domingo, 22 de marzo de 2015
CARNE TALADA
Reinaldo
Cedeño Pineda
—¡¿Pero hay que seguir a pie con todo este equipaje?!, dijo la
cineasta y escritora norteamericana Alison McMahan. Cámaras y aditamentos eran
alquilados y costosos. Ante ellos, apareció un sendero de bueyes y faltaban unos
dos kilómetros para llegar al lugar, Cambodia adentro.
—¡Qué americanos tan flojos!, fue la respuesta de los aldeanos.
Y sin más, cortaron una larga vara de bambú y colgaron todo. El equipo había
llegado desde los Estados Unidos y… se adentraron en la vida después del
horror.
Veal Thom es un sitio perdido del sudeste asiático donde
trabajan y viven personas amputadas de sus extremidades, junto a su familia.
Algunos son sobrevivientes del genocidio de Pol Pot, régimen que exterminó a
más de dos millones de seres entre 1975-1979. Otros son niños, víctimas de un
suelo erizado de minas tras largos años de guerra.
Un panorama terrible asoma, pero la cinta es sobre todo, un
canto a la voluntad. No importa donde, una historia humana bien contada
siempre toca.
Me revuelvo en la butaca del cine Cuba ante la obra Manos propias, piernas de madera / Bare hands and
Wooden limbs. La cinta ganó para su
directora, Alison McMahan, el premio a la mejor dirección (categoría de
cortometraje-mediometraje) del 14 Festival Internacional de Documentales
Santiago Álvarez in Memoriam, desarrollado recientemente en Santiago de Cuba.
Exhibida ya en Estados Unidos y Europa, los asistentes a la
exhibición hemos vivido un privilegio. Desafortunadamente, aborda un tema sin
caducidad ninguna: el de la guerra, el de las minas, el de las víctimas
inocentes.
Apunto una frase en mi cuaderno. Taladra como letra filosa: “Las
minas terrestres son soldados perfectos, nunca duermen y nunca
mueren. Pero tampoco saben a qué partido apoyan, o cuando la guerra se ha
acabado”.
Una niña arquea la mano. Un pequeño se alza con su
manga vacía. Otro, hace sonar un par de discos diminutos con sus muñones.
Un aldeano sale todos los días a la selva, sin instrumento
alguno, como un mandato interior. Y arranca cada vez, una mina del campo de la
muerte. Se monta incluso un “museo” con toda esa maldad metálica.
Un hombre sin piernas avanza por entre el yerbazal. Una mano
pequeña arrastra un juguete de madera, hecho casi sin manos.
Un excomandante de los khmer rojos y Chêm Sip —otrora perseguido
y torturado—, toman el té. ¿Qué surcos ha marcado la vida detrás de esos
rostros? Años atrás fueron enemigos, pero hoy trabajan juntos para hacer
posible la comunidad.
Apenas hay lágrimas en Manos propias, piernas de madera.
Es un dolor seco, resguardado en lo más profundo. Sin embargo, al conversar con
su directora, la emoción está a flor. Ella y su pequeño equipo fueron a
Cambodia convocados por una Organización No Gubernamental, para apoyarles
en el entrenamiento del uso de prótesis; pero encontraron más que eso. Y
sumaron al final unas seis semanas, en tres visitas diferentes.
“Filmamos horas y horas de película con muchos testimoniantes.
Luego debimos esperar un tiempo para volver sobre las historias con esas mismas
personas. También tuvimos que localizar imágenes de archivos de aquel
holocausto en Cambodia, para situar al público norteamericano y a todo el que
tuviera acceso al material.
“Nos enfrentamos a una realidad estresante, a creencias muy
singulares sobre los muertos —casi opresivas—, a historias impresionantes; pero
no quería una película lacrimógena, porque entre esa gente hallé mucho coraje”.
Reinaldo Cedeño entrevista a la documentalista y escritora norteamericana Alison McMahan
Alison afirma deberle mucho a la editora Kathryn Barnier, en la
síntesis y montaje de todo lo filmado, y por supuesto, al camarógrafo Mathieu
Roberts; pero aclara: “nosotros no inventamos nada, solo testimoniamos lo que
vimos”.
“Saqué grandes lecciones de la realización de este documental.
Cuando me fui a casa con toda esa realidad a cuestas, me di cuenta que lo más
difícil que haya pasado en mi vida, es nada comparado con lo que vi. No tengo
derecho a quejarme. He sido profesora y enseño a gente que a veces repara en
los obstáculos…entonces les paso el documental para que vean lo que es
realmente difícil.
“También he pensado que por más enemigos que puedan ser
dos personas, aunque sea difícil olvidar o perdonar; siempre se puede tener un
espacio para la vida, siempre se puede crear un futuro”.
Veal Thom es una utopía, un espejo, un canto, un desgarrón.
La neoyorquina McMahan acaba de terminar su novela The Saffron Crocus, cuyo escenario es una
trama cuasi policial en la
Venecia de 1643. Ahora mismo se empeña en el proceso de su
próximo documental The Eight Faces of
Jane / Los ocho rostros de Jane, alrededor de la vida y
obra de Jane Chambers, dramaturga y lesbiana, cuya obra reivindica el derecho
al amor, sin importar la preferencia sexual.
Cuando pongo punto final a nuestra conversación, la mente se me
inunda con aquel poema de Miguel Hernández, musicalizado por el catalán
Joan Manuel Serrat “Para la libertad sangro, lucho, pervivo… / Porque
soy como el árbol talado, que retoño / porque aún tengo la vida”.
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