lunes, 5 de agosto de 2019

NELY, romance infinito con una gimnasta




Hoy la vi en Lima, en los Panamericanos, en la pantalla. La vi reír, rabiar, romper el aire. A Nely Ochoa, la preparadora de la selección nacional cubana de gimnasia rítmica. A otras las califican con manos de  seda; a las cubanas las miran con el cristal empañado.

Pero tal vez, no vi a la Nely de ahora mismo, sino a la chica que apareció en la XVIII Copa Intervisión, en La Habana, en 1985. Ella tenía entonces catorce años, yo, diecisiete. Era la primera vez que un torneazo como aquel salía de Europa.

Busco en mis viejos cuadernos donde tomaba apuntes de puño y letra, donde pegaba recortes, donde tal vez hacía periodismo antes de ser periodista. Gimnastas de Bulgaria y la Unión Soviética (la meca del mundo) y de la RDA, Hungría, Polonia, Chescoslovaquia y Cuba. Era un torneo paralelo, de mayores y juveniles. Siempre contra la desmemoria.

Nunca olvido a Thalía Fung, su modo único de tomar las clavas y sus dos bronces conquistados a puro coraje. ¿Dónde estará ahora? Entre las más jóvenes, Nely solo cedió ante la búlgara Stela Anguelova y se apuntó otras medallas en pelota, cuerda y mazas.

Ahí mismo, desde entonces, para siempre, me enamoré de Nely Ochoa. Su nombre era música en mi oído. Habré gastado mis ojos observándola. Me enamoré de su desafío, de su giro en el aire, de su sonrisa, de…

Un día, una tarde, ya no sé, la tuve frente a mi. Era un campeonato nacional, o acaso ¿un torneo Mariana Grajales, un prepanamericano? La memoria me anda jugando una mala pasada. Me le acerqué en la sala deportiva del Maceo, en el Reparto Sueño ,en Santiago de Cuba. Temblaba.

Ella no ha de recordarlo. Yo tengo el instante atrapado en mi mente.

La llamé por su nombre. La vi avanzar grácil y sorprendida. Toqué su mano ligeramente al entregarle un papel, doblado y vuelto a doblar. Un papel de enamorado, con unos versos... Me he perdonado ya aquel poema sin oficio, aquellas rimas.

En la misma libreta que hoy ojeo, que hoy no creo, que me atreví a extenderle, la gimnasta puso su nombre en una esquina. Ahí sigue, ahí está. Entonces no había selfie. Verba volant, scripta manent .

La gimnasia rítmica ha seguido conmigo. A Lourdes Medina la vi triunfar en los Panamericanos de 1991 en la sala Alejandro Urgellés de Santiago de Cuba. A Yordania Corrales, en Mar del Plata. Cada vez soy el juez, soy el aire. Estos deportes de apreciación son terribles.


Nely se me perdió, se me esfumó. Cada uno, a lo suyo. Pero ahora la veo ahí en Lima, en los Panamericanos, en la pantalla. La veo reír, rabiar, romper el aire. Y yo, con ella.

FOTO (Tomada de JIt. Nely es la de azul, la sonrisa)



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