jueves, 28 de marzo de 2013
COTIDIANIDADES / La maldición del billete roto
Reinaldo Cedeño Pineda
Encontrarse un billete de cincuenta pesos,
puede parecer un regalo de Dios, pero El Diablo anda agazapado bajo cualquier
forma.
Cuando asomó la imagen de Calixto García en el
billete rojizo pensé en el héroe, aquel que prefirió
dispararse antes que caer en manos españolas a finales del diecinueve. Y pensé en mi siglo XXI, en los tomates de la ensalada, en el viaje en camioneta de
mi casa al trabajo, en la merienda del día…
No es que alcance para mucho, en verdad, pero no iba a dejarme quitar la ilusión. Y la cucarachita Martina no me hacía nada.
Hice la universal seña, me acomodé en el
estrecho asiento de la camioneta y aún me toqué los cincuenta pesos en el
bolsillo, por si acaso.
La primera sorpresa fue a la hora de pagar, al
final del viaje, en el centro de Santiago de Cuba:
―Oiga, el billete está roto…
En efecto, descubrí la pequeña rotura en uno de
sus bordes, que otras manos habían intentado reparar poniéndole una cinta
adhesiva.
Me encogí de hombros. No tenía más. Le había
impuesto sin querer un viaje gratis
El chofer respondió poniendo el auto a toda
marcha.
Me dirigí la
Banco N. 1 pasado el mediodía. Había
clientes dentro, pero un amable vigilante me contestó, en la mitad de la
media puerta, que ya estaban cerrados.
—Vaya al Banco de enfrente, me sugirió.
Crucé la calle, tomé la acera del parque donde
años atrás ondeaban banderas rojas y hoy se toma cerveza. Llegué al Banco N. 2,
pero el cartel era inequívoco: CLOSED.
No perdí tiempo, necesitaba cambiar mis
cincuenta pesos. El Banco N. 3 es un ejemplar del racionalismo santiaguero,
pero justamente hoy no trabajaba.
Inquirí la causa, pero me señalaron el cartel: Los servicios de hoy se
brindarían en el banco de enfrente.
Llegué esperanzado al Banco N. 4, ubicado
justamente en la otra esquina. Le expliqué al portero que necesitaba cambiar el
billete roto, una gestión que puede hacerse en un santiamén…
―Haga la cola, fue la única respuesta.
La cola era extensa, la que correspondería a
dos bancos. Las personas exhibían cheques y bolsos en sus manos. El tiempo se
me iba terminando para llegar a la sección a mi cargo en la emisora. Jean
Cocteau dijo que hay tres formas de convencer: hablar, acariciar y golpear.
Le rogué, lo acaricio, casi…. pero la respuesta
fue la misma:
—Haga la cola.
No podía llegar a la tercera opción de
convencimiento. No quería pisotear a nadie. Solo había pedido un favor. Hay quien no ve más allá de una puerta.
Bajé al Banco N. 5, pero también estaba
cerrado. No averigüé, no tenía caso como decía aquella sufrida protagonista de
la novela japonesa Oshín. Seguí de largo al Banco N. 6, ubicado en un hermoso
edifico de la etapa republicana, en la mismísima calle Enramadas.
La cola de personas mayores era estoica. Cobraban los jubilados?
A paso forzado, bajo el sol santiaguero, llegué
a la emisora. Un poco más tarde, la terquedad me hizo volver al Banco N. 6, que
debe trabajar hasta tarde noche según reza su horario, pero este exhibía un
cartel de FUMIGACIÓN y había cerrado.
Volví a la casa gracias a una compañera de
trabajo que me prestó cinco pesos. Mañana será otro día, me dije… sin saber,
¡oh iluso!, que se repetiría.
En la Avenida de Las Américas fui al Banco N. 7, pero
este había cerrado. El vigilante me conminó a leer el cartel. Por lo visto me habían
visto cara de persona poco letrada, de distraído. En el cristal brillaba
victoriosa la aclaración: El último día del mes, solo se trabajaba hasta las
12.30 p.m. Cuatro horas.
Inquirí que era jueves, jueves 28 de marzo…
―Sí, pero mañana es viernes santo… y es
feriado. Hoy fue el último día de
trabajo.
Soy hipertenso. Sentí un fogonazo en el lado
izquierdo. Quien lo debe saber, sabe que no exagero. Me
sentí caminando por el aire. Me senté en un banco, este
en minúsculas, el de poner las posaderas.
Al final de la calle vi un pequeño puesto de
jugos y fritas. Doblé mi billetico. Puse el rostro más tierno que pude, cuando
lo extendí a la señora. Por dentro me sentí un pillo, un pícaro, un delincuente
haciendo una fechoría. Y me bebí aquel terrible refresco CORACAN como quien
bebe las mieles del triunfo.
Que me perdone por haberle pasado un problema.
Recé por ella.
Los Bancos tienen un repertorio infinito para
acortar los horarios, para deshacerte en ires y venires. Que alguien me desmienta.
Una amiga me ha recomendado que, a partir de
ahora cuando vaya al Banco, lleve un croquis conmigo. Y que mire los billetes con mucha atención, que los ponga a trasluz, que me compre una lupa, si es menester
Una entidad a la que presté servicios me “amenazó”
con entregarme un cheque. Estoy pensando seriamente en dejarlo pasar. No será la primera vez. No puede
permitirme otra gira por los Bancos en Santiago de Cuba.
Recuerde, El Diablo puede estar agazapado bajo
cualquier forma.
LA CODA
Como preví. No hay que hacer mucho esfuerzo para
mirar el futuro en la atención de los Bancos a sus clientes.
Necesidad obliga. Allá me fui con mi humilde cheque, el 2 de abril al
Banco (BANDEC ubicado en la esquina del Parque de Céspedes) En el horario de la
tarde. Está cerrado por FUMIGACIÓN. Por supuesto, en horario de trabajo….
Creo que es hora de tomar otras medidas.. sí, pero CUAAÁNDO?
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12 comentarios:
Jajaja, muy divertido, en medio de la impotencia porque es una historia habitual, fue divertido.
Parece algo increíble. Ahora mismo me llamó una cuñada para decirme
que el billete de 50 CUC que le presté no lo aceptaron en la "chopinG"
porque estaba deteriorado y me lo habían acabado de entregar en el Banco. Parece
que de Banco en banco los billetes andan o deteriorados o patas para
arriba. Será Así?
Hugo
Querido colega
Leí vuestra amarga historia con el billete roto que no pudisteis cambiar en ningún banco de tu natal Santiago de Cuba. Lo que vos contáis parece una historia de humor negro ideal para un guión dedicado al espacio "Vivir del cuento" que protagoniza el magnífico actor Luis Silva (en mi opinión, uno de los mejores humoristas cubanos). Yo también he sufrido esos malostratos en los bancos capitalinos. En el que yo cobro, un día un joven muy simpático físicamente, pero pobre de espíritu y con el cerebro impregnado de marabú "mental", se negó a cambiar un cheque que me habían entregado en la UNEAC y que vencía a las 72 horas, porque, según el playboy, la firma del económico tenía un "rabito" que no se correspondía con la firma que aparecía en la base de datos. Yo soy un anciano (en esa época andaba con un bastón, porque me había caído en la calle en dos ocasiones y mi médico me recomendó que lo usara para salir a la calle), le rogué, le supliqué, pero nada, inflexible. Me dijo: "llévelo a la UNEAC y que se lo hagan otra vez". Como percibí que estaba perdiendo el tiempo, le di las gracias por la atención recibida y me fui hasta el banco de Infanta, donde la cajera cogió el cheque, lo confrontó con la base de datos, y me dijo muy amablemente: "señor, cómo quiere el dinero". Sin comentario. Lo que hice con ese cajero (por suerte, hace tiempo voló como Matías Pérez), fue negarme a que me atendiera. Si me tocaba ir con él, le pedía a quien me seguía en la cola que pasara, porque yo no quería ir con ese joven, porque me había maltratado por el mero placer de mortificar a una persona de la tercera edad.
J.
Se parece a un cuento mío titulado "Cenicienta, de Kafka"...
FRANK PADRÓN
… Yo no se cuándo vamos a vivir como personas civilizadas del siglo XXI, yo estoy pasando por una odisea similar que no se la deseo a nadie, cuando nos veamos te la cuento, quizás sea digna de estar en tu blog….
MM
Oye Cedeño si La Martina se encuentra con ese billete, el cuento terminaría con la muerte no del ratón sino de ella misma y que a nadie se le ocurra darle un cheque de esos de Bandec porque la pobre pide la baja, seguro que sí.
Rogelio Ramos.
Muy bueno. También he pasado por situaciones similares, y más yo que no tengo firma, siempre la hago diferente, varias veces al cobrar con cheques me han tratado como un «cuentapropista» ignorante porque no se firmar. Eso de firmar siempre igual siempre me ha parecido una aberración, nunca lo he logrado.
Un abrazo
Alexis
El trabajo es un banquete… Recordé peripecias parecidas. Y si solo fueran los bancos. Hay que salir "blindado" a la calle o con la flema de los ingleses. Puro surrealismo. Un abrazo y no dejes que nada te quite la ternura, ni los bancos con todos sus custodios y sus anexos. Cuídate ese corazón que vale tanto...
Marta
Hola, querido amigo Cedeño: no sabes cómo he disfrutado, o mejor dicho sufrido con tus avatares por el famoso billetico roto. He pasado momentos parecidos en los bancos de Cienfuegos, cada vez que tengo que ir a alguno, me erizo, pero no hay más remedio.
Doris
Estimado amigo: ... Reí a carcajadas con la crónica y sentí un frío en el alma cuando recordé que el próximo lunes debo recoger un cheque en la editorial por el libro que presente en la Feria...Estupenda idea la de Cotidianidades.
Saludos fraternales
Rafael
Niño querido, ¡que historia¡
Un abrazo.
Soledad Cruz.
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