Las grandes crisis también ponen de relieve la verdadera esencia del ser humano y en ese sentido Puerto Rico es una isla con gente de corazón grande.
domingo, 15 de octubre de 2017
EXCLUSIVA/ PUERTO RICO tras María: “El País de nomeacuerdo”
Por: MsC. Yarimar Marrero Rodríguez
Nunca había escuchado el sonido del viento, como
un grito vital, como un rugido desde la tierra que lo desgarraba todo y después
del ruido la nada.
La mañana 20 de septiembre los puertorriqueños
se debatían entre la histeria de los medios y la habitual incredulidad ante los
avisos anuales de huracanes que nunca llegan. Apenas dos semanas antes se había
anunciado el paso del Huracán Irma y pese a que este desastre natural sí afectó
a países hermanos, en Puerto Rico el mayor daño fue el colapso del sistema
eléctrico.
Con la noticia del huracán María no fue la
excepción, la preparación de contingencia casi siempre se vive como una fiesta,
con la algarabía que presupone varios días sin escuela o trabajo, la pelea en
los supermercados por arrasar con las velas, las latas de salchicha y chef
boyardee, las linternas, las baterías D, las cervezas (por aquello de la
imposición de la ley seca) y el consabido juego de dominó, la alegría de lo
impredecible, la adrenalina del miedo ¿vendrá esta vez? pero esta vez si pasó y
acabó con la incredulidad de todos y comenzó a hacernos creer en otras cosas,
como nuestra fuerza para reponernos, nuestra capacidad de aguante y el renacer
de la resiliencia de un pueblo.
El
desasosiego, la incertidumbre y el caos que dejó el huracán de categoría 4 ,
que tocó tierra por el este de la isla con vientos de 155 millas por hora y
salió por un punto del norte entre los municipios de Barceloneta y Arecibo,
tiene una explicación generacional y es que el puertorriqueño promedio no tiene
una retrospectiva histórica de haber presenciado el embate de un ciclón como
este ya que el único huracán comparable a la fuerza del azote de María fue el huracán
San Felipe de categoría 5 que ocurrió en 1928, casi un siglo atrás.
No
teníamos un punto de referencia, una historia parecida a la que asirnos, una
anécdota reconfortante, una leyenda de barrio que nos narrara lo sucedido, eso
jugó un papel fundamental en el desconcierto colectivo.
Se dice que después de la tormenta llega la
calma y en este caso cuando ese refrán hace referencia a la calma he llegado a
entender que se trata más bien a la nada, esa quietud casi apacible del asombro
de unos ojos que no pueden creer que perdieron su casa, ese llanto bajito que
por no ser histérico y público es más profundo del dolor de ver a tu País en
ruinas.
Caído el telón, comenzamos a ver a Puerto Rico
desde otra óptica, la pobreza de los ancianos, niños, los deambulantes, hasta
de los animales de la calle, la vulnerabilidad de los sectores más pobres con
ayudas que no llegan, los pueblos que quedaron incomunicados y que días después
aún estaban sin comida, el desconcierto de las personas que no tenían noticias
de sus familiares tras el colapso del sistema de comunicación, los miles
de puertorriqueños que emigraron a
Estados Unidos tras promesas de bienestar y ayudas, las muertes y las epidemias
que comienzan a aflorar por la falta de agua potable, la pérdida de empleos, la
falta del sistema eléctrico, el miedo y la desesperanza.
Comenzamos a vernos viviendo el ahora, en medio
de una crisis humanitaria que no parece tener un plan de acción concreto por
parte de los dirigentes del gobierno, dentro de un País que ya se había
declarado en quiebra, con un estatus colonial que asfixia y que se manifiesta
como un golpe en la cara cuando Estados Unidos decide qué ayudas
internacionales podemos aceptar y cuáles no, con la carencia de soberanía
alimentaria y una dependencia humillante que hace que del otro lado de la foto
en la que Trump lanza un rollo de papel a los damnificados del huracán hayan
muchas manos abiertas intentando atraparlo.
Las grandes crisis también ponen de relieve la verdadera esencia del ser humano y en ese sentido Puerto Rico es una isla con gente de corazón grande.
Muchas historias se seguirán haciendo sobre las
experiencias vividas tras el paso de María, como la de mi hermano menor
que tuvo que salir huyendo de una
vivienda inundada cargando en brazos a su novia de nueve 8 meses de embarazo, o
de las personas que pasaron la noche pidiendo ayuda en los techos de sus
viviendas tapadas por el agua, de los que perdieron la vida por el azote de un
objeto contundente arrastrado por el viento, pero también se contaran las
historias de los vecinos que abrieron el paso de una carretera obstruida a
fuerza de machete para ayudar a su comunidad, de la solidaridad del desconocido
que compartió su comida, de la brigada de voluntarios que vinieron a la Isla
para aportar a la reconstrucción del País, de los meses sin luz y las formas
creativas en que empezamos a compartir más con nuestros familiares, del asombro
de darnos cuenta que tenemos más fortaleza y resistencia de la que creíamos
tener porque al final todos tenemos algo de esa fuerza arrolladora que es capaz
de transformar.
Ojalá no
pase como en el “País de nomeacuerdo” y esta vez sí nos acordemos, porque el
que tiene memoria tiene vivencias, tiene soluciones y puede salir del estupor
con más ahínco y se enorgullece de lo que fue, de lo que logró, el que tiene
memoria sabe que formó parte de un momento histórico, que es un actor social
cambiante, ojalá no olvidemos que fuimos capaces de unirnos y levantarnos.
Desde mi ventana, mientras escribo, veo
reverdecer las espigas de los árboles que quedaron en pie ¿es esta una lección?
Ojalá tampoco la olvidemos.
lunes, 28 de agosto de 2017
Eduard Encina: “La poesía trabaja con lo imposible”
Tomado de LA JIRIBILLA
Cada vez que Eduard aparece, tiene algo que contar. Es un espíritu, un
alambre vivo, un poeta. Trae la palabra de Cuba adentro, como un risco, como un trino. Su selección Manigua acaba de acreditarse el Premio de Poesía de
La Gaceta. No podía ser otro el nombre…
La
niñez, suele ser oasis del tiempo, reservorio infinito de experiencias que no se
repiten jamás. ¿Dónde hallar los lazos o asideros que comuniquen tu pensamiento
con esos tiempos y luego, con la infancia de tus propios hijos?
“En la niñez está el hombre
completo. Mi padre se levantaba por la madrugada para ir a tumbar monte (solo
por tres pesos con veinte centavos) en un lugar que le decían Las Playitas,
donde solo había cansancio y manigua. La palabra manigua me es familiar, desde
el nacimiento.
“A pesar de la pobreza fui
feliz, había un oasis, un gran oasis de amor
en cualquier rincón de mi casa; apenas tengo fotos de pequeño, pero sí
una memoria llena de historias que entretejía mi padre, un guajiro imaginativo.
Él era un poeta, pero no lo sabía. Siempre quise que me comprara un juego de
pistolero, sin embargo se las arreglaba para dejarme suspirando al demostrarme
que Guamá y Hatuey fueron más valientes que Triniti o el más pinto del Oeste; enseguida nos
poníamos a armar arcos y flechas con una rama de güira o palo bronco.
“Nada más asomarse a lo que digo,
o a lo que escribo y uno comprende esa resistencia, esa manera de convertir la
carroña en belleza, la impotencia en solución. A mis hijos no le interesan los
pistoleros, sueñan tener una tablet; apenas leen lo que escribo, pero son
mejores que yo. Sin que lo supiera, hicieron una alcancía y hace muy poco
comenzaron a criar dos puercos: salen de la escuela, lavan el corral y les
echan comida. A ellos tampoco les importa la peste: están concentrados en convertir
la mierda en dinero”.
El colega Arnoldo Fernández, tan cercano a
tu obra, ha dicho que el poemario Lupus (Premio Hermanos Loynaz 2016) “apuesta
a la resistencia, a las zonas de fe que necesita el ser humano para imponerse
en el reino cotidiano”. ¿Puede la poesía, acaso, ennoblecer las desgarraduras?
¿Cuáles son esas zonas de fe?
“La poesía es una llaga, una
enfermedad. Los poetas no somos felices, tal vez por eso buscamos el modo de
que el Otro lo sea, la imagen no es mía, es de Martí, que siempre mete su
sombra telúrica en lo que escribo. La poesía es conciencia y desgarradura, lo
único que hace es mostrarnos un horizonte cuando en realidad no existe, la
poesía trabaja con lo imposible. Moisés no sabía lo que tenía en la mano, el
poeta sí, está seguro que es un poder que logra abrir el Mar Rojo para
maravilla de algunos, y también golpea contra la roca para escándalo de otros
que, como al patriarca, lo excluirán de la tierra prometida.
“Lupus es un libro para mirar raso en la familia. Es sistémico, por
tanto, viene de muy adentro, a veces contra sí mismo. La poesía cubana, por un
lado, parece de lágrima fácil, y por otro muestra una impotencia, una guapería
de tambor, mientras más vacía, más duro suena, de ahí viene la resistencia, me
parece que hay que ser consecuente con el lenguaje y con la actitud ante la
realidad.
“La poesía no sirve como bálsamo,
sino como herida infestada, como pierna que hay que cortar. No creo en la idea
edulcorada de la literatura en medio del caos, la poesía también es caos.
Construir zonas de fe es trabajar con la memoria, despojarla de lo verborraico,
lo tullido, y recuperar la libertad individual para poder participar en el
sueño de todos. Una zona de fe es un territorio libre de apatía. ¿Cómo detener
el desánimo, la abulia? ¿Cómo entenderse con la realidad sin participar? Esa es
la resistencia”.
¿Cómo dialoga la poesía de Eduard Encina, aquella
publicada en cuadernos como De ángel y
perverso, El perdón del agua o Golpes bajos… con la que le ha merecido
ahora mismo un galardón tan prestigioso como el Premio de Poesía de La Gaceta?
¿Abrazos o contrapunteos?
“No había pensado en eso. Cuando
los escribí, sobre todo los dos primeros, sentí esa hermosa ingenuidad de quien
se acerca a una mujer seducido por su caderamen, iba a comérmela, dispuesto a
chupar hasta el último huesito. Golpes bajos es otra cosa, ahí comencé un
espíritu patricida, no para negar lo que había aprendido, sino para
cuestionarlo, pues el camino de la poesía es diverso, ahora mismo muchos no lo
entienden, pero eso no cambia nada y lo que es peor, no los hace mejores. Con
Lecturas de Patmos, Lupus y estos poemas de Manigua que ganaron el Premio de La
Gaceta hubo, evidentemente, un cambio de posición.
“Después de tanto hueso y
caderamen descubrí que con una mujer también se puede fundar familia y hogar.
No se puede escribir con el corazón, hay que hacerlo con palabras, por tanto,
hay un aprendizaje que al mismo tiempo conecta la concepción de esos textos,
pero también los separa como entidades diferentes.
“De un libro a otro hay una experiencia con el lenguaje y con la
realidad, la voz se ha ido concentrando, digo lo ineludible; cuando tengo que
callar, callo. Cada vez he ido acercándome más a la vox populi, exploro ahí
porque me interesa reconstruir el habla de la gente, su sensibilidad, hacer
potable la desidia y dialogar desde el poema como un predicador: la verdad os
hará libres”.
Soy
partidario de aquellos que afirman que somos municipios del mundo, provincias
del universo; mas no hay que negarlo, la lejanía de los círculos literarios y
artísticos más visibles resulta un reto formidable. ¿Cuánto te ha costado tocar
el país desde tu natal Baire, Oriente adentro? ¿Cuánto te han ayudado las
instituciones o los premios a lograr ese reconocimiento? ¿Cuántos gritos de
Baire suma tu vida?
“No se hace literatura desde una entidad geográfica, sino desde una
parcela espiritual que se rompe y se cultiva en el ardor de la cotidianidad. Es
cierto, resulta un reto formidable, sobre todo cuando muchos de los que viven
en esos centros de poder cultural dilapidan tales ventajas y se afincan de la
teta que les brindan las instituciones, como terneros que no quieren crecer, y
se acostumbran a los viajecitos y la vida literaria, pero no se concentran en
hacer literatura. Mientras tanto uno tiene que mantener la observancia de que
la rudeza de vivir en la manigua no te haga perder concentración.
“Lo importante es saber cuándo
hay que levantar el campamento y salir de operaciones, ya sea hasta los
libreros de Reynaldo García Blanco, o en la biblioteca de la prefectura de Rito
Ramón Aroche en Marianao, pero siempre hay que volver a la manigua, retirarse
—diría Nietzsche— hacia la montaña, a conversar con uno mismo.
“Es cierto que hay una crisis
institucional, métodos y mecanismos paralíticos que se hicieron para otro
momento de la cultura y que ahora mismo son incompatibles con la realidad, a
eso súmesele una creciente burocracia apoltronada en los recursos y poderes que
el Estado ha puesto en sus manos, y no quiere reaccionar. Ahora, en lo que sí
no caería nunca es en negar la visibilidad y la jerarquía que en mi caso me han
dado esas mismas instituciones y concursos.
“Cuando gané el Premio Calendario me sentí muy representado por la AHS,
hoy mismo es unos de los acontecimientos de la Feria del Libro en Cuba que más
público y mejor promoción tiene. Los premios no hacen tu literatura, pero sí la
ponen a dialogar en el mapa poético nacional.
“Por mucho tiempo se hizo difícil
descapitalizar los premios literarios, pero inevitablemente eso tomó otro
camino, se ha abierto un abanico de posibilidades que denota cierta diversidad
y se ha borrado un poco aquella imagen que parecía demasiado fatal para los
ʻautores de provinciaʼ.
“Por eso tienes toda la razón en que es un reto formidable asumir esta
condición. Tocar el país desde el Oriente nos obliga a ser más eficientes
porque el tiempo es profundo y real, vivimos en estado de sitio, la manigua nos
libera y al mismo tiempo acorrala, es una especie de cimarronaje, se baja al
llano cultural por provisiones,
luego hay que subir los altos de Baire para
dar un grito lírico, así, tan grande como el de Saturnino Lora”.
jueves, 17 de agosto de 2017
ANNIA PORTUONDO: Una medalla partida en dos
Reinaldo Cedeño Pineda
escribanode@gmail.com
La tengo frente a mí, ahora mismo. Su traje de lunares parecía tan simple y
su mirada tan serena, que dejé mis ojos en ella. La sigo mientras toma impulso,
se apoya en el caballo y gira. Hago de juez desde las gradas: la caída es
perfecta. Vuelve en manos libres: concierto en el tapiz. El público estalla.
Cuando anuncian su edad, temo un error y aguardo. Diez años,
repiten. ¡Diez años y es ya la mejor gimnasta de Cuba!
Su nombre reunía curiosamente a dos de mis cantantes
favoritas. Annia Linares y Omara Portuondo. Tal vez por eso lo fijé
inmediatamente: Annia Portuondo. Ella alcanzará el título de Cuba en siete
oportunidades.
No me asombró cuando dos años después, en los Juegos
Centroamericanos y del Caribe de México en 1990, la muchacha ganó cinco
medallas de oro y una de bronce, incluido el all around o
máxima acumuladora.
En el periódico Granma del 26 de noviembre de
1990, el titular fue “Annia ya dejó su nombre grabado en la gimnástica”,
mientras en la revista Bohemia del día 30, se hablaba de
“Annia y su magia”. Leía cuanto publicaban sobre ella. Me convertí en su fan.
Era muy seria en sus ejecuciones. Algún comentarista le señaló
la falta de una sonrisa, de una expresión más dulce… pero la concentración era
una de sus claves.
De vuelta a los Centro-Caribe (Ponce, 1993), la cubana arrasó: seis títulos de seis posibles. Incluso, en uno de ellos ¡mereció la calificación de 10 puntos!
En los Panamericanos de Mar del Plata 1995, Estados Unidos
acudió con una armada encabezada por la campeona mundial Shannon Miller. Sólo
así pudo vencer a la cubanita que se las arregló para ganar, no obstante,
tres medallas en la final por aparatos, ocasión en la que también se abrió
espacio su compañera Leyanet González.
1996 fue el año de su consagración… y su retiro. En el
Campeonato Mundial por Especialidades que tuvo lugar en Puerto Rico, el público
ya la conocía y la adoptó como suya. El apoyo fue delirante.
Según afirma más de un experto, fue la mejor en el caballo de
salto, pero los jueces decidieron adelantar unas décimas a las rumanas Gina
Gogean (9,800) y Simona Amanar (9,787), por sobre la
Portuondo (9,756). Que una chica caribeña le arrebatase el oro a las
seguidoras de la Comaneci, tal vez les pareció un sacrilegio.
Annia Portuondo se convirtió con ese disputado metal bronceado, en el primer gimnasta cubano ―sin distinción de sexo ―, que conquistaba una medalla en una cita del mundo. Antes que la plata de Eric López en barras paralelas en el Mundial de Gante, Bélgica en 2001. Yerran varias páginas cuando le dan la distinción a este último.
Aunque había logrado el mérito, no fue incluida previamente en
la nómina de la delegación cubana para los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996.
Las autoridades deportivas de entonces, pifiaron. Los resultados en tierra
boricua, fueron un campanazo que cayó sobre sus cabezas. Según la prensa, hubo
gestiones para incluirla a última hora… pero ya todo era inútil.
Annia decidió retirarse a los 18 años. Y la perdí de vista…
Cuál no sería mi sorpresa cuando la vi aparecer en la cuna del
olimpismo, en Atenas 2004. Era toda una mujer, pero conservaba intacta su
prestancia. El matrimonio con el preparador Alan Hatch, no sólo le dio un nuevo
apellido, sino que la sacó del retiro. De nuevo había mirado a Cuba, a su
antigua compañera Leyanet González ―longeva en ese deporte―, quien seguía
cosechando lauros después de ser madre.
Debió imponerse a trabas, a lesiones. Tenía que
demostrar su valía en su país de residencia. Representando a los Estados
Unidos, logró el sueño. Sumó dos preseas de plata durante la cita
griega en la final de caballo de salto y en la competencia por
equipos.
A los 26 años, cuando ya muchas han
abandonado, Annia se convirtió en la primera gimnasta de origen
latinoamericano en ganar una medalla olímpica.
Por la televisión aplaudí sus saltos, aplaudí su
excelencia; aunque el resultado no fuese para Cuba. Y cuando tomó la carrera de
impulso, en algún lugar, adiviné a la niña guantanamera de traje de lunares y
mirada serena que no se rindió jamás.
lunes, 31 de julio de 2017
La identidad cubana: la forja perpetua (V) Félix Varela, del verbo precursor al exilio heroico
Escrito por Reinaldo
Cedeño Pineda
Se aprieta a los
pequeños espejuelos. La energía se le adivina por encima del atuendo
sacerdotal, que le cuelga más del espíritu que de la anatomía. Llegó más lejos
que ninguno en la reforma de la enseñanza. Dominaba el latín a la perfección,
pero decidió impartir sus clases en español. Dicen que los seminaristas se
agolpaban para escuchar su prédica.
Hijo de un militar
español radicado en La Habana, su niñez la pasó en San Agustín de la Florida
(entonces territorio español). Tomó los hábitos muy joven y se acreditó por
oposición las cátedras de Latinidad y Retórica, y la de Filosofía, en el
Seminario de San Carlos en La Habana. El obispo Espada, de larga recordación en
la historia y la cultura cubana, fue siempre su benefactor.
"Sus primeros
pasos se encaminaron a la liberación del pensamiento, de las ataduras
escolásticas y de la dependencia de los sistemas foráneos. En la medida en que
se abría paso la emancipación del pensamiento fue fundamentando la emancipación
política" (1)
Félix Varela y
Morales (1788-1853) es el primer intelectual cubano que señaló el camino
inequívoco de la independencia. Tuvo el destino de los precursores: la vida no
le alcanzó para ver cómo los cubanos se lanzaban a conquistar su patria… pero
sobre sus ideas se tendió la libertad.
En 1820 se restablece
en España la constitución de 1812. Es diputado a las Cortes Españolas, donde
aboga por un gobierno económico y político para las provincias de ultramar. Al
volver al poder Fernando VII, las tinieblas se levantan sobre las ideas
liberales. Varela es condenado a muerte. El cubano llega a los Estados Unidos
en el estertor de 1823… y nunca más volverá a Cuba.
¿De dónde sacó un
hombre de semejante nobleza, el heroísmo para enfrentarse a un gobierno
empecinado y déspota? ¿Cómo soportó las cuchilladas del exilio?¿Cuántas veces
ardería el padre Varela, cubanísimo, solo, como una vela en la oscuridad?
"Hablar cuando
otros callan"
En los Estados
Unidos desarrolla una labor política sin precedentes y publica el primer
periódico revolucionario cubano: El Habanero (Filadelfia 1824-1825; Nueva York
1825-1826), que entraba a Cuba clandestinamente. Allí apareció uno de sus más
célebres artículos, "Tranquilidad de la Isla de Cuba" en el cual
retrata la aparente calma y cuya resonancia traspasa geografías, reta al tiempo.
Así lo dejó escrito:
"(…) no es el
menor sacrificio que puedo hacer por ella, el hablar cuando otros callan, unos
por temor, y otros porque creen que el silencio puede, sino curar los males,
por lo menos, disimularlos y quieren recrearse con la apariencia de un
bienestar de que ellos mismos no aciertan a persuadirse (…)"
"Todo pacto
social no es más que la renuncia de un parte de la libertad individual para
sacar mayores ventajas de la protección del cuerpo social, y el gobierno es un
medio de conseguirlas. Ningún gobierno tiene derechos. Los tiene sí el pueblo,
para variarlo cuando él se convierta en medio de ruina, en vez de serlo de
prosperidad (…) Hasta ahora el pecado político casi universal en aquella Isla,
ha sido el de la indiferencia: todos han creído que con pensar en sus intereses
y familia han hecho cuanto deben (…)"
"¿Pero qué?,
dirán algunos, ¿es la revolución de la Isla de Cuba lo que intenta persuadir un
hijo de este suelo? ¡La revolución que equivale a la ruina del país (…) ¿Es la
sangre de sus compatriotas la que quiere que riegue unos campos donde ahora
tranquilos y felices, recogen los frutos (…) ¡Ah! Ese será el lenguaje con que
el interés momentáneo procurará callar la voz imperiosa de la razón. Mas ¿qué
importa? La verdad siempre ha tenido enemigos y jamás la calumnia ha dejado de
atacar a sus defensores (…)"
"Aun los más
obstinados en la adhesión a España, creo que si no han perdido el sentido común
confesarán que una gran parte de la población (para mí es casi toda) está por
su independencia (…) Compatriotas: salvad una patria cuya suerte está en
vuestras manos".
Cuando no pudo
seguir publicando El Habanero, aparecieron en forma de epístola sus Cartas a
Elpidio, un combate contra la impiedad, la superstición, el fanatismo. Fustiga
como detestables a los deshonestos. Algunos suponen que "Elpidio" fue
uno de sus discípulos (tal vez José de la Luz y Caballero). Otros suponen que
es un nombre simbólico.
Varela llegó a ser
vicario general de Nueva York en 1937 y murió en la Florida, en su celda
monacal. Murió sin pertenencias: todas las había dado a sus feligreses. Fue
honrado hasta el final y fue severo consigo mismo. De esa savia está hecho
nuestro sentido de libertad y cubanía.
Sus restos
descansan en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. La máxima distinción
de la cultura cubana, con suma justeza, lleva el nombre sagrado de Félix
Varela.
Nota:
lunes, 10 de julio de 2017
(Con FOTOS y POEMAS) LA ABEJA LIBANDO SAL de Reinaldo Cedeño / UN LIBRO, tres presentaciones
ᴥ Presentación
del libro LA ABEJA LIBANDO SAL de Reinaldo Cedeño, editado por Ángel
Velázquez para el sello Ediciones Exodus y presentado por la profesora Lidia Margarita Martínez
Bofill (en Estados Unidos)
(La profesora Lidia Margarita, junto a la trovadora Gladys del Monte y la escritora María Eugenia Caseiro)
(Saily Rivas, de la Fundación Caguayo, lee las palabras de agradecimiento del autor)
(El escritor e investigador Manuel Augusto Lemus, un guantanamero ilustre, hiló con sus palabras la presentación del libro y de la revista EKATOMBE. También se le rindió homenaje al recientemente desaparecido poeta Pedro López Cerviño y al mestro Electo Silva. La cultura cubana sin fronteras)
El
libro de Reinaldo Cedeño que hoy sometemos a la consideración de este selecto
público es una joya, desde su cuidada edición y cubierta atractiva. El
contenido que nos regala el poeta se mueve entre cuerdas que van desde una
nostalgia estremecedora, un arraigo medular de lo que ha sido su entorno,
hasta eventos y figuras de la
cotidianidad. Lo integran 42 poemas que se distribuyen bajo los epígrafes
Monólogo del ebrio y Danza de los
inocentes, y a modo de epílogo, los versos octosílabos que dan nombre al libro,
La abeja libando sal...
ᴥ LA
ABEJA LIBANDO SAL de Reinaldo Cedeño / TUTORIAL para presentar un libro de
poesía (a cargo de la periodista Dariela Gámez Paz) en la Peña Página Abierta. Biblioteca Pedro Claro Meurice Estiu.
Los
sentimientos son expresados con las palabras de siempre, las que le escucho en
la emisora, en reuniones y pasillos. Por tanto, según esta página web, mi
colega y amigo Cedeño no necesita de vocablos rebuscados para referirse a la
vida de siempre, ese que conmueve a gente como él y que a gente como a mí me
pasa desapercibida a menos que la observe con los ojos prestados del poeta, que
es al final todo acto de lectura…
ᴥ LA ABEJA COMO METÁFORA DE UN HOMBRE: ACOTACIONES PARA LA LECTURA DE UN LIBRO DE POESÍA (de Reinaldo Cedeño) por el escritor y promotor Noel Pérez García, en el 37. Festival del Caribe. Cnetro Cultural Loyola, Vista Alegre, Santiago de Cuba.
\
(El autor, Reinaldo Cedeño, expone y agradece ante un auditorio hermoso)
(El presentador, el escritor y promotor Noel Pérez. Observa el autor Reinaldo Cedeño)
(El autor Reinaldo Cedeño lee algunos poemas. Al fondo la coordinadora del Encuentro de Poesía del Festival del Caribe, Teresa Melo y el conductor el poeta Reynaldo García Blanco, Premio Casa de las Americas )
(…) con este poemario crea una gran expectativa entre un público diverso que sigue su enigmática danza de abeja, llena de significados, hasta uno de los escenarios de un Encuentro de Poetas del Caribe y el Mundo.Y todo ello me hace releer, como premonitorios, estos versos: “voy como el maná a caer / seré lluvia en el desierto / voy levantando a ese muerto [la poesía] / que no dobló la cerviz” ...
ᴥ ALGUNOS POEMAS DEL LIBRO LA ABEJA LIBANDO SAL ( A la venta en AMAZON: https://www.amazon.com/abeja-libando-sal-Spanish/dp/1545588465
FÁBULA
Quién sabe que puentes no cruzar
quién asegura si al final
está
la luz
si has de volver
a
la
estrecha
escalera
si has de subir
con tus alas de atrezzo
y
sin pies.
EUFEMISMO
Una mujer de la vida
/ no es una mujer de la vida / sino la mujer de mi vida. Canta Raúl
Torres. Esa canción debí escribirla yo. Solo una observación lingüística: mujer de la vida es una frase galante.
El trovador pudo decir puta, debió hacerlo. A veces no queda más remedio que
decirlo de modo recto, porque una puta no repara en eufemismos. Una puta, si es
buena, te devora.
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