martes, 28 de julio de 2015
Bartolo Más: EL CARNAVAL SALE DE SUS MANOS
Reinaldo Cedeño
Pineda
A Bartolo le sirve todo: una botella
plástica, una semilla de pino, un pedazo de poliespuma, un cartón de huevo. La
inventiva domeña a las carencias.
Si
no fuera por gente como él, los carnavales de Santiago de Cuba ―que acaban de
ser declarados Patrimonio Cultural de la nación― habrían perdido hace tiempo su
color.
En su pequeño cuarto, las cosas sencillas cobran otro brillo, otro
espesor. Como un maestro, sin alardes, me ilustra el proceso del papel maché:
el cartón que procesa en la batidora, las capas superpuestas. Todo, sin dejar de dar pedal en su vieja
máquina Singer. Ese es su trono.
Vive al doblar de la Iglesia de Santo Tomás, cerca de la Placita de los
Mártires. Su obra, efímera y hermosa, me remite a un poema de Dulce María
Loynaz. Aquellos versos están dedicados a unas manos, capaces de crear prados
irreales, de emerger la primavera con un poco de goma y unas varas de lienzo.
Estas y aquellas manos se parecen. Toda la fantasía que exhiben
comparsas y carrozas, tiene que ver con él: Gorros, coronas, tiaras, farolas,
petos, abanicos, muñecos. Como si el carnaval entero saliera por su puerta.
En
vez de juguetes, le pedía a los reyes, lápices de colores y pintura. Intentó
entrar en ese mundo varias veces, hasta que pudo estudiar en la Academia de
Artes Plásticas José Joaquín Tejada. Estudiar, y después, trabajar.
Un
día le pidieron ayuda para una carroza cuyo motivo central era un volcán. Y. el
magma de la creación siguió manando. El año pasado diseñó y confeccionó
elementos para una carroza y siete comparsas en el carnaval santiaguero. La
Playita, La Placita, Heredia, Cultura… todos le buscan. En este 2015, trabaja
con el Proyecto Sin Barreras que
integra a los festejos populares, a niños con diferentes discapacidades.
No
hay asiento libre en el hogar de Bartolo Miguel Mas Tomás, pero semejante
trabajo no corresponde a estos días. El artista comienza cuando comienza el
año. En realidad, no para. Recibe pedidos de espectáculos teatrales, centros
nocturnos, e incluso, obras audiovisuales; aunque su nombre quede, a veces, a
la zaga.
“No soy metódico, pero procuro que las cosas que hago, me queden bien
Primero, diseño en mi mente. No me gusta abigarrar elementos, soy partidario de
la sencillez; pero también de la alegría.
“Me gusta la degradación de colores o su combinación: azul-naranja,
rojo-verde, amarillo-violeta. Eso me lo
tengo bien aprendido. Lo que hago, da trabajo, requiere tiempo; pero me place,
me realiza, lo disfruto intensamente. Cuando veo desfilar a las comparsas o veo
a las bailarinas, con algo que yo hice, mi felicidad es completa”.
Nacido en Baracoa ―la Villa Primada―, Bartolo tiene 67 años; pero ni él
ni su carácter se dan por enterados. Puedo verle amasando el papel, doblando el
alambre, rizando una banda de tela. Me río cuando dice que está jubilado, que
no hace nada del otro mundo.
Y algo me toca, cuando levanta la vista de
su vieja máquina Singer.
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