martes, 2 de junio de 2015

Chely, la última dama de la trova

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Reinaldo Cedeño Pineda

¿Será la última? ¿La última dama de la trova? ¿La última conexión con aquella legión de guitarreros que hicieron su Scala de Milán en las esquinas de Santiago?

Lo digo y se abalanzan sobre mí, las tejas, los rincones. Lo digo y se me acaba el aire.
Ella avanza con sus pasos pequeños, como un ligero temblor. Algunos se adelantan para sostenerla, pero no os dejéis engañar: tendrán que sostenerse cuando empiece a musitar.

Ella borda la canción desde dentro. Le extrae a la palabra hasta el suspiro. Dispara una flecha invisible. Remarca las notas en el aire. Remonta vuelo. Y si toma las claves, tiemblan los grandes en la Casa de la Trova: el negro Virgilio; Pepe Sánchez casi núbil; Salvador Adams, larguirucho y galante; Matamoros eterno.

Hija de cubana y hondureño, Aracelys Romero León, Chely, nació el 22 de junio de 1933. En Santiago de Cuba, naturalmente. Cantar en su casa era como respirar. Quienes le escuchaban, le tendieron una trampa a la joven, y un día se vio frente al maestro Miguel García, director del coro Madrigalista. Desde entonces, nadie le recuerda como mecanógrafa o como secretaria. Nadie recuerda que un día quiso estudiar guitarra.

Chely fue la primera que cantó los villancicos de Esteban Salas, exhumados del olvido. Cantó a Sindo y a Don Miguel. Cantó clásicos de la polifonía europea.  Fue solista de la agrupación desde los cincuenta hasta principios de los ochenta. Su voz era una joya rara.

Su interpretación de Idolatría de Graciano Gómez o  Siento amor cuando miro tus ojos de Daniel Carbonell, son los mejores regalos que podrás llevarte al paso por la calle Heredia. Escucharle en Mujer perjura de Miguel Companioni, es entrar en una época infinita de la trova cubana.

   “Si quieres conocer mujer perjura / los tormentos que tu infamia me causó,/ eleva el pensamiento a las alturas / y allá en el cielo, pregúntaselo a Dios, /pregúntaselo a Dios”

Y ni hablar de  Solo una lágrima de Tony Rodón Jr. Ella te encierra en ese drama íntimo. Tema incluido en el premiado álbum triple Veneración. Antología santiaguera (BISMUSIC, 2010), Chely brilla con su propia luz, al lado de Luis Carbonell, Reinaldo Creagh, el Septeto Santiaguero, José Armando Garzón, Eva Griñán, la Estudiantina Invasora, la Familia Valera Miranda, las Hermanas Ferrín,  Zulema Iglesias, el Orfeón Santiago, José Aquiles, y por supuesto, Eliades Ochoa.

   “Si  me dices que te vas / solo me queda llorar por ti…/ Solo una lágrima / para contarte de mi vida / para sentir que tú eres mío / para olvidar que te perdí”.

Alguien que ha cruzado los océanos le regala un abanico, como si le diera el atardecer de un fiordo o una manecilla del Big Ben; como si fuera la fuente del Alhambra o una hoja de arce. Sus interpretaciones andan en Youtube con el vigor de una estrella naciente.



Ella anda quebrando soles y rindiendo mundos:

Ella vive en una casa que nadie mira, al final de la Avenida Victoriano Garzón  Su voz, en cambio, mora bajo siete llaves, en un lugar secreto. Imbatible y serena. Su voz arrastra el polvo de los tiempos, el beso de la madrugada, el desdén infinito; el celaje tierno de Oriente.

¿Será la última? ¿La última dama de la trova? Chely Romero, digo tu nombre y se me acaba el aire.

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