Dos acontecimientos han movido a este cronista en los últimos días. Aquí les dejo mis impresiones...
NADIA, la que escribe con la voz
Reinaldo Cedeño Pineda
¿Dónde conocía a Nadia Losada Jeréz? ¿Algún amigo común ejerció de puente? ¿Sería Lilian Cala, la teatrera, que hoy anda lejos, que sé voy a encontrarme un día al doblar la esquina? ¿Acaso coincidimos bajo el sol santiaguero? ¿Tal vez a la salida de un concierto de Elena?
Fue un encuentro dichoso en cualquier caso. Nadia es embajadora de la energía positiva. Cree en ello y te la transmite. Te la inyecta.
La ves y se evaporan las angustias.
Este martes 23 de febrero en el patio de la UNEAC, cerca del lugar donde nació Heredia, Nadia Losada estuvo en “Caserón te invita”.Y allí desgranó sus contadas y sus anécdotas.
Las preguntas del anfitrión José Orpí la hicieron confesar:
—No creo en la mala o la buena suerte. Creo en los desafíos.
Dice que reencarnaría en un pez.
Ella transcribió de su puño y letra, para que no se le fuera, cierto libro: Juan Salvador Gaviota de Richard Bach.
Contó de un hombre que se fue a las cuatro esquinas con una caña de pescar y unas viejas sandalias. Le llamaron loco… hasta que el amor descubrió que era un poeta.
Una luz de picardía, de ternura le ponen ese brillo. Y el mar, el mar en una gota, el mar del Tivolí.
(Silvina López le regaló en el patio, a capella, a ella y a todos, Alfonsina y el mar.)
Nadia no escribe libros en papel. Ella los descubre, los reinventa, los hace flamear.
Ella cree en las palabras, en las pequeñas cosas.
Nadia, la que escribe con la voz. //
♣ ALMEIDA es un canto
(A propósito de la gala homenaje en la sala Dolores)
Reinaldo Cedeño Pineda
Dicen que sobre las olas del Mar Caribe, una canción fue luz en noche cerrada; que un nombre de mujer y emperatriz despidió a los que serían libres o mártires; que un tema de amor puede ser la semilla de una generación.
Y ahora que me alejo para el deber cumplir, que mi tierra me llama a vencer o morir…
Hay canciones tan grandes como una batalla. Hay batallas que son como canciones.
Hay julios que parecen eneros. Hay muros que no pueden con pechos verdeolivos.
Hay voces en que va un pueblo: “¡Aquí no se rinde nadie…!”.
Me aprieto a la butaca. Reconozco a Santiago y a sus calles, sus parques, su bahía. El autor ha depositado en los animadores santiagueros (en sus maños bisoñas), el estreno de un tema para niños: Marinero quiero ser.
El autor es un héroe. El héroe es un niño.
¿Dónde le nació el poema y le nació la música? Al lado de la pólvora y la yerba. Al lado del amor.
Quisiera enamorarme, hoy, que la primavera es abril para mí…
La ciudad de Heredia y de Maceo, de Matamoros y Guillermón fue suya. Para los santiagueros, siempre fue Almeida. Sólo Almeida. Siete letras. No hacía falta más.
Santiago nunca despidió sus restos. Los amigos siempre quedan.
Mi Santiago, tu Santiago, nuestro Santiago, un pedacito de Cuba es…
Sus manos tocaron dos pilares de nuestra cultura: los Estudios Siboney de la EGREM (Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales) y Tele Rebelde en Santiago de Cuba, un sueño para la visualidad oriental.
Sus manos de artista y comandante tocaron muchos sueños.
Casi no se le adivina en temas como el son Dame un traguito; pero el héroe era un cubano, cubano como el que más.
Almeida es como las montañas de Oriente. Como las montañas que conoció de memoria, que nos protegen, que nos identifican, que nos inspiran.
Almeida es un canto. //
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