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Fue un sábado de abril del año 2001, en la noche, casi a las ocho y con llovizna, en La Habana, en los bancos de una vieja casona, frente a un parque de leyenda y un lugar hermoso cuando conocí a Laura.
Después de las presentaciones de ritual, en medio de la más oscura oscuridad, andábamos los dos buscando una llave debajo de una piedra que otro huésped había dejado para que ella entrara, y de paso, me diera entrada a mí. El otro huésped se llamaba (y se llama todavía), Jesús Bello, según me dijo ella y tardaría en llegar, pues era músico y andaba en sus cantos y actuaciones.
Esa noche nacía una amistad hermosa entre los tres, que años después, se mantiene, aunque no sepamos ninguno de los demás hace mucho tiempo. No importa, uno sabe que están los otros allí y que algún día al verse, se darán el mismo apretón de manos que esa noche.
A partir de entonces y por mucho tiempo más, esa casa sería mi casa y la de los viajes que frecuentemente daría a La Habana, donde conocí a personas muy importantes de la cultura cubana actual y a la negra Mercedes, que era y es como una hermana para todos.
No imaginaba entonces, lo trascendente que sería para mi ese encuentro, ese viaje y esa noche de lloviznas frente al parque.
Dos horas después del encuentro, ya Laura me estaba involucrando en uno de sus proyectos en Cayo Coco, un cayo hermoso al norte de Morón, en la provincia Ciego de Ávila, al centro de Cuba.
Dos especialidades en la medicina no fallan en compromisos inmediatos, la ginecología y la bioestadística, esta última es la mía.
En esa casa conocí por mediación de Jesús Bello a Barbarito, él me hablaba con mucho entusiasmo de esa persona; pero yo realmente estaba mal en el tema y no sabía lo realmente grande que es para la música cubana, como tampoco sabía lo grande que era Jesús Bello.
Las personas grandes son muy sencillas y uno no se acostumbra a ello.
Bello es un tipo genial, músico, cantante premiado, y compositor, tenía en esa casa todos los instrumentos de una orquesta en un cuarto y se pasaba las madrugadas componiendo, no dejándome dormir, lo que me hacía acompañarlo voluntariamente en sus descargas; pero admiraba su entusiasmo, su sacrificio y su humildad. Además, sin mediar ron por medio, nos hacíamos confesiones de amigos y consuelos de traiciones de músicos que lo dejaban solo en el largo camino de crear una orquesta.
Una madrugada me regaló y dedicó uno de sus discos (me debe dos todavía), y yo le regalé un librillo de mis poemas. Además me regaló un casette que guardo con mucho cariño y con sano orgullo, luego de decirme que él había sido el ganador de un concurso de canto a nivel nacional y lo recordé entonces con su canto de Bembé.
Hoy Jesús Bello canta en el conjunto Sierra Maestra, famoso mundialmente, y viaja con su música a todas partes.
Bello, es una bella persona.
También conocí a Coco Freeman, un cantante palmero (Palma Soriano es uno de los nueve municipios de la provincia Santiago de Cuba) que llamó a esa casa de La Habana y yo atendí al teléfono; entonces él me decía, “habla Coco Freeman, tú no me conoces?”… “Coco Freeman, Chico”, y yo le respondía: “te habla Jesús García tú no me conoces?”
Ni imaginaba quien era él, por más que luchó por identificarse, al darme la mano en la puerta cuando llegó con un paquete para unos amigos de su tierra hospedados allí, lo recuerdo todavía, risueño, con su mano y sus sortijas y una cara de muchacho bueno que caía bien desde que uno lo veía llegar.
Supe de su calidad y grandeza meses después cuando lo vi cantando por la televisión y dije, ese es Coco Freeman, mi amigo.
En Cuba somos amigos rápidos, aunque el otro no lo sepa.
Como les decía, a las dos horas de habernos conocido ya estaba de asesor del proyecto de Laura y un año después estaba entrando a su casa en Morón con Sadhak Godoy, un médico guatemalteco que estaba interesado en el proyecto. Su familia, excelentes personas. La comida, excelente comida.
A ver el proyecto en el cayo, sería al otro día; pero esa tarde iríamos a conocer el pueblo, sus lugares turísticos y de ese modo llegamos a Pescao frito, así se llamaba el lugar anunciado, no sé si existe todavía, ojalá: un mirador de dos pisos de madera y hojas de palma, en la orilla de la Laguna de la Leche, otra maravilla de la naturaleza cubana.
Nos acompañó su hermana que también trabajaba cerca. Pasamos una tarde sana, en un lugar precioso que se queda en la memoria, a pesar del nombre poco fino. Desde el segundo piso del mirador se veía la laguna y su inmensidad, como inmensos fueron y son los recuerdos de ese viaje.
Pocos años después un huracán azotó fuertemente el lugar y destruyó todo aquello. Al verlo por la televisión sentí un pesar muy hondo y días después escribí lo que les dejo abajo como recuerdo de ese tiempo y en honor a esas personas tan importantes y bien recordadas. Como a otras, que llegaron después a nuestras vidas, dejándonos motivos que ayudan a sentirnos y a sentir.
Espero les guste y les deje el olor a felicidad de esa laguna que todavía está en mi memoria.
LAURA
Dicen que el ciclón se llevó todo, el techo, las mesas, las palmas, los peces. Dicen que el tiempo no regresa, el hombre puede poco en sus agujas y hasta un día se detiene y nos deja.
Pero el viento no pudo llevarse su sonrisa, su mirada de diosa sin altares, ni alelíes ni otras flores. Allí, donde estuvo todo, estaba su cuerpo recostado a la columna sosteniendo el techo, igual a una pintura antigua.
―Sólo para que me veas. Quiero que me veas para permanecer en ti como me dices. Me miraré en el espejo como cuando estoy sola, como si no estuvieras.
Y los tractores entraron a la laguna a sacar lo que el ciclón había dejado y reconstruirlo, para ponerlo entre sus manos nuevamente como ahora que se desnuda y no me toca pero abrazo su perfume para quedarme con él hasta que estemos lejos.
―Nunca me desnudé con la luz, donde me vieran. Recuerda tu promesa.
Se llevó todo lejos, del otro lado de la laguna, donde está, con su risa y ese pasar sus manos por los muslos, por las piernas marcadas por el golpe, por el beso tocando su ropa fina, verde, como el color que me gusta y su mano, entre el marco y el espejo.
―Tiemblo, como cuando el regreso, como cuando pensaba llegar a mis costumbres, a saber que estás más cerca y eras más que un nombre o tu inicial en cada firma.
Desnuda desde la esquina de la cama, se mira como el reflejo del agua ante sus ojos, se mira y todo el mar se me convierte ante el cristal. Y la puerta se cierra por el sol.
Es abril y andan los ciclones soñando en otro mundo, pero aquí, en el cuarto de la tierra, está como la imaginaba, hasta con la promesa, hasta el abrazo y la tormenta y el reloj y sus agujas, del temblor cuando venía, de las horas y mis historias.
Dicen que el ciclón se llevó todo y ahora los hombres tratan de arreglar lo que se queda, que siguieron los tractores para dejarla sobre la ropa verde que me gusta, como ella y el mar, los relojes y sus agujas, como ella, la que miro, dejándome un pelo en la boca, mientras su mano sale de sus muslos como el viento, que acabó con el techo, las mesas, las palmas, los peces; su temblor y la escalera.
LOS RELATOS Y POEMAS de Jesús García Clavijo
http://laislaylaespina.blogspot.com/2010/02/los-poemas-y-relatos-de-jesus-garcia.html
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