Nunca supe como salí de aquel trance, como pude cumplir semejante encomienda, como me pillaron desprevenido…
Debí correr, lo admito, cuando divisé en la distancia el dedo posándose en mi hombro. Debí correr, pero me quedé, anonadado, hundido más bien en el incómodo banco…
Si yo estaba allí, ¿qué otro podía despedir el duelo?
Cuando aquel señor, entre severo y suplicante vio en mi rostro la mueca, la duda más rotunda, el no en la punta de la lengua me espetó un demoledor… pero… ¡Usted es periodista!, ¿no?...
A la parálisis sobrevino la acción. Tomé papel y lápiz, realicé unas entrevistas sumarias, garabateé la despedida de duelo por encargo…. y hasta escuché decir a la salida, que la mismísima difunta me había encargado pronunciar las últimas palabras.
Y es que eso es ser periodista: una marca de nacimiento que te sigue dondequiera que vayas, como tu propia sombra, como tu luz.
Ser periodista sustituirá tu nombre para siempre. Nadie tendrá problema alguno para dirigirse a ti.
Y cuando voltees el rostro, te habrás convertido en consejero, confesor, bibliotecario, maestro, siquiatra, historiador.
Algunos creerán que lo tienes que saber todo.
Harás las veces de arquitecto, electricista, plomero, diputado, hasta gurú… pero tendrás que detenerte.
Tendrás que dar aliento a quien confió en ti sin conocerte. A veces, se han quedado sin más, eres su última esperanza.
Y querrás ser Dios, cuando eres sólo, un periodista… pero te quedará estremecer las conciencias dormidas.
Escribir es el oficio más solitario del mundo- afirmó el Gabo-. Las ideas tienen su ocasión, muévete un milímetro, uno solo, y verás.
Nadie te dictará los verbos ni los párrafos; pero una redacción es un taller a punto de estallar, sin torres ni marfiles.
El periodista siempre estará acompañado; mucho más, evaluado. Lo hace tu jefe cuando te encomienda una entrevista. Lo hará el entrevistado ante tus interrogantes, lo hará el corrector o el asesor, cuando termines.
Y el público, el público, el público… definitivamente.
Como buen periodista estarás siempre al filo de la navaja.
Para algunos, andas con no sé que osadía pecaminosa, a medio camino de la literatura, a punto casi... La vida te pondrá el listón más alto cada vez: tendrás que aprender a saltarlo.
Si debes tomar la pluma como un látigo –aunque lleve cascabeles en la punta-, no esperes una postal a vuelta de correo. Tendrás que asumir las réplicas y las contrarréplicas -las de afuera y las de adentro-.
Sabrás que las verdades tienen dos perros de presa, misteriosos y constantes: la forma y el momento…
Para los tocados, nunca llegarás a la forma exacta de expresión. Y la búsqueda del instante adecuado se tornará como la de ciertas islas: una utopía, o un espejismo.
Podrás verte solo frente a los molinos, molido por sus aspas, mas el silencio no está en el diccionario de un periodista.
Ser periodista es ser Quijote.
Si por el camino has errado, bendecirás si estás a tiempo de enmendar unas líneas. Si te equivocas, querrás cavar la tumba con tus manos… pero nadie te salvará ni eres salvable: ya habrás publicado tus errores: recuerda, eres periodista.
Si a la salida de un concierto o de un estadio, de lo épico o lo íntimo, después de la conferencia o el brindis, te toca sentarte frente a un micrófono o el teclado, te hallas en la mismísima antesala del infierno o la consagración… No escaparás.
A los pocos minutos, al día siguiente, unos querrán conocerte, darte la mano. Y otros querrán crucificarte.
Si llegan loas, deja pasar las nubes –recuerda a Matías Pérez y su globo nunca hallado-. No te calces los guantes si discrepan.
Nunca olvides que cada pensamiento vale oro, que a la diversidad ha de rendirse culto, que ellos no pueden multiplicar sus opiniones… y tú, tú eres periodista.
Paciencia, cuando algunos te hagan volver una vez y otra; porque justo ahora están muy ocupados. ¡Caramba, con esas preguntas… y a estas horas!.
Las dilaciones son puertas cerradas, que unas se abren y otras… hay que derribarlas.
Entrevistar es beber de un suspiro el aliento de una vida. Y te asomarás, te sumergirás en muchas, hasta mejorar la tuya propia.
Ser periodista es ser niño, con los ojos de asombro siempre abiertos.
Y tener voz, no ser vocero.
Sin embargo, después de quince años de trabajo, estoy averiguando aún que es ser periodista…
Mientras tanto, me veo –sujetándome el pecho con las manos- ante unos seres marcados por un zarpazo del destino, en sus cunas minúsculas. Y no alcanzo.
Acompaño casi en la madrugada al actor Adolfo Llauradó, sin saber que aquella conversación desoladora, será la última.
Subo a lomo de mulos a La Escondida de La Virgen -el nombre lo dice todo-, para saber que en pleno siglo veintiuno, todavía hay quien tiene el alma limpia como el arroyo de la Sierra.
Veo caer de rodillas a medio mundo bajo el sombrero de Compay, y bebo un trago irrepetible brindado por sus manos.
Llevo un lirio a la vedette de Cuba para descubrir en La Habana, la de verdes y de grises, a la persona detrás de los encajes.
Beso a una reina, le pido una canción sólo para mí, la escucho desgranarla…. ¡Duele, mucho…! Elena
Caimanera. Base Naval. Guantánamo Traspaso la barrera y los prismáticos: el mástil de barras y de estrellas se hunde como una ponzoña.
Siento el frío templado del río Bío Bío y el legado de Caupolicán cuando escucho los poemas de una india mapuche, cuyo nombre como en los viejos tiempos, Ryen Kvyeh, significa Luna de los primeros brotes.
Abrazo a la anciana Gardenia, porque no tengo otra cosa que darle, y ensayo explicaciones para su canasta milenaria al borde del abismo, para esos granos de fuego, para sus manos como las montañas.
La ciudad abre la puerta, cuando José Soler Puig, el novelista mayor, me invita: hay un olor a pan dormido y a honradez.
Sigo las huellas de La Lupe, intento destejer una vida, un ciclón que llegó del barrio olvidado de San Pedrito a la fama universal.
Trato de detener las palabras del Nobel de Aracataca contra las soledades y los cien años; pero Macondo me hala.
Me sostengo, cuando el pintor Marcos Pavón demuestra con los labios, con los dientes que puede pintarse la esperanza… después de la poliomielitis.
Estoy a unos centímetros del récord mundial, y piso fuerte. Alzo los brazos ante la eternidad, sostengo la respiración, salto… Salto para apretar las manos de un campeón, Javier Sotomayor.
Cruzo la alfombra de pinos, la cancela, para encontrar a Dulce -la amante de un faraón niño-, a María -la del clavel de trapo-. Es Cuba quien me recibe.
Estrecho a un enfermo de ese virus letal. Las palabras no se sujetan al papel: fue como intentar saltar un abismo y no encontrar la otra pared. Su revelación, es una pedrada.
Me interrogo…. ante aquel domador de fieras que se abre la camisa al cuerpo cruzado de costuras, y aún observa con ternura a los leones.
Asisto al vuelo de Fénix, el de Ana Fidelia Quirot, rebusco para hallarle un destello al camino, del bisturí y los algodones al oro mundial.
Ser periodista es hacer el amor con las palabras.
Y no importa si vas de agenda o grabadora, o de manos vacías; si vas a un funeral o un homenaje, si vas de bailador o de doliente; si has decidido hoy mismo dejar el mundo atrás.
Ser periodista es serlo con las vísceras.
Un periodista nunca está de vacaciones. La realidad te dará el campanazo… porque has perdido tu nombre para siempre, porque has ganado todo, porque antes ya no existe…
Tú eres y serás un periodista.
6 comentarios:
me va gustando tu blog, felicidades. hace culto a los pilares de la cultura cubanay a figuras vivas en mi memoria y mis inspiraciones leere mas y estaremos en contacto
Reinaldo, me encantó este trabajo tuyo lleno de verdades y de lirismo. ¿Por qué no lo envías para Cubaperiodistas? Leí otros también muy buenos, como el del encuentro de la Mistral y la Loynaz. No soy experto ni mucho menos en páginas web. Pero la tuya me parece que va por buen camino. El contenido no tiene agujeros. Tal vez podrías mejorarle algo los colores -es cuestión de gustos- para anzuelar a los curiosos. Pondré gustoso tu link en mi página. Un abrazo. Juan
Estuve pensando si poner "extraordinario", si poner "excelente"...
Prefiero decirle que me ha conmovido y que si los periodistas tuvieran la mitad de respeto y amor hacia su trabajo que usted, el mundo sería distinto.
Un muy cordial saludo. Y muchas gracias por su visita a Alenarte.
Hola Reinaldo:
Excelente trabajo, lo lei hoy en Juventud Rebelde, pero decidi tomarlo de aquí para ponerlo en mi blog Desde Cuba. Ademas, le agregue vínculos a casi todos los trabajos que mencionas. Espero que no te moleste mi atrevimiento.
Saludos,
Juan
Estremecedor, como todo lo que compartes...porque eres "periodista desde las vísceras". Ojalá los que comenzamos en el periodismo pero compartimos tu certeza de que fuimos elegidos, casi marcados y que no tuvimos elección ante estra profesión que es siempre un salto al vacío, después de 15 años podamos albergar al menos la mitad de tus experiencias y una gota de la pasión que derramas a raudales. A tu favor tienes a Cuba; cuando viví alli siempre describi ese suelo hermano "como una crónica viva". Adelante amigo. Aquí tienes una amiga y colega que te admira.
Rey, el respeto que tienes por tu profesión debía ser contagioso!!!
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