lunes, 27 de septiembre de 2010
TV cubana: Aquí... SÍ estamos
(La experimentada Alina Rodríguez y la joven Camila Arteche como Cecilia. Madre e hija en un conflicto que pone a la muchacha entre la conveniencia del dinero y el descubrimiento del amor)
A propósito del artículo Aquí no estamos de Leticia Martínez Hernández, periódico Granma, 21 de septiembre de 2010/
Reinaldo Cedeño Pineda
Después de leer el comentario Aquí no estamos, basado en la novela que actualmente se transmite por el canal Cubavisión de la televisión cubana… he decidido mirar con detenimiento mi entorno más cercano.
Hace poco monté un “almendrón” de alquiler de un ex compañero de estudios. Una turba de “muchachones” borrachos hizo el viaje difícil. Sus palabras y sus ademanes no eran aptos para menores, tampoco para mayores; mas a las nueve de la noche, no tenía otra opción para llegar a casa.
Mi ex compañero ha sabido mantener andando el viejo auto de su abuelo. Ya no me conoce. No tiene a menos comentar a cuantos lugares va y cuales son sus hazañas con esta y con aquella, porque dinero tiene para eso.
Un vistazo al barrio y asoman un veterano de Girón al que alguna vez entrevisté para un programa, un locutor de radio y un colega periodista, una ex machetera que se gana la vida en el trabajo por cuenta propia, un oficial militar, un médico especialista, un muchacho que cumplió misión internacionalista en África y que no ha logrado recomponer sus nervios y muchos niños que iluminan la mañana con sus pañoletas de pioneros…
También, una familia que decidió optar por la ciudadanía española, una joven que anda en trámites para salir del país con un señor que casi le triplica la edad, una anciana de la que ninguno de sus hijos se ocupa, dos mujeres trabajadoras que comparten su vida en una pequeña casa (y a las que, por puro prejuicio, no todos saludan), un reguetonero que pone la música a todo dar, un señor que vende plátanos en su carretón, un alcohólico de poco más de treinta años, cada vez más delgado y otro de similar edad que cumplió años en prisión por asaltante.
¿Cánones de normalidad?
Acaso, por mis ojos desfila una novela cotidiana que no puedo desdibujar a voluntad. Por eso, no entiendo cuales son los cánones de normalidad que presupone el artículo Aquí no estamos.
Toda sociedad es inabarcable, esta que construimos y la de cualquier otra geografía. Si de arte hablamos, se impone escoger un fragmento de esa realidad como sustancia inspiradora. Podemos discrepar sobre el resultado de la realización, pero sería absurdo imponerle al realizador cuál segmento “levantar”.
Un desaguisado por el estilo sería reclamar en una telenovela, esta o aquella “representación”, cual si se tratase de una sesión parlamentaria, un proceso eleccionario, o una eliminatoria olímpica.
Será necesario remarcarlo: Aquí estamos es una telenovela; no un documental, un reporte periodístico ni una cámara oculta. No es una tesis doctoral. Por tanto no es su misión específica (no ha de exigírsele), retratar a toda la sociedad.
La realidad que se ve en pantalla es una realidad recreada y ficcional, NO la realidad misma. Tal es, en mi opinión, el primer extravío del artículo: se deslizan confusiones entre lo uno y lo otro.
El valor de una propuesta dramatizada, no radica en cuanto se acerque o se aleje de una realidad dada; sino en su construcción dramatúrgica, el planteamiento de las situaciones y la verosimilitud de sus personajes. Por eso, quisiera haber visto en el artículo más análisis y menos sobrevuelo de impresiones.
Aquí estamos, la novela, va dejando algunos personajes que en su humanidad, nos tocan, como Adonis (Armando Gómez) y Shidarta (Denis Ramos). La superficial Paula (Claudia Álvarez), también, aunque de diferente manera. Están bien actuados. Aquello de que estamos viendo en pantalla “una sociedad grosera porque sí, de paso mal actuada, sin matices”; resulta un frase generalizadora y reduccionista.
Sólo un ciego no vería las grandezas en nuestra sociedad (hace un tiempo, por ejemplo estuve ingresado en un hospital y pude tocarlas con mis propias manos); pero las groserías también están ahí. Y no están “porque sí”.
En el 7. Congreso de la UNEAC (2008), más de una intervención insistió en la necesidad del abordaje en los medios y el arte cubanos de la marginalidad, la discriminación racial y la diversidad sexual, temas necesitados de visibilidad y debate, como parte de una mirada integral a nuestra sociedad.
(Denis Ramos como Shidarta, uno de los personajes centrales de la telenovela cubana)
El compositor y profesor, Roberto Valera (Premio Nacional de Música), señaló durante el citado Congreso de la UNEAC:
"(…) nos duele que después de tanto trabajo en la educación de nuestro pueblo, aún haya jóvenes así, huecos, vacíos, absolutamente idiotas. ¿Por qué junto a tanto joven valioso, producimos aún tanta escoria? (…) No podemos alardear de ser una potencia educativa porque educación no es sólo instrucción. No se trata de falta de educación formal, pues no hablamos de formalidades, sino de esencias: se trata sencillamente de mala educación. (..) ¿Qué podemos hacer específicamente escritores y artistas para ayudar a cambiar esa situación? Pienso que si tenemos los medios de difusión masiva en nuestro poder (…) debemos aprovechar todas las técnicas modernas (…) para usarlas inteligentemente (…)"
Si se introduce al espectador en ciertos ambientes, también sobreviene, indefectiblemente, el diseño exterior y el trazado sicológico de los personajes. El lenguaje es la envoltura del pensamiento. Las comparaciones pueden ser válidas como referencia, pero en el arte, no existen fórmulas únicas.
El artículo Aquí no estamos refiere en uno de sus párrafos “¿qué queremos enseñar?, sí, porque de enseñar también se trata, más allá de entretener con caras lindas, con jóvenes vestidísimos a la última moda, con escenas de sexo”.
Resulta otro planteamiento que parte de presupuestos erróneos. Una telenovela podrá eventualmente estremecer el espíritu de quien la ve sobre un hecho determinado; pero enseñar no es su papel per se. Una telenovela se mueve bajo códigos artísticos, no didácticos. Una telenovela no es un libro ni una escuela, ni puede sustituirlos. No es posible pedirle que sea un centro educativo.
Jóvenes actores encarnan los papeles centrales de la telenovela y salen bien parados de la prueba, más allá de otros resortes que seguramente les aportará su propio desarrollo. En ellos descansa la médula actoral.
Son algunos intérpretes de personajes secundarios o de apoyo los que no muestran la misma altura…
La que interpreta a la esposa del extranjero, por ejemplo, muestra un desempeño fatal. Otros actores escogidos como Armando Tomey, Roberto Perdomo y Tamara Morales, están más o menos como en otras propuestas, de cuerpo presente; pero sin aire vital. Mery Díaz, uno de los “espectros” alrededor de la veterana teatrista (Miriam Learra) luce fuera de training; aunque a decir verdad, creo que todos los espectros... sobran. Alina Rodríguez, Néstor Jiménez y Yazmín Gómez siguen mostrando su talla. Enrique Molina encarna hasta ahora un papel de hombre débil. El despertar de su personaje (todos lo esperamos) seguramente hará emerger del actor esa fuerza con que sabe colorear sus personajes.
A diferencia de otras telenovelas cubanas (escasas en los últimos años y más de una, cargada de escenas blancas que poco aportan), Aquí estamos ha logrado momentos de verdadera excelencia en el guión escrito por Hugo Reyes (codirector junto a Cheíto González) y Alfredo Felipe Pérez…
¿Algunos de ellos? El diálogo de Adonis y Shidarta cuando el primero descubre a su novia engañándole (fábula del gigante y la enana; los diálogos entre Denis (Kelvin Espinosa) y su esposa sobre el dinero y el trabajo; los diálogos entre el siquiatra y su esposa acerca de los viejos y los nuevos tiempos, la escena de un Adonis bebido y desengañado ante su padre, el diálogo de las dos lesbianas cuando una le habla a la otra de casarse o los apuntes de la joven enferma en su diario cuando ve al esposo de su madre en paños menores…
Y los personajes siguen su evolución, estemos atentos… La novela no se ha terminado.
Los que se han asomado a este blog saben que uno de los temas más recurrentes ha sido la televisión cubana. No soy de aquellos que la minimiza. Su alcance y repercusión, merece siempre la atención. Tal vez a la televisión haya que señalarle (por sólo apuntar lo más reciente) lo defraudante del promocionado espacio humorístico A todo trapo, listo para ser envuelto y tirado al escaparate… pero no me desvío del tema.
Ni inquisidores ni aguafiestas
Lo más desafortunado del artículo Aquí no estamos es la idea apuntada de “exigir responsabilidades a los que aprobaron, alentaron y pusieron en el aire esa propuesta: la Redacción especializada y las instancias de dirección de la TV”.
Me parece estar escuchando palabras de tiempos nada gloriosos. El tono inquisitorial no es sólo excesivo, sino además infértil como mecanismo para la crítica. Como alguna vez escribió Amaury Pérez, ni inquisidores ni aguafiestas...
Toda creación artística es un reto, en tanto dialoga con el espectador (no siempre de la misma manera y con la misma efectividad, claro está); pero la creación es siempre un reto hermoso y necesario.
Alfredo Guevara apuntó en Revolución es lucidez: “(…) sin ejercicio riguroso, profundo, ilustrado (…) sabio, respetuoso de la crítica, pobre será el entrenamiento mínimo que la polémica exige (…) el arte y el trabajo artístico constituye una especialidad”.
A ese pensamiento deberíamos asomarnos de modo más frecuente.
Aquí no estamos asume un tono más de reprimenda que de reflexión, liga la muestra de un hecho con su tácita aquiescencia y al abarcar demasiadas aristas, deja ideas en su esbozo, sin tocar las profundidades. Algunos términos empleados resultan francamente impropios.
No soy de los que dice “escapao” ni “te cogió el tren”, tal vez sea que ya entré en los cuarenta. De mi boca jamás saldrá un tía en vez de un compañera o un señora. Detesto la vulgaridad y el exceso de confianza, pero ambas situaciones están ahí, agazapadas o visibles, y te asaltan de diversas maneras.
No me asusta en modo alguno Aquí estamos.
No me asustan las palabras.
No me asusta que una telenovela muestre (desde una recreación con sus licencias artísticas, insisto) aspectos sobre la vulgaridad y la marginalidad en segmentos de la sociedad cubana. Es más, exponerlas a la luz pública, es lo que ha traído este debate. He escuchado opiniones en paradas y ómnibus, en casas y centros de trabajo. Y eso habrá que anotárselo desde ya a la telenovela.
Me asustaría, por el contrario, una sociedad que etiquete a las personas o que eche la basura debajo de la alfombra. Aquí estamos es una novela para la reflexión y la inquietud. De esas que siempre quisiera ver en nuestra pantalla. No creo ser el único.
..........................................................................................................................
Mientras redactaba estas líneas he recibido en el correo unas notas de alguien que se firma como Libélula. Aún cuando ha decidido firmar con un seudónimo y aunque coincidimos en ciertos aspectos, sus consideraciones me parecen sinceras y las publico a continuación En cursiva van fragmentos del artículo de Granma y a continuación, las consideraciones de Libélula, señaladas con guiones.
.................................................................................................................................
SIN CAMPANA DE CRISTAL (Apuntes de Libélula)
"Y no creo que se trate de que Cuba no esté preparada para ver reflejada su parte fea en la pequeña pantalla, como alguien me sugirió hace algunos días. Porque entonces tendría que hacer recordar aquella durísima, y excelente, Doble juego, de Rudy Mora, la novela que a golpe de astucias, perspicacias, nos mostró una sociedad poco agradable, pero cierta. Tan creíble, que pocos dejaban de ocupar puesto cuando Polito Ibáñez comenzaba a hurgar en su guitarra".
—En mi opinión es un artículo poco serio, superficial y contradictorio.
—La serie Doble juego y Aquí estamos son diferentes, en efecto. Se asumió un tratamiento diferente desde un punto de vista diferente. Cada realizador pone su impronta en la obra audiovisual.
(Armando Gómez como Adonis, una de las revelaciones de Aquí estamos)
"Es que hemos pasado del no decir nada a querer retratar, mal retratar, una sociedad que, en efecto, pudiera ser vulgar, como si no bastara vivirla, o más bien sufrirla a diario en cualquier soplo de tiempo".
— ¿Cuando expresa “como si no bastara vivirla o más bien sufrirla a diario”. ¿Es que, entonces, lo que le molesta es ver reflejada esa sociedad en la pantalla? ¿Quiere entonces novelas mexicanas o colombianas? ¿Pura evasión?
— Reflejar la cara fea de la sociedad no es sinónimo de aupar ese comportamiento; al contrario: es provocar precisamente, ese rechazo que siente la autora del artículo.
"Sin embargo, la vulgaridad crónica, extendida y hasta televisada con tres dosis a la semana y sin "agua para destrabarla" motivan unas líneas sobre Aquí estamos, la novela que en noches alternas lanza a la cara, sin ton ni son, una sociedad grosera porque sí, de paso mal actuada, sin matices, donde el término "persona normal" casi no existe, en la que ofender a la progenitora de alguien no es un parlamento prescindible, aunque después de los créditos la insistente Aurora Basnuevo vuelva a aparecer con su "¿y cómo quedo yo?".
—El lenguaje vulgar lo emplean los personajes de una procedencia, formación o medio “vulgar” y sirve para la caracterización de los personajes. Es una condición dramatúrgica.
—El único “anormal” de la novela es el hermano de Yoyi. Los demás personajes, señora mía, no son anormales, son simplemente personajes con conflictos.
—Lo de mal actuada, habría que ver si se refiere de forma general, pues hay que destacar la actuación de varios de los jóvenes, que en ocasiones, supera a los de actores ya experimentados; tal vez porque la problemática les toca muy de cerca.
—No entiendo que quiere decir cuando escribe “ofender a la progenitora de alguien no es un parlamento prescindible”. Es una frase oscura.
—El comentario no toca otros aspectos de la puesta en pantalla que hubiese querido ver como que hay conflictos que pudieran desarrollarse más como el de Shidarta y la madre, darle más matices a la sicología de Pedro (el profesor de teatro); un poco más de ímpetu al padrastro de Mariana ( la chica enferma), etc… pero en conjunto esos detalles desaparecen ante los diálogos inteligentes, profundos y la veracidad que tiene (aunque cruda y por eso ofende a algunos).
—No señala una banda sonora excelente en función de la dramaturgia del espectáculo, desde el tema de presentación hasta el lei motiv de los personajes.
—El rechazo que provocan las situaciones y personajes de la novela es su principal logro. Hasta a la autora del artículo le produce “asquito”. ¡Que bueno!
—¿Quién dijo que no hay personajes positivos? Donde dejamos a Pedro (el profesor de teatro que hace Enrique Bueno), a Liset (que empezó a fregar platos para que su esposo puede realizarse como actor y deje las “payasadas” del cabaret); a la abuela Luz, que a pesar de sus años todavía sueña; al siquiatra de Néstor Jiménez que repele a su esposa por lo light que se ha vuelto, al padre de Adonis que trata de encaminar a su hijo; a la mamá de una de la lesbianas, tan comprensiva; a Yoyi, capaz de cuidar a su hermano y prestar su ayuda solidaria…
—¿Acaso no ha visto que el personaje de Cecilia abandonó la vida cómoda con el extranjero, por amor?
—La sociedad es un mosaico. ¿O es que siempre queremos ver el mismo lado y el mismo color?
……………………………………………………….
AQUÍ NO ESTAMOS
Leticia Martínez Hernández
/Tomado del periódico Granma, 21 de septiembre/.
Antes de poner una palabra, aclaro: no abogo por la pulcritud en el lenguaje, por aquellas frases al estilo de señoronas impasibles con espejuelos de quita y pon. Como cualquier joven de mi edad lanzo un "escapao" cuando alguien se luce, si antes no se me ocurrió un "estás en talla" aunque a algunos les parezca desentallado. También hablo de "está muerto contigo", de "te cogió el tren", de "más perdío que Carmelina". No me siento apta para decir un asere, pero no me parece mal cuando lo escucho, me sabe a cubanía, a cultura cubana, como escribió Miguel Barnet en estas mismas páginas.
Sin embargo, la vulgaridad crónica, extendida y hasta televisada con tres dosis a la semana y sin "agua para destrabarla" motivan unas líneas sobre Aquí estamos, la novela que en noches alternas lanza a la cara, sin ton ni son, una sociedad grosera porque sí, de paso mal actuada, sin matices, donde el término "persona normal" casi no existe, en la que ofender a la progenitora de alguien no es un parlamento prescindible, aunque después de los créditos la insistente Aurora Basnuevo vuelva a aparecer con su "¿y cómo quedo yo?".
Es que hemos pasado del no decir nada a querer retratar, mal retratar, una sociedad que, en efecto, pudiera ser vulgar, como si no bastara vivirla, o más bien sufrirla a diario en cualquier soplo de tiempo. Y no hablo de aprehendernos del estilo brasileño, donde las favelas están proscritas casi por decreto. Hablo de aprender a ser sutiles, de sugerir enojo usando algo más que "malas palabras", muchas veces pegadas al guión sin coherencia; de contar sobre muchachos como Adonis, pero mostrando mejores caminos que el de una novia también vulgar que le pide cambiar porque "es un fula", y entonces cualquiera en su lugar podría preguntarse para qué cambiar si el medio es como yo; de tomar con seriedad el poder de la televisión para fijar patrones que no tienen que ser necesariamente jóvenes pulcros, de encumbradas familias; de no esperar al último capítulo para pintar de rosa la deslucida sociedad que desde la primera entrega me aseguraron que allí estaba.
Y no creo que se trate de que Cuba no esté preparada para ver reflejada su parte fea en la pequeña pantalla, como alguien me sugirió hace algunos días. Porque entonces tendría que hacer recordar aquella durísima, y excelente, Doble juego, de Rudy Mora, la novela que a golpe de astucias, perspicacias, nos mostró una sociedad poco agradable, pero cierta. Tan creíble, que pocos dejaban de ocupar puesto cuando Polito Ibáñez comenzaba a hurgar en su guitarra.
Entonces pregunto si la fórmula para hacer una novela de actualidad (término de moda, o de prepararnos para lo que viene) resulta la sumatoria de maltratos, malos términos, vulgaridades. No es entendible que una hija lastime con palabras a una madre como si de beber agua se tratara, que se defienda el honor a golpes porque "eso no se le hace a un hombre, y no me aguantes que le voy a partir la cara en dos"; que un muchacho "vulgar" llore su amor, y alguien le diga "para qué tu formas to eso". En fin, ¿qué queremos enseñar?, sí, porque de enseñar también se trata, más allá de entretener con caras lindas, con jóvenes vestidísimos a la última moda, con escenas de sexo.
Evidentemente, algo no funciona bien en la programación dramática de la TV Cubana. Y no es cosa de encarar a guionistas, actores y realizadores, quienes inmersos en el proceso creativo tal vez no hayan ponderado el alcance y las carencias de su propuesta televisual. Se trata de exigir responsabilidades a los que aprobaron, alentaron y pusieron en el aire esa propuesta: la Redacción especializada y las instancias de dirección de la TV.
Mientras tanto, una profesora intenta que sus alumnos no le digan "oye mija"; mientras tanto siguen ocupando espacio en las agendas de trabajo las reuniones donde muchos se rompen la cabeza buscando la mejor fórmula de transmitir valores; mientras tanto una novela asegura que Aquí estamos, y me da por pensar que no estamos cuando a la puerta toca la vulgaridad, y le regalamos el chance de pasar.
martes, 21 de septiembre de 2010
Del ballet al bembé... no hay más que un paso
Jesús García Clavijo
irenec@medired.scu.sld.cu
En enero, nos visitaron dos hermanos argentinos, Andrea Dibella y Oscar Polzonetti. Sin sacudirse el polvo del camino, dimos un recorrido por la Habana Vieja que incluyó pasar por el Gran Teatro Nacional, y me acordé de mis tantas visitas a las sesiones de danzas en el mismo y al ballet, donde conocí personalmente a Alicia Alonso, y otras grandes del género en Cuba y el mundo, para gloria de todos los cubanos.
Realmente mis estudios en la preparatoria en Ciudad Habana, eran para ingeniero y esa es una carrera de “machos”, algo que luego (como profesor universitario traté de cambiar en mis alumnos) y los llevé al teatro y leíamos poemas en el aula en tiempo de clases, lo que me facilitaba luego entrar al mundo de los números, cálculos y circuitos.
Mis alumnos no sufrieron el machismo de la carrera. Yo sí. Por eso mis visitas al teatro y al ballet (sábados y domingos) tenían cierto carácter clandestino en la beca, ya que esos dos días los pasaba en una casa de becadas de la escuela de arte y allí conocí a una amiga que estudiaba ballet y aprendí con ella (que eso de apreciar el arte), es otra cosa.
Voy al teatro y entiendo de teatro, voy al ballet y no sé nada de pasos, saltos ni nada; pero me gustan los colores, la técnica, la música y hasta ver a las personas de atrás que se paran y gritan bravo.
Mi amiga era becada y tenía su cuarto, pero yo dormía en el balcón que da para la Calle H en el Vedado y no me iba muy bien entre los balances y colchonetas en el piso (más en invierno), por lo que decidí, estrechar mi amistad con ella y para eso, debía saber de ballet (ella era muy culta y buena en su materia) y solo quería además de amor ir al ballet…. Por eso aprendí algo de pasos, gestos, del género. Etc. También era muy buena en otras posiciones….
En sus tiempos estudió, ballet, pero luego pasó para danza (por su cuerpo no tan delgado y su figura de española). Me ponía a ver las danzas con gusto (pues ella estaba allí), y el ballet (porque ella me invitaba casi obligado a ir)…. como los delfines, si hacen bien el ejercicio le dan sus raciones de pescado...
Ahora que analizo, yo era un delfín en esos años y no me daba cuenta...
Como ella sabía de eso, del ballet, cuando los del fondo gritaban braaaaavo yo le preguntaba si estaban bien o mal orientados, ella me respondía con mucha seriedad y sin inmutarse... No, esos son sus amigos. Entonces yo no aplaudía.
Volvían a gritar braaaaavo y yo volvía a preguntarle si era algo genial lo que habían realizado y ella me respondía... Si, son los mismos amigos, pero ahora tienen razón.
Así mis bravos siempre llevaban segundos de diferencia a los de los asistentes del fondo y a los que sabían del arte.
Como la novia era muy culta (pero además con sus cosas de mujer fuerte) decidí no preguntar tanto y me pasaba con el rabillo de un ojo mirándola y con el otro ojo miraba el baile (si veía que ella aplaudía y gritaba yo lo hacía también) aunque era por solidaridad con ella y no por saber del género. Los gritos estimulan a los artistas (y a los que no también) cuando son por buenas actuaciones.
Una noche de esas (a la salida del teatro) me encontré con Raimundo, un compañero del curso, negro, de seis pies, boxeador, le gustaba tomar ron y tenía una pistola, con la que hacía frecuentes prácticas en los campos de tiro cercanos a la escuela. Era todo un personaje de guapería, pero en el fondo era un campesino buena gente.
De todas formas, me vio saliendo del ballet rodeado de mucha gente rara (según él) y el lunes me miraba serio en la universidad por lo que lo llamé aparte y le di mil explicaciones para que no regara la voz a los demás pues caería en baja en el grupo y él me dijo que me fuera a otras cosas más de machos. Me prometió silencio y seguimos amigos como antes.
Una noche me invitaron a un bembé en Regla (un reparto al otro lado de la bahía de La Habana) y por conocer aquello fui, además, para hacerme el más macho, se lo dije a Raimundo y él me dijo que ese era un reparto malo, de mucho peligro y que si lo invitaba llevaría su pistola para cuidarme por si era una trampa. Raimundo practicaba esas cosas de santería pero no quería que nadie lo supiera, ni yo.
Tres horas después estábamos los dos entrando al local de los sucesos.
Arrancó la cosa y yo mirando los bailes, los ritos, los gallos muertos, el humo (¡de madre aquello!). Comienza el toque de santo y el negro Raimundo, que era mi escolta según él (por si era una trampa), montó un muerto que tuvimos que salir corriendo pues él, al sentirse montado por el espíritu trató de darme la pistola para guardarla pero todos la vieron cuando alzó la mano y pensaron era otra cosa (y a gritar y a correr por el peligro todos los santeros) y nosotros.
Se terminó el bembé allí mismo y a la media hora de carrera (casi llegando al malecón) fue que se le quitó al negro Raimundo, el muerto del santo.
Se pasó medio domingo pidiéndome de favor que no contara lo sucedido a nadie en la universidad y me dio una clase de santería que me ha servido hasta hoy.
Favor con favor se paga, pero metí al negro en cintura y guardamos el silencio hasta que nos dimos cuenta (casi al graduarnos), de los tontos que éramos en esos años iniciales de guajiros en La Habana.
Raimundo se hizo santo (lo vi años después en un mercado lleno de collares) y revivimos aquellos días, no sin antes preguntarme sonriente, si yo estaba en un grupo de ballet en Santiago de Cuba.
Recuerdo todo esto porque al fondo de donde vivo hay una casa templo de santería. Arriba del templo se mudaron dos hermanos de esa religión, cantantes, y desde las 5 de la tarde tienen formada su rumba y no dejan dormir al barrio, ni a mí.
Realmente cantan bien. Y por culpa de Carpentier y Guillen (todo mezclado) se juntaron variedades de canciones esta noche en esa casa, y lo mismo ponen un reguetón, que montan una rumba, un muerto o una canción de José José (por lo que se llamaría una santería al estilo barroco) que no deja que la gente duerma.
La amiga del ballet fue de gira a EEUU y se quedó allá (me lo dijo la hermana años después) que me la encontré de paso en el aeropuerto de Varadero donde nuestros respectivos vuelos hicieron escala por mal tiempo. Dejó la danza y trabaja de empleada en una casa americana, más nunca he sabido de ella; pero luego de la noticia, pensé que antes de su viaje (a pesar de que ya no éramos amigos de ballet) nos pasamos un día en la playa con su familia, quizás se estaba despidiendo.
La gente se despide de las formas más variadas del mundo.
Hace años no voy al ballet ni a un bembé y los extraño.
LOS POEMAS Y RELATOS DE JESUS GARCÍA CLAVIJO
http://laislaylaespina.blogspot.com/2010/02/los-poemas-y-relatos-de-jesus-garcia.html
lunes, 20 de septiembre de 2010
GRABADO DEL CAMINANTE / Aguilera Vicente
A
¿Quién devasta la piedra y la montaña?
¿Allí donde se agolpa la ciudad (en la protesta), quién se quemó las manos? ¿Quién hizo de su escuela, un amuleto?
¿Quién tiene el rostro de dos tintas? ¿Quién es el hombre asido a los barrotes?
¿Qué está diciendo Pepe Grillo tan cerca de su oído? ¿Quién descubrió a Fidelio, el pulmón que nos falta?
¿Quién es el dueño de la lluvia?
Un día suspendió cada hilo, cada gota y desde entonces, Padre Pico es un paraguas.
¿Quién cabalga la ciudad en alas de libélula?
¿Qué chelo está rasgando la madera?
¿Quién traza los caminos del agua?
Reinaldo Cedeño Pineda
Santiago de Cuba, madrugada, 24 de agosto de 2010.
(Palabras de catálogo de la exposición antológica El Regreso del Caminante del maestro José Julián Aguilera Vicente. Galería de Arte Universal, Santiago de Cuba, inaugurado el 10 septiembre de 2010)