatro) me encontré con Raimundo, un compañero del curso, negro, de seis pies, boxeador, le gustaba tomar ron y tenía una pistola, con la que hacía frecuentes prácticas en los campos de tiro cercanos a la escuela. Era todo un personaje de guapería, pero en el fondo era un campesino buena gente.
De todas formas, me vio saliendo del ballet rodeado de mucha gente rara (según él) y el lunes me miraba serio en la universidad por lo que lo llamé aparte y le di mil explicaciones para que no regara la voz a los demás pues caería en baja en el grupo y él me dijo que me fuera a otras cosas más de machos. Me prometió silencio y seguimos amigos como antes.
Una noche me invitaron a un bembé en Regla (un reparto al otro lado de la bahía de La Habana) y por conocer aquello fui, además, para hacerme el más macho, se lo dije a Raimundo y él me dijo que ese era un reparto malo, de mucho peligro y que si lo invitaba llevaría su pistola para cuidarme por si era una trampa. Raimundo practicaba esas cosas de santería pero no quería que nadie lo supiera, ni yo.
Tres horas después estábamos los dos entrando al local de los sucesos.
Arrancó la cosa y yo mirando los bailes, los ritos, los gallos muertos, el humo (¡de madre aquello!). Comienza el toque de santo y el negro Raimundo, que era mi escolta según él (por si era una trampa), montó un muerto que tuvimos que salir corriendo pues él, al sentirse montado por el espíritu trató de darme la pistola para guardarla pero todos la vieron cuando alzó la mano y pensaron era otra cosa (y a gritar y a correr por el peligro todos los santeros) y nosotros.
Se terminó el bembé allí mismo y a la media hora de carrera (casi llegando al malecón) fue que se le quitó al negro Raimundo, el muerto del santo.
Se pasó medio domingo pidiéndome de favor que no contara lo sucedido a nadie en la universidad y me dio una clase de santería que me ha servido hasta hoy.
Favor con favor se paga, pero metí al negro en cintura y guardamos el silencio hasta que nos dimos cuenta (casi al graduarnos), de los tontos que éramos en esos años iniciales de guajiros en La Habana.
Raimundo se hizo santo (lo vi años después en un mercado lleno de collares) y revivimos aquellos días, no sin antes preguntarme sonriente, si yo estaba en un grupo de ballet en Santiago de Cuba.
Recuerdo todo esto porque al fondo de donde vivo hay una casa templo de santería. Arriba del templo se mudaron dos hermanos de esa religión, cantantes, y desde las 5 de la tarde tienen formada su rumba y no dejan dormir al barrio, ni a mí.
Realmente cantan bien. Y por culpa de Carpentier y Guillen (todo mezclado) se juntaron variedades de canciones esta noche en esa casa, y lo mismo ponen un reguetón, que montan una rumba, un muerto o una canción de José José (por lo que se llamaría una santería al estilo barroco) que no deja que la gente duerma.
La amiga del ballet fue de gira a EEUU y se quedó allá (me lo dijo la hermana años después) que me la encontré de paso en el aeropuerto de Varadero donde nuestros respectivos vuelos hicieron escala por mal tiempo. Dejó la danza y trabaja de empleada en una casa americana, más nunca he sabido de ella; pero luego de la noticia, pensé que antes de su viaje (a pesar de que ya no éramos amigos de ballet) nos pasamos un día en la playa con su familia, quizás se estaba despidiendo.
La gente se despide de las formas más variadas del mundo.
Hace años no voy al ballet ni a un bembé y los extraño.
LOS POEMAS Y RELATOS DE JESUS GARCÍA CLAVIJO
http://laislaylaespina.blogspot.com/2010/02/los-poemas-y-relatos-de-jesus-garcia.html
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