La Habana me sacó lágrimas
sábado, 14 de enero de 2017
LA CIUDAD QUE ROBA EL ALMA
(Ilustracion de Tamara de Lempicka)
TEXTO: Eva Díaz Reyes
La Habana siempre fue para mí, una ciudad
misteriosa. El ser la capital de la república la convirtió ante mis ojos en un
sitio especial, lo pude corroborar cuando la visité por primera vez, entonces
era una niña, y desde esa época, considerando que han pasado más de cuarenta
años, la venero cada vez más siempre que pongo mis pies en ella.
Tiene un
espléndido litoral y unas magníficas playas al Este, sus ambientes se destacan
por el más abigarrado eclecticismo, y su población es jovial, aunque totalmente
despistada, en más de una ocasión pude constatar que preguntar en esta ciudad
puede llevarte al extremo opuesto del que te diriges.
Dicen que su
nombre, “habana”, provienen de una
palabra Arauca “abana” que quería decir “ella está loca”, haciendo referencia a
la leyenda de una india llamada Guara. No sé bien si esa leyenda tiene algo que
ver con mi vida ancestral, lo cierto es
que loca me vuelvo cuando visito la habana, y todos mis pasos se vuelven
mágicos y el misticismo aflora en cada rincón de mi piel.
En mis varias
visitas también he sido acompañada casi siempre con alguien que pudiera estar
significando moldes en mi vida, caminos, dianas trilladas y dicotómicas, y en
verdad ese aspecto siempre es agradable,
pero cada uno se distingue por matices
bien marcados, y en esta oportunidad se sobrepasaron los moldes.
Hoy acabo
de regresar de la urbe, y créeme que
estoy haciendo acopios de mi compostura
para no molestar a mis vecinos en 200 metros a la redonda por las ganas de gritar tan grande
que me inunda… No he sido agredida, ni atacada, ni forzada a realizar un acto
indigno, pero mi corazón vibra, y vibra como si fuera la última vez, y parte
del pecado es de ella, una mujer hecha de miel que refleja el mismo paraíso en
cada sonrisa, que sabe utilizar, sin proponérselo, la profundidad de sus
“negros ojazos de un raro fulgor” con aquella mirada que eclipsa mis más
fervientes intensiones.
De ida nos
sorprendió la noche con sus misterios, y recurrimos a cuantos ardides se
pudieron para “sentirnos” en medio del adormecedor ruido del viaje en el
camino. Ya para entonces había entre las dos un halo perturbador mucho más
intenso que el que nos estaba envolviendo hasta el momento.
Llegamos a
La Habana con un feliz cansancio notorio
y evidente sin que esto reprimiera que nos amaráramos como ya habíamos tenido
oportunidad de hacerlo desde que nos conocimos.
Hasta aquí
el amor se había dejado seducir ante los moldes programados en una
planificación abierta, sin ataduras, sin pedir nada…pero el amor es propio,
tiene anatomía sólida y específica, conserva su autoestima y se distiende con
total autonomía por sobre los cuerpos que lo convocan, y he aquí cuando
comienza la eterna dicotomía entre la razón y él, no se puede ser
razonablemente apasionados en la eterna búsqueda de la felicidad…
No podemos
negar las coincidencias que abundan entre nosotras dos, la aparición de mi vida
en su escenario tuvo un profundo efecto, ese apego resultante viene de una
serie de emociones, experiencias y actitudes que emanan de nuestros encuentros,
y estas emociones han sido extremadamente poderosas, llegan a ser
irresistibles, lo considero sano y verdadero porque es un amor constructivo,
profundo e inefable de preocupación cariñosa por las dos, lo dicen nuestros
labios cuando se encuentran intencionalmente o por casualidad, cuando nuestra
piel se junta y se desliza debajo de nuestras lujurias nocturnas o diurnas, o
simplemente cuando se nos antoja retozar y desnudarnos, nuestros encuentros no
son simples encuentros, son clases de
pasión. La visita a La Habana, ciudad maravilla, hizo el prodigio de
descubrirnos tal cual somos. Por cada calle, nuestros poros se mezclaron y se llenaron
de esa magia que siempre nos acompañó, esta vez dejando huellas manifiestas
sobre nuestros corazones.
Ella,
tierna, dulce, encantadora, dicotómica e insegura se desliza bajo mi pelo como
el viento que me hirsuta la cabeza, a veces permanece callada, pensativa,
buscando en el silencio la explicación que no encuentra a su actitud por mucho
que la desea, mientras yo me siento en su cintura y deshago el nudo de besos
que me compro con ternura, y la baño desde los pies hasta la nuca con la viva
intención de hacerla feliz, de darle hasta lo que no es preciso.
La Habana me sacó lágrimas
La Habana
me sacó lágrimas, me dejó una estela de sueños sin cumplir, y otra cantidad de
promesas que se anidan en los laberintos de mi mente. Ella lo sabe, conserva su
equilibrio solo en apariencias, pues sórdidamente el bullicio de su corazón la
despierta a sobre saltos y la desarmoniza en contra de todos los
pronósticos. Y yo me pierdo en la
suavidad de sus manos, en el claro manifiesto de su amor sereno, en cada paso
que nos cobija bajo la luz de la luna o el Sol, en cada piedra bajo nuestros
pies, en el trayecto en busca de alimentarnos además del amor, en cada Chin
Chín de un improvisado brindis por la vida, en la música que nos hizo movernos
al compás de los años adultos bajo los
asombros masculinos que no toleran semejante ultraje a su virilidad.
El mar,
oscuro, profundo y violento rompía con
furia a nuestro alrededor, queriendo llevarse mis lágrimas que se descubrían en
destellos por la apretazón del alma, convicta en su silenciosa pena, haciéndome
sentir feliz en mi infelicidad de falsa poseedora…pero dentro de la niebla, hay
un cono de luz que brilla con luz propia, es apena perceptible, tenue, exiguo,
¡pero existe, yo lo veo, nace en lo profundo y crece…! No puedo explicarlo, no
puedo hablar, no debo pronunciar palabras, no soy yo la enunciación
del destino que se apremia, solo espero, y ojala ella posea en la
profundidad de sus ojos la capacidad vital de la mirada…
La Habana,
esa ciudad paladina, de ensueños y
amaneceres, que hace cambiar los címbalos del silencio por la tranquila
agitación callada…
La Habana,
esa urbe citadina se quedó con mis sueños, se apropió de mis noches con ella,
se adueñó de nuestras entregas, acaparó los días donde yo era dueña de su
alborada y su ocaso, de nuestras concupiscencias de amor, me arrebató cada
abrazo compartido donde el acople siempre fue perfecto…
La Habana… ¡esa ciudad me ha robado el alma!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario