La profesión de editora nunca estuvo entre mis opciones; sin embargo, desde que puse el pie en el local que ocupaba entonces El Mar y la Montaña supe que ese era mi destino, ahora mismo no me imagino en otra cosa que no sea editar libros; descubrí mi vocación, pues un editor reúne todo lo que me gusta hacer en esta vida: escribir, criticar, producir, crear y dirigir. En una entrevista que me hizo el escritor santiaguero Yunier Riquenes le comentaba que si algo había aprendido después de ayudar a concebir tantos libros, de potenciar las mediaciones entre autores y públicos, es que este no es un trabajo para ególatras, entonces las alegrías que me produce este oficio es saber que aporto a la cultura en cuanto a conceptos, vivencias; cuando intuyo y constato que un libro se convertirá en “el libro” de alguien; cuando se acerca el autor y me dice que valora mis aportes, casi secretos, entre él y yo; cuando entro a alguna librería y descubro a alguien hojeando uno de los libros que estuvo a mi cargo o la revista; después de tantos años me sigo estremeciendo cuando veo que hojean mi trabajo, siento como si estuviera desnuda ante esa persona, ¿puedes creerlo? También he recibido mis heridas, y tienen que ver con ingratitudes de muchos tipos, recuerda que trabajamos con seres humanos, que tampoco escapan de vanidades tontas y he tenido que hacer de tripas corazón ante textos pésimos y libros que sabes que son pura hojarasca, pero sus autores navegan envanecidos en el caos actual; esos libros o artículos son mi mayor sajadura; siento que me convierto en parte de la esterilidad de sus autores. Te confieso que cuando estoy ante esos trabajos quisiera renunciar, pues es grande la responsabilidad de un editor; así que trato de hacer mi mejor labor, enmendando, suturando, extrayendo, casi que me convierto en cirujana… estética, mejorando al Frankestein que me han entregado; a veces los autores te miran desde su falsa altura con menosprecio y bueno… solo me queda encomendar ese trabajo a la buena desmemoria. Por otro lado, están algunos directivos que entorpecen tu trabajo creando situaciones extra profesionales, levantando muros por desconocimiento o porque sencillamente no les interesa que haya más libros… o los censores e hipercríticos prestos a encontrar “manchas” en cada libro o revista salida de nuestra casa editora y esas son gotas que van llenando el pozo… pero en fin, afortunadamente, hasta ahora soy muy optimista y suelo concentrarme en las muchas alegrías que he tenido.
lunes, 14 de diciembre de 2015
Entrevista a la escritora y editora Carelsy Falcón por Reinaldo Cedeño
Carelsy Falcón: Santiaguera-guantanamera. Licenciada
en Historia del Arte y editora de la revista El Mar y la Montaña
RC: Muchos afirman que tras la socialización de la
Internet, el mundo de hoy es una “aldea global”. Guantánamo, la ciudad donde
vives, tiene el sello del poeta Regino E. Boti que le cantó con orgullo a su
“natal aldea… de calles rectas y parquedad catalana”. Por otro lado, muchos en
el mundo creen que Guantánamo es sinónimo de la Base Naval de Estados Unidos,
instalada en su bahía. ¿Cuánto hay de aldea y de global en el Guantánamo de
hoy?¿Qué le enseñarías a un visitante que quiera tomarle el pulso a Guantánamo?
CF: En un hermoso trabajo que escribiste hace unos años
y que publicamos en la revista El Mar y la Montaña finalizabas diciendo
que Guantánamo es un desafío, yo te doy toda la razón: vivir en la provincia
más apartada de los llamados o reconocidos “centros culturales” ha generado una
serie de “peculiaridades” que tipifican al guantanamero de hoy. Para muchos
puede ser hilarante; para nosotros, doloroso. El guantanamero en su gran
mayoría, y sobre todo los jóvenes, reniega de su identidad regional. Actitudes de
miedo y la vergüenza de ser “guantanamero”, el complejo de inferioridad,
actitudes de imitación; las formas de ambivalencia socializada caracterizan a
veces un comportamiento. La limpieza de pedigrí o simplemente la abstención son
las más comunes. He visto a más de un guantanamero perder su piel originaria a
la hora de pedir un “platanito”, pues su “guineo” le suena a mala palabra.
Pienso que esas son algunas expresiones del aldeano de hoy. Vistas en las
instituciones culturales, que es donde más me desenvuelvo, te podría decir que
lo de aldea está en el no pensar en grande, soñar desde la estrechez, no
acumular experiencias; actuar desde el síndrome de la sospecha y la morosidad
con que se acomete cualquier proyecto. Te pongo un ejemplo, cuando alguien nos
trae algún libro narrando la historia de alguna localidad o de algún personaje
es como si esos hechos y esas personas estuvieran de espaldas a la historia
general, y ese es otro síntoma del aldeanismo: el cerramiento… y hay unos
cuantos por acá que tienen sus mentes enclaustradas. En cuanto a lo global,
creo que desafortunadamente lo que hace a Guantánamo de interés más allá de sus
líneas geográficas sigue siendo esa Base Naval, creo que por encima de la
canción harto tarareada. Desde el punto de vista turístico, tanto nacional como
foráneo ven a Guantánamo como una ciudad de tránsito y creo que nosotros no
hemos sabido utilizar algunos referentes para mostrar una ciudad que puede ser
atractiva en muchos aspectos, pero creo que primero nos lo debemos creer
nosotros.
Por otra parte, para
tomarle el pulso a Guantánamo hay que sentarse en el parque Martí, que sin
chovinismo alguno, te digo es uno de los más lindos de Cuba. Es el corazón de
la ciudad, allí verás pasar a lo que vale y brilla en materia cultural del
territorio: bailarines, escritores, músicos, artistas de la plástica; todos
pasan por ahí, entonces tendría el pretexto perfecto para explicarle a ese
foráneo quien fue Elfriede Mahler, Alfredo Velázquez; quienes son Ladislao y
Llewellyn; que en Guantánamo el nivel danzario está en el ADN de la región;
podría hablarle del espiralismo creativo de Laborde; de Ángel Íñigo, un
guajiro, cuyas manos devastaron las piedras en medio de la naturaleza yaterana
y nos legó, sino el único, uno de los primeros zoológicos de piedra en el
mundo; le hablaría de los papalotes de Oscar Nelson y de las manchas de George
Pérez; pero allí cerca del parque tendría el mejor pretexto para hablarle de
Salcines: ingeniero, arquitecto, soñador que nos legó la mejor arquitectura que
nuestra ciudad exhibe; un hombre que trató que en materia arquitectónica
Guantánamo estuviera al día, trató de vestir de ciudad la aldea; el palacio que
lleva su nombre y que fue la vivienda de su familia, es el mejor ejemplo de
cómo soñar en grande desde estos predios aldeanos. En ese parque también
estamos cerca de la Casa de la Trova y lo mismo le podría hablar de la trova
que aquí se cultiva, del changüí, la Loma del Chivo o de los concertistas que
pasan con sus instrumentos a cuestas; aquí tuvimos el primer coro masculino que
hubo en Cuba, creado por Tusy y sería un buen pretexto para contarle quien fue
ella y lo que legó en materia coral; le podría hablar de Conrado Monier, uno de
los mejores arreglistas en Cuba y Latinoamérica. Pero en el parque también se
pueden ver a los hombres y mujeres de a pie, sudando, intercambiando, siendo
auténticos, sin el miedo que descubres en otros lugares cuando tratan de pasar
desapercibidos por su acento o su ropa a veces pasada de moda. Definitivamente
el parque es la vena aorta para tomarle el pulso a esta ciudad.
RC: A unos ochenta kilómetros de suelo guantanamero se
ubica Santiago de Cuba, antigua capital de Oriente. ¿Qué recuerdos te asaltan
sobre esos primeros años de formación allí? No imagino tu paso por la radio…
CF: Pero ¿por qué no me imaginas en la radio? Jajaja,
pues sí, nací en Santiago de Cuba y durante buena parte de mi vida estuve
obsesionada con regresar. Santiago guarda a la Universidad de Oriente, donde
pasé los mejores años de estudio; donde conocí a las personas que llevan mi
sello: “amistad para toda la vida”. A Santiago llegué siendo una adolescente y
me convertí en una mujer madura que tuvo que esforzarse mucho para lograr sus
metas, fueron los años del período especial, de crisis alimentaria y espiritual.
Recuerdo irme en una ocasión a la cama con solo un té de mejorana en todo el
día o cuando compartí a mordiscos con una amiga una col cogida de un camión que
pasaba; pero eran los días también de irnos en grupo hasta la Gran Piedra o a
la playa Siboney; hasta la Casa del Joven Creador y escuchar a José Aquiles, a
Sosa y William Vivanco, cercanos y jovencísimos; al actor Santiago Portuondo, a
la Guerrilla, a Muralla… tantas personas que hacían magia en medio de los
apagones para que pudiéramos seguir resistiendo. Fueron los años de sentarse
horas y horas en la Isabélica y conocer los más disímiles personajes, de ir
hasta por gusto al cine Cuba y matar el tiempo con la película de turno… y
luego llegar a la radio, Radio CMKC, Radio Revolución, mi primer trabajo ya
graduada, pasarme el tiempo en la cabinas observando a Ado Sánz dirigiendo al
equipo jovencísimo de actores que montaba los dramatizados de su programa del
mediodía; pero también asistir casi religiosamente a las grabaciones de la
novela (en aquella época se preparaba Mulata, que tenía una enorme
aceptación). Específicamente hacía los mensajes promocionales, trabajaba en el
departamento que diseñaba la publicidad y la propaganda de la emisora. Era un
trabajo muy reconfortante, lo hacía con un enorme placer, de hecho obtuve
algunos premios y reconocimientos con unos trabajos; allí aprendí a decir más
con menos, pues ese es el gran reto de un mensaje publicitario y sobre todo el
radial: en solo segundos cargar de emoción, movilizar, concientizar, anunciar…
en fin, era un trabajo también muy creativo, pero es justo decir que aprendí y
trabajé con gente consagrada a ese medio, con mucho talento y muy ingeniosa,
además aprendí a trabajar en equipo, algo que se olvida a veces en el ámbito
cultural, pero muy necesario.
RC: Aunque un libro es, fuera de toda duda, una creación
colectiva; aunque los iniciados saben que un editor resulta una figura capital
en ese proceso; un lector común se enfoca casi siempre en el autor. Desde esa
asunción, ¿la labor de editora para ti fue una elección propia o una
casualidad? ¿Cuánto de alegría auténtica y cuanto de sajadura has tenido en tu
trabajo en la editorial El Mar y la Montaña?
CF: Llegué a la editorial por pura casualidad, soy
graduada de Historia del Arte y en esta zona oriental muy pocas opciones
tenemos los graduados de esa especialidad, así que no hay mucho donde escoger
cuando quieres cambiar de labor… llevaba tres años trabajando en el Centro de
Superación pero las asignaturas que impartía no me hacían muy feliz, imagínate
que tuve que dar DPO, Técnicas de Dirección, Marketing, jejeje (de alguna
manera luego me serían muy útiles) y quería variar, entonces una amiga con la
que coincidí en un diplomado de Relaciones Públicas, y que se desempeñaba como
secretaria del Director Provincial del Libro, me dijo que en la editorial
guantanamera estaba vacante una plaza, me habló de Mireya Piñeiro, a quien
conocía solo de nombre y era la directora en aquellos momentos. Fui a verla y
ella, fiel expone de la vieja escuela, me hizo una prueba de aptitud y de
actitud también, hablamos en ese día un montón y creo que hicimos una empatía
que al final me ganó la vacante; estoy allí hace ya diez años.
La profesión de editora nunca estuvo entre mis opciones; sin embargo, desde que puse el pie en el local que ocupaba entonces El Mar y la Montaña supe que ese era mi destino, ahora mismo no me imagino en otra cosa que no sea editar libros; descubrí mi vocación, pues un editor reúne todo lo que me gusta hacer en esta vida: escribir, criticar, producir, crear y dirigir. En una entrevista que me hizo el escritor santiaguero Yunier Riquenes le comentaba que si algo había aprendido después de ayudar a concebir tantos libros, de potenciar las mediaciones entre autores y públicos, es que este no es un trabajo para ególatras, entonces las alegrías que me produce este oficio es saber que aporto a la cultura en cuanto a conceptos, vivencias; cuando intuyo y constato que un libro se convertirá en “el libro” de alguien; cuando se acerca el autor y me dice que valora mis aportes, casi secretos, entre él y yo; cuando entro a alguna librería y descubro a alguien hojeando uno de los libros que estuvo a mi cargo o la revista; después de tantos años me sigo estremeciendo cuando veo que hojean mi trabajo, siento como si estuviera desnuda ante esa persona, ¿puedes creerlo? También he recibido mis heridas, y tienen que ver con ingratitudes de muchos tipos, recuerda que trabajamos con seres humanos, que tampoco escapan de vanidades tontas y he tenido que hacer de tripas corazón ante textos pésimos y libros que sabes que son pura hojarasca, pero sus autores navegan envanecidos en el caos actual; esos libros o artículos son mi mayor sajadura; siento que me convierto en parte de la esterilidad de sus autores. Te confieso que cuando estoy ante esos trabajos quisiera renunciar, pues es grande la responsabilidad de un editor; así que trato de hacer mi mejor labor, enmendando, suturando, extrayendo, casi que me convierto en cirujana… estética, mejorando al Frankestein que me han entregado; a veces los autores te miran desde su falsa altura con menosprecio y bueno… solo me queda encomendar ese trabajo a la buena desmemoria. Por otro lado, están algunos directivos que entorpecen tu trabajo creando situaciones extra profesionales, levantando muros por desconocimiento o porque sencillamente no les interesa que haya más libros… o los censores e hipercríticos prestos a encontrar “manchas” en cada libro o revista salida de nuestra casa editora y esas son gotas que van llenando el pozo… pero en fin, afortunadamente, hasta ahora soy muy optimista y suelo concentrarme en las muchas alegrías que he tenido.
La profesión de editora nunca estuvo entre mis opciones; sin embargo, desde que puse el pie en el local que ocupaba entonces El Mar y la Montaña supe que ese era mi destino, ahora mismo no me imagino en otra cosa que no sea editar libros; descubrí mi vocación, pues un editor reúne todo lo que me gusta hacer en esta vida: escribir, criticar, producir, crear y dirigir. En una entrevista que me hizo el escritor santiaguero Yunier Riquenes le comentaba que si algo había aprendido después de ayudar a concebir tantos libros, de potenciar las mediaciones entre autores y públicos, es que este no es un trabajo para ególatras, entonces las alegrías que me produce este oficio es saber que aporto a la cultura en cuanto a conceptos, vivencias; cuando intuyo y constato que un libro se convertirá en “el libro” de alguien; cuando se acerca el autor y me dice que valora mis aportes, casi secretos, entre él y yo; cuando entro a alguna librería y descubro a alguien hojeando uno de los libros que estuvo a mi cargo o la revista; después de tantos años me sigo estremeciendo cuando veo que hojean mi trabajo, siento como si estuviera desnuda ante esa persona, ¿puedes creerlo? También he recibido mis heridas, y tienen que ver con ingratitudes de muchos tipos, recuerda que trabajamos con seres humanos, que tampoco escapan de vanidades tontas y he tenido que hacer de tripas corazón ante textos pésimos y libros que sabes que son pura hojarasca, pero sus autores navegan envanecidos en el caos actual; esos libros o artículos son mi mayor sajadura; siento que me convierto en parte de la esterilidad de sus autores. Te confieso que cuando estoy ante esos trabajos quisiera renunciar, pues es grande la responsabilidad de un editor; así que trato de hacer mi mejor labor, enmendando, suturando, extrayendo, casi que me convierto en cirujana… estética, mejorando al Frankestein que me han entregado; a veces los autores te miran desde su falsa altura con menosprecio y bueno… solo me queda encomendar ese trabajo a la buena desmemoria. Por otro lado, están algunos directivos que entorpecen tu trabajo creando situaciones extra profesionales, levantando muros por desconocimiento o porque sencillamente no les interesa que haya más libros… o los censores e hipercríticos prestos a encontrar “manchas” en cada libro o revista salida de nuestra casa editora y esas son gotas que van llenando el pozo… pero en fin, afortunadamente, hasta ahora soy muy optimista y suelo concentrarme en las muchas alegrías que he tenido.
RC: El volumen de ensayo “Cartas desde el insilio”
mereció los premios Regino Boti, Dador y el de la revista Videncias.
Tantas miradas no pueden estar equivocadas, como decía un conocido spot
televisivo. ¿Qué ideas se mueven alrededor de la cultura, la creación, la
literatura, la historia y la realidad en tu ensayo? ¿Sobre qué sustratos se
mueve el término de insilio en tu obra? ¿Cuáles son las próximas?
CF: El libro ganador del premio Regino E. Boti, se llama
“Cartas desde el insilio: la construcción de la herejía desde la
subalternidad”, ya ha recibido su primera crítica, me han dicho que el título
es muy largo y tienen razón; son reminiscencias de la academia, en el proceso
de edición veremos cómo lo solucionamos; es la primera parte de un tema que me
tiene realmente seducida y es lo que yo he llamado “Las estrategias del
subalterno en el proceso literario cubano” y tiene que ver con algo que le
escuché a la doctora Graziella Pogolotti cuando decía que “La anatomía de los
proyectos fallidos revela, en su fragilidad, las corrientes dominantes de la
época o, con más exactitud, el clima general y sus tendencias fundamentales”,
es un pensamiento que me seduce y tiene que ver con mis propia agonías; siempre
me ha interesado ese otro que se excluye, que no es parte del centro, y no
precisamente por su calidad literaria, sino porque no es oportuno, no es
factible en ese momento; de alguna manera, también muestran las tendencias de
un momento, revelan las ideas de un contexto y es lo que intento componer con
esa investigación: cómo los otros –que a la par son escritores, es decir
que participan desde sus obras relegadas– encuentran a sus públicos,
cómo sortean al sistema, a veces rígido, de pensamientos y cánones
establecidos, cómo sobreviven –o no– al espíritu de su época y que no
necesariamente comparten; intento construir la anatomía de esos proyectos,
algunos no fallidos, otros asimilados después por el propio centro, pero que en
algún momento se encuentran o encontraron en los márgenes y que conforman el
proceso desde las orillas; quiero proponer la historia de la literatura desde
su reverso. El grupo sería una de estas estrategias, pero en este libro
en particular me centro en el grupo guantanamero Ego, surgido a inicios de los
80, que no participaba del canon de los 70 y que “concurre” desde el insilio,
entendiendo a este como una especie de espacio interior, sobre el cual se
construye el destino de un alma, de un espíritu; es una actitud para sobrevivir
a los avatares de la vida; se concibe en la soledad a la que a veces la censura
somete a los autores, en la apropiación del espacio interno como única vía para
preservar las creaciones prescindiendo además de las instituciones culturales,
que como es obvio los excluye. Tengo identificadas además otras estrategias: la
apropiación, el simulacro y el juego; son teorías que me tienen cautiva; espero
que de ellas surjan nuevos textos, y por supuesto otros libros.
RC: En el universo cultural guantanamero desde tu
condición de mujer de pensamiento, profesora, crítica, escritora, promotora,
editora… tienes mucho que aportar. Lo has hecho. ¿Cuánto cambiarías del
panorama actual de la cultura en la villa de Boti?
CF: Mi abuela, como toda anciana, que saben más por
viejas… decía que una golondrina no compone verano, yo sola no podría cambiar
identidades, pensamientos, ideologías, maneras de hacer y pensar; pero creo que
todo intelectual tiene el deber de hacer reflexionar a sus contemporáneos y es
lo que hago cada día en las aulas de la universidad guantanamera o en las del
centro de superación o en cada intervención escrita u oral que hago; me gusta
que las personas piensen, analicen… crezcan; trato de emplear el método
mayéutico de Sócrates; pienso que todos tenemos qué aportar, lo que hay es que
convocar, convencer y dar oportunidades…a lo mejor solo soy una puerta, una
ventana o un escalón desde el cual los trabajadores y creadores de la cultura puedan
asomarse al panorama cultural actual y, lo que creo es mejor, puedan advertir,
aprovechar y sentirse apasionados con el potencial espiritual y patrimonial
tangible con el que contamos… si tuviera el poder de cambiar cosas, que me
superan, cambiaría las mentalidades que te describía anteriormente.
RC: ¿Quién es, definitivamente, Carelsy Falcón?
CF: Llevo viviendo conmigo una bola de años y aun así me
cuesta definirme… te diría que soy caótica, me vuelvo muy creativa en el caos,
leo varios libros a la misma vez; consumo series, telenovelas, películas,
documentales, blogs con la misma placidez que ingiero gramos y gramos de
chocolate; me apasiona conversar de política y cultura; anoto infinidad de
ideas en cualquier sitio, pues nunca tengo un lugar para escribirlas y aparecen
a deshoras; amo desde la lealtad y me entrego desde el compromiso. Pero todo
eso Reinaldo, al final quizás sea una invención; esas entelequias que uno se
inventa para andar, para sentirse digno… a estas alturas de mi vida solo hay algo
que me define realmente, que no podrán dudar porque es una verdad como un
templo: tan solo soy la mamá de Felipe.
Hasta pronto.
TOMADO
DE: http://dgarteyliteratura.cubava.cu/2015/12/13/entrevista-a-carelsy-falcon-por-reinaldo-cedeno
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