lunes, 31 de julio de 2017
La identidad cubana: la forja perpetua (V) Félix Varela, del verbo precursor al exilio heroico
Escrito por Reinaldo
Cedeño Pineda
Se aprieta a los
pequeños espejuelos. La energía se le adivina por encima del atuendo
sacerdotal, que le cuelga más del espíritu que de la anatomía. Llegó más lejos
que ninguno en la reforma de la enseñanza. Dominaba el latín a la perfección,
pero decidió impartir sus clases en español. Dicen que los seminaristas se
agolpaban para escuchar su prédica.
Hijo de un militar
español radicado en La Habana, su niñez la pasó en San Agustín de la Florida
(entonces territorio español). Tomó los hábitos muy joven y se acreditó por
oposición las cátedras de Latinidad y Retórica, y la de Filosofía, en el
Seminario de San Carlos en La Habana. El obispo Espada, de larga recordación en
la historia y la cultura cubana, fue siempre su benefactor.
"Sus primeros
pasos se encaminaron a la liberación del pensamiento, de las ataduras
escolásticas y de la dependencia de los sistemas foráneos. En la medida en que
se abría paso la emancipación del pensamiento fue fundamentando la emancipación
política" (1)
Félix Varela y
Morales (1788-1853) es el primer intelectual cubano que señaló el camino
inequívoco de la independencia. Tuvo el destino de los precursores: la vida no
le alcanzó para ver cómo los cubanos se lanzaban a conquistar su patria… pero
sobre sus ideas se tendió la libertad.
En 1820 se restablece
en España la constitución de 1812. Es diputado a las Cortes Españolas, donde
aboga por un gobierno económico y político para las provincias de ultramar. Al
volver al poder Fernando VII, las tinieblas se levantan sobre las ideas
liberales. Varela es condenado a muerte. El cubano llega a los Estados Unidos
en el estertor de 1823… y nunca más volverá a Cuba.
¿De dónde sacó un
hombre de semejante nobleza, el heroísmo para enfrentarse a un gobierno
empecinado y déspota? ¿Cómo soportó las cuchilladas del exilio?¿Cuántas veces
ardería el padre Varela, cubanísimo, solo, como una vela en la oscuridad?
"Hablar cuando
otros callan"
En los Estados
Unidos desarrolla una labor política sin precedentes y publica el primer
periódico revolucionario cubano: El Habanero (Filadelfia 1824-1825; Nueva York
1825-1826), que entraba a Cuba clandestinamente. Allí apareció uno de sus más
célebres artículos, "Tranquilidad de la Isla de Cuba" en el cual
retrata la aparente calma y cuya resonancia traspasa geografías, reta al tiempo.
Así lo dejó escrito:
"(…) no es el
menor sacrificio que puedo hacer por ella, el hablar cuando otros callan, unos
por temor, y otros porque creen que el silencio puede, sino curar los males,
por lo menos, disimularlos y quieren recrearse con la apariencia de un
bienestar de que ellos mismos no aciertan a persuadirse (…)"
"Todo pacto
social no es más que la renuncia de un parte de la libertad individual para
sacar mayores ventajas de la protección del cuerpo social, y el gobierno es un
medio de conseguirlas. Ningún gobierno tiene derechos. Los tiene sí el pueblo,
para variarlo cuando él se convierta en medio de ruina, en vez de serlo de
prosperidad (…) Hasta ahora el pecado político casi universal en aquella Isla,
ha sido el de la indiferencia: todos han creído que con pensar en sus intereses
y familia han hecho cuanto deben (…)"
"¿Pero qué?,
dirán algunos, ¿es la revolución de la Isla de Cuba lo que intenta persuadir un
hijo de este suelo? ¡La revolución que equivale a la ruina del país (…) ¿Es la
sangre de sus compatriotas la que quiere que riegue unos campos donde ahora
tranquilos y felices, recogen los frutos (…) ¡Ah! Ese será el lenguaje con que
el interés momentáneo procurará callar la voz imperiosa de la razón. Mas ¿qué
importa? La verdad siempre ha tenido enemigos y jamás la calumnia ha dejado de
atacar a sus defensores (…)"
"Aun los más
obstinados en la adhesión a España, creo que si no han perdido el sentido común
confesarán que una gran parte de la población (para mí es casi toda) está por
su independencia (…) Compatriotas: salvad una patria cuya suerte está en
vuestras manos".
Cuando no pudo
seguir publicando El Habanero, aparecieron en forma de epístola sus Cartas a
Elpidio, un combate contra la impiedad, la superstición, el fanatismo. Fustiga
como detestables a los deshonestos. Algunos suponen que "Elpidio" fue
uno de sus discípulos (tal vez José de la Luz y Caballero). Otros suponen que
es un nombre simbólico.
Varela llegó a ser
vicario general de Nueva York en 1937 y murió en la Florida, en su celda
monacal. Murió sin pertenencias: todas las había dado a sus feligreses. Fue
honrado hasta el final y fue severo consigo mismo. De esa savia está hecho
nuestro sentido de libertad y cubanía.
Sus restos
descansan en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. La máxima distinción
de la cultura cubana, con suma justeza, lleva el nombre sagrado de Félix
Varela.
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