sábado, 13 de diciembre de 2008

Metrosexualidad: ¿Hombres sin pelo en pecho?


Rey Alexander Rodríguez Cureaux *
reyalex1976@gmail.com

El vecino siempre está “tocao” el último jeans, el último par de “gomas”… La situación estuvo en orden hasta que se le ocurrió ponerse un zarcillo. Al fin y al cabo “eso se usa”, y pasó inadvertido.

Unos días más tarde coincidió con su vecina en un pequeño salón de belleza, el hombre iba a… ¿DEPILARSE? ¿ARREGLARSE LAS UÑAS? ¿HACERSE UNA LIMPIEZA DE CUTIS? Ahí mismo perdió el nombre y…

Quisiera poder decir que cualquier relación con personas vivas o muertas o situaciones reales, es pura coincidencia; mas no lo es.

Quizás este es el resultado de la euforia de un taller de formación de promotores de salud, unido a la necesidad de comentar ciertas ideas que sin proponérmelo han llegado… pero vayamos al principio, donde se piensa comenzó todo: Egipto.

Dioses maquillados


(El célebre futbolista sueco Fredrik Ljungberg, TOTALMENTE DEPILADO, es también modelo de Calvin Klein y se ha convertido en un ídolo metrosexual)

Los arqueólogos reconocen a la civilización de las pirámides como la cuna del maquillaje.

Tal vez el hecho de emplearlos para la protección, en aquel medio caluroso, hostil; hace dudar a algunos del verdadero significado que para los egipcios tenían los aceites hidratantes o aromáticos y los polvos que empleaban en su embellecimiento.

Amaban la belleza como símbolo de bienestar, de plenitud, de perfección. Hasta un mito sustentaba el surgimiento de semejante práctica. Sin hablar de los accesorios, ―entiéndase joyas― diferentes para cada clase social, pero igualmente presente en todas.
Griegos y romanos también rindieron culto a la belleza.

No había exclusividad, tanto hombres como mujeres debía lucir “bellos”.

Era tan importante la apariencia física, que cuentan que alrededor del año 1070 antes de nuestra era, trabajadores del Valle de los Reyes, dejaron sus herramientas y se negaron a continuar trabajando mientras no se les dieran gratis sombra de ojos, perfume y crema hidratante.

Pero el mundo evolucionó y con él todos nosotros.

¿Una nueva fobia?

Víctimas de la maldición del dios Cronos, estamos alejados del inicio de un antiguo estilo que hoy regresa.

Es otro el nombre y otro su siglo de reaparición, mas la esencia es la misma, ahora: METROSEXUALIDAD.

Para los que dudan, recurriremos a Clío, diosa de la historia.

Según la wikipedia un metrosexual es “un hombre que siente una gran preocupación por su imagen y se caracteriza por gastar en cosméticos y ropa bastante más que la media”.

El término― responsabilidad del inglés Mark Simpson ―, pretende definir al “hombre nuevo”, el de este siglo que “no necesariamente debe ser adinerado, y le gusta vestirse con ropa a la moda, se arregla las uñas, cuida su piel, usa cremas, se tiñe el pelo. Puede ser homosexual, heterosexual o bisexual. Lo que importa es que el individuo se ‘gusta’ a sí mismo y no tiene miedo en hacerlo saber o en manifestarlo de forma evidente”.

Hasta aquí todo está bien, pero… que pasa con nuestra parte de la historia.

Cuba: ¿Más desprejuiciados?

Hemos asumido ―bastante bien, según mi opinión― nuestra compañía global, es decir, no estamos solos y por tanto las influencias nos afectan.

Aunque con nuestras características, siempre y no solo ahora, nos hemos preocupado por nuestra apariencia. Lo último en cuestión de modas: vestuario, calzado, peinados o cortes de cabello.

Y como dicen mis congéneres callejeros: “to′ está bien”. Pero hablemos de géneros.

Si la preocupación viene de parte de nuestras mujeres, es normal. En nuestra sociedad machista, a ella continúan correspondiendo las banalidades de la moda en todo sentido. Y hasta lucen más deseables.

Muchas son las verdades al respecto:

En ocasiones es más una práctica justificada por la moda, que una necesidad.

Muchos de los adeptos ni siquiera conocen la raíz de la clasificación, o que sus gustos los incluye en ella.

No constituye una orientación sexual ―de las que comentaremos en alguna otra oportunidad― sino la “apropiación” de gustos que la sociedad “predestinó” desde siempre al sexo opuesto.

No presupone la “extinción de la masculinidad”, y sí algunas modificaciones en los patrones establecidos.

Tal vez, como afirman algunos especialista, sea el resultado de la gestión de mercado; aunque sinceramente, no considero este nuestro caso; al menos no directamente.

Por otra parte sería provechoso abordar este fenómeno desde otro punto de vista, toda vez que en la mayoría de los casos, estos cambios de imagen no van más allá de eso. El falocentrismo continúa intacto.

El temor a lo diferente ha sido y es parte indisoluble de nuestra cultura. Interminable son los ejemplos que ahora vienen a mi mente: homosexualidad, en cualquiera de sus modalidades; sexo, enfermedades de transmisión sexual, VIH / Sida…

Más que entender, la primera idea es repudiar, sin importar verdaderamente el significado o trascendencia del fenómeno en cuestión y teniendo en el desconocimiento―una vez más― la causa fundamental del rechazo.

Conozco la práctica y a varios de sus seguidores. Los concientes y los no tanto; heterosexuales y homosexuales. Con sus peculiaridades sentimentales y de valores.
Sin que sus gustos estéticos y su concepto de la belleza varíen su orientación sexual.

Igualmente sé de esposas, novias, amigas y sus iguales del sexo contrario; que desprejuiciadamente alientan, asesoran, defienden, y lo mejor, continúan amando a sus parejas metrosexuales.

Para algunos hombres constituyen una especie de “mutación”, una “anomalía”, que degrada y ultraja al género. Una de las más sórdidas deserciones. Una afrenta a la virilidad añeja.

Algunas féminas por su parte, con sorna, los catalogan como “la competencia”. Con el respectivo derroche de improperios, incluida la ya popular frase: “se acabaron los hombres, mi amiga”.

Como toda tendencia de la moda o de cualquier otro aspecto de la vida, no sólo pasará, sino que ―confío en esto― dejará de ser una ofensa, para ser una posibilidad, un derecho de cada persona.

Es harto conocido lo difícil que resulta cambiar esquemas de comportamiento. Hemos sido moldeados y acuñados, romper con todo esto resulta complejo y doloroso.

No creo que se trate de tolerar, aplaudir o convertirse. Es mucho más fácil, consiste en dar a otros, lo que exactamente demandamos para nosotros. El primer paso, aunque sea el único―y por supuesto, espero mucho más que eso― debe ser el RESPETO.

Y tal vez aquella vecina, reticente y espantada, llegue a compartir, imperturbable, el espacio en cualquier salón de belleza con su vecino metrosexual.


(* El autor es Licenciado en Ciencias Biológicas y promotor de salud, línea HSH)


OTRO TRABAJO DEL AUTOR:
--Fauna cubana: únicos, pequeños, increíbles (polimitas, ranita de Cuba, zunzuncito…)
http://laislaylaespina.blogspot.com/2007/12/nicos-pequeos-increbles.html


4 comentarios:

Jorge Bousoño dijo...

Lo que más aporta "LA ISLA Y LA ESPINA", del hermano Reinaldo Cedeño, es precísamente la búsqueda de la polémica sobre nuestros pasos cotidianos, desde su arista constructiva.

Y miren que las modas tienen sus cosas (y casos). En nuestra generación (pienso que desde la de muchos), pues, que ser belludo era un alto símbolo de sensualidad y masculinidad (habían hasta recetas macabras para ser hombre de pelo en pecho, como lo era el uso de la escreta de gallina, etc).

Con los tiempos las concepciones cambian, y cuando se empieza a criticar a los jóvenes, todo el tiempo, es uno de los síntomas del paso al más allá.

Aun así, nunca los hábitos hicieron monjes, y uno debe tener un balance de sí y para sí (estimo yo).

Tener una imágen unitaria, pre-fabricada por los grandes medios de difusión masiva, puede que sea parte de las influencias; y esto es lo que me preocupa un poco (negarnos a nosotros mismos, aparentar cuerpos ajenos -modelos nórdicos-, girar nuestro ser desde la pura apariencia).

Lógico, esto es aplicable a muchas cuestiones de nuestras vidas.

Siempre, JB.

Jorge Bousoño dijo...

en forma poética...

2001, GUANABACOA

Pepe,
apenas veinte,
resplandece juventud :
llena tatuajes y argollas,
imita el vestir de vecinos decadentes,
vocifera palabras en rico lenguaje,
ahoga botellas, quema yerbas,
rebota su tiempo.

Pepe,
apenas veinte,
reafirma su género :
sonríe oro, se encadena,
queda varado tres décadas atrás
en favelas de concreto,
olvida ternuras,
pisotea prójimos.

Pepe,
apenas veinte,
honra sus dioses :
tumba cuellos y muñecas
a collares y brazaletes,
o crucifijo tres pulgadas
suplantando pechos;
protección de “buenas acciones”.

Pepe,
apenas veinte,
está en onda :
trabaja por la goma (de pegar),
ama revolcando ojos de paradas,
siempre está en contra,
escamotea,
borra la historia.

Pepe,
apenas veinte,
ya sé que tu tierra
no se hermana con nadie,
no se restaura nada;
y como el refrán promulga
que La Habana no cabe,
no cuenta.

¡Ay Pepe!,
con todo y tus veinte
somos distintos,
distintamente cubanos;
a pesar de comunes orígenes y recintos
¿nunca fui joven?
¿nunca fui macho?, ¿nunca creí?
¿nunca estuve en onda?

Prefiero seguir
repartiendo carruseles.

JB

A Cuban In London dijo...

El fenomeno metrosexual tiene un auge sin igual en GB a mediados de los 90. Justo cuando el Britpop empieza a desaparecer y aparecen las llamadas 'boy bands' el hombre europeo, britanico en este caso, empieza a cuidarse un poco mas su apariencia. David Beckham es quizas el simbolo metrosexual mas conocido mundialmente. Muy buen articulo y uno que me encantaria traducirte y ponerlo en mi blog cuando tenga un tiempo. No se me ha olvidado la promesa que te hice.

Saludos desde Londres.

Adrián Quintero Marrero dijo...

Veamos si hoy puedo publicar un comentario, que hace bastante tiempo que estoy en deuda con mi amigo Cedeño....Seré breve, solo para decir que me suena el "Alexander" ese; creo que es un santiaguero de pura cepa, afectuoso y hospitalario. Felicidades por el texto.
Seguiremos en contacto....