viernes, 18 de enero de 2013
LOS CORDEROS SE REBELAN
Marino Wilson Jay
En las diferentes visiones de
las sagradas escrituras el Cordero está desde el comienzo del mundo. Este
animal puede aparecer con siete cuernos y siete ojos que simbolizan los siete
Espíritus del innombrable esparcidos en la inmensidad terrenal. Así en la
tradición hebrea Cristo es el Cordero-servidor de Dios. Es difícil encontrar
una mitología, teogonía o teodicea donde este cuadrúpedo no conlleve el
sacrificio, la raíz de la sangre y la encarnación espiritual. El Cordero es el
uno informe y multiforme.
Cosas de taumaturgia. Repentinamente nos
enteramos que existen algunos alzando las pupilas, quiebran los compartimientos
estancos. Reinaldo Cedeño, protector de ovejas en la cena pascual, no pudiendo
crear un nuevo Caos; se atrevió a conformar hermosas averías. Se burla de
Chesterton, para quien el hombre es verdad inverosímil y real. Fundó el
santiaguero (¿también guantanamero?) un libro tan verosímil que casi se torna
irreal. Está a favor de Marianetti (“¡Matemos el claro de luna!”). Incluso
trasluce haber hecho un pacto con San Isidro Labrador, patrón de los
agricultores. Los corderos alzan la
vista no alberga inocencia ni candidez. Sus figuras, ilusoriamente
disímiles, rigen un mundo integrado por diferentes momentos en la historia. Os
voy a referir los nombres de algunas criaturas como si juntas pertenecieran a la
Isla. Un machetero anónimo ―como suelen ser
los verdaderos macheteros— , Tolouse-Lautrec y su giba, Oscar Wilde añorando
una arcaica vergüenza, algún suicida, Florentina Boti, Carlos Manuel de
Céspedes, Madonna ofreciendo a Eva Perón y a la Argentina , Fidelio
Ponce, García Lorca y Lezama Lima.
Y otro poeta, Cos Causse, a veces tan
escurridizo como el fantasma del gran romántico, ha visto por Los corderos… “que la poesía es la
sorpresa del hombre frente al misterio de la vida y la certeza de la muerte”
quizás debido a eso, Reinaldo Cedeño, con magistral interés, ha variado la
conciencia de sumisión simbólica atribuida a los corderos, y engendró un
poemario donde se conjugan y debaten las esencias juedo-cristianas, africanas,
hispanos, nacionales.
Cuando leo “temo amarte y no dormir jamás”
es que el insomnio es susceptible de recorrer los universales del delirio, pero
una vigilia espera en patios que sólo la poesía es capaz de develar. Al mismo
tiempo estos escritos buscan una fe destinada a traspasar los desniveles
existenciales. El Ave María, las genuflexiones, mentiras y vanidades son
resistencias que el poeta deja impresos con su sangre. Me he convencido por
este libro, que el texto poético real es una conspiración contra el ensueño de
creernos dormidos. Alertas estamos frente a unos versos que registran la noche,
se detienen en Akenatón y Osiris, olfatean el ángel de esta joven villa,
presienten el mestizaje del sol, la carne se transmuta en piedra. No obstante,
ya antes, lo sostienen estos papiros, el behíque anunció las plantaciones en
las cuales el dios-mediodía, dios-Horizonte y acaso la deidad Mañana están por
alcanzar sus párpados fundamentales. Esta poesía, al introducir averiguaciones
en lo sustancial historiográfico, inscribe experiencias mundanas, se ofrece
para hurgar en la sensibilidad isleña.
Poeta. Nosotros, los
hipócritas, los semejantes, los hermanos, no descansamos, no deseamos que tus
imágenes nos dejen dormir. Si he sido invitado para un fin, tengo derecho de
expresarlo. Ninguna bobería de las llamadas “poéticas” ganará la lucha a un
libro que, aparentemente afirmando, niega las menudencias de lo “natural” y
“oficialmente” aceptado. La poesía, tan negada antes de cantar el gallo,
necesita estas vías, estos aullidos con juegos de sombras, intermezzos
alucinantes, madrugadas y naves vikingas arribando a nuestras costas. No
olvidar que el hacedor lírico obtiene distintas corporificaciones. Bien lo supo
Johan Kyats en aquella misiva de 1818 dirigida a Richard Woodhouse donde niega
identidad propia al poeta, pues este constantemente ocupa otro cuerpo.
No tenemos más alternativas, igual
que en los días de la vendimia, alegraos; y quien no entienda ahora que no entienda
para siempre. La escritura poética no es un método de alfabetización; no es un liqui vatum pectora (“¡Aquel ímpetu
sagrado, que nutre el corazón de los poetas!”). Y ajo esa verdad echamos a andar.
Pineda Cedeño, Reinaldo, soy yo quien brinda
testimonio. Gracias a las excelencias de Los
corderos alzan la vista, podrás recibir la piel de cualquier animal; aunque
jamás serás un corderito de ningún dios… ni de nadie.
IDEAS. Centro
de Promoción Literaria José Soler Puig, Santiago de Cuba, Número 42, 4 de julio
de 2005, p. 171
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