Antonio Enrique González Rojas
(Escritor y presidente de la Asociación Hermanos Saíz en Cienfuegos. VER su blog HOMO SAPIENS en http://antonio-enrique-homo-sapiens.blogspot.com
Inauguró la más reciente edición del evento teórico del Festival Caracol de la UNEAC (celebrado a mediados de octubre) con un panel dedicado a la memoria de Rufo Caballero, fallecido a inicios de este Anno Domini 2011, pretexto inmejorable para debatir acerca de los avatares de la crítica de arte y del más general ejercicio del criterio en la aciaga contemporaneidad cubana. Los panelistas y asistentes a la sesión, además de manifestar sus experiencias y apreciaciones personales sobre obra, procederes y principios éticos de Caballero, polemizaron acerca del profesional que gana con esta
práctica su pan de cada día, suerte de abogado del diablo que comúnmente atrae sobre sí las malas voluntades de artistas y públicos por someter a juicios más/menos sumarios diversos procesos, artistas y creaciones, delatando influencias, mimetismos, triquiñuelas, carencias, ocultas tras brillantes bambalinas.
Pedante, epatante, verdugo, creador frustrado, impopular, eterno opositor o simplemente desconocido, son algunos de los títulos nobiliarios ganados por el crítico de arte durante la historia, a veces merecidamente, ya sea por la mera irresponsabilidad profesional de quien arguye sin real basamento teórico o quien se pretenda dictador de procesos, cabeza de movimientos y tendencias, medida absoluta de bien y mal, tendencioso y hábil sofista que valida/desmadra a voluntad, gracias a densas argumentaciones que confunden, si no convencen. Sufren igualmente (o más) la rabia del fuego sagrado, los intelectuales que articulan su quirófano teórico bajo la diáfana luz del sol público, haciendo partícipes a los espectadores de sus disecciones intelectuales.
Giró gran parte del debate sobre la honradez y la consecuencia del crítico para consigo mismo, los creadores, los públicos, su época y la historia; sobre flanquear compromisos malsanos que lo obliguen a parcializar el arsenal conceptual a su favor o la voluntad de
terceros, cuyas intenciones extra artísticas validan falsos y muchas veces inocuos, talentos. El crítico debe ser entonces un juez incorruptible que se reconozca como un sujeto cultural en perenne (re)construcción, susceptible su artesonado gnoseológico (determinado por diversos, y siempre incompletos, condicionantes psico y socioculturales) de torcer por senderos insospechados. Por ende debe resignarse a marchar a la retaguardia de los procesos creativos, sistematizando y caracterizando las nuevas expresiones y códigos que ponen en crisis el main stream creativo, revolucionando el canon. No debe permitirse el crítico dejar crecer un exoesqueleto teórico alrededor de su mente, que evite su expansión hacia nuevas áreas preceptivas y perceptuales.
No listos ni dispuestos los grandes públicos a adentrarse en sistemas de pensamiento complejo, abstracto, aparentemente inútil en medio de la cotidiana brega por la supervivencia, la obra del crítico padece habitualmente de escasísima recepción/aprehensión, menos que cualquier creador, por muy complejas que sean sus propuestas. Necesita entonces este profesional de la opinión, buscar nexos comunicativos con los receptores, salvando las barreras teórico-conceptuales, esgrimiendo códigos caros a los potenciales receptores, establecido así un diálogo entre iguales, más que un verticalizado, omnipotente e ininteligible dictado, que a la corta más que a la larga, no será aprehendido, quedando ideas quizás valiosas, en terra incognita.
Cúmplase entonces la, en mi opinión, más importante función social del sujeto intelectual de marras, más allá de ególatras despliegues sapienciales: favorecer en la sociedad una conciencia crítica, una cultura del cuestionamiento, de construcción de sentidos desde el debate, en fin, de la participación activa en la estructuración de la nación, pues en sentido último, criticar es sinónimo de participar. El tan llevado y traído profesional debe ser personalización y cabeza, de aptitudes/actitudes sociales, para someter a polémica procesos, prácticas, sociopolíticos, culturales, económicas, que tracen senderos para el tránsito de la nación por la historia.
La crítica debe estar signada entonces por el postulado ético de no considerar enemigo a quien se manifieste divergente con parte o la totalidad de los criterios propios, y más aún, de permitir el manifiesto público de estas posturas, en cuya diferencia está la real unidad de cualquier sistema cultural, donde la pluralidad es la real norma, por encima de cualquier arbitrio transitorio. Resuena en lontananza la orquesta sinfónica de Gramsci, donde todo instrumento debe tocar diferente para que la melodía sea pareja, y más aún, el martiano principio de que la Patria debe ser con todos y para el bien de todos, no el triunfo de un bando terrible por poderoso, que arrasará a los opositores, hasta sólo quedar cenizas esparcidas sobre los mares.
Y sobre las cenizas de la cultura crítica del cubano, quien poco critica, si no que catartiza las más de las veces en estrechos o incluso amplios espacios, devenidos meros aliviaderos de la tensión social; sobre el apocamiento de la capacidad polemista y las capacidades receptivas de los magnos gestores y decisores, más allá de los directivos intermedios que asistieron disciplinada y (hasta) sinceramente a las sesiones, se alzó esta nueva alarma sorda sobre la necesidad de la socialización del debate activo, convertida cada persona en agente de cambio verdadero, de la perenne evolución desde la siempre incompleta articulación colectiva de la realidad.
Los problemas están enunciados, las soluciones planteadas. ¿Qué falta para que no se recurra, Caracol tras Caracol, sobre semejante punto, impedido el ejercicio de la opinión creativa más allá del enunciado teórico, remontando finalmente hacia nuevos ejes polémicos? La espiral de la concha acusa terrible infinitud…sólo queda poner filo al anhelante corazón, arrojar estrellas a mellarse contra vientos. “El sueño ha desencadenado la canción/ y la canción de hoy me sabe a juramento”.
Un instante para la imagen. De izquierda a derecha: el documentalista de Televisión Serrana, Carlos Rodríguez, la periodista Soledad Cruz, el cienfueguero Antonio González (escritor de este artículo), el periodista Reinaldo Cedeño, la profe universitaria Hilda Saladrigas y la joven colega Maydelis Gómez Samón con un estudio sobre la programación para la tercera edad en Habana Radio.
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El mejor lugar para crear: Magda González Grau en http://laislaylaespina.blogspot.com/2011/10/el-mejor-lugar-para-crear.html
1 comentario:
Aquí te dejo un comentario, espero por Sagua Viva tus criterios muy certeros sobre este tema: http://www.saguaviva.blogspot.com/2011/11/canal-habana-el-que-hace-lo-que-le-da.html
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